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La aldea gallega donde nace el vino que conquistó al papa Benedicto XVI

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En la aldea de San Andrés (Ribadavia) se encuentra Casal de Armán, una casa de piedra de 1727 que fue reconstruida durante ocho años por la familia González Vázquez para dar continuidad a una saga que va por la quinta generación de bodegueros

En el Noroeste de la provincia de Ourense, en el valle donde confluyen los ríos Miño, Avia, Arnoia y Barbantiño, el vino es un arte lento que se impregna de calma y silencio. Romanos, monjes medievales, comerciantes sefardíes… Siglos de historia se encuentran en Ribadavia, la capital de la Denominación de Origen Ribeiro -una de las cinco que hay en Galicia-, y que en gallego significa la ribera del río.

Precisamente en una de esas pendientes repletas de viñedos, en la aldea de San Andrés (Ribadavia), se levanta Casal de Armán, una casa de piedra de 1727 que fue reconstruida durante ocho años por la familia González Vázquez para cumplir un sueño y dar continuidad a una saga que va por la quinta generación de bodegueros. Hoy, han convertido su bodega en una experiencia completa de enoturismo, con un hotel rural y un restaurante con un primer plato Michelin y un Sol de la Guía Repsol.

Fue en 1996 cuando encontraron este casal (casa grande, en gallego), en una ladera del valle del Avia. La propiedad había sido devorada por la maleza y el tiempo y un cerezo silvestre floreció en su interior. “Siempre cuento que compramos dos paredes y media de una casa totalmente caída y llena de silvas. Lo reconstruimos por completo en madera y piedra durante ocho años”, explica Jorge González Vázquez, al frente de la división de restauración del negocio familiar. Había sido propiedad de un emigrante a las Américas que tornó a su pueblo con una buena fortuna, llamado Precioso Armán.

“Compramos esto en 1997 y empezamos con la primera cosecha de Casal de Armán en 1999. Cinco años más tarde, abrimos el restaurante Sábrego y la casa rural”, cuenta Jorge. Él es el pequeño de seis hermanos donde todos los varones tienen nombres que empiezan por la letra jota (Juan, Javier, José y Jorge, junto a sus hermanas Marta y Susana). Son los hijos de Pepe Carrasca, el patriarca y el inspirador del proyecto que da nombre a uno de sus blancos más emblemáticos.

“Salimos al mercado con 5.000 botellas de nuestra primera enseña, Casal de Armán, en 1999 -ahora son 120.000 botellas-. Lo peleamos, pero fue el momento perfecto: empezó a resurgir el Ribeiro con vinos de calidad y la apuesta por la treixadura (una variedad de viña autóctona gallega)”, relata Javier, el hermano que se ocupa de la bodega, mientras que Juan dirige las ventas y comercialización. Los blancos gallegos empezaron a ponerse de moda más allá del Albariño, que cedió su trono al Ribeiro y al Godello. En 2007, Casal de Armán se colgó la medalla del Mejor Blanco de Galicia.

Este mismo blanco fue el que se le sirvió al entonces papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) en la comida durante su visita a Santiago de Compostela en 2010, año jubileo. “Fue un honor y le gustó mucho”, comenta Jorge, que conserva la medalla papal conmemorativa, además de recuerdos de otros personajes reconocidos que comen a menudo en su restaurante.

La bodega ocupa hoy 45 hectáreas entre varios viñedos que acaban de completar una de las mejores vendimias con 300.000 kilos de uvas de donde salen, sobre todo, blancos y otras 15.000 botellas de tintos, como Finca Isabel Millán, con uvas autóctonas de brancellao, caíño y sousón. Entre los caldos blancos destacan además 7 cupos (80.000 botellas), que tiene también su versión tinta, y otras 25.000 de elaboraciones especiales. Finca MiSenhora y Os Loureiros, por ejemplo, combinan treixadura, albariño y godello. “Durante años hemos sido un vino de cupos, que ya en septiembre estaba agotado con un crecimiento exponencial”, señala Jorge González.

Tres negocios independientes

Bodega, restaurante y casa rural forman parte del mismo poliedro: “Compramos la casa para acoger la bodega y pronto se nos quedó pequeña. Una cosa llevó a la otra. Empezamos con el vino y la bodega, luego la casa rural y el restaurante. Hoy son tres negocios totalmente independientes”, explica Jorge González. Aunque llevar a cabo el proyecto no resultó del todo sencillo: “Contábamos con algunos recursos propios, pero tuvimos que apoyarnos también en fuentes de financiación externas. Hemos llevado a cabo todo el proceso de la mano de Banco Santander”, que desde el principio ha sido su banco de referencia.

El alojamiento rural se compone de seis estancias con nombre de uva, mientras que el restaurante ha ido creciendo de la mano de los menús que elabora desde 2016 Marco Varela y su equipo: una cocina de origen, pegada a la tierra y de kilómetro cero, que combina sabores y texturas. Todo está pensado para disfrutar en círculo sin moverse de la propiedad. Asimismo, a tan solo unos pasos se encuentra el Museo del Vino de Galicia, una gastroexperiencia gratuita que combina tradición y nuevas tecnologías con proyecciones 3D.

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