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¿Dónde está el dinero? Lo que no se sabe de los papeles de Panamá
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Carlos Sánchez

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¿Dónde está el dinero? Lo que no se sabe de los papeles de Panamá

Parafraseando al célebre asesor de Clinton, habría que decir: ¡Es la banca, estúpidos, es la banca! Ahí está el nudo gordiano de la evasión fiscal, no en los paraísos fiscales

Foto: Alpes suizos.
Alpes suizos.

Lo dice un consumado experto familiarizado en la lucha contra el blanqueo de capitales. “Los periodistas os estáis fijando mucho en Panamá y en los paraísos fiscales, pero ahí no está el dinero”.

¿Qué quiere decir nuestro interlocutor? Pues ni más ni menos que despachos como Mossack Fonseca no son más que los cómplices necesarios -creando sociedades ficticias con testaferros de paja- de una estructura bancaria indispensable a la hora de ocultar patrimonios y lavar el dinero negro, y que tiene su epicentro en países o territorios como Suiza, Liechtenstein, Mónaco o, incluso, Luxemburgo (el 23% de su PIB es de carácter financiero). Es decir, muy lejos de las costas de Panamá. Por cierto, un país creado artificialmente para servir a determinados intereses.

Como se sabe, en 1903 la Administración del primer Roosevelt le alquiló a Colombia la zona que con el tiempo se convertiría en el Canal de Panamá, y, a continuación, tramó y financió una rebelión destinada a crear un Estado títere. Eran los tiempos del colonialismo y EEUU, una potencia emergente, quería jugar un papel determinante en el concierto internacional, por lo que necesitaba un canal transoceánico que le permitiera dominar tanto el Atlántico como el Pacífico por razones políticas y comerciales. Washington, de hecho, reconoció su artimaña y tuvo que indemnizar con 25 millones de dólares de la época a Colombia tras armar a las milicias panameñas.

Su idea es que el problema no son los paraísos fiscales, sino los bancos que aceptan sin rechistar fondos procedentes de esos lugares

Sigamos con el relato de nuestro interlocutor. “Lo cierto”, sostiene, “es que son las entidades financieras radicadas en esos países los depositantes del dinero que se intenta burlar a los fiscos nacionales. ¿Alguien se cree que en Panamá o en las Islas Vírgenes está el dinero?”, se pregunta de forma burlona.

Su idea es que el problema no son los paraísos fiscales, en la mayoría de los casos pequeños territorios opacos y políticamente inestables situados en zonas pobres del planeta cuya situación geográfica desconocen hasta los titulares de las cuentas, sino los bancos que aceptan sin rechistar fondos procedentes de paraísos fiscales. “Nadie dejaría su dinero en las Islas Vírgenes”, sostiene en tono irónico.

Los datos le dan la razón. Credit Suisse, UBS o Lombard Odier, entre otros, han abierto en los últimos años oficinas en Panamá en busca de clientes. Como Julius Baer tras adquirir el negocio de gestión de patrimonios de Merrill Lynch. Lo que buscan sus clientes es, sobre todo seguridad jurídica, y esta se puede obtener tanto en una remota isla del Pacífico como en Basilea siempre que la nacionalidad de la entidad sea suiza.

No hay que olvidar que EEUU -de una forma un tanto cínica- emprendió a partir de 2008 una verdadera cruzada contra el legendario secreto bancario suizo

Emigración bancaria

¿Por qué esta emigración financiera? Pues ni más ni menos por que los viejos santuarios como Suiza (el 27% de los activos trasnacionales del planeta) comienzan a resquebrajarse, y ahora cualquier juez puede enviar una comisión rogatoria a Ginebra o Zúrich exigiendo la identidad de quienes están detrás de una cuenta, toda vez que las autoridades helvéticas están obligadas a tramitarla, aunque sea poniendo zancadillas.

No hay que olvidar que EEUU -de una forma un tanto cínica- emprendió a partir de 2008 (cuando se conoció un caso de fraude fiscal que afectaba a Florida y estaba siendo amparado por las autoridades helvéticas) una verdadera cruzada contra el legendario secreto bancario suizo, nacido, curiosamente, para proteger a quienes en 1934 huían ya del nazismo. Esto ha provocado, paradójicamente, que muchos capitales hayan llegado paraísos fiscales en los que la banca estadounidense tiene gran presencia, como Panamá. Lo que sorprende es la incapacidad de la Unión Europea para imponer a Suiza un acuerdo como el FATCA (Foreign Account Tax Compliance Act) por sus siglas en inglés, y que ha derivado en gigantescas sanciones a la banca helvética.

EEUU ha impuesto millonarias multas a bancos como Credit Suisse (2.800 millones de dólares), UBS (780 millones) o incluso, BBVA Suiza, pero, sin embargo, cuenta con estados como Delaware o Wyoming que ofrecen, por unos pocos dólares, la posibilidad de crear sociedades ficticias sin necesidad de identificar al propietario real. Aunque el caso más llamativo es el del Reino Unido, donde su primer ministro está acorralado cuando su propio país tiene la soberanía sobre diferentes paraísos fiscales.

Panamá es hoy, de hecho, el paraíso de la banca internacional. Hasta el punto de que más de la cuarta parte de sus depósitos (26.500 millones sobre 99.700 millones de dólares) son propiedad de no residentes, y de ellos más de la tercera parte opera a través de banca 'offshore', según datos del FMI. Si bien, como reconoce el propio Fondo Monetario, es probable que el volumen de depósitos de extranjeros esté subestimado. Entre otras cosas, porque buena parte del sistema financiero panameño (el país tiene más bancos que España) es propiedad de compañías extranjeras.

El banco central panameño, además, reconoce como fondos locales patrimonio colocado a través de instrumentos como los fideicomisos o fundaciones de nula transparencia. Por lo tanto, un formidable botín de guerra producto de múltiples fechorías que la banca gestiona a través de los artificios legales de los Mossack Fonseca de turno. En todo caso, fondos de ciudadanos de medio mundo que prefieren tener sus ahorros en Panamá antes que en cualquier otro lugar bajo el paraguas de la banca internacional.

También la banca estadounidense, como la española, se ha acercado al olor del dinero abriendo sucursales en Panamá, lo cual ha elevado el hedor hasta Washington. El ‘Times’ de Nueva York revelaba hace unos días que el Gobierno de EEUU estudia una norma destinada a obligar a los bancos a identificar a los verdaderos propietarios de cuentas abiertas en paraísos fiscales.

Soborno y corrupción

¿Qué importancia tiene esta medida? Transcendental. La banca radicada en paraísos fiscales incumple de forma sistemática las recomendaciones contra el blanqueo de capitales que se imponen en los territorios nacionales, lo que explica que acepten fondos de clientes ficticios sin indagar sobre el origen del dinero.

Justo lo contrario de lo que ordena el GAFI -el organismo internacional encargado de luchar contra el soborno y la corrupción-, y que obliga a las entidades financieras de los países firmantes a que “cualquier cliente” con el que se establezcan relaciones de negocio, o bien cualquier operación o ámbito de negocio en el que se actúe, ya sea de forma habitual o de forma puntual, se someta a la aplicación de los protocolos de prevención con carácter previo y “en función de un análisis de los riesgos que en materia de prevención plantee cada uno de ellos”.

Parece obvio que Mossack-Fonseca serían unos abogados de medio pelo si las legislaciones nacionales obligaran a cumplir a sus bancos

Parece evidente que esto no se hace. El GAFI, incluso, insta a la banca a poner todos los medios “que permitan llegar a la determinación del titular real de la operativa realizada”, incluido el conocimiento del origen de los fondos empleados por los clientes. Y la OCDE ha puesto en marcha un mecanismo de intercambio automático de información que hace aguas, como el propio Canal de Panamá.

Parece, pues, obvio que la pareja Mossack-Fonseca serían unos vulgares abogados de medio pelo si las legislaciones nacionales obligaran a cumplir a sus bancos radicados en otros territorios la legislación sobre el blanqueo de capitales. O lo que es lo mismo, sin una banca que no mirara para otro lado cuando alguien abre una cuenta a través de una sociedad pantalla en cualquier paraíso fiscal, los leguleyos panameños no tendrían negocio. Y los papeles de Panamá no existirían.

Lo dice un consumado experto familiarizado en la lucha contra el blanqueo de capitales. “Los periodistas os estáis fijando mucho en Panamá y en los paraísos fiscales, pero ahí no está el dinero”.

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