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¿Un hotel en el emblemático Palacio Miramar de San Sebastián? La polémica está servida
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el icono de la Belle époque donostiarra es deficitario

¿Un hotel en el emblemático Palacio Miramar de San Sebastián? La polémica está servida

Un informe encargado por el ayuntamiento plantea implantar un establecimiento "menor" y un restaurante para "garantizar la viabilidad económica" de este Monumento Histórico Artístico

Foto: Imagen del Palacio Miramar, que preside la bahía donostiarra. (EC)
Imagen del Palacio Miramar, que preside la bahía donostiarra. (EC)

Hoy nadie (o muy pocos, por ser más rigurosos) discute al Kursaal como símbolo de San Sebastián de cara a su proyección exterior. Hoy todos celebran lo que han aportado a la ciudad los cubos de Moneo, que acaban de cumplir su mayoría de edad. Pero hace dos décadas, a las puertas de que el arquitecto navarro metiera su mano en los terrenos del antiguo casino Gran Kursaal, su nacimiento no era ni mucho menos bienvenido y, de hecho, se creó una plataforma ciudadana para impedir que se profanaran esos glamurosos terrenos que abrazan al mar con un gigante de hierro. La controversia podría repetirse ahora, ya que se avecina sobre el horizonte una gran polémica por la posibilidad de ‘mancillar’ un histórico emblema de la ciudad: el Palacio Miramar.

Este recinto, que desde 1893 vigila, imperioso, la bahía donostiarra, podría albergar un hotel y un restaurante, tal y como propone un estudio elaborado (curiosamente) por el Kursaal para garantizar su viabilidad económica, ya que en la actualidad la conservación de los más de 34.000 metros cuadrados de superficie que abarcan el histórico edificio, el parque y los jardines es deficitaria para las cuentas públicas.

El Ayuntamiento de San Sebastián, propietario del Palacio Miramar, asegura que lograr el "equilibrio financiero" se hace ahora más necesario si cabe, dado que el Gobierno vasco ha decidido salir del consorcio que gestiona este edificio tras la marcha el pasado año del Centro Superior de Música del País Vasco (Musikene), con lo que el consistorio debe correr con todos los gastos mano a mano con la Diputación de Guipúzcoa. A la vista de esta situación, los dos socios encargaron un estudio al Kursaal por su condición de especialista en la explotación de equipamientos para analizar posibles usos de los actuales espacios, muchos de ellos sin uso.

Los resultados del informe “preliminar” han generado ya polémica al abrir las puertas a una “actividad hotelera menor” mediante una concesión en un extremo del edificio, en los “espacios de menor valor patrimonial”, caso del Pabellón de Servicios, Casa de Oficios y Pabellón del Príncipe, así como una iniciativa de restauración. El estudio propone incluir al Palacio Miramar dentro de la oferta de congresos y eventos de la ciudad (se crearían “sinergias” con el Kursaal), pero advierte de que solo con la actividad vinculada a eventos (seminarios, fiestas, conferencias…) no se alcanzaría el “requerido equilibrio financiero”. Asimismo, plantea alquilar algunos espacios (los de menor “potencial” para el desarrollo de actividades) como oficinas de entidades o instituciones, restaurar el edificio y desarrollar una actividad museística-didáctica para explotar el valor patrimonial e histórico del edificio.

De momento es solo una posibilidad (y así se insiste desde el ayuntamiento), pero la posibilidad de dar cobijo a un hotel en un espacio catalogado como Monumento Histórico Artístico desde 1968 ya ha provocado el inmediato rechazo a nivel político, con la oposición en contra de esta medida, y ha abierto un nuevo debate en la calle, cuando todavía está muy presente la protesta social por la “faraónica” construcción de la pasante del Metro de Donostialdea, que contempla una parada a los pies de la playa de La Concha dentro de un proyecto que exigirá un inversión superior a los 200 millones de euros.

El Palacio Miramar y su amplio entorno ajardinado es un lugar de peregrinación de miles de turistas y de los propios vecinos de San Sebastián y la provincia por las espectaculares vistas de la ciudad que ofrece desde 1893, cuando el edificio fue levantado a instancias de la Casa Real española. El palacio es uno de los grandes iconos de la Belle Époque donostiarra que conserva la ciudad. Fue el exponente de la estrecha relación entre la monarquía española y San Sebastián. La reina María Cristina estableció aquí su residencia estival tras enviudar de Alfonso XII. El Gobierno de la República lo incautó en 1931 para cederlo al ayuntamiento dos años después con la exigencia de que sirviera de residencia veraniega para el presidente de la República. También el rey emérito Juan Carlos hizo uso de sus instalaciones durante su juventud, ya que estudió en el internado habilitado en este espacio.

El edificio pasó a manos del ayuntamiento en 1972. En la actualidad, es sede de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) y de la sociedad de estudios vascos Eusko Ikaskuntza. La marcha de Musikene a la finalización del curso académico 2015-2016 para instalarse en un edificio de nueva construcción situado a menos de un kilómetro del Palacio Miramar y la anunciada salida del Gobierno vasco del consorcio han descuadrado las cuentas, para convertir este espacio en deficitario.

El ayuntamiento y la Diputación de Guipúzcoa, instituciones gobernadas en coalición por PNV y PSE, deben decidir ahora si dan carta blanca a los resultados del informe inicial y exploran la vía de la apertura de un hotel “menor” con un estudio en profundidad que debería fijar la dimensión del establecimiento. De momento, la polémica está servida, ya que las discrepancias alcanzan de puertas para adentro, en el consorcio. El primer teniente de diputado general y titular de la cartera de Cultura, el socialista Denis Itxaso, se ha mostrado rotundo en su no a esta posibilidad: “Con las más de 2.000 plazas hoteleras nuevas que van a emerger en el entorno de San Sebastián en los próximos años, nada justifica que se emplee un patrimonio público para construir un nuevo hotel, y menos aún si se tiene en cuenta el entorno patrimonial protegido en el que está ubicado”, ha aseverado.

Su contundente negativa ha encontrado respuesta en el alcalde de San Sebastián, Eneko Goia (PNV), que le ha preguntado “cuánto va a aportar al déficit del Palacio de Miramar” para que no se explore la posibilidad de destinar la parte este del edificio a un hotel si es compatible con el desarrollo de la actual actividad. El regidor donostiarra cuenta con el apoyo de su socio en el Gobierno municipal, que defiende analizar en profundidad los beneficios que conllevaría esta apertura al alojamiento.

Entre la oposición, EH Bildu y la marca local de Podemos (Irabazi) han censurado esta “privatización” con ánimo “economicista”, y el PP ha exigido que se prime el “carácter cultural” de esta amplia superficie. La portavoz popular, Miren Albistur, ha puesto el acento en su denuncia del “desinterés” del Gobierno vasco en el Palacio Miramar al “abandonar de manera unilateral” el consorcio tras la salida de Musikene. Ha criticado que es “sonrojante” que "se vaya cuando con 60.000 euros se sostienen los gastos corrientes” del edificio. En todo caso, el PP no descarta incluir al Palacio Miramar dentro de los beneficiarios de los 30 millones de euros que el Ejecutivo de Iñigo Urkullu ha puesto en manos de los populares vía enmiendas a los Presupuestos de 2018 para garantizarse la aprobación de las cuentas del próximo ejercicio.

Hoy nadie (o muy pocos, por ser más rigurosos) discute al Kursaal como símbolo de San Sebastián de cara a su proyección exterior. Hoy todos celebran lo que han aportado a la ciudad los cubos de Moneo, que acaban de cumplir su mayoría de edad. Pero hace dos décadas, a las puertas de que el arquitecto navarro metiera su mano en los terrenos del antiguo casino Gran Kursaal, su nacimiento no era ni mucho menos bienvenido y, de hecho, se creó una plataforma ciudadana para impedir que se profanaran esos glamurosos terrenos que abrazan al mar con un gigante de hierro. La controversia podría repetirse ahora, ya que se avecina sobre el horizonte una gran polémica por la posibilidad de ‘mancillar’ un histórico emblema de la ciudad: el Palacio Miramar.

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