Una bala, un cómic para su hijo, una carta de Aznar y una despedida al "Ordóñez asesino"
La muestra sobre Ordóñez reúne 300 objetos personales, imágenes y material político que buscan "conmover" e "interpelar" al visitante sobre "un rebelde que puso voz donde solo había silencio"
El periodista Iñigo Urrutia no recuerda con precisión la fecha —“pudo ser hacia 1988 o 1989”—, pero sí tiene grabado a fuego lo que para Gregorio Ordóñez no pasaba de ser una ‘anécdota’ más. Como cronista de la actividad municipal en el 'Diario Vasco', Urrutia se encontraba en el ayuntamiento con el concejal del PP cuando este abrió el casillero que tenían los ediles en el pasillo donde su ubicaban los despachos de los partidos y sacó una bala. El dirigente popular ni se inmutó. “Toma, para ti”, se la entregó al periodista con total naturalidad, como si nada, ante su estupefacción. Era una bala más de las que se encontraba todos los lunes en su casillero dentro del extenso listado de amenazas de todo tipo que recibía de forma permanente de ETA y su entorno, entre ellas, llamadas de teléfono a casa.
Esa bala forma parte de la exposición 'Gregorio Ordóñez, la vida posible' que la fundación que lleva su nombre ha organizado en el Palacio Miramar de San Sebastián para mostrar la trayectoria política y vital del dirigente del PP con motivo del 25 aniversario de su asesinato. La bala no cambió nada en su quehacer diario. Como tampoco nada ha cambiado —defiende su viuda, Ana Iríbar— desde el crimen en términos políticos, ya que aún está pendiente de llegar el aislamiento político y social del brazo político de ETA que su marido priorizaba con tono “alto y claro”, lo que llevó a la banda terrorista a silenciar su voz.
Pero también la fotografía visual del 23 de enero de 2020 se asemeja mucho a la instantánea de aquel 23 de enero de 1995 en el bar La Cepa de la Parte Vieja donostiarra, cuando a eso de las tres de la tarde un terrorista acabó de un disparo en la nuca con la vida de Ordóñez cuando almorzaba junto a sus compañeros María San Gil y Kote Villar. Al igual que entonces, la lluvia se hace notar en la ciudad, antes para despedir a un político llamado a ser alcalde de San Sebastián y que trascendía las siglas del PP a nivel municipal, y ahora para acompañar a Ordóñez en el resurgir de su voz.
Pero no solo el ambiente exterior evoca aquel asesinato, que vuelve a escena en su misma esencia en el Palacio Miramar 25 años después con el maletín personal que portaba Ordóñez y con los objetos hallados en su interior, cuando el sanguinario etarra Txapote segó su vida. Dentro está el Ordóñez político, con la agenda de trabajo, el teléfono móvil que utilizaba y recortes de periódicos con las encuestas electorales de cara a las elecciones municipales de mayo de 1995, pero también el Ordóñez familiar, con la fotografía de su hijo y su mujer presidiendo la cartera o el cómic ‘La historia de la tamborrada’, que nunca llegó a entregar a su pequeño de, por aquel entonces, 14 meses.
El maletín y los objetos que había en su interior, la bala encontrada en el casillero municipal, buscan trasladar al visitante al momento del atentado dentro de una exposición que está concebida no solo para poner de manifiesto la biografía política y la personalidad de Ordóñez, con su forma de ver la vida, sino para “conmover” e “interpelar” a los ciudadanos por los valores que defendió, tanto a aquellos que le conocieron en vida como a los que no. La comisaria de la muestra, la joven María Jiménez, nunca tuvo contacto con el que era teniente de alcalde de San Sebastián y parlamentario vasco en el momento de su asesinato, pero se emociona al hablar de su figura. Y no solo porque haya trabajado mano a mano con su hermana, Consuelo Ordóñez, dentro del colectivo de víctimas del terrorismo del País Vasco, Covite.
La comisaria de la muestra, la joven María Jiménez, no conoció a Gregorio Ordóñez en vida, pero se emociona al hablar de su figura
Tener ante sí el maletín tal cual fue recogido de La Cepa tras el atentado le impresiona. Tampoco puede evitar María San Gil que un escalofrío recorra su cuerpo ante lo que ven sus ojos, por mucho que pase el tiempo. “Hay personas que marcan tu vida de manera indeleble por su personalidad, fuerza, entusiasmo y ejemplo. Gregorio ha sido una de ellas, por eso su esencia es para siempre”, habla la expresidenta del PP vasco desde las palabras que gritan en la sala que da cuenta del asesinato.
En este recorrido por el antes, el momento del asesinato y el después a través de fotografías y portadas de los periódicos, no faltan imágenes de las pintadas con el “Ordóñez asesino” y “Ordóñez fascista y español” con que ETA y su entorno celebró, a modo de despedida, el asesinato de quien les puso contra las cuerdas. También está el “Gora ETA” que descansa sobre la memoria del dirigente del PP en uno de los tres ataques del mundo radical contra su tumba.
La repulsa por el atentado se manifiesta con algunos de los miles de telegramas de condolencias recibidos por su viuda los días posteriores al asesinato, procedentes de personas anónimas, víctimas de ETA y representantes políticos e institucionales. Ahí está, por ejemplo, la carta escrita a mano con la que el entonces presidente del PP, José María Aznar, se despidió de la persona a la que había arropado en la presentación de su candidatura a la alcaldía de San Sebastián tan solo cuatro días antes del asesinato. “Muchas gracias, presidente, muchas gracias por venir, me habías repetido una docena de veces”, comienza Aznar la misiva, evocando las palabras que le había trasladado unos días antes Ordóñez.
“No soy más que uno de los cientos de miles de vascos y millones de españoles que hemos llorado el asesinato de Goyo (…) Puedes tener la seguridad de que el dolor, el asco y la repugnancia infinita que todos sentimos son reales e imperecederos”, solloza en una “carta a su hermano Gregorio” el histórico dirigente socialista Fernando Múgica, antes de que, un año después, también fuera silenciado por ETA. La suya es uno de los miles de despedidas que la viuda de Ordóñez recibió a consecuencia de una conmoción social que hizo que en la oficina central de Correos en Madrid se acumularan varias sacas repletas de misivas.
Son cerca de 300 objetos personales, imágenes y material de campañas electorales que conviven con testimonios audiovisuales elaborados por Iñaki Arteta. Hay relatos de voz de periodistas locales, recorridos visuales por la historia de esa San Sebastián que tanto amaba Ordóñez y extractos de declaraciones de Gregorio en su vida política. Sobresale un debate electoral a tres que unió en ETB a Ordóñez con el parlamentario socialista Fernando Buesa y el hoy todavía dirigente del PNV Joseba Egibar. Poco después, dos de estas voces fueron apagadas por ETA.
“Este era el ambiente de todos los fines de semana en la ciudad”, relata Iríbar señalando una imagen de unos incidentes violentos en la ciudad a principios de los noventa. La violencia de finales de siglo alcanzaba también a quienes se rebelaron ante el silencio de gran parte de la sociedad vasca para mostrar su rechazo a ETA con el lazo azul. “ETA, mátalos. Los asesinos llevan lazo azul”, clama una fotografía que ilustra una de las pintadas de los radicales contra este movimiento en la calle. “Sé que hay dirigentes de HB que están deseando la muerte de mis amigos y la mía”, habla Ordóñez desde su escaño del Parlamento vasco, sentado junto a la representante de Herri Batasuna Begoña Arredondo. A su lado, otras imágenes dan cuenta de la presencia del logotipo de ETA en mítines de su brazo político durante la época política de Ordóñez. Entre las instantáneas, Iríbar se detiene igualmente ante la de un joven Ordóñez con 24 años en el momento de lograr el cargo de concejal tras las elecciones de junio de 1983.
El recorrido finaliza (o acaba, según se mire) con el álbum fotográfico familiar, con imágenes de su infancia en Venezuela y San Sebastián, instantáneas de los días previos a su asesinato —entre ellas, su participación con la tamborrada El Sauce el 20 de enero durante la fiesta de San Sebastián—, cartas que escribió a Iríbar durante su noviazgo, en las que le profesaba su amor, e incluso recortes de periódicos con los 'pinitos' que hizo Ordóñez en el mundo del periodismo tras estudiar la profesión en Pamplona en el periódico 'Norte Express' en 1981, con el sobrenombre de McGregor.
También Ibarrola, Oteiza y Chillida se suman al homenaje a Ordóñez con unas obras que dan forma a una exposición que "juega con el concepto de luces y sombras", como resalta el encargado del diseño museográfico, Enrique Bonet. “Ordóñez es una persona llena de luz, pero su vida emana, desgraciadamente, sombras”, expone. Él es una de las muchas personas que se han “implicado emocionalmente” en un proyecto que persigue “conmover”. Y, al mismo tiempo, "interpelar", especialmente a las nuevas generaciones, para que —como resalta Iríbar— conozcan “la figura de un joven rebelde que dio respuestas y voz donde solo había prejuicios, miedo y silencio”.
Igual, entre los asistentes a la muestra —ironiza Iríbar—, está el etarra Lasarte, que participó en el asesinato de su marido y está ya en libertad
Igual, entre los asistentes, como ironiza Iríbar, está el etarra Valentín Lasarte, uno de los tres integrantes del comando que participó en el asesinato de su marido y que ya se encuentra en libertad. Quizás un día deje por unos momentos el 'txikiteo' por San Sebastián para hacer una visita al Palacio Miramar. Igual, entre los visitantes, también está aquel hombre que dejó en el contestador telefónico de la casa del dirigente del PP un mensaje amenazante que quedará para la memoria: "Gregorio, estamos hasta los cojones de ti. Una declaración más tuya y tu familia corre el riesgo de morir. Cualquiera de ellos. Estamos hasta los cojones. Fuera de Euskadi, cabrón".
El periodista Iñigo Urrutia no recuerda con precisión la fecha —“pudo ser hacia 1988 o 1989”—, pero sí tiene grabado a fuego lo que para Gregorio Ordóñez no pasaba de ser una ‘anécdota’ más. Como cronista de la actividad municipal en el 'Diario Vasco', Urrutia se encontraba en el ayuntamiento con el concejal del PP cuando este abrió el casillero que tenían los ediles en el pasillo donde su ubicaban los despachos de los partidos y sacó una bala. El dirigente popular ni se inmutó. “Toma, para ti”, se la entregó al periodista con total naturalidad, como si nada, ante su estupefacción. Era una bala más de las que se encontraba todos los lunes en su casillero dentro del extenso listado de amenazas de todo tipo que recibía de forma permanente de ETA y su entorno, entre ellas, llamadas de teléfono a casa.
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