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Fundadores Krystaline Technology

Este emprendedor pretende ahorrar 1.000 M a la Administración en reparaciones de obra civil

Hacia un futuro mejor

Rocío Romero

Krystaline Technology ha desarrollado un aditivo que impermeabiliza el hormigón para evitar rehabilitaciones cada vez que se filtra agua. Este producto ya forma parte de algunos 'parkings' de Hong Kong o de edificios como la sede de Booking en Ámsterdam

¿Por qué las obras que levantaron los romanos aún están en pie y las contemporáneas se caen tras unas décadas? Fue la cuestión que se planteó Jorge Company cuando, en 2015, decidió dar un vuelco a su vida. Con raíces financieras, su espíritu emprendedor y su pasión por el mundo comercial siempre le llevaron a preguntarse dónde había una necesidad y qué podía hacer él para solventarla. Así, tras dedicar buena parte de su vida al transporte y a la moda, cambió de rumbo.

“Me adentré en la construcción con el mármol y el granito fabricando pavimentos para la obra pública. Fue ahí cuando conocí a uno de mis actuales socios, un químico canadiense que estaba desarrollando un producto para el hormigón y que, según él, podía cambiar por completo el sector. Tras escucharle y comprender lo que me estaba contando, confié plenamente en sus palabras, sabía que era el camino”, cuenta Jorge. Fue así como nació Krystaline Technology, una empresa tecnológica que impermeabiliza el hormigón para alargar su vida, evitando de este modo que las construcciones tengan que ser rehabilitadas cada poco tiempo, sobre todo las rodeadas por grandes cantidades de humedad como las zonas costeras. Hoy, ya factura más de dos millones de euros con un crecimiento anual de entre un 30% y un 60%.

Y es que la fase de construcción, vida útil y demolición de un edificio tiene un gran impacto sobre el medio ambiente. Extracción, transporte de materiales, combustible para la maquinaria... “Queríamos reducir esto. El hormigón es poroso y el agua penetra hasta que se oxida la estructura de acero. Para evitarlo, hemos desarrollado un aditivo cementoso que se mezcla directamente con este material de construcción y hace que sea impermeable. Los romanos trabajaban mucho con sal marina; nuestra fórmula secreta está inspirada en ellos”, explica el CEO. La diferencia, según él, es que en lugar de repeler el agua, se alía con él, creando millones de cristales que tapan sus poros. ¿Esto qué quiere decir? “Que cuando el agua entra de nuevo, no tenga otra vez la filtración. Así, si de aquí a diez años volvemos a tener agua, el producto sigue funcionando”.

La empresa puso en marcha el pasado año una nueva cátedra de la mano de la Universidad Miguel Hernández (UMH), en Elche (Alicante), bajo el título ‘Eficiencia en la construcción’. Se dedican, básicamente, a investigar el alcance del producto y a analizar lo que puede aportar al sector. De hecho, la institución ha calculado que usarlo podría ahorrar 1.200 millones de euros en reparaciones de obra civil a la Comunitat Valenciana. Porque, “¿cuánto gastamos de más por no usar nuevas tecnologías y cuánto contaminamos de más por tener que recurrir a reparaciones cada poco tiempo?", se pregunta Jorge Company.

“En estos momentos participamos en un proyecto del CSIC de monitorización del hormigón para conocer su estado en cada momento, si tiene una filtración o si tiene una fisura”

Ya trabaja en 25 países, desde Londres hasta Chile o Singapur. Así, su producto forma parte de algunos 'parkings' de Hong Kong, por ejemplo, o de edificios como la sede de Booking en Ámsterdam o del rascacielos londinense ‘Consort Place’. “Comenzamos a trabajar fuera porque la tecnología era más madura”, comenta. De este modo, a pesar de su rápida expansión en estos seis años y aunque ya han realizado grandes proyectos también en España, como el llevado a cabo recientemente en el puerto de Palma de Mallorca o en un edificio de La Rambla alicantina, Jorge reconoce que una de las mayores dificultades que han tenido, precisamente, es darse a conocer en nuestro país. “El desconocimiento es generalizado, algo que no ocurre, por ejemplo, en México o en Asia. Los profesionales creen que es similar a otros productos, pero no lo es”. Por este motivo, han abierto otra puerta de la mano de la universidad: ofrecer formación audiovisual a los profesionales, clientes o proveedores a través de nanomasters.

Pero esta no ha sido la única dificultad en el camino. “Los procesos de venta se alargan demasiado en el tiempo. La venta internacional es a través de distribuidores que consiguen proyectos de construcción, y nunca son a corto plazo. Además, conseguir las certificaciones en cada territorio es lento y costoso. Por ejemplo, para entrar en Inglaterra tuvimos que desembolsar 50.000 libras y esperar 24 meses”, recuerda. Ahora, la empresa tiene entre manos objetivos ambiciosos, y uno de ellos, de hecho, es conseguir más certificaciones en otros países. “Tenemos el foco en Estados Unidos porque allí la tecnología es muy madura y puede cambiarnos el ritmo. Para asumir los costes contamos con el apoyo del Fondo Smart de Banco Santander”.

Ahora, mientras continúan trabajando en perfeccionar la formulación del producto, el I+D es otro de sus grandes focos. De hecho, en estos momentos, participan en un proyecto del CSIC de monitorización del hormigón. “La tecnología puede decirnos cuál es su estado en cada momento, si tiene una filtración o si tiene una fisura. El sector de la construcción tiende a profesionalizarse, y la tecnología es el camino”.

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