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Mario Fernández, mucho político para tan poco PNV
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Mario Fernández, mucho político para tan poco PNV

La huella del exvicelendarkari merecerá un capítulo porque fue renacentista: estuvo en la Universidad, en la abogacía, en el Gobierno y en la banca. Un hombre excesivo para los estándares (escasos) de brillantez del nacionalismo vasco

Foto: Mario Fernández, en una imagen de archivo. (EFE/David Aguilar)
Mario Fernández, en una imagen de archivo. (EFE/David Aguilar)
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Era un tipo juvenil, un tanto altanero, competente. Mario Fernández, fallecido este martes, fue mi profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de Deusto y le recuerdo con respeto. Los exámenes orales resultaban con él un auténtico dolor. Jugueteaba con el mechero mientras escuchaba distraídamente la perorata. Al terminar la respuesta, soltaba: “Más, dígame más”. En esa exhortación había algo de crueldad. A él siempre le gustó que le temiesen y no apreció especialmente que le amasen. Pero nadie está en condiciones de discutirle que fue un gran profesor, un magnífico abogado y, a la postre, un buen político que terminó injustamente descabalgado de la presidencia de Kutxabank por su propio partido, el PNV. Le perdió un episodio de conmiseración hacia un exdelegado del Gobierno en el País Vasco, amenazado por ETA, al que favoreció con un viático para su subsistencia, pero poco regular. Los nacionalistas de pata negra no se lo perdonaron y le amargaron la vida. Se retiró y se apagó.

Pero su trayectoria vital fue importante para el País Vasco. Acompañó al primer lehendakari del Gobierno, Carlos Garaikoetxea, asumiendo las funciones de la vicepresidencia. Peleó las transferencias, no rehuyó ningún debate ni controversia, fue uno de los protagonistas de la refriega en el Banco Bilbao Vizcaya junto a Pedro Luis Uriarte y Emilio Ybarra que le quisieron en la entidad porque todo lo jurídico mercantil carecía de secretos para él. No pudo con Francisco González que les tendió una trampa para elefantes y cayeron en ella. Inexplicable en el profesor.

Foto: El expresidente de Kutxabank, Mario Fernández. (EFE/David Aguilar)

Luego regresó a la abogacía en el ‘nuevo’ Bilbao y de ahí a la banca pública vasca -las ‘kutxas’- a las que vigilaba y vigila el EBB del PNV con inquisitiva mirada. Mario Fernández se le resistió al nacionalismo en el que él militó con increencia demasiado notoria. Ácido en sus críticas, desafiante con los adversarios, rápido en las respuestas, pudo ser incluso más de lo que fue. En su tiempo, un Fernández no podía, como ahora, ser un Pradales. El puñetero y maníaco etnicismo identitario. Será recordado por un colosal debate en televisión el 21 de octubre de 1981 sobre la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA) en el que vapuleó a Rodolfo Martin Villa. Hizo historia en el género.

Muchos de quienes le conocimos, y a quienes nos enseñó en Deusto con ese otro gran maestro que hace poco también se fue, Ricardo de Ángel, su amigo, pensamos que Mario Fernández era demasiado Mario Fernández para un partido que busca una soportable medianía colectiva y aguanta mal las excelencias. Y Fernández fue tan excelente como, acaso, poco simpático, un detalle sobreestimado en la personalidad de los tipos de valía. Cuando se escriba la historia que aún no se ha contado de los últimos treinta años en el País Vasco, la huella del exvicelendarkari Fernández merecerá un capítulo porque fue renacentista: estuvo en la Universidad, en la abogacía, en el Gobierno y en la banca. Un hombre excesivo para los estándares (escasos) de brillantez del nacionalismo vasco. Descanse en paz.

Era un tipo juvenil, un tanto altanero, competente. Mario Fernández, fallecido este martes, fue mi profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de Deusto y le recuerdo con respeto. Los exámenes orales resultaban con él un auténtico dolor. Jugueteaba con el mechero mientras escuchaba distraídamente la perorata. Al terminar la respuesta, soltaba: “Más, dígame más”. En esa exhortación había algo de crueldad. A él siempre le gustó que le temiesen y no apreció especialmente que le amasen. Pero nadie está en condiciones de discutirle que fue un gran profesor, un magnífico abogado y, a la postre, un buen político que terminó injustamente descabalgado de la presidencia de Kutxabank por su propio partido, el PNV. Le perdió un episodio de conmiseración hacia un exdelegado del Gobierno en el País Vasco, amenazado por ETA, al que favoreció con un viático para su subsistencia, pero poco regular. Los nacionalistas de pata negra no se lo perdonaron y le amargaron la vida. Se retiró y se apagó.

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