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Alfonso Jiménez Rodríguez-Vila

El zamorano que comenzó criando capones y ahora factura millones vendiendo precocinados

Hacia un futuro mejor

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Con 14 años, Alfonso criaba a los animales en una finca familiar hasta que en 2004 consiguió que se sirvieran en la boda Real. Hoy, los ingresos de Cascajares rozan los 15 millones de euros

Nelson Mandela dijo una vez que “todo parece imposible hasta que se hace”. Y lo cierto es que poco podía imaginar Alfonso Jiménez Rodríguez-Vila que, con tan solo 24 años, conseguiría que sus capones formaran parte de la boda Real. El camino no fue fácil. Ni siquiera había cumplido la mayoría de edad cuando puso la primera piedra de Cascajares, un grupo de alimentación que facturó cerca de 15 millones de euros en 2022 con un 15% de ebitda vendiendo platos festivos precocinados, desde capones asados hasta patos rellenos o pulardas trufadas.

Con apenas 14 años, Alfonso criaba a los animales en las tierras familiares para después vendérselos crudos a los restaurantes de la zona. Unos 100 cada año. Hasta que un día, con 19 años, tuvo una idea que, sin esperarlo, acabó cambiándolo todo. “Decidí criar 1.000 capones, pero después de vender 300, el mercado se saturó. No tenía forma de darles salida ni dinero para su alimentación. Así que, después de dar muchas vueltas, decidí cocinarlos”, cuenta.

Se inspiró en una pequeña fábrica cercana que preparaba confit de pato en lata (y que fue, precisamente, a la que recurrieron para llevar a cabo el proyecto). La idea era hacer algo similar, pero con los capones. Así que, de la mano de un buen amigo suyo, Francisco Iglesias (cofundador), se puso en marcha. El resultado fue determinante para el futuro de la empresa: las 700 latas se vendieron en un mes.

“Comenzamos a venderlo en tiendas, restaurantes y particulares, ya con nuestra marca. Lógicamente no teníamos instalaciones propias, así que nos apoyamos en una fábrica externa. Siempre digo que soy empresario accidental, porque si no llega a ser por este sobrante de 700 capones, nunca me hubiera surgido la idea”.

Todo iba viento en popa, hasta que el feedback de un cliente le empujó a dar el siguiente paso: “Los muslos están muy jugosos, pero las pechugas quedan secas”, le comentó. Decidió prescindir de las pechugas para vender latas únicamente con muslos. Pero entonces llegó el siguiente inconveniente: “Comencé a acumular muslos en el congelador. No sabía qué hacer con ellos hasta que un cocinero me recomendó cocinarlos en escabeche y me dijo cómo hacerlo”.

La Casa Real vio que éramos una pequeña empresa con esa parte social que les gustó. Tras 29 reuniones, el capón de Cascajares se sirvió en la boda de Felipe y Letizia

Los dueños de la misma fábrica donde preparaban las latas les permitió acudir los fines de semana para elaborar las pechugas. Y así lo hicieron. Fueron los propios Alfonso y Francisco los que acudieron cada sábado a las instalaciones con un saco de cebollas, otro de zanahorias, dos garrafas de aceite, un puñado de ajos y algunos pimientos. “Así aprendimos desde la base”, recuerda.

Los años fueron pasando y el negocio iba creciendo. Ya facturaba cerca del millón de euros cuando decidieron dar un paso más. “En 1998 acudimos a Banco Santander para pedir 180.000 euros y, ante nuestra sorpresa, confiaron en nosotros. Queríamos tener nuestra propia granja fuera de la finca de mis padres y seguir avanzando con el negocio. Aunque los costes seguían siendo un freno”.

La solución que encontraron fue acercarse a una asociación de personas con discapacidad: a cambio de contratarles, la asociación le dejaba sus instalaciones a un precio reducido. “Tenían naves, gallineros… Fueron nuestros primeros trabajadores. Ellos criaban a los pollos. Nos dimos cuenta de que, al principio, la formación era más complicada. Pero una vez formados, la implicación y la ilusión es muchísimo mayor”. Hoy, gran parte de la plantilla de la empresa la conforman personas con discapacidad.

Este vínculo fue, precisamente, uno de los factores que permitió a Cascajares dar el salto definitivo a su negocio cuando Alfonso consiguió que los capones se sirvieran en la boda de los reyes. “Tuvimos la enorme suerte de tener como cliente a la persona que daba el banquete. Le dijimos que queríamos ser proveedores. La Casa Real investigó nuestra historia. Vio que éramos una pequeña empresa con esa parte social que les gustó. Tras 29 reuniones, finalmente el capón de Cascajares se sirvió en la boda de Felipe y Letizia”.

El año 2004 marcó así un antes y un después. Los pedidos se multiplicaron y el negocio no paró de rodar, con la posterior construcción de su propia fábrica al año siguiente. Una fábrica que, a comienzos de este año, fue destruida en un incendio.

Construir una nueva fábrica en ocho meses

En tan solo ocho meses, Cascajares ha logrado resurgir de una catástrofe que puso en jaque su futuro. La madrugada del 25 de enero, un incendio arrasó con la fábrica ubicada en Dueñas (Palencia). Afortunadamente, los empleados salieron ilesos. Las pérdidas materiales, sin embargo, alcanzaron cifras millonarias.

“Antes del incendio, nuestra producción llegaba al millón de kilos al año, y nuestra previsión era crecer un 50% en ventas en 2023. Estábamos realizando obras para ampliar las instalaciones, pero lo perdimos todo”. La campaña de Navidad es clave para ellos: en 2022 alcanzaron los 600.000 envíos solo en estas fechas. “Había muchos pedidos pendientes, teníamos que cumplir con nuestros clientes y, sobre todo, con nuestra plantilla. No podíamos parar la actividad”.

Miedo, incertidumbre… “Fue un shock”, recuerda Alfonso. “No sabíamos si el seguro iba a responder, pero necesitábamos una solución rápida”. Así que, tras cuatro días de trabajo intenso para establecer un plan de acción junto a su socio, Francisco Iglesias, y el director general, Rodrigo Ruiz, dio una respuesta a sus 74 empleados: “A corto plazo decidimos alquilar una fábrica para seguir produciendo. Nos pusimos en marcha en tan solo diez días”, cuenta. A medio plazo, el reto, por supuesto, era levantar las nuevas instalaciones.

“El mismo 27 de enero ya teníamos el boceto. Tuvimos que llevar a cabo el proyecto en un terreno contiguo que conseguimos mediante subasta pública. Construir en el mismo espacio suponía tener que retirar todos los escombros del incendio. No teníamos tiempo”. No faltaron los mensajes de apoyo. Organismos públicos, privados, gente de a pie… “Unos días después del incendio, el Rey Felipe nos visitó para darnos ánimo. Todo el mundo se volcó con nosotros. En mi móvil no cabían más mensajes. Recibí hasta un boleto de lotería. Nos sentimos muy arropados”.

Así, con el dinero del seguro, fondos propios y la financiación que les proporcionó Banco Santander, el pasado 3 de octubre abrieron las puertas de su nueva fábrica, con capacidad para producir tres millones de kilos anuales y con numerosas innovaciones tecnológicas en la maquinaria. Por ejemplo, para garantizar la seguridad alimentaria, “hemos incorporado dos detectores de rayos X para detectar cualquier objeto extraño en los alimentos, desde piedras o metales hasta un hueso en un producto que no tiene que llevarlo”.

De la mano del Chef José Andrés, Cascajares ha puesto en marcha el proyecto Ave Fénix, una iniciativa para repoblar la Sierra de la Culebra en Zamora

La robotización es otra de las piezas clave: “Tenemos una máquina que coloca las cajas en los palets. Toda la gestión de los pedidos está robotizada. La tecnología, además, “permite que una persona desde cualquier parte del mundo pueda acceder al sistema y arreglar cualquier fallo mecánico”. Y, por supuesto, sin olvidar la seguridad y la inclusión de los empleados discapacitados. “Hemos instalado 12.000 boquillas anti-incendio y eliminado cualquier barrera arquitectónica. Cualquier persona puede moverse en silla de ruedas sin problema”.

La intención con estas nuevas instalaciones, según Alfonso, es dar un paso más en el modelo de negocio. Una estrategia que ya se habían planteado justo antes de la llegada del covid, pero que tuvieron que dejar en stand-by. “Damos de comer en Navidad a miles de personas, pero con la nueva fábrica queremos llegar a nuestros clientes el resto del año. Estamos preparando nuevos platos, desde pisto con verduras ecológicas, hasta fabada asturiana, cocido madrileño o ternera guisada”.

Para la campaña de esta Navidad, Cascajares se prepara para repartir 700.000 pedidos. Además, de la mano del Chef José Andrés, ha puesto en marcha el proyecto Ave Fénix, una iniciativa para repoblar la Sierra de la Culebra en Zamora, arrasada en 2022 por dos de los mayores incendios de la historia de España y que afectaron a un total de 57 municipios. Por cada pularda vendida, plantarán un árbol en la zona. “Con este proyecto pretendemos devolver a la sociedad el cariño recibido después del incendio. José Andrés se sumó a la causa regalándonos la receta de la pularda Ave Fénix que, además de simbolizar la resiliencia y el renacer de la empresa, refleja nuestro compromiso con la reconstrucción de esta zona”.

Hoy, tras el incendio, Alfonso confía en su trayectoria y en su fuerza para seguir adelante: “Hemos tenido muchos baches en el camino que siempre hemos sabido sortear. Confiamos plenamente en el recorrido que hemos tenido, 30 años de historia e ilusión que van a continuar”.

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