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Euskadi no es más antigitana que los demás, se atreve a preguntar
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Rechazo "estructural"

Euskadi no es más antigitana que los demás, se atreve a preguntar

El Gobierno vasco ha presentado un barómetro sobre percepciones y actitudes hacia las personas gitanas que arroja "una dura fotografía", según la Consejería de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales

Foto: Manifestación convocada por diversas asociaciones de gitanos contra las actitudes racistas hacia esta minoría étnica. (EFE/Archivo/J.J. Guillén)
Manifestación convocada por diversas asociaciones de gitanos contra las actitudes racistas hacia esta minoría étnica. (EFE/Archivo/J.J. Guillén)

Aunque no ocupe tantos titulares como otros ismos, el antigitanismo sigue siendo un gran elefante en la habitación en España. El Gobierno vasco ha publicado recientemente un estudio que trata de poner las bases para acabar con este tipo específico de discriminación. A través de Ikuspegi, el Observatorio Vasco de la Inmigración, ha analizado las percepciones y actitudes hacia las personas de etnia gitana. El resultado no es demasiado halagüeño. Para Beatriz Artolazabal, consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Ejecutivo autonómico, supone “una dura fotografía” y la constatación de que en Euskadi “el antigitanismo es estructural”. La pregunta que surge entonces es la siguiente: ¿son los vascos más antigitanos que el resto de los españoles? A tenor de los pocos estudios que hay al respecto, no lo parece. El problema radica precisamente en lo inusuales que son este tipo de estudios, que no se limitan a recopilar casos de denuncias de discriminación, sino que analizan las percepciones y actitudes hacia esta población. Algo relevante, puesto que es el paso previo a acciones discriminatorias.

El CIS no ha preguntado por las actitudes hacia la población de etnia gitana desde 2017. Lo hizo en el estudio Actitudes hacia la inmigración, con dos preguntas sobre tipos de relación con personas gitanas y sobre su presencia en diferentes ámbitos. Hay también algunos estudios que analizan las percepciones en determinados grupos, como los jóvenes, pero siguen siendo poco habituales. Y sin analizar estas actitudes, es difícil poner medidas para corregirlas. Lo decía en la presentación del estudio Gorka Moreno, vicerrector del Campus de Bizkaia de la Universidad del País Vasco, señalando que las investigaciones en este campo “son escasas y limitadas”. Sin embargo, las considera “imprescindibles” para entender mejor este fenómeno y poder hacer frente a la desigualdad en nuestra sociedad.

Desconocimiento a varios niveles

Una de las conclusiones que nos permite sacar este barómetro elaborado por Ikuspegi es que existe un importante desconocimiento acerca de la población gitana. La mayoría de la población vasca (el 68,7% de los encuestados) no tiene ningún amigo ni conocido gitano. Resulta interesante comparar este dato con el de la población inmigrante. Cuatro de cada 10 encuestados tienen bastante relación con personas de origen extranjero y solo un 15,5% dice no conocer a ninguna persona de este origen. A pesar de que hay constancia de presencia gitana en Euskadi desde hace más de 500 años, siguen siendo grandes desconocidos.

Foto: Matteo Salvini, en un campamento de gitanos. (EFE)

Si nos fijamos en los datos del CIS, por más que haya pasado bastante tiempo, podemos observar que en el conjunto del país el porcentaje de personas que no tienen amigos gitanos asciende al 77%. Eso sí, aquí no se empleó la fórmula “amigos o conocidos”, lo que hace que las cifras no sean exactamente trasladables. Ese estudio nos ofrece también datos de Andalucía, una de las comunidades con mayor porcentaje de población de esta etnia. Algo que se nota en la convivencia. Allí, el porcentaje de personas que no tienen amigos gitanos es inferior a Euskadi y al conjunto de España (61,2%).

Uno de los principales problemas a la hora de analizar las problemáticas que enfrentan las personas gitanas reside en que no hay cifras claras sobre esta población. En el conjunto del país, se estima que suponen el 1,57% del total de la población, con comunidades como Andalucía donde ese porcentaje se elevaría hasta el 6%. En el caso vasco, se estima que hay unas 15.000 personas (algunas asociaciones en defensa del pueblo gitano sitúan esas cifras por encima de las 20.000). Sin embargo, como reconoce la propia consejera Artolazabal, no hay datos oficiales, puesto que legalmente no se pueden hacer censos étnicos.

A pesar de ser un pueblo cuya presencia en Euskadi data de siglos atrás, la discriminación y el desconocimiento perviven. Los gitanos vascos cuentan incluso con su propio idioma, el erromintxela. Una lengua que apenas se habla en la actualidad, pero que da cuenta del arraigo en el País Vasco. Un dialecto del romaní con una profunda influencia del euskera. Y este, como casi todo lo que tenga que ver con el euskera, ha generado investigaciones académicas en Euskadi. Pero su estudio no es algo nuevo, las primeras investigaciones sobre el erromintxela datan del siglo XIX y posteriormente se han realizado diversos estudios, incluidos los impulsados por Euskaltzaindia, la Academia de la Lengua Vasca. El pasado año, EH Bildu llevó el erromintxela al Congreso de los Diputados y su portavoz, Mertxe Aizpurua, leyó en la Cámara el poema "Kama-Goli", de Jon Mirande. Lo hizo, por cierto, cuando se debatía la inclusión del antigitanismo como delito en el Código Penal, una propuesta que finalmente salió adelante con el voto favorable de todos los grupos parlamentarios salvo Vox.

Foto: Maria José y Carmen durante la entrevista celebrada este miércoles en Madrid (M.Z.)

Incluso ha habido quienes han querido llevar este vínculo del pueblo gitano con Euskadi al terreno futbolístico (algo que siempre suele funcionar por estos lares). Por internet, abundan las listas de futbolistas de ascendencia gitana y no suele faltar en esas listas el nombre de Telmo Zarra, figura histórica del Athletic Club. Sin embargo, no está de más hacer notar que ninguna de las investigaciones que se han realizado al respecto han logrado confirmar ese vínculo, y todo hace indicar que se trata de una equivocación que nace de su segundo apellido, Montoya, común entre la población gitana.

Lo que revela este barómetro sobre las actitudes hacia la población gitana no sorprende. Va en la línea de lo que ya se había analizado antes. En 2020, otra encuesta de Ikuspegi señalaba que eran el grupo que más “incomodidad” generaba en la población vasca a la hora de convivir. Para promover la igualdad y mejorar la situación del pueblo gitano en Euskadi, el Gobierno vasco lanzó la pasada primavera la Estrategia Vasca con el Pueblo Gitano 2022-2026. Un plan con 70 acciones con especial énfasis en educación, salud, vivienda, inclusión social y también poniendo un foco especial en la igualdad de mujeres y hombres en este colectivo. El Ejecutivo regional también se ha comprometido a que la lucha contra el antigitanismo sea uno de los ejes del Anteproyecto de la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, que pretende sacar adelante en 2023.

Una situación que no mejora

Si bien estudios como el planteado por el Gobierno vasco, que se fija en la percepción de la discriminación, no son habituales, sí que se reportan anualmente los casos de discriminación contra personas gitanas. Es lo que hace Secretariado Gitano, que lucha por terminar con la discriminación de este colectivo. En su último informe, publicado a finales de 2022, daba cuenta del aumento de casos en la educación, la salud y la vivienda en toda España. El informe mostraba 554 casos, 190 más que en el ejercicio anterior. Algunos de los casos allí recogidos, como los problemas en el acceso a la vivienda, encajan perfectamente con lo reflejado en el barómetro de Ikuspegi. Si un 40% no alquilaría una vivienda a una persona gitana, no es de extrañar que se produzcan casos de discriminación. Una situación similar a la que se da cuando se pregunta si se tienen conocidos de etnia gitana. Si un porcentaje tan considerable de los encuestados no está dispuesto a vivir en un barrio en el que vivan gitanos, difícilmente conocerá a alguno.

Foto: Un niño llora tras un incendio en un campo de refugiados en la ciudad de Podgorica. (EFE)

Unos problemas en el acceso a la vivienda que ya resultaban evidentes en los datos del CIS de 2017. Incluso la cifra de personas que no alquilaría una vivienda a una persona gitana era más elevada que lo recogido estos días por Ikuspegi. Y en este caso, con bastante diferencia. En el conjunto de España se elevaba por encima del 60% y en Andalucía, a pesar de que dejaba números más optimistas en otros apartados, se iba por encima del 55%.

La consejera Beatriz Artolazabal señaló en la presentación del barómetro que los vascos son “conscientes de la situación de discriminación e insuficiente integración que sufre la población gitana” y que esa consciencia servirá para frenar ese y otros tipos de discriminación. Sin embargo, el propio estudio revela que a pesar de ser conscientes, muchos todavía participan de esa discriminación. Aunque más del 60% considera que las personas de etnia gitana se enfrentan a bastante o mucha discriminación cuando intentan acceder a una vivienda, solo el 50% se muestra completamente predispuesto a alquilar un piso a una persona gitana. Y aunque mayoritariamente se percibe que es un colectivo discriminado cuando intenta acceder al mercado laboral, es también el grupo al que un mayor porcentaje de encuestados trataría de evitar (16,9%) o directamente rechazaría (10%) contratar.

Foto: Imagen del vídeo de la campaña #YoNoSoyTrapacero

El informe deja entrever también una llamativa situación: cuanto más hipotética es la pregunta, más positiva es la respuesta. El 60% de los encuestados vería con buenos ojos que una persona gitana ocupase el cargo de lendakari y solo un 12% vería mal o muy mal esta posibilidad. La cuestión es que no hay ni una persona gitana ocupando un cargo de importancia en ninguno de los partidos con opciones de gobernar (aquí también habría que asumir que existe más de un partido con opciones reales de gobernar, cosa que la demoscopia no deja tan clara). También hay una mayoría de personas, más del 80%, que ve bien o muy bien que sus hijos tengan compañeros de colegio gitanos. Pero con la alta segregación escolar que existe en Euskadi, esta no es una posibilidad demasiado realista para la mayoría de los padres.

Y cuando las preguntas tratan de casos menos hipotéticos, las respuestas ya no son tan abrumadoramente positivas. Es más probable que una persona gitana quiera alquilar tu vivienda a que llegue a lendakari, y las respuestas ahí ya cambian. Lo mismo sucede cuando se pregunta sobre la comodidad con que los hijos (reales o hipotéticos) tengan una relación sentimental con alguien de esta etnia. Este es el grupo donde el grado de comodidad es menor de todos los recogidos en el estudio.

El Gobierno autonómico ha planteado también un índice para poder monitorear los avances en esta materia, el Índice vasco de apertura hacia la población gitana 2022. En esta primera edición se sitúa en 54,36 puntos sobre 100. Sin embargo, el hecho de que no abunden propuestas similares en otras comunidades dificulta comparar cifras (y a su vez, estudiar de forma sistemática qué políticas son más efectivas para poner freno a este tipo de discriminación). Veremos si todo lo propuesto sirve para mejorar. Después de años de esfuerzos, la mejora no se percibe, más de la mitad de los encuestados creen que las relaciones entre el pueblo gitano y el resto de la población no han mejorado. Y lo que es más preocupante, el antigitanismo pervive en las nuevas generaciones. Otro trabajo del Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud, de la Fundación FAD Juventud, con las opiniones de 1.200 jóvenes de entre 15 y 29 años, a finales del pasado año, revela que un 24% de los jóvenes no querría tener vecinos de etnia gitana. De hecho, son el grupo más rechazado en esa encuesta. Queda mucho trabajo por hacer.

Aunque no ocupe tantos titulares como otros ismos, el antigitanismo sigue siendo un gran elefante en la habitación en España. El Gobierno vasco ha publicado recientemente un estudio que trata de poner las bases para acabar con este tipo específico de discriminación. A través de Ikuspegi, el Observatorio Vasco de la Inmigración, ha analizado las percepciones y actitudes hacia las personas de etnia gitana. El resultado no es demasiado halagüeño. Para Beatriz Artolazabal, consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Ejecutivo autonómico, supone “una dura fotografía” y la constatación de que en Euskadi “el antigitanismo es estructural”. La pregunta que surge entonces es la siguiente: ¿son los vascos más antigitanos que el resto de los españoles? A tenor de los pocos estudios que hay al respecto, no lo parece. El problema radica precisamente en lo inusuales que son este tipo de estudios, que no se limitan a recopilar casos de denuncias de discriminación, sino que analizan las percepciones y actitudes hacia esta población. Algo relevante, puesto que es el paso previo a acciones discriminatorias.

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