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"No podemos desequilibrar la ciudad: si hacemos un Madrid Norte, urge hacer un Madrid Sur"
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JULIO TOUZA RODRÍGUEZ Y JULIO TOUZA SACRISTÁN

"No podemos desequilibrar la ciudad: si hacemos un Madrid Norte, urge hacer un Madrid Sur"

Julio Touza Rodríguez y Julio Touza Sacristán (Touza Arquitectos) defienden un urbanismo de mayor densidad y de cercanía, un crecimiento de las ciudades a lo alto y no a lo ancho

Foto:  Julio Touza Rodríguez (i) y Julio Touza Sacristán posan para El Confidencial. (J. I. R.)
Julio Touza Rodríguez (i) y Julio Touza Sacristán posan para El Confidencial. (J. I. R.)
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Comparten pasión, profesión y una manera muy clara de entender la arquitectura: por y para las personas. Julio Touza Rodríguez (Ribadavia, Orense-1951) y Julio Touza Sacristán (Madrid, 1975) lideran uno de los estudios de arquitectura más longevos e importantes del país, Touza Arquitectos, cuyo sello está presente en algunos de los proyectos residenciales más importantes de la ciudad, como las torres de Paseo de la Dirección, un proyecto con el que han conseguido cambiar el skyline de la ciudad.

Padre e hijo defienden un urbanismo de mayor densidad y de cercanía, es decir, un crecimiento de las ciudades a lo alto y no a lo ancho, y equilibrado, en el que tanto ricos como pobres, tanto norte como sur, se beneficien de este crecimiento, al tiempo que apuestan por un urbanismo más flexible que permita hacer ciudades más amables y acogedoras y que eviten errores del pasado, como la desaparición de las terrazas o la proliferación de balcones o miradores por toda la ciudad.

Conscientes de que el futuro del sector pasa, inevitablemente, por la industrialización, Julio Touza Rodríguez y Julio Touza Sacristán también reconocen el postureo que gira en torno a la sostenibilidad, al tiempo que reclaman recuperar la autoridad que, como arquitectos, tuvieron en el pasado y que han perdido en favor de un mayor poder comercial.

PREGUNTA. En España existe un claro problema de acceso a la vivienda. Madrid, por ejemplo, es uno de los mercados más tensionados. En un momento en el que solo se habla de construir miles de viviendas, ¿cómo creen que debe ser el crecimiento futuro de las ciudades?

JULIO TOUZA RODRÍGUEZ. Lo que sucede en las ciudades, y Madrid no es una excepción, es que muchos barrios se han generado en épocas de pobreza, con calles estrechas y casas pobres que parece que no tienen el mismo derecho que los barrios que se generaron después, con calles más amplias y con alturas más importantes. El barrio de Tetuán, por ejemplo, tiene este problema. Es un barrio que se fue generando a principios del siglo pasado, con calles estrechas, viviendas de dos o tres plantas y, de pronto, con el desarrollismo de los 50, las calles y la arquitectura se engalanan. En Bravo Murillo, por ejemplo, se empezaron a hacer arquitecturas de siete y ocho alturas, lo cual parece razonable, mientras no genere problemas de asoleamiento de un edificio sobre otro... Sin embargo, hay muchas otras calles que tienen dos y tres alturas y la norma no les permite hacer más.

En Tetuán, por ejemplo, hay calles más estrechas que son continuidad de Bravo Murillo con casas que tienen bajo y una planta o bajo y dos plantas, mientras que a continuación hay casas de la época de los 50 que tienen bajo más cuatro plantas, lo cual está haciendo daño al barrio y daño a las familias que viven allí y que no tienen posibilidad de crecer en su edificio, porque la ordenanza les está limitando a bajo más dos, cuando al lado hay casas de bajo más cuatro. ¿Qué es lo que debe hacer un urbanismo sensato y un urbanismo de equilibrio? Permitir que esos vecinos generen la misma edificabilidad que han generado otros, antiguamente, con otra normativa, de tal manera que se empoderen como personas y sean más felices porque vendrá un promotor sensato y les dirá: “Usted no tiene dinero para ampliar su edificio, pero yo le voy a dar por su piso tres más, y mientras hago la obra, le voy a pagar el alquiler de un sitio estupendo durante dos años”. Esos vecinos serán felices, el promotor ganará algo de dinero y el barrio mejorará. Esos conceptos de reequilibrar haciendo un poquito más denso el panorama urbano son indispensables.

placeholder Interior de la sede de Touza Arquitectos en Madrid. (J. I. R.)
Interior de la sede de Touza Arquitectos en Madrid. (J. I. R.)

P. Crecer a lo alto y no a lo ancho. Aprovechar, por ejemplo, las edificabilidades no consumidas en el centro de las ciudades.

JULIO TOUZA SACRISTÁN. Cuando la volumetría está colmatada, la única manera de crecer es en altura, algo de lo que llevamos hablando mi padre y yo muchos años y que está encima de la mesa, ¿cómo debe ser el crecimiento futuro de las ciudades? No hablo solo de las remontas en las que hay una potencial edificabilidad, sino más bien del modelo del derecho de vuelo que tienen los norteamericanos. ¿Por qué no puedo seguir generando derechos de vuelo en vertical? Y no para seguir haciendo casas más altas en el barrio Salamanca, sino para recualificar los barrios más desfavorecidos.

"¿Qué es mejor, un urbanismo de mancha de aceite, como el de los años 90 o un urbanismo más denso y más sostenible, de cercanía?"

Hay que pensar en qué es mejor, un urbanismo de mancha de aceite, como el de los años 90, o un urbanismo más denso y más sostenible, de cercanía. Es decir, las ciudades pueden crecer de dos maneras, o extendiéndose o densificándose. En el primer caso, extiendes sus infraestructuras, sus autovías, alejas a la gente de los centros y creas barrios satélites, con cierta autonomía pero sin continuidad con la trama urbana. Vas de un lado a otro con el coche o con el transporte público, pero no tienes una continuidad. Ese modelo de crecimiento creo que no es el razonable, porque ¿dónde tienes ya las infraestructuras? En la ciudad tienes las carreteras, los colegios, los hospitales... ¿qué hay que hacer? Aprovecharlo, y ¿cómo se aprovecha?, densificando, y ¿cómo se densifica?, con una visión social, es decir, dando a quien lo necesita esa recualificación urbana. Insisto, no hablamos del barrio Salamanca, sino de los barrios periféricos que se crearon en una época en la que las posibilidades económicas eran escasas y donde viven quienes tienen mayor necesidad de rehabilitación.

P. Hay quien puede entender esta densificación como especulación.

J.T.S. Quien lo entienda así está completamente equivocado. ¿Cuál ha sido el gran freno de todos estos planes que iban a destinar miles de millones a la rehabilitación? Pues que una comunidad de propietarios no tiene capacidad de llevarlo a cabo. ¿Quién tiene capacidad de hacerlo? Un tercero, que normalmente es un agente promotor. ¿Cuál es el interés para el agente promotor?, ¿especular? La maquinaria económica para funcionar necesita que haya un negocio.

P. Gratis nadie lo va a hacer.

J.T.S. Gratis no trabaja nadie. Si no, hablaríamos de fundaciones y no de un sector inmobiliario. Cuando hablamos de rehabilitación se piensa en edificios de lujo del barrio de Salamanca, de rehabilitación patrimonial, pero este no es el tema, sino la rehabilitación en general de edificios que carecen de accesibilidad, de un aislamiento adecuado o de unas medidas acordes con lo que son los edificios del siglo XXI. Todos esos edificios de los años 50 y 60, hechos con las calidades que se podían en la época y que van a necesitar de una rehabilitación en los próximos años. El problema es, ¿eso cómo se paga? Es imposible que una comunidad de propietarios por sí sola pueda financiar el coste que eso supondría. En cambio, si dotas de ciertos incrementos de edificabilidad allá donde son necesarios, puede aparecer o debe aparecer la rueda que articule todo eso.

P. La ciudad de los 15 minutos de la que tanto se habla en los últimos años.

J.T.R. La ciudad de los 15 minutos saltó a la opinión pública a raíz de que la alcaldesa de París hablara de este concepto de ciudad, ligeramente más densificada, de tal manera que ya no tengo que irme a vivir a Valdebebas porque aquí al lado, donde antes había un edificio de dos plantas, van a hacer uno de cuatro. No de 14, sino de cuatro, porque el edificio de al lado ya tiene cuatro plantas. Y solo por eso, el barrio se va a regenerar y voy a poder vivir aquí, que de otra manera no podría y, además, estaré cerca de mi comercio, de mi tienda, de mi hospital... No se trata de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, sino justo lo contrario. Se trata de cómo reequilibras socialmente las ciudades. Esto vale para Madrid, pero conceptualmente, para cualquier ciudad.

"No se trata de hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, sino de reequilibrar socialmente las ciudades"

P. ¿No tenemos un urbanismo demasiado inmovilista para que esto pueda ser una realidad?, ¿es viable crecer en altura?

J.T.R. No solo lo veo viable, sino necesario. En un contexto en el que en España, y más concretamente en Madrid, que es una ciudad con una capacidad de atracción bestial, hay una necesidad de vivienda clarísima y cuantificada, ¿cómo vas a dar solución a ese volumen de vivienda?, ¿esperando a producir suelo en 10 o 15 años? Tras la anterior crisis, la producción de suelo se ha parado y ése es el gran problema de cualquier política pública, que para solucionar el problema de la vivienda se necesita suelo, un suelo que no se ha producido ni se ha desarrollado desde hace más de diez o doce años.

P. ¿Dónde tienen que estar esos suelos?

J.T.R. Las ciudades tienen que buscar un equilibrio, tienen que ser amables, acogedoras, ni estridentes ni locas. Llevamos 22 años para desarrollar un Madrid Norte. Por fin se aprueba, pero todavía quedarán cinco años hasta que se pueda empezar a poner ladrillos y, al menos, diez hasta que aquello esté funcionando. Pasarán treinta y tantos años desde el comienzo. Urgentemente hay que pensar rápidamente en el sur. No puedes desequilibrar una ciudad haciendo lo bueno solo en una dirección. Por consiguiente, si se ha hecho un Madrid Norte, es urgente hacer un Madrid Sur. Es urgente hacer algo que empodere el sur, algo para que digan: “Nosotros también tenemos presencia en la ciudad”. Si yo tengo un eje norte-sur en Madrid que, además, está muy claramente marcado, si hago que el norte sea fantástico y el sur se quede pobre, no he hecho nada.

P. ¿Y el Abroñigal? Unos antiguos terrenos de Adif muy cerca de Méndez Álvaro. Eso es el sur de Madrid.

J.T.R. Eso no es de ahora, nosotros llevamos años hablando de esto. El Abroñigal es fundamental, es una gran cantidad de terrenos baldíos de Renfe, de cuando aquello era un parque de contenedores ferroviarios que ya no funciona y que es un lugar mágico para rehacer. De hecho, ya ha salido un plan especial con la volumetría de lo que se hará sobre esos terrenos. Ésa es la necesidad.

"Si se ha hecho un Madrid Norte, es urgente hacer un Madrid Sur, algo que empodere el sur"

P. ¿Qué les parecen las normas urbanísticas aprobadas en 2023?

J.T.R. Los grandes arquitectos, los que tienen mucha visión de la ciudad porque han nacido arquitectos, consideran que no debería haber normas urbanísticas. Las normas urbanísticas siempre son un desastre porque son limitaciones a la creatividad. Pero, efectivamente, si no pones freno, la creatividad a veces se vuelve desbordante y destruye la esencia de la ciudad, que es, como decía antes, hacerla amable, tranquila... ¿Cuál es el punto de equilibrio? Que haya pocas normas. No ponerle puertas al campo, dentro de la sensatez. Por ejemplo, desde la pandemia, la gente quiere asomarse a la calle, pero las casas no tienen terrazas. Muchas porque las tenían y las han cerrado, y otras porque no las tenían, ya que como computaba lo mismo una terraza que un salón, el promotor prefería poner un salón porque vendía mejor la casa. ¿Qué hay que hacer, entonces? Permitir que se hagan terrazas estupendas sin cómputo de edificabilidad. ¿Cuál es el problema? Cero. Si a partir de ahora se pueden hacer, la gente será más feliz. Y no es especulativo, sino darle a la gente lo que necesita. Por eso creo que nos hemos quedado cortos.

"Las normas urbanísticas siempre son un desastre porque son limitaciones a la creatividad"

P. Por eso nos hemos quedado sin terrazas en Madrid. ¿Hasta qué punto estas normas cambian la fisionomía de una ciudad?

J.T.R. Todo eso viene de un error conceptual de los años 80. Cuando Enrique Tierno Galván era alcalde de Madrid, hubo un concejal de Urbanismo que manifestó aquella oración impositiva de “Madrid no crecerá más. Madrid ha llegado a su nivel de estancamiento”, por consiguiente, solo hay que reconstruir, rehabilitar, rehacer el Madrid que existe y hacerlo recordando a cómo fue el Madrid empático y generoso de los Austrias. Y para eso hizo una ordenanza que permitía, por ejemplo, balcones en vertical, todos contiguos, sin cómputo de edificabilidad, pero solo con un vuelo de 45 centímetros, en los que no entra ni un pie. Y la nueva arquitectura de Madrid de los años 80 se llenó de balcones. Pero además, el Madrid de los Austrias remataba siempre sus edificios con miradores de cristal y se permitieron los miradores. Otra estupidez absoluta, una arquitectura monotemática en la que todo se repite igual. ¿Y qué pasó? Que Madrid se llenó de miradores y de balcones. Hay que huir de todo eso, que son errores conceptuales gravísimos, y hay que abrir más la mano.

J.T.S. Al final, los promotores y los arquitectos juegan con lo que te dice la normativa. Y si la normativa te dice que te da un poco más de edificabilidad si haces un mirador, pues lo haces. ¿La consecuencia? Que Madrid está forrado de miradores espantosos. Y no porque los madrileños tuviéramos una fábrica de miradores, sino porque alguien decidió, con error absoluto y manifiesto, que en vez de decidir que no computasen las terrazas, dijo que lo que no computasen fueran los miradores. Hay que tender a la flexibilidad. No obstante, una cosa es un plan general y otra, las normas urbanísticas. ¿Qué ha hecho Madrid, y ha sido un acierto, mientras no puede terminar un plan general, que es una tarea titánica, compleja y larga? Ha aprobado unas ordenanzas que modernizan el urbanismo y van en la buena dirección. Aunque es cierto que se han quedado cortos en algunos aspectos.

placeholder Julio Touza Rodríguez posa para El Confidencia. (J. I. R.)
Julio Touza Rodríguez posa para El Confidencia. (J. I. R.)

P. ¿Qué les habría gustado que incluyeran?

J.T.S. No es tanto que incluyan, sino que no limiten. Hay que quitar limitaciones al diseño. El problema de los planes generales de Madrid y de todas las ciudades es que tendrían que ser mucho más sencillos. Efectivamente, el urbanismo tiene que estar para regular lo importante. Pero, ¿qué es lo importante? La caja y cómo impacta, cómo aterrizan las alineaciones con los edificios colindantes. Eso es el urbanismo. Pero hay cosas que no te dejan hacer por una miopía en la redacción de la norma. Lo que nos encontramos los arquitectos muchas veces, ojo, y los propios técnicos municipales, que no tienen culpa de nada, es que la norma dice lo que dice y la literalidad dice lo que dice. Pero, en el momento en que tú no perjudicas a un tercero, en el momento en que tú no estás generando ningún impacto negativo, ni estético ni visual..., en ese momento es cuando la norma está excediendo su propia esencia y su propio fin, cuando se mete en algo que no defiende los intereses de nadie.

P. Pero las normas son necesarias, para que la ciudad no se convierta en la ley de la selva.

J.T.R. Tiene que haber normas, pero unificarlas sería fundamental, simplificarlas sería ideal y hacerlas fácilmente comprensibles sería lo mejor. Son las tres cosas que le hacen falta a la norma. En este sentido, el Ayuntamiento de Madrid va por muy buen camino porque piensan que, efectivamente, hay que reducir tanta normativa, tanto exceso de control, pero muchas veces o no se atreven o no pueden. Y ahí está la controversia entre los que queremos que haya menos normas, menos limitaciones, y los que prefieren que haya muchas para tenernos atados y controlados.

J.T.S. En el tráfico, por ejemplo, las normas existen para que no nos choquemos, pero todo lo que sea por encima de eso... Y me explico. Imagínate que la normativa de tráfico regulase no solo el color de los semáforos, sino a qué volumen debes llevar la radio o qué vestimenta debes llevar dentro del coche. Sería excesivo, innecesario y no aportaría valor. Y eso es lo que nosotros de alguna manera decimos. ¿Dónde está el límite de la norma?, ¿para qué está una norma? La norma está para que no nos choquemos con el coche. Todo lo que exceda de eso, todo lo que exceda de esa colisión, es un error. ¿Por qué? Porque ya no aporta seguridad vial, no aporta seguridad física. Y, al mismo tiempo, la norma tiene que ser fácil.

"¿Cómo puedes industrializar en un país en el que tienes 17 normativas regionales?"

P. En cambio, en España tenemos una normativa urbanística en cada municipio...

J.T.S. La normativa de tráfico es universal e internacional porque es sencilla, la entiende todo el mundo. Y, además, tiene un objetivo muy claro que es la seguridad. Y, sin embargo, a nivel urbanístico, en un mismo país, en una misma comunidad autónoma, cambias de ciudad y la redacción de la norma es distinta e, incluso, conceptualmente opuesta. Y esto es lo que tenemos que romper. Ahora que nos gusta mucho hablar de industrialización para intentar dinamizar el sector inmobiliario y que sea más sostenible, ¿cómo puedes industrializar en un país como España en el que tienes 17 normativas regionales? Intenta estandarizar una vivienda en España. ¿Cómo estandarizas la vivienda en un país que tiene casi en cada norma urbanística una definición de vivienda mínima, una definición de cómo debe ser un dormitorio? No puede ser. Hagamos una normativa nacional. ¿Podemos ponernos de acuerdo en España sobre qué es una vivienda y a partir de ahí construir una normativa flexible? Ni siquiera en eso estamos de acuerdo.

P. Para que la normativa sea ágil, también debería serlo la administración.

J.T.S. Si hay una cosa en España que tiene musculatura, gente y capacidad, es la administración, y la administración ha demostrado perfectamente su agilidad. ¿Cuánto tardan en ponerte una multa o en tener una inspección si hay problemas con tu declaración de la renta? No es verdad que la administración sea lenta, la administración lo que tiene que tener es voluntad. La administración cuando quiere, puede ser ágil. ¿Qué le falta en este caso a las administraciones locales o regionales para tener esa rapidez? Lo primero es una arquitectura legal que se lo permita. Muchas veces, la propia arquitectura legal obliga a mandar un informe, a publicar en el boletín oficial... Es decir, hay una parte legal que complica ese procedimiento y los funcionarios tienen que cumplir el procedimiento. Pero en la era digital, en la que nadie lee un anuncio en el periódico, hay que modernizar ese procedimiento. Vivimos en la era de internet, en la que tú en tu teléfono tienes, al segundo, lo que quieras, pero todavía tienes que irte a poner un anuncio que seguramente no va a leer nadie.

P. ¿Qué les parece la normativa de la Comunidad de Madrid de cambiar el uso de oficinas a residencial?

J.T.R. Es muy parecida a la que hicieron Baleares, primero, y Andalucía, después con los hoteles. Baleares tuvo, durante dos años, una ventana de oportunidad para los hoteleros que quisieran elevar la calidad de su hotel dándoles más edificabilidad sin necesidad de un estudio detalle o planes especiales y por encima de las competencias municipales. Y esa normativa autonómica funcionó porque superó los planeamientos y porque supuso una ventana de oportunidad temporal, evitando la especulación. Hay que incentivar al promotor para que vea que su oportunidad es ahora. Si yo dejo la oportunidad sine die, se especulará. En ese sentido está bien marcar unos plazos temporales. En Madrid, el mecanismo aprobado me parece bien. Y que haya un límite temporal tiene todo el sentido para evitar la especulación en sentido tacticista, es decir, retener un suelo a ver qué pasa. Tenemos un problema de vivienda y con ese plan la Comunidad de Madrid quiere atajarlo a corto plazo.

placeholder (J. I. R.)
(J. I. R.)

P. Además de la industrialización, en los últimos años se habla muchísimo de sostenibilidad. ¿Hay mucho postureo?

J.T.R. Hay cosas que, efectivamente, son de sentido común y razonables, pero también hay mucho postureo. No tiene sentido que hagas más sostenible un edificio de viviendas para los vecinos si tienes jaulas de murciélagos para que por la noche se coman los mosquitos. O, por ejemplo, tener un aparcamiento de una bicicleta por cada vivienda en todos los nuevos edificios. Si hago un edificio de 200 viviendas, hago un aparcamiento para 200 bicicletas. Eso es más caos que necesidad. Eso no hace más sostenible el edificio, la sostenibilidad la hacen las personas. Y si yo quiero tener un ahorro energético, lo primero que tengo que hacer es concienciarme de mis propios hábitos, de si abro la nevera, cojo un yogur y tardo más de 15 segundos en cerrar la puerta, o si apago la tele con el mando a distancia pero sigue consumiendo luz toda la noche. Esa actitud mía, negativa, es la que hace que el consumo sea mayor. Hay que ver las actitudes de la gente, no hay que cambiar los modelos. Por eso digo que hay mucho postureo. Lo que es necesario es hacer grandes aislamientos o, cuando se hacen jardines en las urbanizaciones, utilizar especies autóctonas arbustivas de bajo consumo hídrico. Esas cosas son razonables, pero hay otras que son absolutamente estúpidas.

"En la sostenibilidad hay cosas que son de sentido común, pero también hay mucho postureo"

J.T.S. Y luego están los famosos sellos energéticos, que para llegar al gold o excepcional, hay condiciones que son un poco sui generis. Como dice mi padre, efectivamente, creo que en el mundo de la sostenibilidad hay una parte de necesidad, sin duda, pero también hay una parte de marketing excesiva. Realmente, algo es más sostenible cuanto menos necesita. Y es ahí donde creo que debemos poner el foco, más que en toda una serie de gadgets o de elementos añadidos.

P. ¿Cómo puede distinguir el cliente final la sostenibilidad real del postureo?

J.T.S. Distinguiendo lo esencial de lo accesorio. Es decir, qué es lo que perdura. Si una vivienda la estructuras de tal manera que tenga unas orientaciones que favorezcan la captación de sol donde interesa o que tenga unas medidas pasivas con grandes aislamientos, eso va a perdurar y eso es estructurante. Los sellos energéticos tienen su parte comercial. ¿Qué esperas de un edificio que sea sostenible? Que reduzca tus consumos. Esto es lo más importante.

P. Y, sin embargo, no te puedes quedar al margen del postureo.

J.T.R. Ni siquiera tus propios clientes se pueden escapar del postureo a la hora de comercializar sus viviendas o incluso para financiarse. Ahora mismo, hay una fiebre de fondos que invierten según sus compromisos éticos o de ESG y muchas inversiones solo las ponen en marcha si están en un proyecto que es platino, oro, universo o diamante, o lo que sea. Y si no, no ponen dinero. Entonces, el promotor quiere conseguir este sello y hace lo que sea porque es uno de los elementos clave para hacer que el dinero llegue. Y eso está muy bien. Está muy bien que el dinero esté comprometido con la sostenibilidad, pero hay un momento en que parte de ese compromiso es postureo. Quizás hay que echar dos pasos atrás y pensar que a lo mejor nos hemos pasado un poco con las pijadas y volver a la sensatez.

J.T.S. Hay que seguir incidiendo en la sostenibilidad al máximo, pero evitemos el postureo, lo accesorio, y vayamos a lo nuclear, a lo que perdura, como son las actuaciones pasivas del diseño, las que hacían los romanos, los árabes y los egipcios. Lo que está claro es que todas las instalaciones de los edificios que hacemos van a quedar obsoletas en diez, 15 o 20 años, pero lo que no va a quedar obsoleto son las medidas pasivas, la orientación del edificio o la vivienda, su distribución, sus fachadas o sus aislamientos. Eso perdura mucho más en el tiempo.

"Hacer un baño normal por los procedimientos tradicionales vale 4.000 euros y hacerlo en factoría para luego instalarlo vale 5.500"

P. A pesar de las múltiples normativas urbanísticas que antes mencionaban, la industrialización es el futuro de la construcción.

J.T.R. Una vez superada la normativa, la industrialización te permite construir más rápido respecto a la manera tradicional. Es decir, si yo tengo que construir este edificio y lo pudiera hacer con elementos prefabricados, lo construiría en menos tiempo. Por consiguiente, el camino de la industrialización es un camino de futuro innegable. Por ejemplo, para hacer un cuarto de baño, una cuadrilla de albañiles, más una cuadrilla de fontaneros, más una cuadrilla de electricistas, tardarían aproximadamente 12 días. Para un edificio de 100 viviendas, con 2 baños por vivienda, para hacer 200 cuartos de baño, tardarían 2.000 días. Si yo prefabrico los baños y los traigo de golpe, he ahorrado tres meses en la construcción de un edificio.

P. Entonces, ¿cuál es el problema para que no termine de despegar?

J.T.R. Hacer un baño normal de una casa normal por los procedimientos tradicionales vale 4.000 euros. Y fabricar un baño en factoría para luego instalarlo vale 5.500. Lógicamente, todavía el promotor, para no gastar más, opta por lo tradicional, pero se equivoca, porque los tres meses que ahorra de gastos generales le compensan. Pero bueno, todavía en la mentalidad del promotor no existe eso. Esos procesos de industrialización son los que acercan el inmobiliario al sistema de fabricación del automóvil, que es el más industrializado del mundo. Y, gracias a Dios, por ese camino podremos hacer muchas cosas. Eso sí, la industrialización no sirve para todo. Por ejemplo, para rehabilitar un edificio pequeñito, la industrialización no tiene sentido, ya que ésta tiene valor cuando hay una repetición del modelo, cuando hay una economía de escala.

P. Sin olvidar el polo de atracción que puede suponer para atraer mano de obra.

J.T.S. La industrialización también es la manera de acercar el mundo de la construcción a la gente joven y a las mujeres. La obra es dura, trabajas con el frío, en condiciones muy complicadas y encima cada mes te mandan de un punto a otro. Con la industrialización pasas a trabajar en una fábrica donde estás calentito, donde tienes máquinas que te asisten, donde las condiciones de trabajo y de conciliación son mucho mejores. Obviamente, es un modelo de trabajo mucho más deseable socialmente, pero, además, es el que necesitamos, porque ya nadie quiere trabajar en la construcción. La obra se ha convertido, cada vez más, en un sitio arisco para las nuevas generaciones. Y, además, es más sostenible, generas menos residuos.

"El arquitecto ha perdido autoridad y ha ganado poder comercial"

Ahora, ¿qué compromisos exige? La industrialización nos exige a todos. Primero, a los trabajadores les exige formarse en un nuevo modelo de construcción. A los arquitectos nos exige el compromiso de romper nuestros paradigmas, ya que tienes que someter tu creatividad al módulo, a la estandarización y a la repetición. También compromete a los promotores a afrontar operaciones de escala, porque a mayor volumen, menor coste. Y también le obliga a las administraciones. Deberíamos tener una normativa que nos permita estandarizar, ser flexibles y, a poder ser, de ámbito nacional. Y, por último, hay un compromiso del consumidor y del cliente que tiene que entender que un elemento industrializado aporta calidad y sostenibilidad. Hay que romper ese paradigma de asociar la industrialización con algo barato, porque es justo lo contrario: el producto es mejor.

P. ¿Industrialización 100%?

J.T.R. Hay que entender también que cuando hablamos de industrialización de la construcción y procesos prefabricados de montaje, no hay que hacerlo todo industrializado. Tú puedes hacer la estructura tradicional, los baños prefabricados, la fachada prefabricada, la tabiquería tradicional... Ese juego de mezclar es seguramente lo mejor. No hay que decir “hago la casa, la traigo en un paquete y la monto”. Yo cuento siempre que el carburador de un Golf es el mismo que el de un Ibiza, es el mismo que el de un Fiat. Tú desarrollas una pieza que sirve para muchas cosas. En este caso, es lo mismo. Desarrollas un baño que sirve para muchas casas. No todo tiene que ser prefabricado.

P. ¿Ha cambiado el papel del arquitecto dentro del sector promotor?, ¿se sienten más valorados? Muchos promotores van de la mano de arquitectos como sello de calidad para sus proyectos.

J.T.R. Eso solo sucede cuando has alcanzado un nivel, no puedo negarlo. Pero, en general, el promotor actual tiene menos corazón. El promotor actual, si puede, prescinde del arquitecto porque, en general, es un fondo y los fondos de inversión, en sus ojos y en su corazón, tienen una tabla de Excel con resultados económicos. Y el arquitecto tiene que ser un poco más soñador e ir más allá de los objetivos económicos. Lógicamente, tiene que racionalizar costes, faltaría más, pero nosotros tenemos a gala, yo especialmente, haber hecho muchísima vivienda social y nuestro compromiso ha sido siempre hacer la mejor vivienda posible para la gente que va a vivir en ella y a un coste razonable. Para eso hay que conocer mucho este oficio y hay que trabajar mucho y bien. Ahora no eres tú el que se obliga a hacerlo razonablemente económico, son ellos los que te exigen que lo hagas muy económico para que les salgan sus números.

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Julio Touza Sacristán posa para El Confidencial. (J. I. R.)

P. ¿Ha perdido el arquitecto autoridad?

J.T.S. Yo creo que se ha producido una inversión de papeles. Es decir, el arquitecto hace 50 años tenía poder de decisión, una auctoritas muy relevante. Socialmente, en el sector de la construcción el arquitecto, como el médico o el abogado, o cualquier otro profesional, era alguien que tenía un prestigio y una auctoritas que se respetaba. ¿Por qué? Porque era el profesional que intermediaba entre la gente y el conocimiento. El promotor ponía el dinero, pero el que sabía era el arquitecto, el que tenía autoridad y por quien pasaba todo. Ahora eso se ha dado la vuelta totalmente. Es decir, hoy, entre el conocimiento y la gente no intermedia nadie, porque en la era de internet y de la inteligencia artificial, el conocimiento ya no es intermediable. Tú accedes al conocimiento en microsegundos. El arquitecto ha perdido esa auctoritas o ese poder y, en cambio, ha ganado poder comercial. Es decir, ahora los promotores se dan cuenta de que la firma de un arquitecto de reconocido prestigio les aporta un valor comercial que antes no era tan importante. Ahora, en cambio, vivimos en la publicidad constante, en el impacto comercial, en hacer marca. Hoy todo el mundo quiere que su edificio sea una marca. Ya no es hacer una promoción, es crear una marca, crear una identidad.

P. ¿Les gustaría tener más poder en los proyectos en los que participan?

J.T.S. Lo que me gustaría es que nuestra labor tuviera la misma autoridad que tenía antes. Perder autoridad cuando sigues siendo el máximo responsable de la obra no es justo. También me gustaría que nos dejaran innovar, algo que muchos ven como gastar más, y no siempre cualquier cambio cuesta dinero. Hay que buscar ese equilibrio.

"Yo, cuando era jovencito tenía autoridad en la obra, iba a la obra y era el maestro que enseñaba a los demás. Ahora, me temen"

J.T.R. La providencia ha sido generosa con nosotros y nos ha permitido hacer cosas que han hecho imagen de marca, pero en Madrid hay 15.000 arquitectos y muchos están absolutamente sometidos; tienen trabajo, pero al albur de lo que les dice el promotor. Antes, todos tenían autoridad. Yo, cuando era jovencito, tenía autoridad en la obra, iba a la obra y era el maestro que enseñaba a los demás. Ahora voy a la obra y me temen. Esa es la diferencia y no tiene sentido. Piensan: “Que no venga, a ver si nos va a cambiar algo”. Por no hablar de cuando te llega una promotora y te dice: “Mire usted, ahora va a entrar nuestro equipo de interiorismo”. Pero ¿cómo?, ¿interiorismo de qué? Si la arquitectura de dentro y de fuera la hago yo. ¿Qué es eso del interior? Yo pensé cómo iba a ser ese cuarto de baño. Te están quitando parcelas pequeñas de tu creatividad.

P. Cincuenta años dan para muchos proyectos. De vivienda social a vivienda de lujo. ¿Qué tipo de proyectos son los que más les motivan?

J.T.R. Lo que más me motiva es hacerlo con mucha dignidad y que todos salgan contentos. El promotor, porque cree que aquello es su obra, un testigo que ha dejado a la ciudad con la que ha ganado dinero, mucho o poco, pero no ha perdido; y el que va a vivir allí, porque se siente feliz. Acabamos de terminar las Torres del Marqués de Viana, dos torres de vivienda social. Esto era inimaginable, no se había hecho nunca nada parecido. Dos torres de protección oficial hechas por un promotor extranjero que acaban de inaugurarse. Es uno de esos proyectos que te llenan de satisfacción porque le has devuelto al barrio algo que necesitaba y, además, son baratas. Quienes vivan allí van a poder alquilar un apartamento fantástico por 700 euros. En Madrid no existe eso y este es un sitio mágico con plaza de garaje, con trastero, con piscina, con coworking, con gimnasio... Ahora, dicho esto, hacemos cosas muy dispares y curiosas. Hace poco, por ejemplo, estuvimos inaugurando con Philippe Starck una almazara de aceite en Ronda (Málaga) y ahora estamos haciendo cuatro o cinco proyectos muy grandes, muy bonitos y muy interesantes que crearán marca ciudad, pero que todavía no podemos contar.

"Estamos tan pendientes de la foto y del premio que nos olvidamos de que todo lo que hacemos es por y para las personas"

J.T.S. La del Paseo de la Dirección, por ejemplo, ha sido una operación muy controvertida, pero estamos empezando a ver el éxito y creo que, sin duda, va a suponer una transformación urbanística de imagen de la ciudad. Ese skyline se ha visto transformado, y claramente en positivo, pero sobre todo lo que le está generando al barrio de Tetuán es orgullo. Puede ser humilde, pero también puede ser colosal. Puede ser vertical y puede tener presencia, imagen. Y creo que esto va a empezar a irradiar, porque estamos hablando de más de 1.200 viviendas. Ese impacto en los locales de la zona, en los comercios... va a ser sin duda positivo. Esas actuaciones, como arquitecto, te ilusionan por el impacto que tienen.

P. ¿Para que tenga impacto tiene que ser, necesariamente, un proyecto a lo grande?

J.T.S. Una de las señas de identidad del trabajo que ha hecho mi padre en estos 50 años es la polivalencia. Hemos hecho viviendas, oficinas, hoteles, muchísima rehabilitación y mucho planeamiento urbanístico. Y lo que nos produce más satisfacción es aquello que, como dice mi padre, tiene un impacto social duradero y que no tiene por qué ser, necesariamente, arquitectura de diseño. Por ejemplo, con Mi Campus, en el distrito de Fuencarral, estamos transformando una zona industrial que estaba decayendo en una zona para residencias universitarias. Es el Proyecto Wynwood, que va a contar con una universidad, más de 2.000 camas... Estamos muy orgullosos de que un promotor haya tenido esa visión transformadora de barrio con edificios modestos, pero que en su conjunto permitirán transformar y recualificar la zona y dejar un impacto urbanístico positivo.

P. ¿Qué tipo de proyecto les gustaría hacer y todavía no han hecho?

J.T.R. Estuvimos a punto de hacer un nuevo estadio de fútbol para el Getafe hace unos años. Finalmente, la economía no lo permitió. Un estadio de fútbol sería algo novedoso y divertido, pero también algo que tenga que ver con lo aeroespacial, una especie de aeropuerto, pero para naves que vayan al espacio, algo más moderno. Y luego todo lo que tenga que ver con las clínicas y el mundo hospitalario, porque la posibilidad de humanizar el proceso hospitalario me encanta.

J.T.S. Yo intento no centrarme en lo que no estoy haciendo. Como tenemos la suerte de tener tanto trabajo, tan interesante y tan bonito, no tengo tiempo para pensar “qué rabia que no he ganado este concurso” o “qué rabia que no me han dado este proyecto”. Estoy ilusionado con lo que realmente tengo entre manos. Al final, la verdadera satisfacción, no sé la de otros arquitectos, pero sí la de mi padre, es que cuando se sube a un taxi de repente el taxista le dice: “Yo vivo en una vivienda suya, don Julio; no le voy a cobrar la carrera”. Esa satisfacción no te la da ningún premio ni ninguna revista. Estamos tan pendientes de la foto y del premio que nos olvidamos de que todo lo que hacemos es por y para las personas. Un edificio vacío no es nada. Una foto de un espacio vacío no es nada. Los edificios y los espacios existen porque hay alguien que los habita y los percibe.

Comparten pasión, profesión y una manera muy clara de entender la arquitectura: por y para las personas. Julio Touza Rodríguez (Ribadavia, Orense-1951) y Julio Touza Sacristán (Madrid, 1975) lideran uno de los estudios de arquitectura más longevos e importantes del país, Touza Arquitectos, cuyo sello está presente en algunos de los proyectos residenciales más importantes de la ciudad, como las torres de Paseo de la Dirección, un proyecto con el que han conseguido cambiar el skyline de la ciudad.

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