"La hora de arquitecto está a la mitad que la hora del mecánico de coches, cuando era el doble"
Carlos Lamela pudo haber sido piloto, pero la balanza se inclinó a favor de la arquitectura gracias a que creció rodeado de planos, lápices y maquetas de su famoso padre. Ahora, diseña aeropuertos y pilota aviones, pero como afición
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Pudo haber sido piloto, pero la balanza se inclinó a favor de la arquitectura. Colarse en el estudio de su padre, Antonio Lamela, con apenas cinco años, rodearse de planos, lápices de colores y maquetas, o acudir con él a visitar algunas de sus grandes obras, le marcó profundamente.
Carlos Lamela (Madrid, 1957) conserva parte del mobiliario del antiguo estudio de la calle O'Donnell de su padre en sus oficinas: mesas, sillas, reglas de cálculo, compases... incluso lápices de cuando era estudiante, objetos que se suman a las maquetas de algunos de sus proyectos más emblemáticos, como el Complejo Canalejas o el Santiago Bernabéu, cuya reforma acometió entre 1992 y 1994, o un cartel en contra de la reforma de las Torres Colón, una de las obras más emblemáticas de su padre y cuya defensa ha encabezado en numerosas ocasiones.
Dos de los objetos de su despacho llaman especialmente la atención: el título de piloto privado y la maqueta de un avión de Hispavía, una aerolínea ficticia low cost protagonista de 'García y García', película que produjo junto a Joaquín Trincado y en la que participaron actores como Pepe Viyuela y José Mota. Una faceta más lúdica que ha seguido cultivando con varios guiones más, en el escaso tiempo libre que le ha dejado la construcción de aeropuertos, hoteles, sedes corporativas, viviendas... y hasta campos de fútbol.
Odia los grafitis y lamenta que, ni como país ni como ciudadanos, se respete la arquitectura como se debería. Para combatirlo, más educación y la complicidad entre la sociedad y las administraciones públicas.
PREGUNTA. ¿Siempre quiso ser arquitecto? Podría haber sido piloto.
CARLOS LAMELA. Los niños pueden ser muchas cosas y yo hubiese podido ser piloto, perfectamente. De hecho, soy piloto privado porque siempre me han gustado los aviones desde pequeño. Pero lo más curioso es que luego, en mi vida profesional, el gusto y la pasión que tengo por el mundo de la aviación también se tradujo en hacer terminales aeroportuarias. Como todo en la vida, todo está muy unido. A lo mejor no hubiese llegado a hacer aeropuertos si no me hubiesen gustado los aviones y viceversa, ¿no? Nunca se sabe.
P. Tener un padre arquitecto, de la talla de Antonio Lamela, uno de los grandes arquitectos españoles del siglo XX, también le marcaría.
C.L. Mi padre tenía el estudio y la vivienda pegados en O'Donnell, puerta con puerta. Mi habitación daba al estudio, abría la puerta y entraba a un lugar lleno de papeles, rotuladores, lápices de colores, gomas de borrar... Casi era inevitable ser arquitecto, aunque, curiosamente, tengo tres hermanas y yo he sido el único arquitecto, aunque mi hermana Irene también empezó arquitectura. La arquitectura es una profesión que se vive mucho de forma personal y familiar, porque un médico, por ejemplo, no va a llevar a su hijo a ver una operación o un abogado a ver un pleito. Sin embargo, cuando tienes un arquitecto de padre, que hace muchas cosas, que ya de pequeño te lleva a las obras y vas por la ciudad y ves sus trabajos, parecía inevitable. Recuerdo haber ido a ver obras en Madrid con mi padre con tres, cuatro o cinco años. Le gustaba mucho que le acompañase y a mí me divertía, y además me sacaba de casa. Ahí empezó la vocación, la he tenido siempre muy fuerte. Soy un arquitecto netamente vocacional. Siempre digo que la arquitectura es lo más bonito que hay, es algo maravilloso, nos rodea completamente, nos envuelve, pero la gente no la valora.
P. En alguna entrevista ha dicho que España es un país maravilloso, pero con una arquitectura fea.
C.L. Es cierto, España es un país extraordinario, pero no hemos sabido respetar nuestra arquitectura y el urbanismo no ha sido una ciencia a la que le hayamos dedicado esfuerzo. Es curioso, porque hay un libro que se llama 'España fea', que tengo en mi casa, y cuando veo la portada siempre me entra un poco de repelús. Hay mucha parte de razón en ese libro. Yo vengo de pasar unas vacaciones en Francia con el coche, y ves cómo está todo de cuidado, y en España las alturas de los edificios son diferentes, unos más altos, otros más bajos, y los grafitis... Madrid es una ciudad vandalizada completamente. No nos damos cuenta porque no nos fijamos, pero está todo imposible. Las carreteras españolas, ¡cómo son! Entramos desde Francia, llegamos a España y es otro mundo de cómo están las cosas de descuidadas.
"En España, no hemos sabido respetar nuestra arquitectura y el urbanismo no ha sido una ciencia a la que le hayamos dedicado esfuerzo"
P. Pero en ocasiones se dice que hay un exceso de protección del patrimonio.
C.L. No, yo creo que no, al revés, el patrimonio ha estado muy desprotegido, desde mi percepción. El patrimonio de España no se cuida prácticamente nada, desgraciadamente. Estamos en un país que no valora nada, ni su cultura ni nada, los españoles somos muy anárquicos porque nunca hemos tenido una cultura del cuidado y de la protección. Tú vas a cualquier país de nuestro entorno, el mismo Portugal, y todo está limpio y cuidado. España tiene unas virtudes estupendas, pero, desgraciadamente, el cuidado de las cosas no es lo que nos define.
P. Es un discurso completamente contrario al que se escucha. La gente dice qué bonita está Madrid, y usted dice, en cambio, que es una ciudad vandalizada.
C.L. Vandalizada en el sentido de los grafitis. Coge la carretera, vete al aeropuerto y llega hasta aquí -Avenida del Arroyo del Santo, Hortaleza-, que son cuatro kilómetros y, desgraciadamente, no ves un muro sin grafitear. Además, son unos grafitis espantosos. No obstante, Madrid necesita muy poco para ser una ciudad sobresaliente, le falta más cuidado, más limpieza, más jardinería y menos coches... le queda un último toque para ser una gran ciudad. De hecho, es la segunda gran ciudad de Europa, por detrás de París y por delante de Roma y Milán.
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P. Desde el punto arquitectónico, Madrid lleva diez años, desde la crisis, intentando transformar edificios, rehabilitarlos...
C.L. El Ayuntamiento de Madrid está haciendo un esfuerzo en mejorar muchas cosas y yo, que formo parte del consejo asesor constituido por el Ayuntamiento, lo veo. El centro ha dado un cambio importante, pero Madrid no es solo el centro. Yo hablo de los accesos desde todos los puntos, y eso es muy mejorable. Creo que un ayuntamiento no puede hacer las cosas solo, necesita la complicidad de la población. Y, desgraciadamente, los madrileños no nos caracterizamos por cuidar nuestra ciudad y por amar nuestra ciudad, y ese es el problema que tenemos.
P. ¿Vamos a tener Plan General en esta legislatura?
C.L. Sí. El Ayuntamiento de Madrid tiene un equipo muy potente y un buen concejal como Carabante.
P. Dice que en España no se cuida el patrimonio, ¿destaca Madrid, especialmente, en este sentido?
C.L. Sí. En España, en general, y en Madrid menos que en otras ciudades. Yo creo que el madrileño tiene una cultura mucho menor de protección de lo suyo que en otras ciudades españolas.
"El madrileño tiene una cultura mucho menor de protección de lo suyo que en otras ciudades"
P. ¿Y Barcelona?
C.L. En Barcelona las cosas se cuidan mucho mejor que en Madrid. Siempre ha habido un nivel cultural mayor, un nivel de diseño superior, la arquitectura ha preocupado siempre más que en Madrid y eso no ha cambiado. Para mí, Madrid es una ciudad muy viva en todo, a nivel cultural, a nivel social... es una ciudad extraordinaria en muchos aspectos, pero es muy mejorable en los temas arquitectónicos y urbanísticos. Y en eso estamos, intentando mejorarlo. Yo creo que el Ayuntamiento está haciendo un esfuerzo, pero todavía queda mucho recorrido. Es la propia sociedad la que tiene que darse cuenta.
P. Eso pasa por pagar la arquitectura, por ejemplo.
C.L. Pasa por pagar la arquitectura y a los arquitectos. Es una profesión absolutamente maltratada por la sociedad. Yo creo que está en vías de extinción y destrucción total.
P. ¿En qué sentido?, ¿no se tiene en cuenta al arquitecto, no se le valora?
C.L. No se le valora, no se le dota de medios, se le paga muy poco... Los honorarios han bajado a la mitad o a la tercera parte en una generación. Y, bueno, al final las cosas cuestan lo que cuestan. Pongo un ejemplo: la hora de arquitecto ahora está a la mitad que la hora del mecánico de coches, cuando hace 25 años estaba el doble. Eso quiere decir que los arquitectos, en comparación con la sociedad, nos hemos hundido. No puede ser que la hora de un arquitecto cueste la mitad que una hora de taller de un mecánico. Y no hablo de Audi ni de Jaguar, sino de Renault. Pero vamos, te menciono la hora de mecánico de coche como la hora del técnico que te viene a arreglar la caldera y que te cuesta el doble que la hora de un arquitecto.
"La arquitectura es una profesión absolutamente maltratada por la sociedad, en vías de extinción y de destrucción total"
C.L. Yo creo que la figura del arquitecto ha ido en decadencia en los últimos años de manera total. Y no es mi percepción, es la realidad. Y no es una idea mía. Yo hablo mucho con mis colegas y tengo la suerte de estar en un nivel alto de la profesión y desde mi atalaya puedo ver las cosas con claridad. Y la realidad es la realidad.
P. Desde el punto de vista de la administración, ¿se cuida más el patrimonio? Cada vez que se compra un edificio en el centro de Madrid son muchos los trámites urbanísticos a realizar para poder intervenir sobre ellos.
C.L. Se ha avanzado mucho, pero no lo suficiente. Y yo creo que en países de nuestro entorno se cuida muchísimo más. Si me dices que hoy no se pueden demoler cosas que se demolían hace 50 años, evidentemente, hace 50 años no se valoraba nada, pero no es un problema solo de demolición o no demolición, no hay incentivos suficientes, no hay una conciencia social... porque el patrimonio no solamente son los edificios, son los pavimentos, las manzanas... son muchas cosas. Miremos los planes urbanísticos que se han hecho en la ciudad en los últimos 30 años. Eso para mí no es ciudad. Los planes urbanísticos de los años 40, 50, 60 son mucho mejores que los que ha habido después.
P. ¿Por qué?
C.L. Porque no se dedica tiempo suficiente a estudiar las cosas. ¿Y por qué no se dedica tiempo? Porque hay una inmediatez continua de la sociedad que no valora el trabajo. Las cosas hay que analizarlas, hay que estudiarlas, hay que viajar para ver lo que se puede hacer y no decidir todo rápido. ¿Por qué? Porque no queremos gastar el dinero que hay que gastar en personas.
"La hora de arquitecto ahora está a la mitad de la hora del mecánico de coches, cuando hace 25 años estaba al doble"
P. ¿En qué fallan los planeamientos urbanísticos de los últimos años o los que se van a proyectar a futuro? Tenemos Los Berrocales, Los Ahijones o Madrid Norte, nuevos barrios con miles de viviendas, miles de nuevos vecinos, tráfico...
C.L. Veamos el resultado de estos planes, pero ya se conoce el urbanismo que estamos haciendo y es un urbanismo que no es el adecuado.
P. Que tengamos un mal urbanismo, ¿es culpa de la sociedad o es culpa de los políticos?
C.L. Los políticos y la sociedad son la misma cosa. Es que parece que los políticos son extraterrestres que han venido aquí, pero los políticos forman parte de la sociedad. El político podéis ser vosotras, podría ser yo, podría ser cualquier persona que tenga un trabajo de gestión. Es la sociedad la que no ha sabido hacerlo porque no ha estudiado ni reflexionado el tiempo suficiente sobre ello. Por ejemplo, yo he hablado mucho sobre la densificación de la ciudad. El modelo de hace 60, 70, 80 años era hacer ciudades más densas, mientras que ahora, la ciudad es dos o tres veces menos densa y eso es inviable. Ya lo sabemos todos.
"Hacer ciudades más densas es hacer ciudades más económicamente viables. Parece que bajar la densidad es progresista y es un gran error"
¿Por qué no se vuelve a la ciudad densa? No lo sé. Acabamos de aprobar Madrid Nueva Norte y encima la gran batalla fue querer rebajar la densidad. Eso ha sido un error monumental. Parece que bajar la densidad es progresista y es un gran error. Al revés, hacer ciudades más densas es hacer ciudades económicamente más viables, más efectivas y más lógicas y que cuesten menos dinero y que se puedan mantener. Si hacemos ciudades que para cruzar la calle necesitas caminar 100 metros... ¿Y cuántos metros tenemos de acera, de parque y de bordillo que hay que mantener, cuidar y limpiar? Tenemos que tener un equilibrio.
P. Ahora que se advierte tanto de la concentración de la población en las grandes ciudades y el impacto económico de los grandes desarrollos, ¿no cree que las ciudades más densas son también un imán para que todo se concentre en la gran ciudad?
C.L. Todo tiene que estar reequilibrado. Es muy difícil actuar sobre el territorio porque, desgraciadamente, necesitas tomar decisiones de muchos años y de décadas y con los sistemas políticos que tenemos es muy difícil. Está todo tan vinculado a la política, que tomar decisiones que aguanten cuatro años cuando estamos hablando de decisiones de diez, 15, 20, 30 años, es muy complicado. Por eso todo esto se debería hacer con grandes acuerdos para que no hubiese vaivenes políticos, porque el urbanismo está muy relacionado con la política y lo estamos viendo en Madrid Nuevo Norte, que es del año 92 y han pasado 32 años.
"El urbanismo tenía que ser ajeno a la política y tener sus propias reglas, independientemente que gobierne la derecha, la izquierda o el centro"
Cada vez que llegaba una corporación nueva había que revisar el tema, que sí, sí, que si no. Eso no puede ser. Es decir, el urbanismo tiene que ser ajeno a la política y tendría que tener sus propias reglas, independientemente de que gobierne la derecha, la izquierda o el centro. Lo que es la base, el tronco tiene que ser común y las decisiones tendrían que ser sobre matices, pero no sobre el tema troncal; eso tiene que ser claro e inamovible, por ejemplo, cómo queremos los españoles nuestro país y cómo queremos los madrileños nuestra ciudad o los barceloneses, la suya.
P. Sobre la protección de los edificios, hemos tenido en el centro del debate el Edificio España, también Operación Canalejas o las Torres Colón. ¿A veces nos pasamos de protección y otras veces nos quedamos cortos?
C.L. Son casos muy diferentes y cada uno se tiene que analizar de una determinada forma. No se puede homogeneizar.
P. ¿Torres Colón?
C.L. Torres Colón era un edificio muy importante de los años 60 y 70, un edificio único en su estructura a nivel mundial. Era de mi padre, por lo que, como te puedes imaginar, hablar de Torres Colón es difícil. Ya sabes lo que pienso; se tenía que haber protegido. Había un dictado de protección que no se llevó a efecto, pero como es un tema que está en los juzgados, prefiero no hablar.
P. ¿Sigue en los juzgados?
C.L. En estos momentos hay tres pleitos en los juzgados. O sea que esto puede ser un tema muy largo.
P. Pero, mientras tanto, se han remodelado.
C.L. También el Algarrobico se hizo de forma totalmente legal y está ahí, acabado, vacío y pendiente de demolición. La justicia va al paso que va.
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P. Pero si ganáis, supondría devolver las torres al estado original.
C.L. La Asociación de Protección de Torres Colón pidió la anulación de la licencia y ahora se está viendo en los juzgados 13, 28 y en el Tribunal Supremo. Es un tema que tardará lustros o décadas en resolverse.
P. ¿Por qué no se pidieron mejor medidas cautelares?
C.L. Por supuesto, se solicitaron, pero en España las medidas cautelares es muy difícil que te las den.
P. En Canalejas, en cambio, fue la posición contraria. Se crearon asociaciones para proteger el patrimonio y vosotros, en cambio, participasteis en el proyecto. ¿Cómo se puede identificar esa delgada línea roja entre cuándo hay que proteger o cuándo no?
C.L. Son las administraciones las que deciden lo que hay que proteger y lo que no. Canalejas tenía un marco específico muy claro y se respetó. Había dos elementos que eran BIC, que se protegieron y se respetaron y se hizo un proyecto perfectamente en condiciones. Cuando hubo una posibilidad de demanda por parte de una asociación, los jueces lo tuvieron claro y determinaron que el edificio era totalmente legal. Para eso está la justicia.
P. Madrid Ciudadanía y Patrimonio protestó, dijo que se había destruido la crujía, un elemento protegido.
C.L. Yo tuve una imputación como arquitecto director de las obras por lo penal y tuve una absolución con todos los pronunciamientos favorables. Es decir, que en el caso de Canalejas está todo absolutamente claro desde el punto de vista legal. Evidentemente, puede haber criterios respetables y que se diga que aquello se tenía que haber dejado como estaba, pero el que hubiese visto cómo estaba aquello y vea lo que se ha hecho ahora...
"La demolición de La Pagoda es uno de los disparates más grandes que se han cometido en Madrid en los últimos años"
Por eso creo que al final hay que fiarse de lo que diga la justicia y acatarlo, y punto, no queda más remedio. En Madrid ha habido tres o cuatro casos muy tristes de falta de protección como, por ejemplo, la célebre Pagoda. Hace poco, cuando se cumplían 20 años de su demolición, leía un reportaje muy interesante en el que el periodista había vuelto a hablar con todas las personas que estuvieron en la comisión en la que se aprobó la demolición y, curiosamente, salvo una persona, un arquitecto que sí reconoció que él dijo que se podía demoler, nadie más lo recordaba. Ése es uno de los disparates más grandes que se han cometido en Madrid en los últimos años. Y esto ha sido hace 20 años.
P. ¿Algún otro disparate?
C.L. Aparte de las Torres de Colón, La Pagoda o la demolición del mercado de Olavide, que se tenía que haber restaurado porque era una obra emblemática de la arquitectura de los años 30. Y, posiblemente, la más grave fue la demolición del Frontón Recoletos, una de las obras maestras de la arquitectura mundial de la época.
P. ¿Qué hay ahora allí?
C.L. Los apartamentos Recoletos. El frontón se demolió a principios de los 70; era un edificio espectacular de Eduardo Torroja. Bueno, eran los años 70, igual a estas cosas no se les daba tanta importancia.
P. El Beti Jai, en cambio, sí se consiguió salvar.
C.L. Por supuesto, la presión de los propietarios para hacer algo lucrativo fue enorme.
P. Ahora que se habla tanto del derecho a la propiedad ligado a la vivienda, ¿dónde está ese límite entre el propietario de un edificio como los que hemos mencionado, que encarga a un arquitecto una reforma, y que sus nietos o sus herederos quieran hacer algo completamente diferente?
C.L. El límite está en el sentido común, es decir, yo entiendo que una familia que tiene un elemento histórico, por ejemplo, un teatro protegido en Madrid, que es su único patrimonio, quiera demolerlo para hacer viviendas para poder vivir. Para eso tiene que haber propuestas de la administración algo creativas, a estos señores se les protege ese edificio, pero vamos a darles una edificabilidad en otro lugar para compensar el uso lucrativo que han perdido. Es lógico y sería la forma de que la gente quisiese proteger lo suyo y luego verse recompensado, porque, por un lado, se protege, pero, por otro lado, no salgo perdiendo. Pero eso de decir no, tú te tienes que aguantar con esto. Hombre, es duro, ¿no? Tiene que haber sentido común para que ni la gente ni la ciudad salgan perjudicadas.
"Lo lógico sería compensar a las familias cuyo patrimonio se declara protegido, sería la forma de que la gente quisiese proteger lo suyo"
Hay un libro maravilloso que se llama 'Arquitecturas perdidas de Madrid' y dices, madre mía lo que se construyó, cosas fantásticas de los años 30, 40, 50, 60 queda el 10%. Quizá porque no lo hemos valorado, incluso los propios arquitectos. Yo hice cosas hace diez o 15 años que a lo mejor ahora no las hubiese hecho. Quizá mi conciencia de protección ha crecido de forma importante, y a lo mejor esa conciencia no la tenía, pero la vida te va educando todos los días y el proceso de educación es continuo, no se acaba en el colegio o en la universidad, se acaba cuando te mueres. Y vamos cambiando y valorando cada vez más las cosas. Igual que antes no valorabas un atardecer y de repente un día estás mirando y dices qué barbaridad, con lo bonito que es ver un atardecer o amanecer, y nunca lo he visto.
P. Si la administración no da ciertos incentivos a los propietarios, al final la ciudad se llena de edificios abandonados. Un ejemplo es el Palacio de la Música en plena Gran Vía. La calle se ha ido transformando, se han rehabilitado muchos edificios, pero este edificio en concreto está tapiado y se va degradando poco a poco, es una pena que no se recupere.
C.L. Por eso decía antes que no sabemos construir ciudad. Una ciudad no se puede permitir tener un cine tapiado o el Arco de la Victoria vandalizado. ¿Cómo puede ser que una gasolinera lleve 20 años cerrada en un sitio estupendo y que se caiga a trozos? Eso es lo que no puede ser. Tienes que identificar los problemas, analizarlos y si el propietario no puede mantenerlo, lo tendrá que mantener el ayuntamiento o la comunidad o quien sea. Y vamos a compensar al propietario con esto, con esto y con esto. Las ciudades deberían estar siempre en perfecto estado de conservación.
P. Sin embargo, la sociedad parece que prefiere pagar 5 euros por tomarse una caña en una terraza, que pagar esos mismos 5 euros por visitar una catedral. Con ese dinero se sostiene el patrimonio, pero la gente no lo paga. Pasa lo mismo con los teatros y luego nos quejamos de que se cierran para hacer tiendas.
C.L. Por eso yo decía antes que es la sociedad. Si la sociedad valora más tomarse una caña y una tapa que visitar un museo, pues lo lógico es que el museo se caiga a trozos. Y, sin embargo, las cafeterías serán un negocio floreciente.
"Si la sociedad valora más tomarse una caña que visitar un museo, el museo se cae a trozos y las cafeterías son un negocio floreciente"
P. ¿Hasta dónde llega la capacidad de la administración para sostener esto?, ¿no pedimos a veces imposibles?
C.L. Yo creo que, como todo en la vida, lo fundamental es la educación. Hay que invertir en educación y hay que ir al origen y cuando tengamos una sociedad más educada y más culta, las cosas saldrán solas. La gente valorará tener un edificio protegido, un parque cuidado... Poco a poco. Yo creo que hemos mejorado mucho en eso, pero nos queda mucho camino por recorrer. Mientras un futbolista gane 100 veces más que un señor que lleva toda su vida dedicándose a luchar contra el cáncer y vive a duras penas, tendremos el país y la sociedad que tenemos, pero no solamente en España, en otros sitios sucede igual.
P. Hablando de fútbol, ¿qué le parece la reforma del Santiago Bernabéu?
C.L. Pues mira, es otro de los temas de los que no me gusta hablar porque soy parte importante de la historia del Bernabéu ya que hice la reforma anterior con mi padre. Entendemos que las cosas se tienen que ir adecuando y modernizando, pero creo que no soy la persona más indicada para hablar. Además, tengo un gran respeto por el club, soy socio desde hace 60 años y soy muy madridista, tengo una gran admiración por Florentino Pérez y amistad con muchos directivos, muchos empleados del club, me considero de la casa y soy amigo de los arquitectos que han hecho la reforma.
P. Pero, ¿es compatible que un estadio acoja eventos deportivos y otro tipo de espectáculos?
C.L. Es una buena pregunta. Cuando nosotros hicimos la reforma entre los años 1992 y 1994, que consistió en ampliar el graderío, ya nos parecía que aquello estaba muy en el límite, tanto urbanístico como arquitectónico como incluso desde el punto de vista social. Entonces ya se planteaba si merecía la pena hacer esta ampliación y no sacar el estadio fuera de Madrid. Un debate urbanístico importante que no solamente corresponde al club, sino a la ciudad.
"Mientras un futbolista gane 100 veces más que un señor que lucha contra el cáncer y vive a duras penas, tendremos el país que tenemos"
Yo nunca pensé que ese límite se iba a superar después con usos alternativos, porque ya el fútbol y el barrio habían llegado a un acomodo de 20 o 30 partidos al año, más o menos. ¿A eso lo puedes meter otros 30 o 40 acontecimientos más que, además, son ajenos al fútbol? Pues yo imagino que el Ayuntamiento, la Comunidad y las personas que han tomado la decisión lo habrán analizado convenientemente. ¿Podemos enchufar ahí 40 eventos más?, ¿los vecinos lo van a aceptar? Pues a lo mejor sí o a lo mejor no. Los vecinos tuvieron su periodo de alegaciones, ¿por qué nadie alegó? Todo esto estaba muy claro en la tramitación urbanística, pero nadie dijo nada.
P. Quizás porque la falta de insonorización se ve cuando empiezan los conciertos. No puedes denunciar ruido antes de que lo haya. Además, ¿se informa adecuadamente a los ciudadanos? En la Ermita del Santo, si no llega a ser por los medios de comunicación, los vecinos no se habrían enterado de que podían presentar alegaciones...
C.L. En España hay una cultura asociativa importante y lo que se ha hecho en el Bernabéu hubiese sido implanteable en cualquier sitio de Europa. Las asociaciones se habrían ocupado de analizar el tema. Yo lo único que digo, porque no quiero hablar del Bernabéu, es que cuando tomas una decisión tan importante como esta, tienes que estudiarla muy bien y evaluar el tema acústico, el tema de las molestias, el tema de las colas, el tema del aforo... Que haya 50.000 personas un día entero en la calle que tienen que hacer sus necesidades, que tienen que comer, que tienen que dormir... Todo esto son temas que hay que analizar profundamente.
"Cuando hice la reforma del Bernabéu en 1992 y se amplió el graderío, ya me parecía que estaba muy en el límite urbanístico y arquitectónico"
Por eso yo decía que es un problema general. Tenemos que decidir qué modelo de ciudad queremos los madrileños, y esto corresponde a decisiones, no solamente del Ayuntamiento de Madrid, ni siquiera del Real Madrid, ni de la gente del barrio, sino a todos los madrileños. ¿Queremos tener un campo de fútbol o queremos tener dos o cuatro? Hay ciudades que han dicho no, aunque haya dos equipos, han decidido tener un campo de fútbol para los dos, como en Milán. Acordaros de lo que pasó en Sevilla con el tema del Estadio de la Cartuja; aquello se construyó porque hubo un alcalde que se empeñó en hacer un estadio para que jugaran el Betis y el Sevilla, pero no habló ni con el Betis ni con el Sevilla. Y ahí se quedó el estadio y ahora Sevilla tiene tres estadios de fútbol: el del Betis, el del Sevilla y el de la Cartuja. ¿Le hacen falta a Sevilla tres estadios de fútbol? Eso cuesta un dineral mantenerlo. Y quién lo paga al final, la ciudad.
P. Se han protegido los circos romanos, luego los teatros... ¿Terminaremos protegiendo los campos de fútbol?, ¿hay alguno ya protegido?
C.L. Yo creo que sí hay partes de algunos que sí que tendrían que estar protegidos. Por ejemplo, San Mamés no estaba protegido, pero creo que el Athletic desmontó aquella cubierta tan bonita y la llevó a sus instalaciones deportivas porque vieron que era algo de interés, pero no porque estuviese protegido, sino porque el club quiso. Lo que pasa con los campos de fútbol es que se han ido haciendo unos sobre otros, no hay una entidad arquitectónica, pero se acabarán protegiendo, seguro. Hay partes de campos de fútbol, por ejemplo, el del Rayo Vallecano, que tiene parte de la tribuna protegida y no se puede tocar.
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P. Comentaba al principio de la entrevista su pasión por los aeropuertos y su impacto en las ciudades, ¿en qué proyectos están trabajando?
C.L. Estamos con la ampliación de la T4 y también con el proyecto del nuevo facturador de la T1, T2, T3. Son terminales ya antiguas que necesitan, lógicamente, otras condiciones. En ambos casos ganamos la licitación. La T1, T2 y T3 fue hace tiempo, antes de la pandemia y la T4 fue recientemente, pero hace un año que estamos trabajando.
P. ¿Cuándo arrancan las obras?
C.L. Todavía queda porque estamos en fase de proyectos y estos proyectos son muy largos y tienen tramitaciones muy complejas. También porque afecta a temas medioambientales, a fondos estructurales europeos... son procesos largos.
P. ¿También la T1, T2 y T3?
C.L. Sí.
P. ¿Y fuera de España?
C.L. Fuera de España tenemos varios proyectos de aeropuertos. Hace siete años que ganamos el concurso de la nueva terminal de Schiphol en Ámsterdam, que por motivo de la pandemia se paró y se ha vuelto a poner en marcha. Ha habido una discusión muy importante porque en Holanda los aeropuertos suscitan mucho debate social. El de Ámsterdam es uno de los aeropuertos con más tráfico de Europa, ha llegado a su límite y se debatía si tiene que seguir creciendo o no y la sociedad holandesa está muy dividida. Estamos con el proyecto; de hecho, tenemos oficinas en Róterdam y estamos trabajando con nuestro socio holandés. Y luego estamos con dos proyectos en México, el aeropuerto de Guadalajara y el de Tijuana y ahora estamos con un concurso para el aeropuerto de San Paulo. También recientemente hemos abierto oficina en Los Ángeles y en Miami para temas de transporte, porque Estados Unidos va a ser un país con mucho futuro en temas de infraestructuras porque se han quedado muy anticuadas. Y, por supuesto, Oriente, los países del Golfo o China, países que están en pleno crecimiento.
P. Además del Complejo Canalejas, ¿en qué otros proyectos están trabajando con Four Seasons?
C.L. Con Four Seasons estamos haciendo dos proyectos. Además de Canalejas, hicimos Formentor Four Seasons, que se ha inaugurado este verano de forma parcial. Ahora cierra de nuevo para poder rematar lo que queda de cara a la nueva temporada. Es una operación importante, interesante y estamos también con otro Four Seasons en Grecia, en el Peloponeso, en Porto Heli Eli, frente de la Isla de Spetses. Es un hotel que ya existía y lo estamos remodelando para hacer un Four Seasons.
P. ¿Quién es el dueño del hotel?
C.L. Es un grupo irlandés. Vino a través del Four Seasons que recomendó nuestro nombre.
P. España vive un auténtico boom hotelero, ¿en qué otros proyectos están trabajando?
C.L. Aparte del Four Seasons, hicimos el proyecto para el nuevo Mandarín Punta Negra en Mallorca y estamos viendo varias cosas más.
"Vamos a hacer otro hotel de lujo en Madrid, muy cerca del Four Seasons"
P. ¿No nos puedes decir alguna?
C.L. Están en periodo de sub judice.
P. ¿Siempre lujo?
C.L. Vamos donde nos llaman. Hicimos el Four Seasons de Madrid y hay uno en el que estamos ahora pero del que no podemos todavía hablar. Va a ser importante y de lujo también en Madrid, muy cerca del Four Seasons.
P. ¿Y en residencial?
C.L. En residencial tenemos varios proyectos en diferentes fases. Estamos haciendo un proyecto para Metrovacesa en la calle Mesena, estamos acabando un proyecto pequeño en Arturo Soria, O'Donnell, y también viviendas sociales del Plan VIVE, un proyecto importante en Boadilla de 500 viviendas, con Culmia, con quien estamos también en Barcelona con 340 viviendas en la Zona Franca.
P. ¿Cómo encaja la vivienda social, financieramente hablando, en un despacho como el suyo?, ¿se bajan los honorarios?, ¿hay un componente de marca o de conciencia social?
C.L. Bueno, conciencia social tenemos y hemos tenido siempre mucha, pero nosotros no diferenciamos los proyectos si son de lujo o no lujo. Hacemos de todo. Hacemos colegios, hacemos aeropuertos, hacemos vivienda social; de hecho, hemos hecho mucha vivienda social. Los honorarios del arquitecto van en función de los presupuestos. O sea que, lógicamente, cuando hay más coste se cobra más porque el esfuerzo general es mayor, pero estamos haciendo viviendas para clase media, para clase media alta y los honorarios son siempre bajos en cualquier circunstancia. Pero lo hacemos encantados de todas formas.
"Los honorarios no se cobran para meterlos en una cuenta, sino para invertir, porque un estudio cuesta mucho dinero"
Hay que tener en cuenta que nosotros los honorarios los queremos cobrar para aplicarlo a los proyectos, para contratar gente buena y poder gastar recursos. Los honorarios no se cobran para meterlos en una cuenta, sino para invertir, porque un estudio cuesta mucho dinero. Hay que invertir todos los días en formación, en los programas... Cada día se necesita más gente para todo. Hace 30 años el arquitecto trabajaba con un equipo muy pequeñito, pero los equipos han ido engordando. Me acuerdo que la obra del Bernabéu la hice yo solo con un delineante. Hoy en día, para un proyecto se necesitan 20 o 30 personas.
P. ¿Por qué?
C.L. Porque se trabajaba de otra forma. Antes no había tantas reuniones; hoy todo son reuniones y comités. Hay reuniones de 20 personas para hablar un minuto o medio minuto, nada más.
P. ¿Qué tipo de proyecto es el que más le gusta hacer?, ¿el que le permite trabajar con más libertad?
C.L. Nosotros en el estudio tocamos muchos temas porque los arquitectos españoles estamos muy poco especializados, somos muy generalistas. En Estados Unidos o Inglaterra hay arquitectos que solo hacen hospitales, hoteles, residencial... Y aquí tienes que hacer de todo, entre otras cosas, porque tienes que sobrevivir haciendo de todo lo que te encarguen. Y, además, tenemos una formación muy buena, de tal manera que nos adaptamos a todo. Nosotros nunca habíamos hecho un aeropuerto cuando hicimos la T4 y, oye, la hicimos y no salió mal. Es cierto que teníamos muy buenos socios, aunque tampoco ellos tenían mucha experiencia en aeropuertos. Quizás somos más atrevidos.
"Una de mis asignaturas pendientes es un gran rascacielos de más de 150 o 200 metros"
A mí, personalmente, me gustan mucho los proyectos importantes y que tengan trascendencia urbana, trascendencia social. El tema del aeropuerto de Madrid, yo creo que va a ser muy importante poder ampliar la T4 y poder acometer reformas en la T1, T2 y T3. El tema aeroportuario se ha convertido en el gran motor en estos momentos del Estudio Lamela, pero tenemos 20 edificios residenciales entre obras y proyectos que también cuidamos mucho, además de los proyectos hoteleros... Esto es como la pregunta de los hijos, a quién quieres más. Cada uno tiene sus cosas; uno es más travieso, el otro menos, uno más curioso, otro más deportista... pero todos tienen su interés.
P. ¿Y el proyecto que aún no ha hecho y le gustaría hacer?
C.L. Quizá una de las asignaturas pendientes es un gran edificio en altura. Es algo que también a mí me haría mucha ilusión. Un rascacielos de más de 150 o 200 metros.
P. ¿Han pujado por alguno?
C.L. Sí. Hemos acudido a muchísimos concursos, pero nunca hemos tenido la suerte de llevarnos ninguno. Hemos hecho edificios altos de hasta ciento y pico metros, pero no hemos pasado de ahí. Concursamos, por ejemplo, para las torres de la Ciudad Deportiva del Madrid, para la torre del hotel, que era de Vallehermoso y luego para la de Mutua. Hemos hecho proyectos en Uruguay y en Qatar, también importantes, pero que se han quedado en proyectos. En algunos incluso se empezó la obra, pero ahí quedó parada por la crisis. Ya lo haremos.
"En arquitectura ha ocurrido que si te llamas Smith, en vez de Pérez, viste más. Pero son sarampiones que pasan"
P. ¿El arquitecto español necesita el sello de un despacho internacional para que se le reconozca?
C.L. Es una buena pregunta. Hay un dicho que dice que nadie es profeta en su tierra. Nosotros, en algunas cosas tenemos más predicamento fuera que dentro porque cuando vienes de fuera te valoran más. Yo creo que el arquitecto español tiene suficiente nivel y es muy reconocido en todo el mundo. En España, yo creo que no es necesario; evidentemente, lo que pasa es que muchas veces se quiere a menganito o a zutanito. Si este se llama Smith en vez de Pérez, viste más. En la arquitectura ha pasado, aunque creo que cada vez menos. Esto son sarampiones que pasan, porque los arquitectos españoles nos encontramos claramente capacitados para trabajar en cualquier lugar del mundo.
P. En la arquitectura, ¿defiende que se reconozca la firma del autor o la arquitectura debe ser anónima?
C.L. Yo creo que tiene que haber un poco de todo. A veces es necesario que haya una firma y se reconozca al autor; creo que es bueno. Es curioso, porque los arquitectos ya no suelen poner el nombre a sus obras. Mi padre decía que tenía que ser obligatorio poner el nombre, igual que un cuadro tiene que tener su firma, porque, en definitiva, es una labor artística. La arquitectura, de hecho, es la disciplina artística más importante ya que es la única que puede aglutinar al resto: la pintura, la escultura... Y, además, es una disciplina que nos rodea absolutamente. Yo muchas veces cuando viajo no necesito ir a un museo; el museo está en la calle. Madrid es un bonito museo de arquitectura. A mí me gusta y me divierte mucho saber el nombre de los arquitectos y además hago por saberlo. Y creo que los compradores cada vez lo valoran más.
P. Ha empezado la entrevista diciendo que no valoramos la arquitectura.
C.L. Vamos mejorando. Si la arquitectura es arte y tú vives en un edificio reconocido, sería bueno saber quién es el autor. Es como si tú tienes un cuadro en tu casa, te gusta y no sabes quién lo pintó.
"La arquitectura es la disciplina artística más importante, la única que puede aglutinar al resto: pintura, escultura... Nos rodea absolutamente"
P. ¿Cuántas personas son actualmente en el estudio?
C.L. Unos 80, más o menos.
P. Ahora que se habla tanto del ciclo económico e inmobiliario en el que estamos, ¿cómo lo ve usted que ha sobrevivido a varias crisis?
C.L. Yo he vivido cuatro o cinco crisis. Acabé la carrera en el año 81, hace 43 años y en los años 80 había una crisis muy importante; luego vino la del 93...
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P. Cada diez años dicen que toca una. Usted que está todo el día en contacto con empresas, con concursos constantemente, tanto para el mundo residencial como para el mundo de infraestructuras, aeropuertos, ¿qué pulso tiene de la situación real del mercado?
C.L. Bueno, yo creo que a nivel económico, la economía española funciona bastante bien y creo que hay bastante actividad, en general, en el sector. Yo creo que las cosas van razonablemente bien. Nosotros, de hecho, tenemos ahora mucho trabajo; ésa es la realidad. Y hemos cogido gente últimamente que se ha incorporado al estudio. Otra cosa es que hay que andar con cuidado porque los procesos económicos y los márgenes son muy ajustados.
P. La arquitectura es una disciplina complicadísima, ¿el tema formativo está afectando a la arquitectura, a esa falta de formación de los jóvenes?
C.L. Yo soy un gran defensor de los arquitectos y lo veo todos los días. La gente que llega aquí son gente extraordinaria, en general. Es cierto que nosotros siempre buscamos gente de buen nivel académico, pero la gente llega con una ilusión, un entusiasmo y unas ganas de trabajar, y una formación estupenda, cada vez mejor. Antes, la gente sabía más de otras cosas, pero yo no solamente no tengo ninguna queja, sino todo lo contrario. Vemos gente preparadísima y la falta de preparación que tienen las cubren muy rápidamente con inteligencia, talento y ganas.
"La economía va bien, pero hay que andar con cuidado porque los procesos económicos y los márgenes son muy ajustados"
Soy un gran defensor de mis colegas jóvenes, porque lo veo todos los días y la gente, en general, llega con un nivel estupendo. Además, la formación que hay en España es muy buena. La arquitectura será mejorable en otras cosas, porque nos falta un poco de formación práctica y cómo afrontar nuestra propia vida y a lo mejor somos demasiado utópicos y teóricos, pero los arquitectos españoles tienen una formación técnica muy buena y muy envidiada en otros países, por eso tenemos muy buen cartel fuera de España. Tenemos ese equilibrio entre la formación técnica, la artística, la humanística... Creo, además, que la persona que se mete en arquitectura es una persona a quien le gusta mucho la vida, le gusta mucho viajar, el teatro, el cine, la pintura, el arte...
P. La inteligencia artificial, ¿cómo va a afectar a su profesión?, ¿tienen ya a un equipo dedicado a ella?
C.L. Sí, tenemos ya un departamento increíble. Creo que estamos en un momento en que no sabemos muy bien lo que nos va a deparar el futuro. Yo pongo un ejemplo: imaginad que nosotros fuésemos actores de teatro un año antes del descubrimiento del cine y estuviésemos hablando del futuro de nuestra profesión, de a dónde llevaríamos la compañía a representar..., ¿crees que podríamos imaginar que dentro de un año llegase el cine y nos pudiesen ver en todo el mundo miles o millones de personas a la vez? Dirías, este tío está loco. Pues estamos en ese momento, somos unos actores de teatro un año antes o un mes antes de que los hermanos Lumière abran el primer cinematógrafo en París. ¿Qué puede pasar? No lo sé, pero que va a revolucionar nuestras vidas profesionales, seguro.
Pudo haber sido piloto, pero la balanza se inclinó a favor de la arquitectura. Colarse en el estudio de su padre, Antonio Lamela, con apenas cinco años, rodearse de planos, lápices de colores y maquetas, o acudir con él a visitar algunas de sus grandes obras, le marcó profundamente.