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"Alquilo mi cuarto porque me vuelvo unas semanas al pueblo": el subalquiler vuelve a España
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DOS PERFILES OPUESTOS

"Alquilo mi cuarto porque me vuelvo unas semanas al pueblo": el subalquiler vuelve a España

Tanto para turistas que quieren visitar las ciudades más turísticas como para familias que no tienen dónde quedarse, el subarrendamiento está volviendo con fuerza en nuestro país

Foto: Una habitación semejante a las que pueden encontrase en el mercado. (CC/Aigars Mahinovs)
Una habitación semejante a las que pueden encontrase en el mercado. (CC/Aigars Mahinovs)

No es tan fácil encontrar los mensajes, a no ser que los busques a propósito. Suelen circular de boca a oreja, por conocidos de conocidos, muchas veces en fotocopias pegadas en farolas o en locutorios. Se concentran, por lo general, en grupos de Facebook destinados específicamente al alquiler temporal de habitaciones. Las condiciones no terminan de estar claras hasta que llamas al número de teléfono. Solo de vez en cuando asoman por otros canales, como esas stories de Instagram que preguntan si alguien conoce a alguien que necesite una habitación un par de semanas. Pero solo para los mejores amigos, que no circule mucho.

En los últimos años, sobre todo después de la pandemia, se ha producido una explosión de subarrendamiento de habitaciones. Algo que ya ocurría con anterioridad, sobre todo en los barrios más desfavorecidos de las grandes ciudades, pero que a lo que ahora se suma un nuevo perfil. El de los subarrendamientos vacacionales de aquellas personas que viven en un destino turístico muy demandado y que, cuando se marchan de vacaciones, vuelven al pueblo o viajan durante una temporada, alquilan su cuarto para pagarse el alquiler o, incluso, hacer negocio.

Pedro* (nombre ficticio) vive en el centro de Madrid y decidió subarrendar su habitación durante el verano de 2023. Había dejado su empleo en junio y pensaba volverse a su ciudad natal durante julio y agosto. “Pensé en subarrendar para poder pagarme el alquiler mientras estaba fuera de Madrid”, explica. “No me lo había planteado nunca, pero no tengo ingresos como para pagar dos alquileres al mismo tiempo”.

Al principio, intentó alquilarla a alguien conocido, utilizando Instagram. Finalmente, tuvo que recurrir a Airbnb. Encontró a un chico italiano que iba a pasar el verano en Madrid por una beca de estudios y que no encontraba ninguna habitación disponible por tan solo un par de meses: sus necesidades encajaban a la perfección. Pedro no tenía ninguna voluntad de hacer negocio. Alquilaba su habitación por una cantidad un poco inferior a lo que le costaba a él.

"Bastante pago yo en Madrid como para estar pagando otro alquiler viviendo fuera"

Lo que tenía claro es que no iba a avisar a su casera, aunque sabía que no era legal. “Me da igual, es rentista”, explica. Moralmente tampoco tuvo ningún problema, porque no estaba haciendo negocio con ello: “Bastante pago yo en Madrid como para estar pagando otro alquiler estando fuera”. Lo que más le preocupó fue “darle espacio a un desconocido”, porque su compañero de piso iba a tener que compartir el verano con él.

Un fenómeno creciente

Hay diversos factores que explican este boom del subarrendamiento. El más importante, un mercado de la vivienda tensionado en el que la dificultad para encontrar alojamiento dispara la picaresca y favorece esta clase de fórmulas que aprovechan la escasez de oferta. Tanto para el alquiler turístico como para el residencial, tanto de forma legal como ilegal, es el correlato de una situación en la que el alquiler de una habitación se encareció un 70% entre 2015 y 2023.

placeholder Ejemplo de uno de los anuncios que se pueden ver en páginas de Facebook.
Ejemplo de uno de los anuncios que se pueden ver en páginas de Facebook.

Como se realiza de tapadillo, no hay datos exactos. La Agencia Negociadora del Alquiler (ANA), empresa dedicada a la gestión de alquileres, también ha identificado desde hace años “un aumento preocupante” del número de subarrendamientos. José Ramón Zurdo, su director general, ha visto un incremento de las reclamaciones relacionadas con esta cuestión, tanto por parte de los propietarios como de los inquilinos. “Subarrendamiento e ilegalidad suele ir de la mano, porque hay muy pocos propietarios que den su permiso”, recuerda.

Una reciente investigación publicada por Esade y Cáritas y titulada Exclusión compartida analiza este fenómeno como una consecuencia de las deficiencias estructurales del mercado de la vivienda. Una de sus autoras, Raluca Budian, explica a El Confidencial que la primera vez que oyó hablar del fenómeno fue en Aranda de Duero, cuando los vecinos ponían sus habitaciones en alquiler durante la celebración del Sonorama para sacarse un dinero. “Desde que estoy en Barcelona tengo constancia de que pasa muchísimo, y que ocurre cada vez más”, recuerda.

La gran ironía son los dos modelos de habitación subarrendada, que son muy diferentes, casi opuestos. “Es muy distinta la persona que viene a visitar Barcelona porque tiene un mes libre al de una persona o una familia que viene en busca de una vida mejor en una situación de exclusión social”, explica. Los lugares de la ciudad donde se localizan unos y otros son muy distintos. Mientras que los del primer tipo suelen frecuentar las habitaciones de las zonas turísticas y céntricas, los segundos se ubican en las periferias o los barrios pobres, pagando un precio mucho más reducido.

"Como encontrar piso es difícil, tranquiliza saber que vas a tener cuando vuelvas"

En lo que coinciden todos es que el subarrendamiento es habitual en las zonas más tensionadas. Madrid, Barcelona, Valencia, la Costa Blanca o Mallorca, especifica Zurdo. “Se produce sobre todo en mercados donde hay demandas de alquileres y los precios tan elevados que tienes dos opciones: o subarriendas para pagar el alquiler o para hacer negocio”, explica.

Prestar tu habitación para quitarte un problema

Según el artículo 8 de la Ley de Arrendamientos Urbanos, subarrendar no es ilegal, siempre que se haga con el conocimiento del casero, que no se alquile la vivienda completa y que no sirva para hacer negocio. En ocasiones, es una fórmula positiva para todos. Es lo que le ocurre al cineasta Adrià Guxens, que lleva años viviendo entre Madrid y Barcelona por las características de su trabajo. Cuando se desplazaba a Cataluña, subalquilaba su habitación de la capital porque “es muy difícil encontrar piso, estar cambiando siempre de zona, etc”.

Desde 2010, ha vivido en doce pisos diferentes en Barcelona. Así que en un momento dado decidió empezar a subalquilar su habitación. “Como es tan cansado y costoso, si puedes alquilar de manera consentida con el propietario y tus compañeros, así tengo la tranquilidad de saber que no tendré que estar buscando cuando me marche ni haciendo más mudanzas”, explica. El subarriendo es habitual entre compañeros de su sector como una manera de evitar quebraderos de cabeza. En otros casos, para sacar un pequeño sobresueldo durante las fechas de más demanda turística como Navidad o verano.

En enero, Guxens se marchó a China durante dos meses para rodar su primera película, y decidió buscar a alguien que subalquilase su habitación. “Con lo poco que cobramos los que nos dedicamos a este sector, no podemos regalar 1.000 euros al mes”, explica. No es tan fácil encontrar a alguien dispuesto, pues suele ser o gente que, como él, también se mueve mucho por trabajo (nómada por nómada) o “jóvenes que quieren probar un tiempo a vivir solos”. Prefiere buscar a gente conocida en lugar de utilizar plataformas: algunas como Badi permiten alquilar habitaciones.

Subalquilar como forma de explotación

En su investigación, Budian y sus compañeros muestran cómo las dificultades para acceder a una vivienda digna, por el precio y por otras cuestiones, terminan provocando que muchas personas tengan que aceptar condiciones cercanas a la infravivienda. Muchos de los testimonios recogidos en el trabajo son de familias que provienen de fuera de Barcelona (de otro país o de otra zona de España) que carecen de amigos, familiares u otras redes de apoyo en la ciudad.

“Casi toda la mayoría de los emigrantes viven así, en habitaciones, porque yo tengo entendido que ningún emigrante tiene un piso”, explica una de las entrevistadas. A menudo, se hace en condiciones de ilegalidad: “He estado viviendo en varios sitios y te digo, eso de contrato no existe, no hay”, señala otro. Uno de los grandes problemas es la ausencia de privacidad. “Decía que no podíamos ocupar tanto el baño, que el agua se gastaba y esas cosas, eso del pipi mi hijito lo hacía en un botellón y teníamos que esperar..”, añadía otro de ellos.

"El subarriendo da muchos problemas, así que a pocos propietarios les parece bien"

La mayor parte de casos de subarriendo pertenecen a “un perfil conflictivo donde el impago está a la orden del día”, recuerda Zurdo. “La figura del subarrendatario suele dar muchos problemas así que a pocos propietarios les parece bien: las viviendas tienen más uso, suele haber conflictos por el uso de instalaciones, porque confluyen siempre en la cocina o el baño, y más problemas de convivencia”, explica. “Es controvertido, está muy mal regulado y la mayoría son ilegales: los propietarios no se llegan a enterar”.

La punta de un iceberg de mucho más tamaño del que parece y que lleva creciendo durante las últimas dos décadas, desde alrededor de 2005, como recuerda Budian, que cree que “no somos conscientes de las situaciones que hay y hacia dónde vamos”. Es el resultado de una situación multifactorial en la que un gran número de elementos (turistas, nómadas digitales, inmigración, mercado global de la vivienda, especulación) están empujando al mercado inmobiliario a situaciones que ya parecían pasadas.

Mientras tanto, los anuncios seguirán multiplicándose en las épocas críticas del año en las que, como recuerda la investigadora, en determinadas zonas resulta casi imposible encontrar habitaciones que se alquilen a largo plazo. Ya no son esos carteles pegados en los locutorios, sino las redes sociales y un entorno digital donde resulta mucho más fácil acceder a cualquier anuncio y, por lo tanto, donde la demanda se dispara de manera veloz. Comprar un piso parece imposible, alquilarlo es cada vez más difícil y pronto, encontrar una habitación barata va a ser casi un milagro.

No es tan fácil encontrar los mensajes, a no ser que los busques a propósito. Suelen circular de boca a oreja, por conocidos de conocidos, muchas veces en fotocopias pegadas en farolas o en locutorios. Se concentran, por lo general, en grupos de Facebook destinados específicamente al alquiler temporal de habitaciones. Las condiciones no terminan de estar claras hasta que llamas al número de teléfono. Solo de vez en cuando asoman por otros canales, como esas stories de Instagram que preguntan si alguien conoce a alguien que necesite una habitación un par de semanas. Pero solo para los mejores amigos, que no circule mucho.

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