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Marcelo Toural

Japón observa la Tierra desde el espacio con una cámara española (y no es el único)

Hacia un futuro mejor

R.R.

Satlantis fabrica cámaras ópticas de alta resolución para misiones espaciales. Llevó a cabo su primer viaje junto a la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) y ahora trabaja con la Comisión Europea en el proyecto Copérnico

La noche del 12 de junio de 2023, un cohete SpaceX despegó desde la Base de la Fuerza Espacial Vandenberg, California. Esta vez, la misión del vehículo de Elon Musk no implicaba pisar Marte. Tampoco se trataba del lanzamiento más poderoso jamás desarrollado. Pero también tenía un cometido clave: transportar un pequeño satélite hasta el espacio para detectar y monitorizar las emisiones de metano.

El metano es un gas de efecto invernadero con un gran impacto en el calentamiento global. El Satélite, llamado CubeSat, ha sido fabricado por la tecnológica vasca Satlantis y, precisamente, contiene una pequeña cámara capaz de proporcionar imágenes de alta resolución para observar la tierra. De esta manera, es posible cuantificar los puntos de emisión. Detrás de este reto: la Comisión Europa.

“Tenemos un contrato para explotar el territorio los próximos cinco años. La información recabada será para Copérnico, un programa para la Vigilancia Mundial del Medio Ambiente y la Seguridad. Europa lo ha diseñado para proporcionar información precisa y actualizada de cara a mejorar la gestión del medio ambiente, comprender y mitigar los efectos del cambio climático y garantizar la seguridad ciudadana”, explica su CEO, Juan Tomás Hernani.

La compañía abrió por primera vez sus puertas en 2013 con una idea clara: desarrollar y fabricar cámaras ópticas para la observación de la Tierra desde el espacio. Aunque no fue hasta mayo de 2020 cuando emprendió su primera misión junto a la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA). Le seguirían cuatro más hasta día de hoy.

La posibilidad de observar la tierra desde el espacio despliega un sin fin de opciones para los gobiernos y empresas de medio mundo: desde conocer la evolución de sus cosechas o emisiones, por ejemplo, hasta el control de vertederos urbanos, del tráfico o del catastro. Sin olvidar, por supuesto, la seguridad nacional.

“Fuimos los primeros que conseguimos que una cámara no japonesa entrara en la estación espacial de Japón”

“Nos preguntamos qué pasaría si los telescopios que observan el resto del universo cambiaran de dirección y miraran hacia nuestro planeta. Era un mercado por explotar, faltaban cámaras ligeras y capaces de ofrecer altas resoluciones”, afirma. Por aquel entonces, Hernani, ingeniero energético y economista, era secretario general del Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación de España (CDTI) cuando detectó esta necesidad. De la mano de Rafael Guzmán, profesor de astrofísica de la Universidad de Florida (Estados Unidos), y Cristina Garmendia, exministra de Ciencia e Innovación durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, emprendió este camino.

En su primer proyecto, tras diez años de esfuerzos desarrollando la tecnología y convenciendo al sector de sus capacidades, “conseguimos demostrar que una cámara muy pequeña de 17 kg conseguía imágenes con resoluciones similares a cámaras de 200 kg. La colocamos en el módulo japonés de la Estación Espacial Internacional. De hecho, fue la primera vez que una cámara no japonesa entró en la estación espacial del país nipón”, recuerda Hernani.

Tras el éxito, no tardó en llegar la siguiente, el proyecto Caspr, en colaboración con la NASA. Tuvo su origen en el Centro para la Computación Espacial de Alto Rendimiento y Resiliencia (SHREC) de la Fundación Nacional de Ciencias, del que forman parte las universidades de Pittsburgh y Florida. “Lo llevamos a cabo en 2021 y conseguimos dar un paso más. La cámara del primer satélite era más grande y con resolución volumétrica en blanco y negro. En esta segunda, incluimos una cámara más pequeña con resolución multiespectral en color”, explica.

El reto de la financiación

El primero de los retos que tuvieron que abordar tras dar forma a la idea fue la financiación. “Pensábamos que sería más fácil, pero costó mucho hasta que conseguimos inversores que completaran la financiación propia, que era escasa. Después abrimos varias rondas de financiación y también logramos esa inyección de entidades bancarias como Banco Santander -convertido ya en su banco de cabecera- y de organismos estatales”.

Hasta hoy, el crecimiento ha sido exponencial. En 2022, alcanzó los 11,6 millones de euros en ingresos, sus mejores resultados desde su nacimiento; y un EBITDA del 32%, compensando así los resultados de años anteriores. El ejercicio pasado también cerró el tramo final de una ampliación de capital de 24 millones de euros en España y 3,5 millones de dólares en su filial estadounidense.

Los principales accionistas que han invertido en la compañía son Encino Environmental Holdings LLC (vehículo de inversión de la gasista Williams, y los fondos de descarbonización Encap y BP Energy), Enagás, CDTI, SEPI y sus accionistas de referencia, ICO, ORZA, la Sociedad Vasca Gobierno, la Diputación Foral de Bizkaia y la Universidad de Florida.

Ahora, con unos fondos propios de alrededor de 28 millones de euros y una caja de más de 20 millones, Satlantis quiere seguir avanzando en este camino. “El big bang está por venir; por eso, gigantes como Microsoft, Elon Musk o Jeff Bezos están invirtiendo. Saben que se va a producir y el impacto gigante que puede generar el conocimiento de lo que está ocurriendo aquí abajo en la tierra tendrá múltiples avenidas. Es el futuro”, concluye su CEO.

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