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Reaparece Sabina: del marajal al inmenso carajal
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Graciano Palomo

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Reaparece Sabina: del marajal al inmenso carajal

Alguien me recuerda ipso facto que lo más inverosímil puede suceder y, de hecho, sucede en España cuyas calles van camino de emular las algaradas de Atenas

Foto: Joaquín Sabina. (EFE)
Joaquín Sabina. (EFE)

El ganador está depre; el perdedor dispara salvas y confetis por cuenta ajena. Los que pueden no quieren y los que quieren exigen sillones y coches oficiales. Pierre Moscovici, el duro del socialismo francés, exige a Madrid un recorte de 8.000 millones al nuevo gobierno, mientras los de la caverna catalana no respetan el stop sino que, muy al contrario, observan un Estado en almoneda y se lanza en tromba con la felonía que les caracteriza.

¡La leche! Alguien me recuerda ipso facto que lo más inverosímil puede suceder y, de hecho, sucede en España cuyas calles van camino de emular las algaradas de Atenas, eso sí, sin lápidas que recuerden la reciente historia del país.

Nadie se escapa a la pira a la que los dirigentes de la vieja España son tan aficionados y que, indefectiblemente, aparece cada ocho o diez décadas. Hasta el punto de que el prudente y alucinado Rey Felipe VI tiene que dejar a un lado su principal rol institucional -vender España en el exterior- para ir con la manguera doméstica desde Finisterre al Cabo de Palos pasando indefectiblemente por Palafrugell. ¡Carajo!

La alcaldesa de Madrid, o lo que resulte, le quita la placa a Enrique de la Mata, un ministro colaborador de Adolfo Suárez que fue clave en los primeros instantes de la Transición y que persiguió a los asesinos de sus compañeros del PCE en el bufete de Atocha. El ya ajado Jorge Verstrynge -el derecho a la evolución no se le puede negar a nadie- recomienda a Podemos llegar a un acuerdo imposible con Ciudadanos como si el centro y la moderación se pudieran casar con los radicalismos. ¡Vivir para ver!

Y el último en aparecer en escena blandiendo guitarra en ristre no es otro que el andaluz Joaquín Sabina, un fenómeno donde los haya, arremetiendo sin piedad ni bombín, por una vez con toda razón, contra el “dúo de los sillones”, léase Sánchez&Iglesias. Todo para descubrir que los políticos españoles no están a la altura del pueblo que presentan, ni a la madre que los trajo. Ya sólo falta que hable José Tomás. ¡Pinche México!

¡Unámonos entusiastas y confiados al festín!

El ganador está depre; el perdedor dispara salvas y confetis por cuenta ajena. Los que pueden no quieren y los que quieren exigen sillones y coches oficiales. Pierre Moscovici, el duro del socialismo francés, exige a Madrid un recorte de 8.000 millones al nuevo gobierno, mientras los de la caverna catalana no respetan el stop sino que, muy al contrario, observan un Estado en almoneda y se lanza en tromba con la felonía que les caracteriza.

Joaquín Sabina