Montar una pista de pádel, un negocio redondo que puede llevarte a la cárcel
En los últimos años se ha disparado la construcción de pistas de este deporte, en ocasiones demasiado cerca de núcleos residenciales, que sufren los ruidos del peloteo
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Han pasado casi cuarenta años desde que Aznar, como reflejo de los usos de la beautiful people de la época, le abría un armario a las visitas para mostrar su colección de palas de pádel que, según los testigos, lucía más de cien ejemplares. El presidente incluso ordenó fabricar una pista en la Moncloa, financiada por el tenor Plácido Domingo, por la que pasaron ministros, ejecutivos y las mejores palas del circuito profesional.
Desde entonces, es raro el mes en el que no se publica que el pádel es el deporte de moda en España. No mienten: desde los 90, cuando solo estaba al alcance de las élites económicas, este deporte se ha popularizado hasta alcanzar 4 millones de jugadores activos en nuestro país y, lo que es más relevante, hoy se cuentan más de 17.000 pistas, más del doble que Italia, el país que nos sigue en instalaciones. Más que moda, lo que hay en España con el pádel es furor.
Montar una pista de pádel está al alcance de cualquiera. Una vez se dispone del terreno, bastan 15.000 euros para echar a andar el negocio. Se pueden incluso comprar en AliExpress y montarla con las herramientas de casa. Después, existen aplicaciones como Playtomic que te permiten alquilarla por horas. Los expertos dicen que, si se acierta con una zona de alta demanda, en un solo año se puede recuperar hasta tres veces la inversión inicial.
Así, en ciudades como Madrid, epicentro del Mundo Padel, se están construyendo pistas en los lugares más insospechados. Poco antes de la pandemia, la socimi Global Sauco, propietaria, entre otros, del bloque de oficinas de la calle Orense 36, decidió abrir dos pistas de pádel en el patio del edificio. Se trata de un emplazamiento encajonado entre los grandes bloques de oficinas y flanqueado por los edificios residenciales de las calles Orense y Avenida de Brasil.
"Antes, durante muchos años, ese espacio era la azotea donde íbamos a fumar", dice un trabajador de la oficina en la puerta del edificio, "y era obvio que allí no se podía hacer mucho ruido. Estás viendo las casas de los vecinos por dentro, tienes los balcones a cinco metros. Al lado está la terraza del Irish Rover, que monta mucho jaleo los fines de semana del verano, pero no está tan cerca".
Como era de esperar, los vecinos demandaron a la socimi por ruido y estos días el juzgado de primera instancia 83 de Madrid ha fallado a favor de los afectados. Una decisión que sorprende, en tanto el juez admite que las instalaciones cuentan con las licencias municipales y cumplen con las ordenanzas de ruido, pero pone por delante la alteración de la vida de los vecinos. "La sentencia aplica el criterio de no tolerancia. Utiliza el sentido común para argumentar que tu uso de un derecho, aunque sea lícito y conforme a normativa, no puede hacerse a costa de limitar los míos", explica Ricardo Ayala, abogado de los vecinos.
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En Madrid, sobre el papel, para que un ruido vulnere la ordenanza de ruido tiene que cumplir dos criterios: que supere un umbral de decibelios y que se extienda en el tiempo durante más de tres segundos. Un detalle, este último, que se añadió para evitar demandas por un golpe involuntario y es lo que legitima a los raquetazos, o golpes, del pádel. "Es verdad que el pádel no vulnera la normativa de Madrid, pero yo les digo: expónganse a un partido de pádel, que tiene unos 700 golpes secos por partido, más los gritos y los golpes contra los cristales, y verán que es mucho más molesto que escuchar un tráfico intenso de vehículos", continua Ayala.
El Harlem de la 'beautiful'
Manuel Condés, vecino de Orense 43, al otro lado de la calle de las pistas, explica que no es tanto el ruido ni la intensidad, sino la forma en la que se produce. "Desde aquí no escucho el peloteo normal, sino los remates, los golpes fuertes. Las primeras veces que lo escuché, pensaba que era un disparo. Estamos muy cerca de la calle Poeta Maragall, la antigua Capitán Haya, en la que hay prostíbulos y a veces hay broncas en la calle. Por eso antes salíamos todos los vecinos a mirar, porque nos había sonado como un tiro. Ya no salimos, pero a veces tengo la sensación de vivir en Harlem, ignorando los tiroteos de fuera".
Aunque el juez ha ordenado cerrar las pistas, los propietarios todavía pueden recurrir la sentencia y, en último caso, intentar elevar la cuestión al Supremo. Sin embargo, el caso de Orense 36 no es más que una gota en el océano de demandas que se están dando por todo el país por culpa del pádel. Ayala, que se ha convertido en una suerte de abogado del ruido, ha pasado los últimos dos años pugnando contra la orden de los Salesianos. Los religiosos, en plena expansión económica, han abierto pistas de pádel en dos de los principales colegios que tienen en Madrid: el de Carabanchel y el de Estrecho, en Tetuán. "En ambos casos hemos conseguido el cierre por la vía administrativa, no ha hecho falta ir a juicio", indica Ayala.
Para el abogado, que también está personado en causas como la del ruido del Bernabéu, el problema radica en que el ayuntamiento no está regulando una actividad que se encuentra en boom y que, por tanto, no se comporta como se esperaba. "Montar una pista de pádel es muy rentable y los empresarios las están poniendo donde pueden. En cuanto tienen un huequecito en el centro de Madrid, ahí que plantan una pista, sin pensar en que hay vecinos que viven a unos metros y a los que no dejas ya no digo dormir, sino ver la televisión con las ventanas abiertas", dice Ayala.
"En Madrid no se necesita un estudio de impacto medioambiental, como sucede en otras ciudades, para montar una instalación así. El ayuntamiento se centra en el cumplimiento de la normativa de ruido y de ahí no le sacas. A veces incluso hacen mediciones desde la calle para justificar que el ruido de los coches es mayor que el del denunciado, como han hecho con el Bernabéu y también en la calle Orense. Para mí, esto es un tipo de prevaricación administrativa", continúa el experto en ruido.
No obstante, pese a que Madrid acumula la mayor parte de las denuncias a pistas de pádel, todas se han resuelto en la vía civil o administrativa. En la localidad de La Zubia, en Granada, los dueños de unas instalaciones de pádel fueron condenados a cuatro años de cárcel y a abonar 35.000 euros a los vecinos afectados. En una sentencia que pilló a todos por sorpresa, el juzgado de lo Penal 5 de Granada valoró muy negativamente la actitud de los dos socios propietarios de las pistas, que durante once años se enfrentaron a los vecinos, un joven matrimonio con hijos, hasta el punto de llegar a la agresión física. Aunque el proceso sigue en marcha, los socios han conseguido en la apelación que se les anule la pena de prisión, al no considerarse suficientemente probados los hechos.
La sentencia de La Zubeldia, al tratarse de una condena de más de dos años, implicaba el ingreso inmediato en la cárcel de los responsables, pero no es la única pena de prisión por pádel. En Espartinas, Sevilla, la Audiencia de Sevilla confirmó en 2023 la sentencia que condenaba a seis meses de prisión al dueño de una pista de pádel que se negó a cerrar las instalaciones pese a que sabía que superaban los umbrales de ruido. La vía penal está dando tan buen resultado que muchos abogados, como Ricardo Ayala, no descartan reorientar sus causas, como la de Orense 36, si se demora demasiado el proceso.
Por si fuera poco, al pádel le ha surgido un nuevo enemigo: las aves. Según datos de SEO Birdlife, en torno a cien pájaros mueren al año al estrellarse contra los cristales de las pistas. Los ecologistas han interpuesto varias denuncias ante la Fiscalía de Medioambiente, quien ha instado a las fiscalías provinciales a perseguir este tipo de situaciones por la vía penal, aprovechando la reforma del Código Penal que se llevó a cabo en marzo y que sanciona con mucha mayor dureza el maltrato animal.
Han pasado casi cuarenta años desde que Aznar, como reflejo de los usos de la beautiful people de la época, le abría un armario a las visitas para mostrar su colección de palas de pádel que, según los testigos, lucía más de cien ejemplares. El presidente incluso ordenó fabricar una pista en la Moncloa, financiada por el tenor Plácido Domingo, por la que pasaron ministros, ejecutivos y las mejores palas del circuito profesional.