Veinte años de Ermua y Miguel Ángel Blanco: "Teníamos que echar un pulso a ETA"
El recuerdo de la histórica movilización ciudadana con motivo del secuestro y asesinato del joven concejal del PP, y que dio lugar al 'espíritu de Ermua', sigue vigente: "A ETA se le dio un palo bueno"
Un cartel que anuncia una exposición de imágenes en homenaje a Miguel Ángel Blanco con motivo del inminente 20 aniversario de su secuestro y asesinato a manos de ETA lucha contra el olvido en un destartalado panel informativo del Ayuntamiento de Ermua. Carlos repara en ese solitario letrero a su paso por el tablón. ¿Se acuerda de cómo se enteró del secuestro? “¡Qué pregunta! ¡Por supuesto! ¡Como para olvidarlo!”, replica como si estuviera enfadado por la herejía de sugerir una posible desmemoria. Porque por mucho que pasen los años, en esta localidad vizcaína de 16.000 habitantes todos tienen muy presente ‘el momento’. Carlos conoció el rapto “por el telediario”. A Beatriz se lo comunicó su abuelo. A Nerea una llamada telefónica de su marido mientras tomaba un café con sus hijos en una terraza la puso en alerta. Marijose tuvo que subir a todo correr a casa para cerciorarse de la noticia por la televisión porque creía que su amigo le estaba "vacilando". José Luis se enteró por el taxista que le llevaba del trabajo a casa. Rubén se encontraba en San Fermín cuando la noticia del secuestro y el ultimátum de ETA comenzó a propagarse por las calles…
Carlos Totorika (PSE), el alcalde de Ermua desde 1991, tiene todo grabado “a fuego” en la memoria. Aquel fatídico 10 de julio de 1997 había iniciado a las ocho de la mañana la primera de las 25 jornadas que iba a realizar a pie hasta llegar a Madrid junto a otros miembros de la corporación como parte de una protesta para exigir al contratista del polideportivo que se implicara en la reconstrucción del recinto, que había costado 500 millones de pesetas y “se nos había caído”. Esta movilización institucional para lograr justicia laboral derivó horas después, tras la llamada del delegado del Gobierno en Euskadi, Enrique Villar, en una nunca antes vista movilización social de todo un pueblo, de todo un país, por la dignidad, por la libertad, por la derrota de ETA.
"Era la vida de Miguel Ángel y su libertad, pero también era la nuestra, y creíamos que teníamos que echar un pulso a ETA y que se podía ganar”
Estaba ya en marcha el germen del ‘espíritu de Ermua’, que marcó un antes y un después en la actitud de la sociedad ante el terrorismo de ETA. Por primera vez, la opción de derrotar a ETA traspasó la línea de lo irreal. “Se rompió una dinámica vigente hasta entonces. Antes, las movilizaciones eran escasas, en silencio. Las víctimas generalmente se iban con el muerto a su pueblo y lo enterraban prácticamente en silencio. Pero en Ermua ya desde el primer momento les llamamos asesinos. Había una actitud de pelea y una voluntad de que ETA lo pagara. Teníamos conciencia de que estábamos luchando también por nuestras propias libertades. Era la vida de Miguel Ángel y su libertad, pero también era la nuestra, y teníamos que echar un pulso a ETA, creíamos que se podía ganar”, señala Totorika.
Ermua no tardó en echarse a la calle. Brotaron las movilizaciones espontáneas. Las velas por Miguel Ángel iluminaban la esperanza. Las manos blancas en alto pintaban el optimismo en la lucha contra ETA. Los gritos de "libertad" ponían voz a la confianza en la derrota del terrorismo. “Tenías que ver cómo estaba el pueblo en la calle esperando noticias. Todo el pueblo nos juntamos en la calle de forma espontánea. Era una locura”, resalta Nerea, orgullosa, de la respuesta ciudadana. Ella, como otros muchos vecinos del municipio, creía que ETA no iba a ser capaz de cumplir su macabra amenaza (la banda terrorsita dio 48 horas al Gobierno de José María Aznar para acercar a todos los presos al País Vasco a cambio de no ejecutar al joven edil de 29 años). “Nos resistíamos a pensar que podían matar a Miguel Ángel”, señala. Pero había quien no albergaba ninguna esperanza, y más habida cuenta de que apenas diez días antes el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara había sido liberado por las FSE tras permanecer en un zulo 532 días: "Tenían que vengarse de algún modo". En el bando pesimista se situaba el alcalde, que "desde el primer momento" era consciente de que "las posibilidades de que saliera vivo eran muy escadas, conociendo a ETA y sus métodos". Pero, insiste, "teníamos claro que tenían que pagarlo, que teníamos que intentar pelear por la vida de Miguel Ángel y por la libertad, que no teníamos que guardar silencio, y que merecía la pena el esfuerzo de una movilizacon dura y potente".
Todo se desvaneció en la tarde del 12 de julio cuando, ni una hora después de expirar el plazo, ETA cumplía su promesa con dos tiros en la cabeza a Blanco en un descampado de Lasarte (Guipúzcoa). De repente, comenzaron los gritos ensordecedores desde los balcones. “Al principio pensábamos que lo habían liberado por todo el ruido que se oía”, rememora Nerea. Pero no. La rabia, el estupor y la indignación se adueñaron de las calles. Marijose y su madre Marian, al igual que miles de vecinos de Ermua y de las localidades cercanas, se atrevieron por primera vez a gritar en público y con todas sus fuerzas “asesinos”. Los ciudadanos se lanzaron a atacar las sedes de Herri Batasuna y las 'herriko tabernas' (sus sedes sociales) en el País Vasco al grito de "sin pistolas no sois nadie", mientras la Ertzaintza tenía que proteger a los cómplices de los etarras. Los gritos de ira se mezclaban con las lágrimas. “Lloramos mucho”, admiten. No fueron las únicas. “Fue un llanto común”, coinciden los vecinos. "Hasta Don Teodoro lloró", precisan en alusión al histórico sacerdote del municipio, que cuenta con una estatua en su honor junto al Ayuntamiento.
"Recuerdo a la perfección el sonido del pueblo; los gritos de asesinos y las palmadas de libertad"
El "asesinos, asesinos" aún golpea los oídos de Ermua. "Recuerdo a la perfección el sonido del pueblo; los gritos de asesinos y las palmadas de libertad", señala Nati. Se pregunte a quien se pregunte, todos aseguran que participaron en las diferentes movilizaciones. "Nadie podía quedarse en casa esos días", justifica un vecino del portal donde vivían los padres de Miguel Ángel y que se derrumba al rememorar aquellos “duros” momentos. “¡Me cago en la leche!”, exclama con rabia. ¡"Si era un crío de 29 años!", protesta mientras le vienen a la mente estampas de Blanco junto a su novia, con quien tenía planes de boda para septiembre de ese año tras siete años de noviazgo. Han pasado 20 años pero aún impresiona ver la imágenes del padre de Miguel Ángel, un albañil de profesión, llegando a casa sin saber nada del secuestro de su hijo y siendo recibido por una nube de fotógrafos y cámaras de televisión.
–¿Es usted familiar de Miguel Ángel?
–¿Qué ha pasado? –replica Miguel asustado y cariacontecido.
–Parece ser que le ha secuestrado ETA –escucha su padre segundos antes de introducirse, incrédulo, en el portal.
Los padres, naturales de Galicia, hace mucho tiempo que abandonaron el número 11 de la calle Iparragirre, donde todavía viven familiares del joven asesinado. "Aguantaron dos años aquí. No sé cómo lo hicieron". Una vecina todavía conserva la imagen de la madre, Consuelo, con la cara "desencajada" cuando ambas se cruzaron en las escaleras aquel 10 de julio. "Supongo que le acababan de dar la noticia del secuestro de su hijo. Yo todavía no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo", señala. Una prima de Miguel Ángel Blanco sale del portal y se encoge de hombros ante la pregunta de si la llegada de estas fechas acrecienta el dolor. “Han pasado ya muchos años”, responde de forma lacónica antes de perderse en la calle. “El tiempo no va a curar las heridas. Jamás”, contesta una vecina, que aún puede oír en su cabeza los gritos de los familiares de Miguel Ángel desde su hogar. “Fue terrible, indescriptible”, señala. Porque todo sigue muy presente. Por recordar, su marido recuerda hasta las balas que acabaron con la vida del edil: "Del calibre 22", señala. “Hace poco que estuve con sus padres y están muy jodidos, nunca lo van a superar”, apunta un amigo de la familia. Al menos, señala a modo de consuelo (si es que existe), tuvieron “el apoyo reconfortante de la sociedad, que les acompañó durante años en su dolor”.
El recuerdo a Miguel Ángel Blanco está muy presente estos días en el pueblo con motivo de este aniversario redondo. Muchos portales abrazan el bando del alcalde que, ante esta “importante” fecha, anima a los ciudadanos a homenajear al edil del PP, y también a “la sociedad que con valentía y paso firme puso pie en pared marcando un momento histórico en la lucha contra el terrorismo que sufrimos durante décadas en este país”, con su asistencia a un acto organizado para este martes 11 de julio ante el monolito de Agustín Ibarrola 'Homenaje a las víctimas'.
División ante lo que queda del 'espíritu de Ermua': desde la hermandad y la unidad ante el terrorismo al "absolutamente nada" por la actitud política
“A ETA se le dio un palo bueno”, celebra Carlos, al que aún se le pone la carne de gallina al recordar aquellos momentos. Pero, ¿y ahora qué? ¿Qué queda del ‘espíritu de Ermua’ dos décadas después, más allá del recuerdo? “Creo que perdura la hermandad que se creó en el pueblo”, expone. “La libertad, el estar unidos en contra del terrorismo de ETA por encima del color político”, atestigua una vecina que estuvo “en primera línea” de las movilizaciones. Muchos ciudadanos apuntan a esta unidad contra el terrorismo como el gran legado, pero no existe un sentimiento unánime. También hay voces críticas, que apuntan a la política (más bien a los políticos) como culpable de que la rebelión cívica que alumbró el 'espíritu de Ermua' no traspasara otras fronteras. “No queda nada. Absolutamente nada. Los políticos se encargaron de ello y es lo más triste”, lamenta un vecino. “La respuesta ciudadana nos llevó a pensar que podría haber unidad política pero esta esperanza luego se difuminó”, comparte otro ciudadano de esta localidad.
"El 'espíritu de Ermua', aquel concepto, ha desaparecido como tal", admite el portavoz del PP en el municipio, Fernando Lecumberri
Lo dicen porque un año después del asesinato de Blanco el PNV se unió con Herri Batasuna para alumbrar el Pacto de Lizarra junto al resto de formaciones nacionalistas vascas para avanzar hacia la independencia del País Vasco. "El 'espíritu de Ermua', aquel concepto, ha desaparecido como tal", se sincera el portavoz del PP en el Ayuntamiento, Fernando Lecumberri. Sí ha perdurado, enfatiza, la superación del "miedo a posicionarse públicamente" de la ciudadanía, su "firme postura" en contra del terrorismo. En este debate, Totorika habla en positivo y pone en valor el legado de aquel espíritu de hace 20 años. “Yo creo que se cambiaron bastantes cosas. La movilización en grupo produce una superación del miedo particular y un fortalecimiento del Estado democrático. Que los ciudadanos tengan conciencia de que la libertad es un asunto de todos es una lección que algunos aprendimos y es bueno que se utilice para otro tipo de terrorismos”, resalta.
En el momento del asesinato de Blanco, el PP era la segunda fuerza política en Ermua con cuatro concejales. Hoy es la quinta fuerza con dos ediles. Lecumberri lleva diez años en el Ayuntamiento, desde las elecciones municipales de 2007. Recuerda "perfectamente" cómo se enteró del secuestro del concejal popular en un restaurante de Vitoria y la discusión con el propietario del local porque no quería bajar la música para elevar el volumen de la televisión que daba la noticia. Tampoco olvida la "rebelión social", esa respuesta ciudadana que "marcó un antes y un después en la lucha contra ETA de forma evidente". "Eso no se le olvidará nunca a la ciudadanía", enfatiza. De hecho, no tiene dudas de que una "multitud" acudirá al homenaje del martes.
Estar en el lugar que antes ocupó Blanco no le supone a Lecumberri una "presión" y sí una "responsabilidad", tanto "con el partido como con la ciudadanía", al tratarse de un municipio "emblemático" en la lucha contra ETA. "Ermua lo significa todo en la defensa de la libertad. Siempre está esta responsabilidad interna y externa", resalta el edil del PP, quien no tiene reparos en poner en valor la "firmeza total y absoluta" que ha mantenido Totorika en contra del terrorismo y la violencia.
"Lo normal con el terrorismo es que tras la muerte y la amenaza venga el silencio, y a partir de Ermua cada asesinato fue un motivo de movilización"
ETA hace cinco años que abandonó la actividad, si bien aún no ha decretado su disolución. ¿Cuánto de Ermua hay en el final de la banda terrorista? “Lo normal con el terrorismo es que tras el asesinato y la amenaza venga el silencio, la parálisis, y a partir de Ermua cada asesinato fue un motivo de movilización. Con cada asesinato ETA salía cada vez más debilitada”, expone Totorika. Ermua fue, según incide, “el cambio cualitativo”. “Hoy resulta extraño decirlo, pero hasta entonces el asunto del terrorismo era una política de cada país. Se entendía que ETA era un problema de España y los franceses tenían residiendo de forma paradisíaca a los etarras, que estaban organizando los atentados y tomando el sol. También lo hacían los belgas y países latinoamericanos, y hoy se tiene claro que el terrorismo es un problema de todos y no es posible que se muevan por el mundo”, remarca.
Mikel no había nacido cuando Miguel Ángel Blanco fue asesinado. A las puertas del polideportivo bautizado con el nombre del edil popular asesinado reconoce que ha oído hablar del ‘espíritu de Ermua’ pero no sabe explicar muy bién a qué alude. Por norma general, el nombre de Blanco y el paso que se dio en este pueblo en la lucha contra el terrorismo le es ajeno a la mayoría de los jóvenes. “Es una pena”, admite Beatriz Gámiz. Esta edil socialista apenas tenía 14 años cuando ocurrió todo. “Fue un 'shock'. Con esa edad sabía que había una banda terrorista y un 'conflicto', pero realmente tomé conciencia de lo que estaba sucediendo en el momento del dramático asesinato de Blanco”, expone.
"Con 14 años sabía que existía ETA y un conflicto, pero realmente tomé conciencia de lo que estaba sucediendo con el asesinato de Blanco"
Gámiz regresa a esos "dramáticos" días de la mano de la exposición fotográfica que el Ayuntamiento de Ermua ha organizado en el centro cultural Lobiano con motivo del 20 aniversario del asesinato de Blanco y de la “movilización ciudadana por la libertad”. Son cerca de una treintena de instantáneas y un vídeo que recogen lo sucedido entre el 10 y el 14 de julio. Se pueden oír los gritos desgarradores de “asesinos, asesinos”, se puede sentir la indignación y la ira de esa multitud que grita de rabia ante el fatal desenlace, se puede notar la angustia de un pueblo entero, se puede palpar el dolor de la familia… “He vuelto a tener otra vez 14 años con una perspectiva diferente, ahora con más conciencia de lo que estaba sucediendo. He vuelto a sentir lo mismo que sentí en aquel entonces: dolor, angustia y mucha pena”, indica esta joven, para quien la muerte de Blanco no fue el "detonante" pero "sí tuvo que ver" en su salto a la política.
Ella acaba de llegar a la política municipal en un escenario diferente, el de la libertad, pero es consciente del "miedo" de los compañeros que tenían que luchar por la libertad cada día. A su lado, al veterano concejal socialista en el Ayuntamiento José Luis Araujo se le saltan las lágrimas al ver las imágenes. Se reconoce en las imágenes de las manifestaciones en primera línea junto a las autoridades políticas e institucionales. El asesinato de Blanco supuso su bautismo ante los medios. Él fue quien puso voz a comunicados del Ayuntamiento en los días posteriores al macabro asesinato, cuando las movilizaciones de repulsa se sucedieron por toda España. “Es muy triste”, indica después de fundirse en un sentido abrazo con Totorika. Ambos no habían vuelto a ver desde hace 20 años algunas imágenes de la respuesta ciudadana. El alcalde permanece inmóvil ante el vídeo de la muestra: el "no son vascos, son asesinos", "ETA aquí tienes mi nuca", "HB lo tienes que pagar", "hay que matarlos; son asesinos", "sin pistolas no sois nada" o "todos somos Miguel Ángel" suenan con fuerza en la sala. El regreso a ese “difícil” pasado “impresiona” al regidor, a quien le recorre un “escalofrío” por el cuerpo al ver ese impactante primer plano de tres mujeres fuera de sí al conocer la noticia del asesinato. “Este momento lo recuerdo perfectamente. Fue nada más comunicar desde el balcón a los ciudadanos el asesinato de Miguel Ángel. Tengo la imagen de la gente gritando. ¡Mira que caras de horror tienen! Sus rostros reflejan su dolor, su rabia. Es, sin duda, la imagen más dramática”, expone.
–¿Qué piensa al ver las imágenes?
–Si contribuimos a que algo cambiara… Al menos, intentar lo intentamos –responde, emocionado, Araujo.
Un cartel que anuncia una exposición de imágenes en homenaje a Miguel Ángel Blanco con motivo del inminente 20 aniversario de su secuestro y asesinato a manos de ETA lucha contra el olvido en un destartalado panel informativo del Ayuntamiento de Ermua. Carlos repara en ese solitario letrero a su paso por el tablón. ¿Se acuerda de cómo se enteró del secuestro? “¡Qué pregunta! ¡Por supuesto! ¡Como para olvidarlo!”, replica como si estuviera enfadado por la herejía de sugerir una posible desmemoria. Porque por mucho que pasen los años, en esta localidad vizcaína de 16.000 habitantes todos tienen muy presente ‘el momento’. Carlos conoció el rapto “por el telediario”. A Beatriz se lo comunicó su abuelo. A Nerea una llamada telefónica de su marido mientras tomaba un café con sus hijos en una terraza la puso en alerta. Marijose tuvo que subir a todo correr a casa para cerciorarse de la noticia por la televisión porque creía que su amigo le estaba "vacilando". José Luis se enteró por el taxista que le llevaba del trabajo a casa. Rubén se encontraba en San Fermín cuando la noticia del secuestro y el ultimátum de ETA comenzó a propagarse por las calles…