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Cristina Aristoy

“Tu modelo es una ruina”. La marca de joyas que pasó del fracaso al éxito analizando a la competencia

Hacia un futuro mejor

Tomás Muñoz y Rocío Romero

Singularu nació como un ‘marketplace’ insostenible financieramente. Hoy se ha convertido en una marca de joyas con 300.000 seguidores en Instagram, cerca de 30 tiendas físicas y 10 millones de facturación

Aunque estudió y ejerció como periodista en diferentes ámbitos como la comunicación corporativa, Paco Tormo siempre había querido emprender. Así, a sus treinta y pocos años, no dudó mucho cuando se inscribió en Demium, una incubadora que acabaría dando un giro de 180º a su vida. “Ya lo había intentado por mi cuenta. Venía de cerrar un proyecto en 2013 con dos socios orientado a los hospitales veterinarios que no salió bien, pero mi ilusión estaba intacta”, afirma el CEO y cofundador de la marca de joyas Singularu.

Solo había un inconveniente: no tenía ninguna idea clara en mente, lo único que sabía es que quería llevar las riendas de su propia empresa. “Esta incubadora te permite ir sin un proyecto en mente, vas con tus ganas de emprender y allí te ayudan a darle forma”, añade. En este camino fue donde conoció a Cristina Aristoy, CEO y cofundadora de la firma. Ella había estudiado diseño industrial y se había especializado en joyería artística; por eso decidieron tomar ese camino. No obstante, llegar hasta Singularu tal y como lo conocemos hoy en día, con más de 300.000 seguidores en Instagram y 10 millones de euros de facturación, no ha sido fácil, precisamente.

La compañía inicial arrancó en octubre de 2013. Se trataba de un ‘marketplace’ para poner en contacto a clientes con artesanos . Se podía comprar desde un mueble de madera hasta ollas, cerámica o vidrio. Solo era necesario escribir o dibujar la idea; ellos se encargaban de darle forma. “Nos inspiramos en una empresa estadounidense, pero era descabellado. A nivel logístico era un mundo. Igual movías una silla que una mesa o un florero. Muchos proyectos, además, ni se llegaban a cerrar”, lamenta Paco. Fue entonces cuando un consultor financiero les abrió los ojos: “Paco, Cristina, vuestro modelo de empresa es una ruina; es imposible que financieramente funcione”. Unas palabras “algo duras que nos costó digerir, pero que, sin duda, nos abrieron los ojos”, añade.

En marzo de 2014 empezaron a dar los siguientes pasos. Las joyas eran lo que mejor funcionaban y Cristina manejaba este campo; así que no lo dudaron: “Con ella podíamos meternos en procesos de fabricación y yo podía llevar toda la parte financiera y de marketing. Lo único que teníamos claro es que queríamos mantener muy presente la esencia de fabricar, en cierto modo, lo que la gente nos pidiera”.

Cristina comenzó así a realizar un profundo análisis de todas las joyerías españolas, aunque finalmente las redujeron a 400, descartando las que eran demasiado baratas y demasiado caras. “Empezamos a darnos cuenta de que todas las que mejor funcionaban vendían cosas muy parecidas. Fue ahí cuando sacamos el primer catálogo”, comentan los fundadores.

A pesar de que el éxito no fue inmediato, notaron el cambio: vendían una joya aproximadamente a la semana y el tráfico en la web era ligeramente más fluido. Aunque seguían estando algo desorientados y contaban con escasos recursos. Por eso, en 2015 entraron en Lanzadera, la aceleradora de Juan Roig, presidente de Mercadona. “Nos ayudó, pero seguíamos sin vender. No fue hasta 2016 cuando llegó uno de los fines de semana más maravillosos de la historia de Singularu, el Black Friday. Por entonces, no estaba tan extendido entre las empresas como ahora. Las ventas por Internet se dispararon y llegamos a los mil pedidos”, recuerda Paco. Así, poco a poco, comenzaron a crecer.

De la mano de ‘partners’ como Druni o Amazon

Lo siguiente fue dar el salto al establecimiento físico y hoy esta empresa valenciana tiene el objetivo de cerrar el año con 40 tiendas repartidas por toda España. La CEO reconoce que en esta expansión ha jugado un papel determinante Banco Santander, a través de su Fondo Smart: “Siempre han confiado en nuestro modelo de negocio y eso nos ha dado alas para seguir centrados en la parte de ‘retail’, que es nuestra preocupación a corto y medio plazo”, especifica. De hecho, en este recorrido para convertirse en “marca global de joyas” —tal y como reivindica la propia Cristina—, han abierto un total de 27 tiendas hasta el momento, a las que se suman otros ‘partners’ físicos y digitales que cuentan con espacios de venta. “Es el caso de la cadena de belleza Druni, así como de Amazon y Zalando. El objetivo es estar siempre dónde ‘nuestras chicas’ quieren que estemos”.

Cristina se refiere a sus clientas como las ‘chicas’ porque “ellas son las que consumen realmente la marca, mientras los hombres normalmente solo compran como regalo”. No obstante, más allá de quién sea el usuario final, lo cierto es que todo en Singularu está impregnado por el toque femenino: “El equipo también está compuesto por mujeres en cerca de un 90%”.

“Buscar talleres y fábricas locales, tanto en la Comunidad Valenciana como en el resto de España, nos ha permitido construir relaciones a largo plazo”

La cercanía es otro de los ingredientes de la empresa. “Buscar talleres y fábricas locales, tanto en la Comunidad Valenciana como en el resto de España, nos ha permitido construir relaciones a largo plazo”, asegura la ejecutiva, quien defiende estos lazos como “la base para aprender de todas y cada una de las etapas que constituyen el proceso de elaboración de las joyas”. En total, la compañía se nutre de 180 proveedores locales y nacionales que, gracias a la proximidad, “nos permite cerciorarnos de que existen unas condiciones de trabajo respetuosas con los empleados y, a la vez, reducir significativamente la huella de carbono”, matiza.

Cristina confirma que todas estas fábricas con las que posee acuerdos Singularu tienen el reciclaje como punto de partida: “Lo bonito del metal es que se puede reciclar en un 99%. La plata de las fábricas forma parte de un sistema que se recicla. Ahora con las tiendas tenemos la posibilidad, además, de que las chicas nos traigan los collares que no se ponen para dar a esa plata una segunda, tercera o cuarta vida”, remarca.

En esta línea, la CEO adelanta que desde Singularu trabajan para conseguir ser una compañía libre de plásticos, algo complicado cuando se habla de metales preciosos, ya que “estamos obligados a asegurar que las piezas llegan en perfecto estado hasta el comprador”. “Las joyas son muy delicadas y el contacto con determinados materiales o entornos las puede deteriorar”, precisa. Por esta razón, “estamos concluyendo una investigación que tiene por objetivo convertirnos en una propuesta totalmente ‘plastic free’, preservando a la vez todas las propiedades y cualidades de la plata que enviamos. Tenemos muy claro que este es el camino por el que queremos avanzar, y así lo haremos”, concluye Cristina.

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