Chillida contra la Ley de Costas: tres iconos de San Sebastián piden clemencia a Teresa Ribera
El Ayuntamiento reclama la prórroga de dos concesiones para que el club de tenis y el balneario de La Perla puedan seguir desarrollando su actividad. También están pendientes las obras de rehabilitación de 'El Peine del Viento'
Eduardo Chillida regaló a su ciudad, San Sebastián, la que ha acabado convirtiéndose en su escultura más icónica: el Peine del Viento. La obra, compuesta por tres piezas de acero de 10 toneladas de peso cada una, remata el extremo izquierdo de la bahía de La Concha. Y ahora, 46 años después de su instalación, ha mutado en el símbolo de la pugna que mantiene el Ayuntamiento guipuzcoano con el Ministerio de Transición Ecológica para sortear los rigores de la Ley de Costas. Dos espacios del litoral donostiarra que ocupan el dominio público marítimo-terrestre llevan con su concesión caducada desde 2018 y en el Consistorio temen que el ministerio de Teresa Ribera termine por prohibir los usos que hasta ahora se venían desarrollando.
No son dos lugares cualquiera, son dos iconos: el Real Club Tenis de San Sebastián, inaugurado en 1906, junto a la playa de Ondarreta ―comparte ámbito con el Peine del Viento, de ahí que el conjunto escultórico también esté afectado―, y el edificio de La Perla, en la playa de la Concha, también centenario y símbolo de aquella ciudad que se convirtió en el lugar de veraneo de la realeza y nobleza española a principios del siglo XX.
"No concibo, ni quiero pensar, por un momento, en que el Gobierno de España, a través de la Dirección de Costas, nos obligara a tener que cerrar La Perla, el Tenis o el conjunto del Peine del Viento", advirtió el alcalde de San Sebastián, Eneko Goia (PNV), a mediados de mes, tras anunciar que el Consistorio ha interpuesto dos recursos en la Audiencia Nacional para forzar que el Ministerio de Transición Ecológica acepte una prórroga de las concesiones ―se otorgaron hace 100 años― y no exija una nueva solicitud. Puede parecer una diferencia nimia, pero si, finalmente, el Ayuntamiento tiene que pedir una nueva, los usos deberán adecuarse a la actual ley, que establece que solo se pueden desarrollar actividades ligadas al mar o que, por su vinculación al medio marino, no sea posible su ubicación en otro lugar. ¿Cumple con esos requisitos el club de tenis, el restaurante de La Perla o la discoteca con la que comparte espacio?
―La [concesión] del club de tenis sería la más complicada, reconocen fuentes del Ministerio de Transición Ecología a El Confidencial que dejan entrever que en ningún caso habría problemas con el Peine del Viento.
―¿Os planteáis el cierre del tenis?
―Hasta que no se pronuncie la Audiencia Nacional, no vamos a avanzar escenarios.
¿Qué pasará con La Perla y el tenis?
La Ley de Costas de 1988 no contempla ninguna prórroga, pero la de 2013 sí. En concreto, prevé la posibilidad de alargar aquellas concesiones que se otorgaron antes de los años 80. Y es la norma a la que se agarra el Ayuntamiento de San Sebastián, en contra del criterio del ministerio. El Consistorio inició el trámite para solicitar las correspondientes prórrogas en 2017, un año antes de que expirasen, y, en 2020, Transición Ecológica anticipó su postura: debían ser denegadas para solicitar unas nuevas. La Dirección de Costas todavía no ha dictado una resolución expresa, por lo que "la solicitud ha de entenderse desestimada", según fuentes municipales. Por eso la última bala del Ayuntamiento ha sido presentar dos recursos ante la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, para que sean los tribunales los que dictaminen quién tiene razón. Hasta entonces, el Peine del Viento, el club deportivo y el balneario se encuentran en un limbo jurídico.
Tanto el edificio que alberga el club de tenis como La Perla son públicos, pero su explotación depende de diversas empresas adjudicatarias. El inmueble que acoge el centro de talasoterapia también alberga otras actividades ―un restaurante, un bar y una discoteca―, que serían, según apuntan fuentes municipales, las que pueden desaparecer si finalmente se impone el criterio de Transición Ecológica. En el Ayuntamiento creen que el spa se salvaría por ser una actividad vinculada al mar, pero hasta conocer el fallo de la Audiencia Nacional todo son especulaciones.
"Nosotros estamos tranquilos. El club está totalmente ligado al mar. Ofrecemos actividades de kayak, paddle surf, piragua… Nos gustaría estar en una situación con todo regulado, pero no vemos ningún sentido en no seguir aquí", defiende Patricia Rodríguez, gerente del Real Club de Tenis de San Sebastián. Está segura de que las instalaciones, "una institución centenaria en la ciudad", nunca se cerrarán. "Quizás alrededor del club hay un cliché y una imagen que no es la que se corresponde con la realidad. Los precios son asequibles y no se pagan cuotas", argumenta para justificar lo que considera un servicio público.
Resulta paradójico leer cómo se instaló la entidad en Ondarreta. Una Real Orden concedió a principios del siglo XX al Ayuntamiento de San Sebastián un terraplén junto a la playa. En el espacio debían levantarse jardines y campos de tenis y, si fue posible, fue gracias a las negociaciones que el entonces alcalde, José Elosegui, mantuvo con diferentes ministerios, entre ellos el de la Marina. Lo que un ministerio concedió hace más de 100 años podría quitarlo ahora otro.
¿Qué pasará con el Peine del Viento?
De forma paralela, el Ayuntamiento donostiarra ha iniciado el trámite para que el espacio en el que se levanta el Peine del Viento, a los pies del monte Igeldo, constituya un ámbito diferenciado del club de tenis. Fue un requisito, de hecho, del Ministerio de Transición Ecológica para autorizar unas obras de rehabilitación, que se han ido retrasando por la caducidad de la concesión y que todavía están pendientes. Y, aunque fuentes del Departamento dejan entrever que el conjunto no está, ni mucho menos, en cuestión, aunque se haya visto envuelto en la pugna entre ambas administraciones, el retraso de los trabajos ha supuesto un quebradero de cabeza para los herederos de Chillida y de Luis Peña Ganchegui, el arquitecto que diseñó el espacio que acoge la escultura.
Hace unos años se levantaron unos muretes para contener la ladera tras unos desprendimientos y ya deberían haberse retirado, también se tendría que haber acondicionado el espacio para hacerlo accesible a personas minusválidas, entre otros trabajos.
"¿Por qué ha sido un procedimiento tan largo?", se pregunta Rocío Peña, hija del arquitecto. "Nunca ha habido ninguna duda, el problema ha sido la lentitud de las dos administraciones", apunta en referencia a los farragosos trámites para crear el ámbito específico del Peine del Viento. "Lo importante es que esté en vías de solución", defiende a El Confidencial Luis Chillida, hijo del escultor. El deseo de la familia era que todo estuviese listo el próximo 10 de enero, día en el que el escultor hubiese cumplido 100 años y dar así el pistoletazo de salida a la celebración del Año Chillida. No será posible, "porque los plazos administrativos no son tan sencillos y habrá que sacar la licitación", concede el hijo, que simplemente espera que todo haya terminado en algún momento del próximo año.
Eduardo Chillida regaló a su ciudad, San Sebastián, la que ha acabado convirtiéndose en su escultura más icónica: el Peine del Viento. La obra, compuesta por tres piezas de acero de 10 toneladas de peso cada una, remata el extremo izquierdo de la bahía de La Concha. Y ahora, 46 años después de su instalación, ha mutado en el símbolo de la pugna que mantiene el Ayuntamiento guipuzcoano con el Ministerio de Transición Ecológica para sortear los rigores de la Ley de Costas. Dos espacios del litoral donostiarra que ocupan el dominio público marítimo-terrestre llevan con su concesión caducada desde 2018 y en el Consistorio temen que el ministerio de Teresa Ribera termine por prohibir los usos que hasta ahora se venían desarrollando.
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