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Fundador Haricaman

60 millones de bolsas al año: la harina manchega que ya se consume en Cuba y Emiratos Árabes

Hacia un futuro mejor

Isabel Rodríguez

En 1991 abrió sus puertas Haricaman, el sueño emprendedor de Nicolás Rodríguez, que empezó conquistando Castilla-La Mancha y hoy abastece a gigantes como Carrefour, El Corte Inglés o Auchan

Nunca el dicho popular meterse en harina estuvo más cargado de razón. Fue hace más de 30 años cuando Nicolás Rodríguez Sevillano, lleno de inspiración, decidió poner al servicio de los panaderos locales su talento como ingeniero industrial. Quería montar una fábrica de harinas; sabía cómo hacerlo y lo hizo. Algo así como un veni, vidi, vici en un sector que, justo en ese momento, comenzaba su transformación. Pero al César lo que es del César.

Haricaman, una empresa familiar afincada en Añover de Tajo (Toledo) -a una hora escasa de la capital-, comenzó sirviendo a los panaderos locales. Sin embargo, la entrada de la segunda generación marcaría un punto de inflexión, dándole el impulso definitivo a un negocio que veía como su mercado cada vez era más pequeño. “Cada vez había más fábricas de harina y menos espacio, así que decidimos enfocarnos hacia la gran distribución”, explica Nicolás Rodríguez, hijo del fundador y actual CEO de la empresa.

La decisión supuso todo un revulsivo para la actividad de esta compañía que supo aprovechar el momento de transformación del sector. Pronto las distribuidoras comenzaron a interesarse por el negocio local, que fue creciendo y hoy trabaja con empresas de la talla de Carrefour, Auchan, Alimerka o El Corte Inglés, entre otras muchas. En esa conquista de los grandes del sector, la cercanía con el cliente fue fundamental. Pero más allá de mimar la relación con sus fieles, apostaron por la calidad y la seguridad alimentaria. “El mercado lo agradeció porque era un sector que estaba muy poco profesionalizado”, explica Rodríguez.

El incipiente interés de las distribuidoras no solo se advirtió en aumento del volumen de negocio, sino también en la diversificación del porfolio de productos y en la ampliación de las instalaciones. En 2005 incluyeron el pan rallado y con él abrieron la puerta a los productos sin gluten. “Vimos que en España no había fabricantes potentes de cereales de desayuno y el mercado estaba sediento de un fabricante cercano. De modo que empezamos a crecer también en esta línea que, además, permite trabajar mucho en I+D reduciendo azúcares o añadiendo fibra”, recuerda Nicolás.

Así llegó la apertura en 2017 de su fábrica de cereales de desayuno, la línea que hoy concentra sus principales planes de expansión y para la que, como a lo largo de las tres últimas décadas, han contado con el apoyo de Banco Santander. “Todo esto no se hace sin dinero y solo reinvirtiendo nuestros beneficios no habría sido posible crecer tan rápido como lo hemos hecho. Nos han ayudado con líneas de crédito tanto a corto como a largo plazo”, apunta el máximo responsable de esta empresa familiar.

20% de la producción exportado

El trato familiar y el cuidado en cada fase del proceso de fabricación y envasado se respiran con solo poner un pie en las instalaciones de Haricaman. Pero detrás de ese producto tan tradicional hay una empresa que hoy fabrica 60 millones de bolsas al año, entre harinas, pan rallado y cereales de desayuno, de los cuales el 20% se exportan a países como Portugal, Cuba, Francia o Emiratos Árabes.

Entre sus secretos está el trabajar con agricultores locales que, por ejemplo, les permitió crecer en la pandemia. Cuando los países cerraron sus fronteras y el abastecimiento de ciertos productos se complicó, las grandes cadenas de distribución empezaron a buscar, no solo proveedores nacionales, sino empresas que, como Haricaman, se abastecieran con productores cercanos: “Eso nos ha beneficiado mucho”, recuerda Nicolás.

La modernización de las instalaciones a lo largo de estos años también ha sido una constante. “Buscamos la eficiencia en la maquinaria y por todas partes”, comenta con una sonrisa el CEO de la compañía toledana. Si bien es cierto que su actividad, como la de tantas otras empresas, se ha visto afectada por la subida de precios de las materias primas -en su caso los incrementos rondan el 30 y 40%-, han sido capaces de capear otros temporales a base de innovación.

“La oficina es muy soleada para abaratar energía y calefacción, pero gracias a la instalación de energía solar que pusimos sobre el tejado somos autosuficientes en consumo en las horas centrales del día”, cuenta el CEO que, por otro lado, recuerda que cuentan con un plan anual para reducir su huella de carbono. En este sentido, el ecodiseño es una pieza clave: “Bajamos gramajes a las bolsas de plástico de consumo y siempre empujamos a los clientes a cambiar los retráctiles de plástico por cartón”.

La especialización del sector es, sin embargo, la cuestión principal que marca sus planes. “Hace 20 años era impensable ofrecer a un consumidor que pudiera hacer un pan de centeno en su casa y ahora lo ofrecemos”, comenta orgulloso Rodríguez que, con la vista puesta en el futuro, asegura: “Creas valor añadido cuando te dedicas a elaborar diferentes especialidades. La transformación mecánica sin aditivos, en un producto cercano, de calidad y barato es hacia dónde vamos”.

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