Abogados contra los prejuicios del aspecto: "Conseguí un cliente gracias a mis tatuajes"
Ocho de cada 10 letrados consideran incorrecto mostrar 'piercings' o tatuajes en el despacho. Los que los tienen descartan que afecten a su profesionalidad y creen que ayudan a generar confianza
En el mundo de la abogacía, la vestimenta y el aspecto de los profesionales son elementos especialmente relevantes. El propio Estatuto General de la Abogacía establecía en 1982 cómo debían comparecer los abogados ante los tribunales, exigiéndoles traje, corbata, zapatos negros, camisa blanca, toga y birrete. Aunque estos requisitos se han eliminado en las redacciones posteriores, el sector sigue solicitando formalidad y elegancia a sus profesionales, rechazando cualquier elemento que se salga de lo normal. Sin ir más lejos, una encuesta elaborada recientemente por Economist & Jurist revela que el 78% de los abogados cree que es incorrecto exhibir 'piercings' o tatuajes en un ambiente profesional.
Frente a esta visión, varios letrados tatuados critican los prejuicios existentes en buena parte del sector y rechazan que estén ligados a la profesionalidad. Una de ellas es la penalista Isabel Pericet, que trabaja en un despacho mediano, pero su día a día lo pasa en los juzgados. "Tengo 14 tatuajes y todos ellos están en zonas visibles; los brazos y la mano", describe. Cuando empezó en el bufete, solo contaba con tres de pequeño tamaño, pero al cabo de unos años ya se habían multiplicado.
En los juzgados, sus brazos llaman la atención, especialmente ahora que no hay obligación de llevar la habitual toga. Las reacciones, no obstante, no van más allá de miradas curiosas que, según Pericet, están más orientadas a descifrar los dibujos que a juzgar su aspecto. En el despacho, el único comentario que recibió fue de la directora. "Me preguntó hasta cuándo iba a seguir tatuándome. Pero lo dijo por curiosidad personal y no como reproche", aclara.
"Un cliente me eligió por mis tatuajes"
Los recelos en el sector hacia las marcas en la piel parten, principalmente, de la visión que puedan generar hacia terceros. Sin embargo, y como relata el laboralista Víctor Llanos, sus 13 tatuajes no solo han desencadenado comentarios positivos, sino que en alguna ocasión le han generado clientes. "Un trabajador me confesó que me escogió a mí porque tenía tatuajes y eso le transmitió sinceridad. El traje le transmitió profesionalidad y los tatuajes conexión", recuerda. Los dibujos se reparten entre la espalda, el costado y los brazos. "La mayoría no son visibles con camisa, pero pueden llegar a verse en alguna ocasión".
Aun así, el letrado confirma que hay cierto estigma en el sector que le ha llevado, incluso, a plantearse en alguna ocasión dejar de tatuarse. "Lo descarté, porque es una tontería; los prejuicios hacia estos símbolos son un error", defiende. Los tatuajes, argumenta, no son más que unos dibujos en la piel que, en ocasiones, sirven incluso para conectar mejor con otras personas.
"Un trabajador me confesó que me escogió a mí porque mis tatuajes le transmitían sinceridad", recuerda un abogado
De la misma opinión es Isaac Guijarro, especializado en penal, civil, mercantil y administrativo. "Muchos de mis clientes son jóvenes y tienen tatuajes, por lo que ver que su letrado también tiene les genera cercanía y confianza", declara. Ahora bien, el abogado confiesa ocultarlos ante los de más edad o que tienen una apariencia tradicional. "Es una especie de autocensura; sé que existe cierto estigma y prefiero evitarlo". La piel de Guijarro acumula 11 dibujos, casi todos en los brazos y en el pecho.
Símbolo de estilo
Los prejuicios frente a los tatuajes no son exclusivos de la abogacía. Otras profesiones también miran con recelo las marcas de tinta en la piel y pueden llegar a ser motivo para no acceder a un trabajo. De hecho, muchos cuerpos de seguridad del Estado ponen pegas a los tatuajes de los opositores o directamente vetan a aquellos con dibujos demasiado visibles o que tengan un significado ideológico contrario a los valores de la profesión.
El estigma es especialmente frecuente entre las personas de generaciones superiores, acostumbradas a una sociedad en la que quien llevaba estas marcas pertenecía a ambientes marginales o directamente delictivos. Ahora bien, Pericet opina que se trata de una visión desfasada y poco acorde con la realidad. "Actualmente, casi todos los jóvenes llevan al menos uno. Se ven como un símbolo de estilo, un elemento estético", describe.
El problema, agrega, es ligar elegancia con pulcritud. La letrada considera que hoy en día es más que posible mantener el estilo a través de prendas llamativas y otros complementos (como son, a su juicio, los tatuajes) "llegando a estar más elegante que una falda y una chaqueta clásicas". Coincide con esta visión Begoña Gerpe, letrada en Santiago de Compostela, que opina que los tatuajes u otros elementos que se salen de lo común (por ejemplo, letrados con el pelo un poco más largo de lo habitual) pueden otorgar más presencia y elegancia al profesional que un simple traje con corbata.
La visión tradicional de las grandes firmas
En el mundo del derecho, sin embargo, todavía es difícil ver a profesionales con dibujos en su cuerpo, incluso entre los más noveles. Esto se debe a que, como explica Alberto Cabello, presidente de AJA Madrid, aún existen muchos prejuicios en las grandes firmas. "Algunos socios directores o, incluso, clientes son de la opinión de que ir tatuado resta profesionalidad", subraya. Por su parte, Guijarro cree que se trata de una visión extendida en la abogacía en general y que no se reduce a los tatuajes, sino que abarca cualquier elemento del vestir que esté fuera de la normalidad. "Yo voy en traje, pero mis camisas suelen llevar estampados llamativos. Destacas sobre el resto de los compañeros, quedas un poco de excéntrico", reflexiona.
En este sentido, Cabello considera que los bufetes deberían normalizar estos signos, ya que se trata de una decisión personal de cada uno que nada tiene que ver con su forma de trabajar. "No puede ser una barrera de entrada para acceder a un puesto de trabajo o para forjar buenas relaciones comerciales", concluye.
En el mundo de la abogacía, la vestimenta y el aspecto de los profesionales son elementos especialmente relevantes. El propio Estatuto General de la Abogacía establecía en 1982 cómo debían comparecer los abogados ante los tribunales, exigiéndoles traje, corbata, zapatos negros, camisa blanca, toga y birrete. Aunque estos requisitos se han eliminado en las redacciones posteriores, el sector sigue solicitando formalidad y elegancia a sus profesionales, rechazando cualquier elemento que se salga de lo normal. Sin ir más lejos, una encuesta elaborada recientemente por Economist & Jurist revela que el 78% de los abogados cree que es incorrecto exhibir 'piercings' o tatuajes en un ambiente profesional.