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¿Adiós al sabor amargo de la cerveza española? Las sequías están acabando con él

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Ekonoke cultiva lúpulo en entornos controlados. Cuenta con una nave industrial en Madrid y unas instalaciones de 1.200 metros cuadrados en Lugo. En 2025 pondrán en marcha otra estructura de escala comercial en Arteixo con la ayuda de Banco Santander

¿Imaginas beberte una Mahou o una Estrella Galicia, por ejemplo, y no degustar ese toque amargo? El lúpulo es uno de los cuatro ingredientes de la cerveza junto al agua, la levadura y la malta de cebada. Es el que le confiere, precisamente, este sabor tan característico. La cerveza no sería cerveza sin él, y el cambio climático está poniendo en jaque su producción.

Estas son las conclusiones de un estudio reciente liderado por el Instituto de la Academia checa de Ciencias y publicado en la revista Nature Communications, que asegura que las regiones productoras europeas podrían experimentar una reducción del 4% al 18% en el rendimiento del lúpulo aromático tradicional de aquí a 2050 debido al aumento del calor y las sequías más frecuentes.

Más del 90% de la producción española se concentra en dos comarcas de León, en concreto en la que riega el río Órbigo. Y el problema es que, más allá de la cantidad, las altas temperaturas están amenazando su calidad: “Al final lo que les interesa a las cerveceras no es el kilo de lúpulo, sino las resinas y los alfa-ácidos, que es lo que le otorgan el aceite esencial, el amargor y el aroma. Y si en vez de obtener un 10% de estos alfa-ácidos, por ejemplo, obtienen un 5%, tendrán que echar el doble de cerveza para tener el mismo nivel de amargor. Es una situación desastrosa”, comenta Inés Sagrario, CEO y cofundadora de Ekonoke.

Esta empresa enfocada en el lúpulo se fundó en 2018 de la mano de cuatro emprendedores: Inés Sagrario, Ana Sáez, Javier Ramiro y Antonio Rojas. Su propósito era atajar esta problemática a la que se enfrentan algunas variedades de esta planta. Y eso hacen a día de hoy. Cultivan en entornos 100% controlados; en naves industriales donde las temperaturas externas no pueden hacer mella ni en la cantidad ni en la calidad de la producción. En el campo, al aire libre, el lúpulo produce una cosecha al año, mientras que en el interior, consiguen al menos tres.

En 2025 pondrán en marcha otra estructura de escala comercial con 12.000 metros cuadrados, con la ayuda de un CDTI avalado por Banco Santander

“Replicamos las necesidades que tienen esas plantas en cuanto a iluminación, temperatura, humedad o CO2, entre otros parámetros, para conseguir que produzca lo máximo posible y de la forma más eficiente posible”, explica Inés. Al final, añade, “se trata de una combinación de agronomía, química, biología y genómica. Hay muchas áreas científicas implicadas, apoyadas, por supuesto, por sistemas de control que nos permiten supervisar todo. Sin la tecnología no sería posible”.

El cultivo vertical de Ekonoke es hidropónico: no usan tierra, sino un sustrato inerte, y el riego recirculante que les permite emplear 15 veces menos agua que en el exterior. Además, el proceso se lleva a cabo sin el uso de pesticidas ni herbicidas. A través de una plataforma personalizada y con la ayuda de programas que automatizan las operaciones (de la mano de los equipos de Siemens), consiguen controlar los parámetros de cultivo.

“Todos los procedimientos están completamente automatizados. Tras investigar durante los últimos dos años, hemos definido unas recetas de cultivo que incluye la variación de la formulación de fertirrigación y modificación lumínica y de clima para lograr los niveles de producción y calidad óptimos”, apunta Inés. Para la monitorización, en concreto, cuenta con un sistema de Sensorización (IoT) en cada sala. Gracias a estos sensores es posible recopilar datos del cultivo relevantes para correlacionar parámetros y se aplican 11 tipos distintos de parámetros.

Prácticamente desde sus inicios, Ekonoke firmó una alianza con Hijos de Rivera, los productores de Estrella Galicia. De esta manera, son socios de Cosecha de Galicia, el centro de innovación agrícola de la corporación. La compañía tiene su centro de operaciones en una nave industrial en la Comunidad de Madrid, donde se encuentran sus laboratorios y oficinas. En octubre de 2023 abrió unas instalaciones piloto de 1.200 metros cuadrados en Chantada (Lugo).

En 2025 pondrán en marcha otra estructura de escala comercial, con 12.000 metros cuadrados, cercana a la nueva fábrica de Hijos de Rivera en Arteixo, con la ayuda de financiación pública, como el crédito concedido por Enisa o un CDTI (Línea directa de Innovación) avalado por Banco Santander.

La fusión de dos proyectos

En realidad, la empresa nació de la fusión de dos proyectos. El primero se llamaba Achipámpanos, con el que Inés Sagrario, economista, y su prima Ana Sáez, agrónoma, montaban huertos verticales en los puntos de consumo. “Al principio cultivábamos hojas aromáticas y flores comestibles en invernaderos. Antes de empezar este camino me dedicaba al mundo de la consultoría y Ana trabajaba en una empresa pública. Yo había estado en un proyecto en Chile relacionado con los cultivos hidropónicos y me percaté de que era el futuro. Quisimos traerlo a España y en 2015 dejamos todo para emprender, pero no funcionó. Nuestros costes de producción eran altos y el mercado no lo pagaba”, recuerda Inés.

Lejos de rendirse, decidieron dar una vuelta al proyecto. El hidropónico de interior permite un ahorro de un 95% de agua con respecto al de exterior. Confiaban plenamente en el recorrido de este tipo de cultivo, pero necesitaban reorientar la idea, así que participaron en el programa 100+ Accelerator que AB-inBev, la mayor cervecera del mundo, que promueve junto con The Coca-Cola Company, Colgate-Palmolive y Unilever.

Allí conocieron a Javier Ramiro y Antonio Rojas, investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid. Ellos ya habían llevado a cabo otro proyecto por su cuenta (Tallos Microgreens), en el que desarrollaron su fórmula para el cultivo sostenible de microgreens en entorno controlado. Así que decidieron fusionar ambos y emprender juntos un nuevo camino tras percatarse juntos del verdadero problema al que se enfrentaba el lúpulo en el mundo.

“Juntos hemos avanzado mucho en todo este tiempo y vamos a seguir así. Tenemos dos años por delante bastante claves para la empresa, en los que vamos a extraer todos los aprendizajes que nos aporten nuestras nuevas instalaciones. Queremos otorgar a los cerveceros los ingredientes necesarios para tener una producción estable y sostenible, ya lo estamos haciendo, y seguiremos así”.

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