El número 55 de la madrileña calle Velázquez tiene desde final de año un nuevo vecino. Al igual que Holly Golightly en Desayuno con Diamantes, los viandantes se paran frente al escaparate, curiosos por lo que están viendo al otro lado del cristal. La diferencia es que esta vez las joyas son comestibles: tartas, trufitas, postres individuales, bizcochos, ‘croissants’, palmeras, napolitanas, ‘berlisianas’… Un mostrador lleno de dulces y color; estratégicamente colocado para captar la atención de los instintos más primarios, llevándote inexorablemente al interior de Balbisiana.
Esta “empresa de tartas”, como la define su CEO y fundadora, Paula Babiano, y cuyo nombre proviene de un tipo de banana, nació en 2017 fruto del amor por la repostería, heredado de su abuelo; unas oposiciones que le llevaron a meter las manos en la masa; y una pizca de azar: “Yo por aquel entonces era abogada en Cuatrecasas. Estaba en una comida con amigos y llevé unas tartas caseras. Dio la casualidad de que había un dueño de un grupo de restauración y al probarlas, me planteó que las hiciera para sus restaurantes. Pensé: ‘¿Y por qué no?’. En este momento empecé una doble vida donde de día ejercía la abogacía y de noche iba al obrador”, recuerda Paula.
Desde entonces han pasado cinco años. Y lo que comenzó siendo un negocio de subsistencia y ‘online’ se ha convertido en una de las pastelerías más ‘instagrameables’ de la capital, con más de 70.000 seguidores entre sus filas, de la talla de las ‘influencers’ Paula Ordovás y María Pombo; o ‘celebrities’ y otros personajes reconocidos como Tamara Falcó, David Bisbal y Eva González. Solo en 2021, Paula y su equipo de 53 personas, divididos entre la tienda física, el obrador y las oficinas, vendieron unas 80.000 tartas en la Península tanto a particulares como a hostelería, logrando que sus cifras de facturación se dupliquen año tras año.
Sin embargo, esta historia de éxito también ha tenido sus luces y sombras, empezando por la propia aventura del emprendimiento: “Fue un camino bastante duro. Dejaba un trabajo estable para emprender sin un sustento económico. Durante un año estuve haciendo lo que podía: trabajos de ‘freelance’ como abogada, alquilé mi casa con Airbnb, daba clase a niños… Un poco de todo para poder vivir y pagar el alquiler”, explica la fundadora.
Además del reto de sobrevivir y salir adelante, Paula señala otros momentos clave en la vida de Balbisiana como fueron montar el obrador y encontrar financiación para ello, formar un equipo o elegir proveedores. También cosas que no salen como una espera: “En una de nuestras primeras navidades, la empresa de transportes se equivocó con las rutas y entregó los roscones de primera hora a última, y los de última a primera. Los clientes nos llamaban sin parar. Recuerdo llorar mientras repartía por todo Madrid los roscones”. Contratiempos, fallos, situaciones imposibles de predecir y controlar que resultan un desafío para cualquier emprendedor.
El canal social, su tercera fuente de ingresos
El haber nacido en un entorno puramente digital conlleva prestar atención a una serie de detalles donde el cuidado de la imagen es vital. Las redes sociales se convierten en la única ventana al mundo real, un trabajo 24/7 que no entiende de horarios y casi tan exigente como la propia restauración. Un mundo donde Balbisiana se desenvuelve como pez en el agua, con una fuerte presencia en el canal social; tanto es así que, según reconocen, supuso su tercera fuente de ingresos en 2021.
“Siempre digo que las redes sociales son nuestro escaparate”, confiesa Paula. “Para mí han sido algo fundamental, que cuidamos mucho, como toda la imagen. Dedico un día entero todas las semanas a Instagram. Al ser la cara visible, tengo que salir muchísimo y estar 100% conectada. Por un lado, esto nos beneficia, pero también es bastante duro estar todo el día pendiente”. Y esa necesidad por cuidar cada detalle se traslada al establecimiento de Velázquez, 55, donde además de la propia pastelería, los clientes pueden sentarse tranquilamente a disfrutar de un café y alguna de las delicias dulces que hacen cada mañana en el obrador de Carabanchel.
La CEO y fundadora confiesa que su buque insignia es un sueño hecho realidad, posible gracias a lo mucho que crecieron durante la pandemia y deuda que pidieron al Banco Santander, su entidad desde que comenzó el proyecto. “En esos meses vendimos más que nunca al ser un negocio digital y haber cerrado nuestra competencia. Muchos de los que nos conocieron en ese momento repitieron y se han quedado con nosotros”.
Aunque Paula ha aprendido a vivir y disfrutar del momento, sin pensar demasiado en el futuro, sí confiesa que le encantaría abrir otra tienda: “Creo que hay cabida para otra pastelería centrada en lujo en Madrid. Me haría mucha ilusión, pero quién sabe. Todavía queda mucho recorrido con esta”, concluye.