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Los fantasmas de Asunta
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la frontera entre la demencia y la cordura

Los fantasmas de Asunta

El psicoterapeuta y escritor analiza lo que puede ocultar las personalidades del caso de la niña asesinada en Santiago

Foto: Rosario Porto, la madre de la niña de 12 años hallada muerta en las afueras de Santiago. (Efe)
Rosario Porto, la madre de la niña de 12 años hallada muerta en las afueras de Santiago. (Efe)

Los fantasmas no se ven, se sienten”. Así titulaba la Dra. Eulalia Piñeiro una conferencia acerca de los relatos góticos de Edith Warton. Los terapeutas sabemos cuánto hay de cierto en esta frase. A pesar de que nuestra cultura audiovisual está llena de niños que ven apariciones -al estilo de El sexto sentido- en la práctica de la psicoterapia lo que vemos son niños que sienten la presencia del desequilibrio psíquico, de la desintegración mental. En la mayoría de las ocasiones, los niños asisten indefensos a este desmoronamiento que saben que puede ser peligroso para ellos.

Asunta Basterra apareció asesinada en la madrugada del domingo 22 de septiembre. Los padres habían denunciado la desaparición horas antes. Pero enseguida empezaron a despertar sospechas por su actitud y por las incongruencias de su testimonio. En cuanto se empezó a hablar de que era posible que hubieran matado a su hija, el imaginario colectivo empezó a jugar con la motivación pragmática: quizás podría tratarse de un crimen económico.

De alguna manera, eso situaría la brutal muerte de la hija en un ámbito racional en el que todos nos movemos habitualmente. Hechos constatables, planificación para cometer el delito, datos sobre problemas económicos que se pueden traducir en números…Todo esto se sitúa en el orden de lo que los psicólogos denominamos “neurótico”. Cuando nos movemos ese terreno, funcionamos en universos mentales que todos compartimos. Todo lo que pasa, incluso un crimen, es comprensible aunque no sea justificable.

Una posible paranoia

Pero, poco a poco, parece que la mezquina hipótesis monetaria se derrumba. Y con ella la idea de que el asesinato obedece a causas analizables desde la racionalidad. Entramos en el terreno de lo "psicótico”, de las cuestiones que van más allá de los hechos y la forma de ver el mundo que podemos entender todos. Si los padres de Asunta son sus asesinos, probablemente en el futuro hablemos más de paronoia, de visiones extrañas, de mentes cuya racionalidad se derrumba. Separar las dos hipótesis no será fácil, porque demencia y cordura son dos países limítrofes de fronteras sutiles y, a veces, no es fácil saber si nos encontramos en uno u otro. Quizás nos sirva, de vez en cuando, recordar el resumen que hacía Woody Allen de esta dicotomía: “Un psicótico es una persona que cree que dos y dos son cinco, un neurótico alguien que sabe que son cuatro pero no le gusta”. 

Poco tiempo antes de ser asesinada, Asunta abrió un blog. A pesar de su corta edad, hablaba en él de crímenes inexplicables, de familias felices que ven cómo se derrumba su mundo y de fantasmas que ella podía ayudar a ahuyentar. Esta niña había visto como su idílico mundo se venía abajo: la familia modelo que la había adoptado parecía hundirse. Sus abuelos habían fallecido repentinamente, sus padres se acababan de divorciar y su madre había abandonado su exitosa vida laboral y llevaba tiempo padeciendo problemas psiquiátricos. Vive con una mamá que habla de una persona que viste de negro y entra en la casa (aunque no lo denuncia) y pasea por Santiago con su papá, parando a veces a  comprar la medicación de la mujer de la que está divorciado y con la que luego se asesinaría a Asunta…   

Miedo paranoico hacia un hijo

Asunta BasterraEl Síndrome de Medea –padres que asesinan a sus hijos como medio de venganza contra su pareja o contra el mundo- proviene de una acumulación de ira y de frustraciones que hacen entrar a las personas en el terreno psicótico. Si éste fuera el caso (de hecho, es el más habitual en los casos de infanticidio cometido por los progenitores) estaríamos hablando de miedo paranoico hacia un hijo que la persona siente que le va a eclipsar, de visiones que aterrorizan a quien las padece, de noches y noches sin dormir pensando que el hijo ha sido sustituido por una especie de demonio…

Una persona en ese estado (y otra que comparte su desequilibrio o la apoya por miedo) son una combinación terrible e incomprensible desde fuera. Deberíamos admitir que suceden cosas terribles causadas por mentes psicóticas que somos incapaces de comprender. El anhelo por analizar todo desde un punto de vista neurótico, lógico, es muy humano. Pero nuestra mente es muy vulnerable cuando no admite que hay mentes que no comprendemos.      

*Luis Muiño es psicoterapeuta y escritor.

Los fantasmas no se ven, se sienten”. Así titulaba la Dra. Eulalia Piñeiro una conferencia acerca de los relatos góticos de Edith Warton. Los terapeutas sabemos cuánto hay de cierto en esta frase. A pesar de que nuestra cultura audiovisual está llena de niños que ven apariciones -al estilo de El sexto sentido- en la práctica de la psicoterapia lo que vemos son niños que sienten la presencia del desequilibrio psíquico, de la desintegración mental. En la mayoría de las ocasiones, los niños asisten indefensos a este desmoronamiento que saben que puede ser peligroso para ellos.

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