El espectacular mirador de Madrid que debes visitar en verano sí o sí: sorprende por sus vistas y su cine al aire libre

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La ciudad de Madrid esconde, a veces a plena luz del día, espacios que sorprenden por su capacidad para combinar historia, arte y vida contemporánea. Hay rincones que, sin necesidad de escapar de la ciudad, permiten reconectar con el paisaje urbano desde otra perspectiva, y que durante el verano adquieren una nueva dimensión cultural. Entre muros centenarios y con una de las puestas de sol más bonitas de la capital, un mirador se convierte por unos días en una sala de cine con las mejores vistas del skyline madrileño.

El Mirador de la Cornisa del Palacio Real (Plaza de la Armería) se consolida como uno de los grandes planes del verano en Madrid: vistas panorámicas, acceso gratuito y una experiencia de cine al aire libre por solo 2 euros. Todo ello, en un enclave monumental único. En este rincón elevado de la ciudad, la experiencia urbana se transforma en algo casi ceremonial. La arquitectura palaciega, el rumor lejano del tráfico y el cielo que se abre sobre la Casa de Campo componen un decorado natural que envuelve al visitante. Es un lujo cotidiano, accesible, que convierte una noche cualquiera en algo extraordinario.

Un balcón privilegiado al atardecer madrileño

Situado entre el Palacio Real y la Catedral de la Almudena, este espectacular mirador se ha convertido en un lugar imprescindible para quienes desean contemplar el atardecer sobre la Casa de Campo y los Jardines del Campo del Moro. Su acceso, libre y gratuito de 12:00 a 22:00 horas, permite disfrutar de una de las mejores panorámicas de la capital.

Gestionado por Patrimonio Nacional, forma parte de la zona de bienvenida de la Galería de las Colecciones Reales. Para acceder, se utilizan las cinco puertas restauradas del cerramiento original del recinto palaciego, una verja diseñada en 1899 por el arquitecto Enrique Repullés Segarra. Esta intervención ha recuperado elementos históricos como los sillares de piedra de Colmenar y las puntas de lanza de forja.

Cine al aire libre en un entorno monumental

Entre el 30 de junio y el 3 de julio, este mirador se transforma en un cine de verano con proyecciones al aire libre a partir de las 22:00 horas. El recinto abre sus puertas a las 21:30 h y las entradas tienen un precio simbólico de 2 euros, más gastos de gestión. La iniciativa forma parte de una programación cultural que combina patrimonio y ocio accesible para todos los públicos.

Durante esas cuatro jornadas, los asistentes podrán disfrutar de películas vinculadas al cine español y a las figuras históricas relacionadas con la Galería. Se proyectarán títulos como Comuneros, de Pablo García Sanz; Cambio de Reinas, de Marc Dugain; La Mort de Louis XIV, de Albert Serra, e Hispanoamérica, canto de vida y esperanza, de José Luis López-Linares.

Un plan ideal para las noches de verano

El Mirador de la Cornisa se suma así a otros espacios emblemáticos de la ciudad que ofrecen cine al aire libre, como la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles o la Plaza de las Comendadoras. Sin embargo, pocos pueden igualar la magia de una proyección nocturna junto al Palacio Real, bajo el cielo de Madrid y con vistas al horizonte.

El acceso al Mirador de la Cornisa es muy sencillo en transporte público. Las estaciones de metro más cercanas son Ópera (L2 y L5) y Palacio Real (L10, conexión con Cercanías en Príncipe Pío). Ambas se encuentran a pocos minutos a pie del recinto. También es accesible desde La Latina o Santo Domingo, y cuenta con varias líneas de autobús en los alrededores.

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Marina Velasco

El éxito de esta iniciativa pone de relieve el potencial de los espacios patrimoniales como escenarios vivos de la cultura contemporánea. Con una programación cuidada, precios simbólicos y un entorno difícil de igualar, el Mirador de la Cornisa se posiciona como una de las grandes propuestas culturales del verano en Madrid. Lejos del formato convencional de sala, aquí el cine encuentra un nuevo significado, integrado en la ciudad y al alcance de todos. Un modelo que no solo fomenta el acceso a la cultura, sino que refuerza el vínculo de los ciudadanos con su patrimonio, demostrando que otra manera de disfrutar de la ciudad—más pausada, más abierta, más compartida— es posible.