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La basura de Asia y Latinoamérica está ahorrando emisiones al transporte español

Hacia un futuro mejor

Isabel Rodríguez

Iberia Bioenergy está desarrollando una línea de biocarburantes líquidos y materias primas para el sector transporte a través de residuos recolectados en otros continentes

Solo en 2021, la economía española emitió 294,9 millones de toneladas de gases de efecto invernadero. Aunque las cifras suponen un 5,7% más que el año anterior, también revelan una reducción cercana al 30% en los últimos 30 años. Pero hay mucho por hacer. Los objetivos de la Unión Europea en su impulso a la transición energética pasan por la reducción de al menos un 55% de emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con 1990; un 32% de energías renovables y, al menos, un 32,5% de mejora de la eficiencia energética.

A tenor de los datos, el avance del cambio climático exige un compromiso férreo con la descarbonización, y los biocombustibles se presentan como una buena alternativa. “La principal ventaja de los biocombustibles a base de residuos, por ejemplo, es que ofrecen una reducción del ciclo de vida de gases de efecto invernadero (GEI) de hasta en un 90%, en comparación con el diésel de petróleo”, explica Juan Miguel Cobo, CEO de Iberia Bioenergy. Con sede en Granada, esta empresa desarrolla soluciones para la reducción de las emisiones de carbono a la atmósfera, principalmente para el sector del transporte y el de la producción de energía, dos de los más contaminantes. Hablamos de distintos tipos de biocarburantes y materias primas de bajo impacto de carbono.

Compartir inquietudes, experiencia y pasión por el sector con Agustín Sánchez -hoy director de calidad de la compañía- les llevó a emprender juntos la aventura hace ya más de una década. Ambos situaron la economía circular como eje o, lo que es lo mismo, dieron vida a una compañía “circularmente integrada”. En este sentido, Cobo aclara que su papel no termina con la retirada de residuos del mercado: “Implicamos a muchos sujetos y personas para que se fomente esa actividad, de manera que generamos riqueza en torno a ella y, finalmente, dentro de ese círculo, terminamos valorizando esos residuos en nuestras propias instalaciones de producción de biocarburantes”.

Para impulsar esa circularidad a través de la descarbonización, trabajan en varios frentes. Por un lado, originan biomasa y agrobiomasa a partir de recursos que corresponden en un 90% al territorio nacional. Por otro lado, trabajan en una línea de biocarburantes líquidos y materias primas para el sector que, principalmente, se recolectan desde el Sudeste Asiático y Latinoamérica. “A través de redes de recolección que tenemos a nivel internacional, recogemos esos residuos, los limpiamos y purificamos y ya podemos distribuirlos como tal al sector productivo, transformarlos directamente en nuestras unidades de producción o, incluso volver a refinarlos un poco más para que tengan un uso un poco más importante”, explica Cobo.

La falta de madurez del mercado nacional obligó a la compañía a buscar oportunidades más allá del suelo patrio desde sus inicios

Residuos forestales, agrícolas y de empresas madereras, cáscaras de almendras, huesos de aceitunas, aceites usados de cocina, grasas industriales, subproductos grasos de la industria del aceite internacional… Hay todo un universo de residuos que pueden tener una segunda vida, una nueva oportunidad en forma de biocombustibles que terminan alimentando motores marinos, vehículos de carretera -coches, camiones…- y hasta a la industria de la aviación.

Más allá de nuestras fronteras

Diez años después de dar sus primeros pasos, los fundadores tienen claro que fueron profetas en su tierra. “Cuando nacimos sabíamos que teníamos recursos pero el mercado no estaba maduro y tuvimos que acudir a los que sí lo estaban”, recuerda Cobo. Una opinión que comparte su compañero de emprendimiento, Agustín Sánchez: “Al final si quieres avanzar y no puedes esperar a que siga mejorando, tienes que salir fuera desde el primer momento o combinar ambas cosas”.

La falta de madurez del mercado nacional obligó a la compañía a buscar oportunidades más allá del suelo patrio desde sus inicios. La internacionalización funcionó, gracias a la gran demanda de muchos países del norte de Europa que impulsó la actividad de una compañía que hoy factura más de 245 millones de euros anuales, y de los que entre un 95 y un 98% corresponden a operaciones en el exterior. Por el camino -y más allá de la receptividad de los vecinos europeos- también encontraron apoyos en España. “Banco Santander siempre ha sido un gran aliado y ahora estamos trabajando con un Fondo Smart para inversión, sobre todo en proyectos renovables”.

Y es que la inversión en I+D es clave para su actividad. La valorización de los residuos depende, en buena medida, de la aplicación de las tecnologías adecuadas. En este sentido, sus planes pasan, precisamente, por avanzar en la materia: “Trabajamos en desarrollar tecnologías que nos permitan seguir valorizando más residuos e ir bajando en la cadena de producción de los mismos para sacar valor de cosas que realmente no lo tienen, como pueden ser los residuos lignocelulósicos, cuya producción global es enorme y pueden dar respuesta a las necesidades de sectores que necesitan descarbonizarse muy rápido como el del transporte marítimo”, apunta el CEO.

El compromiso de todos los agentes implicados es otro aspecto fundamental para avanzar, un proceso respecto al cual Cobo lanza una reflexión: “Lo ideal para fomentar este modelo medioambiental es favorecerlo con legislación que acelere todos los procesos y que invite a todas las partes involucradas a invertir y a arriesgar en un sector que tiene mucho futuro. Los objetivos son ambiciosos y necesitamos que todos los países se involucren”.

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