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Qué piensa del principal problema de los españoles toda esa gente para la que no es un problema
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DE PROPIETARIOS A CASEROS

Qué piensa del principal problema de los españoles toda esa gente para la que no es un problema

Para el 28,3% de los españoles, la vivienda es el principal problema. Pero ¿qué opina de él todos aquellos que guardan silencio y ven cómo sus propiedades se revalorizan?

Foto: EC Diseño.
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La vivienda se ha convertido ya en el primer problema de los españoles, según el último barómetro del CIS. Lo es, en concreto, para un 28,3% de los encuestados. La preocupación sobre el tema ha aumentado de forma constante durante los últimos meses y se encuentra en niveles similares a los que se vivieron durante la burbuja inmobiliaria, cuando era difícil acceder al crédito. Pero al revés de lo que ocurre con otros problemas recurrentes como la inflación, el aumento de los precios de la vivienda supone un beneficio económico para millones de españoles.

Un 75,1% de españoles vive en una vivienda de su propiedad y representan una mayoría silenciosa donde se mezclan distintas actitudes. Por un lado, la preocupación ante la dificultad del acceso a la vivienda, tanto propia (jóvenes sin independizarse) como ajena. Por otro, la tranquilidad de saber que al menos tienen un techo y que sus propiedades siguen revalorizándose. La clase inquilina hace cada vez más ruido, pero la propietaria no suele levantar la voz. Una cierta ambivalencia que solo puede entenderse por el papel que juega la vivienda en el imaginario colectivo español.

Javier Gil, investigador y miembro del Grupo de Estudios Críticos Urbanos de la UNED, explica en su prólogo a Vivienda. La nueva división de clase de Lisa Adkins, Melinda Cooper y Martijn Konings, que esa mentalidad de propietario nace entre los 70 y 2008 como un resultado del neoliberalismo, la globalización y la pérdida de poder del salario en favor de la economía de activos. En concreto, de la vivienda. “La idea de que la clase trabajadora puede tener un relativo bienestar a través del salario, el empleo y el Estado de bienestar se rompe en los 70, y la forma de legitimar el nuevo modelo va a ser a través de la vivienda en propiedad”, explica Gil.

Para suavizar la destrucción del Estado de bienestar se facilita el crédito a los hogares y “se promete que esa vivienda en propiedad no va más que a revalorizarse con el paso de los años, y eso va a ser la forma principal de acceso a la riqueza y al patrimonio que van a tener los hogares”. Así, la vivienda se convierte en el símbolo de acceso a la clase media. Cuando se rompe ese pacto en 2008 y nace una división entre la clase propietaria y la inquilina, asociada a un malestar generalizado por desahucios, encarecimiento y entrada de los fondos de inversión, reaparece un nuevo discurso que, explica Gil, te dice “tú asegúrate de lo tuyo porque lo poco que tienes puedes dejar de tenerlo”.

"Mis inmuebles los compré con mucho sacrificio y los alquilo al precio que yo crea"

Pascual* (nombre ficticio), por ejemplo, es a sus 35 años propietario de dos pisos a las afueras de Málaga, cree que el mercado inmobiliario debe ser libre y que el gobierno está intentando echarle la culpa de la situación a los propietarios. “Mis inmuebles me los compré con mucho sacrificio, ahorrando desde mi primer salario a los 18 años, y los alquilo al precio que crea conveniente”, explica a El Confidencial. “Si hay gente sin vivienda, el gobierno está para ayudarla, porque nosotros, los propietarios, no somos una ONG”.

Es uno de esos propietarios que concentran cada vez más propiedades. Como explicaba Gil en uno de sus trabajos, los hogares que son propietarios y alquilan una propiedad se han doblado desde el año 2000. Pascual cobra 800 euros al mes por uno de sus pisos de dos habitaciones que compró durante la pandemia, pero dice que su patrimonio no ha aumentado. Sin embargo, está en contra de la especulación de las grandes empresas y estaría dispuesta a bajar el precio del alquiler, eso sí, si existiera “una buena ley contra la okupación”.

¿Qué será de mis hijos?

Es sintomático que, según el CIS, los españoles de entre 55 y 64 años estén aún más preocupados por el problema de la vivienda (un 31,3%) que los que tienen entre 18 y 44 (29,7%). Los menos preocupados con los que tienen entre 44 y 55. El síntoma de que toda una generación que accedió fácilmente a la vivienda en una época en la que esta cumplía ante todo una función social está viendo cómo esa transferencia de propiedad tal vez no sea posible. La sensación de que tus hijos vivirán peor que tú.

Es el caso de Francisco*, un propietario de 63 años que acaba de vender un piso en Madrid como parte de una herencia familiar, pero que hubiese preferido dejar a sus descendientes. “Me duele porque mis hijos están deseando comprarse un piso y no pueden”, explica. “Están viviendo con mi ex y anhelan independizarse”. La operación resulta más dolorosa aún dado que el piso se ha revalorizado un 20% desde que se vendió.

“Quisiera que las casas estuvieran más económicas y al alcance de más personas, porque la vivienda es la primera necesidad”, continúa Francisco, quien trabajó hasta en tres sitios diferentes al mismo tiempo para comprar el piso en el que vive. Cree que cuando él era joven, en los 80 y 90, la vivienda era más asequible y los sueldos permitían acceder a ella, pero ahora “uno no se puede empeñar a 30 o 35 años sin tener una nómina estable”.

"Hay propietarios que prefieren regulaciones aunque no les favorezcan materialmente"

Daniel Sorando, profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza y autor de First We Take Manhattan: La destrucción creativa de las ciudades (Catarata), recuerda la brecha generacional en la facilidad de acceso a la vivienda. “A diferencia de lo que ocurrió con generaciones previas, ahora los jóvenes apenas tienen ayudas o condiciones económicas estables, aceptables y de seguridad para adquirir un inmueble”, señala. Como añade Gil, la facilidad de acceso a la vivienda que sintetizaba la frase de José Luis Arrese, ministro de Vivienda franquista de “queremos un país de propietarios y no de proletarios”, es el resumen del nuevo capitalismo de activos financiarizado que surge a partir de los 70.

La actitud de Francisco tiene sentido para el investigador. “Se ha llegado a un punto en el que incluso la gente que vive en una vivienda de su propiedad ya no busca la revalorización de esa vivienda, porque en el fondo lo que quieren es un lugar donde vivir y el día de mañana, dejársela a sus hijos para que puedan vivir en ella”, explica. “Esa idea de que porque seas propietario eres un rentista o un especulador es mucho más compleja: el problema está alcanzando tal magnitud que está consiguiendo que incluso la gente prefiera regulaciones que no les favorecen materialmente a priori para intentar solucionar el problema de la vivienda para las mayorías sociales”.

Primero para vivir, luego para hacer negocio (o no)

Otro propietario de una sola vivienda es Antonio*, propietario de un piso de más de 100 metros cuadrados en la calle Arturo Soria de Madrid, que reconoce que si fuese multipropietario se frotaría las manos. “Éticamente, lo que me subleva es estar contemplando una injusticia”, responde. “Ya nos hemos acostumbrado a que la vivienda en alquiler sea casi un bien de lujo. Hay muchas y muy buenas palabras por parte de las autoridades, pero muy pocas intenciones de arreglar nada”. Sin embargo, asegura que lleva escuchando lo mismo desde hace 30 años.

placeholder Sevilla es la segunda ciudad españolaen cuanto a la rentabilidad bruta ponderada del alquiler. (Europa Press/María José López)
Sevilla es la segunda ciudad españolaen cuanto a la rentabilidad bruta ponderada del alquiler. (Europa Press/María José López)

De igual manera que el porcentaje de la población que vive de alquiler ha aumentado en España, también lo ha hecho el de multipropietarios. Uno de ellos es Yoan González, que vive con su esposa en una vivienda ya pagada en Villagarcía de Arosa (Galicia) y que es dueño de otro inmueble que alquilan mientras liquidan su hipoteca. De mantenerse el actual contexto, Gónzález tiene una “clara” intención de subir el precio del piso a sus inquilinos. Cree que la demanda seguirá aumentando un par de años más, porque en Galicia está pasando lo mismo que en Madrid: “No hay pisos para la demanda que existe”.

Cada vez es más habitual que los propietarios inviertan su dinero en segundas o terceras propiedades que se revalorizan rápidamente: la vivienda ya no es solo un techo sino también una inversión, como recuerda Gil. “La ideología subyacente promovía la noción de que lo único necesario era convertirse en propietarios y confiar en que el precio de la vivienda seguiría subiendo”, recuerda. “Así, el patrimonio de los propietarios aumentaba independientemente de su trabajo, y su consumo y bienestar quedaban subordinados a la constante revalorización”.

Una de las vías más habituales para convertirse en multipropietario es la herencia. Es lo que ocurre con María Medina, propietaria de 39 años de un piso en Sevilla desde 2022, que forma parte de esa masa de españoles que tarde o temprano se beneficiará de los activos de sus padres baby boomers. Cuando Medina las herede podría tener tres viviendas en vez de una: casi el 30% de quienes tienen dos inmuebles alquila uno de ellos, y ese porcentaje se duplica entre los que tienen tres o más propiedades, según un informe de Fotocasa.

"Mi piso es mío y le pongo el precio que quiera"

Es el caso opuesto, el del casero que no quiere hacer negocio. De momento, Medina aspira imitar a su padre para no cobrar precios desproporcionados, aunque sabe que las fluctuaciones del mercado inmobiliario le benefician: “Ahora mismo podría pedir 300 euros por una habitación”, explica. “Ganaría más dinero si tuviera que alquilar mi propia vivienda”. La empresa que se lo vendió en 2022 por 126.000 euros tiene en el mercado hoy inmuebles similares al suyo por 398.000 euros. “Una pareja de treinta y tantos años tendría que hipotecar su vida comprando algo así, porque sería como pagar un piso cada uno”, concluye.

“Hoy en día, incluso personas con un buen sueldo no van a poder acceder a una vivienda en propiedad por sus propios medios”, recuerda Gil. “Es decir, todo el mundo que se compra una vivienda en propiedad en estas ciudades o de manera generalizada es porque las familias la ayudan con la entrada o directamente heredan la vivienda ya que hay una disociación entre los precios de la vivienda y los salarios de la población”.

Cuando tienes algo, te lo pueden quitar

Una de las respuestas más reveladoras en este salto a la mentalidad de propietario es la que muestra que incluso los recién propietarios veinteañeros ya tienen miedo a la okupación. Es el caso de Alejandro Trujillo, que a sus 27 años compró hace dos meses un piso de dos habitaciones en el barrio madrileño de Carabanchel. También está en contra de topar los alquileres: “Nadie me puede decir qué precio ponerle a mi piso. Eso es como ir al súper a exigir que no aumenten 10 céntimos el precio de la leche”. Ve con buenos ojos las ayudas a los jóvenes para pagar la renta, pero insiste en que los precios no se pueden controlar: “El piso es mío y le pongo el precio que quiera”.

La okupación de la vivienda aparece en el CIS en el listado de las preocupaciones de los españoles en las preguntas de respuesta abierta, pero solo un 0,2% como segundo problema y un 0,5% como tercero. En total, solo uno de cada doscientos españoles lo citan. Para Helena Beuza, presidencia de ASVAL (Asociación de Propietarios de Vivienda en Alquiler), es “la principal preocupación de los dueños: que un propietario retire su vivienda del alquiler es un problema, debido a que muchos de nuestros asociados dependen de esos ingresos”.

Para Gil, que esta preocupación abunde es el resultado de “un contraataque discursivo”, como muestra el caso de unos ancianos de Vallecas cuya historia conoció: ni se van de vacaciones ni apenas salen de caso por miedo a que su casa sea okupada. “Esas campañas, aunque no puedan afectar a estas personas, están afectando su forma de comportarse, su conducta y por supuesto su forma de pensar políticamente”. De ahí que otra de las patas del pensamiento propietario sea el miedo, no solo a la okupación, sino al desclasamiento: dejar de ser clase media por perder el activo que te permitía acceder a ella.

El final del país de propietarios

El porcentaje de propietarios ha ido descendiendo poco a poco desde hace 20 años. En 2004, el porcentaje de españoles que vivían en casas de su propiedad era de un 79,4%. Hoy es de un 75,1%. Pero más importante aún es que, según los datos de Gil sacados de la Agencia Tributaria, el 73,18% de los caseros se ubica en los dos cuartiles de renta más elevados, frente al 25,27% de inquilinos. La renta de caseros es 2,58 veces superior a los inquilinos: la brecha se ensancha y lo importante es no pasar de propietario a inquilino.

"La sociedad de propietarios se rompe por abajo y por arriba: de propietarios a caseros"

Por eso el miedo al desclasamiento es uno de los rasgos de la mentalidad del propietario, que ve en sus activos inmobiliarios la garantía de su bienestar (y, en algunos casos, de prosperidad y ascenso social), y por eso algunos se oponen a la intervención del mercado. “De 2008 en adelante, la sociedad de propietarios se empieza a romper por abajo porque cada vez más la generación inquilina no puede acceder a una vivienda en propiedad por sus propios medios, pero también por arriba porque cada vez más una parte de la sociedad de propietarios deja de serlo para ser caseros”, recuerda Gil.

Sorando, no obstante, sugiere que esta tendencia podría revertirse en la medida en que el encarecimiento del alquiler vuelva a empujar a la compra: “Las compras de vivienda deberían repuntar en la medida que los tipos de interés continúen bajando y el empleo se mantenga con la relativa fuerza que tiene hoy día”, valora. “El alquiler empobrece de una manera muy fuerte”. En eso están de acuerdo todos, propietarios e inquilinos.

La vivienda se ha convertido ya en el primer problema de los españoles, según el último barómetro del CIS. Lo es, en concreto, para un 28,3% de los encuestados. La preocupación sobre el tema ha aumentado de forma constante durante los últimos meses y se encuentra en niveles similares a los que se vivieron durante la burbuja inmobiliaria, cuando era difícil acceder al crédito. Pero al revés de lo que ocurre con otros problemas recurrentes como la inflación, el aumento de los precios de la vivienda supone un beneficio económico para millones de españoles.

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