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Rebajas: trucos para comprar con cabeza y superar la cuesta de enero
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Rebajas: trucos para comprar con cabeza y superar la cuesta de enero

Te ibas a comprar unos pantalones y has salido con unos zapatos, un vestido de noche y un juego de cama. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no podemos resistir la tentación de comprar?

Foto: Lánzate a las rebajas, compra imprescindibles e impide que tu tarjeta de crédito fenezca en el intento
Lánzate a las rebajas, compra imprescindibles e impide que tu tarjeta de crédito fenezca en el intento

Llegan las rebajas y tenemos la excusa perfecta: mejor ahora, todo está tirado, ya me merezco algún capricho... Y todo eso es cierto, incluso loable, el problema es cuando sales de la tienda cargada de bolsas que contienen artículos que en su momento te parecían imprescindibles y, una vez en casa, te das cuenta de que tu existencia podría haber sido igual de dichosa sin ellos. Y lo peor son los remordimientos. Porque tu tarjeta se ha quedado temblando y te ves comiendo sobras de Navidad hasta el mes que viene.

Si te sientes identificada con esta situación, lo primero que has de saber es que no estás sola. Le pasa a mucha gente. Y eso no significa que tengas un problema de adicción a las compras, que es una patología mucho más grave. Que se te haya ido un poco la mano puede pasarle a cualquier hijo de vecino. Para que no te vuelva a ocurrir, toma buena nota de los siguientes trucos.

¿Por qué nos gusta comprar?

Aunque parezca mentira, el impulso de comprar es atávico. Cuando la última moda era vestir con taparrabos –y no existían las grandes superficies–, nuestros ancestros cazaban venados y experimentaban la satisfacción de conseguir el mejor espécimen para alimentar a su tribu. Esa sensación de felicidad es la que provocan las compras: cuando encuentras un chollo, cuando tienes algo que realmente te gusta o que te hará la vida más fácil, tu cerebro recuerda esa sensación para la que fue programado. Y estar contento por obtener algo deseado, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad orientada al consumo, no es un pecado mortal.

Se puede disfrutar de esa reconfortante sensación siempre y cuando no sea la única que nos hace estar a gusto. Mientras tengas aficiones, un grupo de amigos y familiares y otras cosas que te llenen, no hay ningún problema. En cambio, si la compra es la única forma de arrancarte una sonrisa, entonces sí que puede saltar la alarma.

¿Por qué compramos?

El ser humano tiene unas necesidades primarias, que son las biológicas (comida, abrigo...), y una vez cubiertas, creamos otras. Deseamos conseguir más cosas. Y en muchos casos, las compras se adhieren al consumo conspicuo. Este palabro, acuñado por el economista y sociólogo Thorstein Veblen hace referencia a la necesidad de comprar cosas para ganar prestigio social, para pertenecer a un grupo determinado. Y en ese saco podemos meter desde un Rolex hasta unos zapatos para ir a la oficina.

La otra razón es la felicidad que produce la compra, pero que, como ya habrás comprobado en tus propias carnes, tiene fecha de caducidad. Esto se debe a un fenómeno llamado 'adaptación hedónica', por el cual, tras un acontecimiento muy emocionante o muy terrible, solemos volver a los niveles de felicidad previos. Un experimento realizado entre personas que ganaron la lotería y otros que quedaron parapléjicos demostró que tras un año del suceso, los individuos habían vuelto a un estado de felicidad o infelicidad que tenían anteriormente. Así que es normal que tres días después de comprarte esos auriculares inalámbricos que te llenaron no experimentes la misma emoción al verlos.

¿Cómo disfrutar?

La clave está en la planificación. Eso hará que la adaptación hedónica no te juegue una mala pasada y que disfrutes aún más de la emoción. Cuanto más desees algo y estés convencida de que lo disfrutarás, más reconfortante será la compra y menos remordimientos experimentarás. Además, el proceso es también emocionante: puedes consultar con amigos y parientes, recabar opiniones de otros compradores y finalmente tomar la decisión adecuada.

Lucha contra la impulsividad, que es mala consejera. Piensa en lo que quieres conseguir, compara productos y tómate tu tiempo para pensarlo. Si compras por Internet, dedica un día a buscar el producto que quieres y decídete a comprarlo al cabo de un día o más. Las rebajas tienen un componente de urgencia, de que si no lo compras igual no lo encontrarás que da al traste con la reflexión. Así que paséate por la tienda los primeros días y decide un poco más tarde qué es lo que realmente deseas. Y, evidentemente, para que no aparezcan los remordimientos, márcate un presupuesto.

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Llegan las rebajas y tenemos la excusa perfecta: mejor ahora, todo está tirado, ya me merezco algún capricho... Y todo eso es cierto, incluso loable, el problema es cuando sales de la tienda cargada de bolsas que contienen artículos que en su momento te parecían imprescindibles y, una vez en casa, te das cuenta de que tu existencia podría haber sido igual de dichosa sin ellos. Y lo peor son los remordimientos. Porque tu tarjeta se ha quedado temblando y te ves comiendo sobras de Navidad hasta el mes que viene.

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