Librería Lagun: medio siglo de páginas de un libro al que ningún lector quiere poner fin
El símbolo de la lucha contra la dictadura franquista y el terrorismo de ETA recibe este jueves en San Sebastián un doble reconocimiento por sus 50 años escribiendo el relato de la libertad
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El libro de la historia de la librería Lagun de San Sebastián tiene las hojas descoloridas de tanto pasar el dedo. ¿Se puede contar algo nuevo de una crónica tantas veces leída, contada y escuchada? En verdad resulta difícil, casi imposible, porque apenas quedan ya palabras nuevas para ampliar el relato de una librería que inició su vida como semilla antifranquista y que con el paso del tiempo se convirtió en un icono de la lucha contra ETA. Son 50 años de vida escritos con la tinta de la libertad y cuyas letras no pudieron ser borradas por el franquismo ni ETA (y eso que la banda terrorista lo intentó con toda su alma y munición). Primero fue la resistencia (al franquismo) y luego la lucha (por la libertad).
Puestos a recordar -rememorar es la mejor (o única) forma de aportar a su leyenda-, si se pasan las hojas de medio siglo de historia uno se puede detener en uno de los capítulos claves. El que se inicia en la Nochebuena de 1996. El de esa noche no fue otro ataque más de los seguidores de la banda terrorista, que habían convertido a esta librería situada en el corazón de la Parte Vieja donostiarra en objeto preferencial de su diana por el ‘delito’ de incitar al librepensamiento en unos tiempos en los que los radicales se empeñaban en escribir el libro de la imposición de las ideas. Los fanáticos de ETA decidieron esa noche romper los cristales del local y arrojar pintura roja y amarilla sobre los libros.
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Entonces, María Teresa Castells, el alma máter de esa librería que había abierto sus puertas en diciembre de 1968 de la mano de su marido José Ramón Recalde y el amigo de ambos Ignacio Latierro, sintió la imperiosa necesidad de dirigirse a los intolerantes en una carta de denuncia pública escrita desde el “dolor” ante unos prolongados ataques -más de 20 en ese año- “tan absurdos”. “Desde su comienzo la empresa ha tenido un proyecto vocacional: su actividad ha estado directamente ligada a la libertad de imprenta. Ha sufrido, por ello, en la época de Franco, multas y agresiones. Muchos guipuzcoanos recordarán la actividad clandestina que se desarrolló en esos años negros, tan distintos, ¿o no tan distintos?, de estos otros años, también para mí negros. Conocerán la trastienda de los libros prohibidos, tan odiada por los censores de aquella época. Y la rebotica de las conversaciones de la libertad, en la dictadura, con tantas gentes de tan diferentes proyectos democráticos. ¿Necesito enseñar a algunos, en este momento, cómo la librería fue el lugar en donde se recogían fondos, también clandestinamente, para ayudar a los chilenos exiliados en el momento de la caída de Allende? ¿Necesito decir que fui la única comerciante que sufrió prisión por intentar movilizar al comercio con el fin de evitar las ejecuciones de [los miembros de ETA] Txiki y Otaegui? ¿Necesito recordar cómo fui una de las fundadoras de la sociedad que se constituyó para apoyar a los comerciantes agredidos por los fascistas en el franquismo? ¿O me reprochan acaso una evidente verdad: que nunca he sido de ETA? (…) Pues lo cierto es que las coacciones no me van a obligar a renunciar ni a mis ideas, ni a mis amigos, ni al trabajo de los que han formado conmigo lo que ha sido, lo que es y lo que será la librería Lagun”.
Guipúzcoa rendirá un tributo a Lagun en el Teatro Victoria Eugenia y el Gobierno le entregará la Placa de Honor de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio
Sus palabras, llenas de rabia, mezclaban la denuncia por la “total impunidad y olvido por parte de quienes deben velar por nuestras vidas y propiedades” con el llamamiento al “apoyo” a “todos los amigos de tantos años”. Su alegato sirvió y no sirvió para nada. Sirvió porque desató una ola de solidaridad impresionante -en la librería había gente haciendo cola para comprar los libros manchados de rojo y amarillo y hasta los cristales rotos-, y no sirvió porque los ataques no sólo se sucedieron sino que se recrudecieron. Apenas unos días después, al comienzo de 1997, los radicales rompieron los escaparates, sacaron a la calle decenas de libros y les prendieron fuego en una fotografía que tuvo una gran repercusión internacional porque la actuación remitía al modo de proceder de los nazis. Lagun sobrevivió a esta Navidad por el empeño personal de Castells, que no estaba dispuesta a claudicar. Esta 'osadía' la pagaron con tener que vivir con escolta.
La fuerza y el compromiso se imponían a la intolerancia, pero tres años después Castells estuvo a punto de arrojar la toalla con el capítulo más negro de la historia de la librería. El atentado en septiembre de 2000 contra Recalde, a quien un pistolero de ETA le disparó en la boca al salir del coche cuando regresaba a su casa, estuvo a punto de poner el fin al libro de Lagun. El intelectual y exconsejero socialista de Educación o Justicia del Gobierno vasco sobrevivió pero la banda terrorista se cobró otra preciada vida: la de la librería de la plaza de la Constitución, que jamás volvió a subir de nuevo sus persianas. La defunción llegaba tras 32 años de libros prohibidos, reuniones clandestinas de intelectuales y represiones del régimen durante el franquismo y de cócteles molotov, pintadas o piedras contra el escaparate en democracia.
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“Era imposible continuar en ese lugar”, defiende Latierro. El final parecía estar escrito por ETA -“en aquellos momentos pensábamos que todo se acababa ya”, relata-, pero aún había muchas páginas en blanco por delante que comienzan a llenarse de tinta casi un año después, en agosto de 2001, cuando, con el “empuje” moral y económico de amigos, la librería se rebela a un destino que parecía irremediable y resurge de sus cenizas en un nuevo emplazamiento en el centro de la ciudad, en la calle Urdaneta. El local no se libraría de los ataques pero la librería se sintió “segura” desde entonces (los ataques fueron esporádicos). Resulta paradójico que la (relativa) tranquilidad llegase a menos de un kilómetro de distancia de su anterior ubicación. El “descanso” que suponía el cierre de una etapa de permanente acoso contrastaba con la “tristeza” que suponía dejar atrás más de tres décadas de incesante lucha por el librepensamiento en pleno corazón de la Parte Vieja.
Latierro es a día de hoy la única voz viva de los fundadores de esta librería. Recalde falleció en 2016 a los 85 años y Castells se fue por sorpresa en septiembre del pasado año a los 82 años cuando ya tenía en mente cómo celebrar el 50 aniversario de Lagun. Con su ausencia, la página de conmemoración del medio siglo de trayectoria lleva la firma de la Diputación de Guipúzcoa, que ha impulsado un homenaje que tendrá lugar este jueves (19.30 horas) en el Teatro Victoria Eugenia. Bajo la dirección de Fernando Bernués, ‘Aquel libro que compré en Lagun’ revivirá la historia y anécdotas de la librería a través de medio centenar de amigos, familiares y clientes que protagonizarán microrrelatos sobre aquellas obras que adquirieron en este establecimiento para conformar una memoria individual y colectiva de un local convertido en el símbolo de residencia contra ETA. Fernando Savater, Juan Pablo Fusi, Lurdes Auzmendi, Raúl Guerra Garrido, Felipe Juaristi, Marta Cárdenas, Blanca Zaragüeta, Maite Pagazaurtundua o Fernando Golvano, entre otros, participarán en un acto que viene a saldar una deuda de la sociedad con la librería por su compromiso con la cultura, el pensamiento y la libertad. “Va a ser un acto de justicia. Lagun merece un reconocimiento a la altura de su aportación a la sociedad”, sostiene el diputado foral de Cultura, Denis Itxaso.
¿Acaso no hay mejor reconocimiento que lectores depositando sobre la tumba de Castells aquellos libros impregandos de pintura por los radicales?
No será el único reconocimiento. Momentos antes de que el teatro donostiarra alce el telón el Gobierno español entregará a la librería la Placa de Honor de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio, uno de los mayores reconocimientos que otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Esta distinción, que será entregada por el ministro y portavoz del Gobierno Iñigo Méndez de Vigo, se suma a la Gran Cruz de esta Orden Civil que se otorgó en 2005 a Recalde. Son solo dos de una larga lista de premios que han distinguido el coraje y la valentía de quienes se rebelaron a la dictadura de Franco y al terror de ETA, de quienes combatieron a la extrema derecha y al fanatismo de la izquierda 'abertzale'. Y en esta lista no se recogen los reconocimientos de los propios clientes, esos que llegan al corazón. ¿Acaso no hay mejor premio que el homenaje espontáneo que rindieron algunos lectores a Castells a su muerte depositando sobre su tumba aquellos libros impregnados de la pintura de los radicales que adquirieron en las navidades de 1996 por su significado?
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Han sido muchos los libros que han marcado la trayectoria de Lagun desde aquellos inicios en los que la librería era tan solo una mesa al aire libre situada en los soportales de la plaza de la Constitución donde apenas unos pocos libros trataban de llamar la atención de los transeúntes. En este pequeño tablero de cultura se encontraba una obra recién editada ‘Cien años de soledad’. No se podían imaginar entonces Castells, Recalde y Latierro que esta obra de Gabriel García Márquez se convertiría en el título más vendido en medio siglo de trayectoria.
Entre los primeros libros vendidos estaba 'Cien años de soledad’, que se ha convertido en el título más vendido por Lagun en sus 50 años de historia
La historia de Lagun también se nutre de todas esas muchas obras prohibidas que se ocultaban en la trastienda del local, principalmente editadas en Latinoamérica o Francia, y a las que tenían acceso los clientes habituales o aquellos lectores que a primera vista parecían ser miembros del movimiento cultural antifranquista que comenzaba a extenderse por España. Pero no faltaron los controles del régimen y, con ellos, las multas, como la impuesta por dar salida a ‘El príncipe’ de Maquiavelo.
Las sanciones y la cárcel que vivió Castells por cerrar la librería en protesta por el 'proceso de Burgos', en el que su hermano Miguel se encargó de la defensa de algunos de los miembros de ETA, dieron paso al primer gran ataque contra la librería a manos de los Guerrilleros de Cristo Rey, un grupo parapolicial ultraderechista que en 1976 colocó una potente bomba en el escaparate de la librería. Poco después los ataques llevarían el sello de los jóvenes seguidores de ETA, que no estaban dispuestos a que un modelo de pluralidad, de discusión abierta, se impusiera al pensamiento único. Lo que sucedió después es de sobra conocido dentro de la trayectoria vital de una librería que para sus próximas páginas tendrá como principal narradora a Elena Recalde, la hija de los fundadores de esta semilla de libertad y cultura, y que representa el futuro venidero del único libro al que ningún lector le quiere poner fin.
El libro de la historia de la librería Lagun de San Sebastián tiene las hojas descoloridas de tanto pasar el dedo. ¿Se puede contar algo nuevo de una crónica tantas veces leída, contada y escuchada? En verdad resulta difícil, casi imposible, porque apenas quedan ya palabras nuevas para ampliar el relato de una librería que inició su vida como semilla antifranquista y que con el paso del tiempo se convirtió en un icono de la lucha contra ETA. Son 50 años de vida escritos con la tinta de la libertad y cuyas letras no pudieron ser borradas por el franquismo ni ETA (y eso que la banda terrorista lo intentó con toda su alma y munición). Primero fue la resistencia (al franquismo) y luego la lucha (por la libertad).