De la hipersexualización al empoderamiento: la exposición donde la música tiene rostro de mujer
'LATINA', que puede visitarse en la Casa de América hasta el 5 de julio, es un recorrido por la memoria de aquellas que moldearon la música latina y que, aún hoy, siguen marcando el ritmo
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Alejandra Fierro, conocida como Gladys Palmera, ha construido a lo largo de décadas un archivo único en el mundo: una colección que reúne más de 60.000 vinilos, 25.000 CDs, 25.000 fotografías, carteles, partituras, objetos y memorias de la música latina.
Nacida en Madrid, hija de madre panameña y con una sensibilidad artística que heredó de su familia —su tío es el compositor detrás de Historia de un amor—, Fierro comenzó su relación con la música a través de la radio. Desde los años ochenta, su empeño por difundir lo que no encontraba espacio en los circuitos tradicionales de difusión musical la llevó a crear programas especializados bajo el nombre de Gladys Palmera.
El archivo comenzó como un pequeño núcleo de discos cuidadosamente seleccionados y fue creciendo, no por la lógica acumulativa del coleccionista, sino por un compromiso con la documentación y la preservación de un patrimonio cultural muchas veces ignorado. "Antes de los discos fue la radio", explica Tommy Meini, comisario de la exposición LATINA en la Casa de América, "para ella la radio era una herramienta para abrirse al mundo".
Hoy, la Colección Gladys Palmera es reconocida como el mayor archivo privado de música latina en el mundo. Un conjunto que no es cerrado: cada semana se incorporan nuevas piezas. "Ayer, por ejemplo, recibimos el vinilo de Bad Bunny", comenta Meini, subrayando que este acervo no es un mausoleo, sino un organismo vivo, en constante expansión, que documenta tanto el pasado como el presente y el futuro de la música latina.
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Dos comisarios y una mirada
Meini, curador principal de la colección, posee un conocimiento exhaustivo de los objetos, de las trayectorias históricas, de los movimientos musicales que componen este entramado. A su lado se encuentra Andrea Pacheco, la otra curadora de la muestra, especializada en arte contemporáneo, y que ha aportado una perspectiva crítica que permite leer las piezas desde una dimensión más amplia. "Yo no soy una curadora solitaria. Me gusta trabajar en colaboración", señala Pacheco. "Creo que hemos hecho un tándem muy bueno".
El proyecto nació de una idea inicial: rendir homenaje a las grandes divas de la música latina. Sin embargo, pronto quedó claro que esa mirada debía ampliarse. "Al principio habíamos pensado una exposición más centrada sobre figuras importantes, pero queríamos llegar a un fondo más social, que hablara de la mujer en general a través de la música", explica Meini. Así se configuró una propuesta articulada en cinco capítulos, que recorre de manera cronológica las transformaciones de la representación de la mujer latina en la industria musical y cinematográfica a lo largo del siglo XX.
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El recorrido comienza con Josephine Baker, figura emblemática de la vanguardia parisina, y atraviesa los años de la industria hollywoodense, el esplendor del cine mexicano, el período de hipersexualización de la mujer en portadas y afiches, hasta llegar a las décadas de emancipación y empoderamiento.
Una historia contada por ellas
"Por un lado, se entiende la potencia de la colección de Gladys, y por otro hemos intentado ser lo más didácticos posible", señala Pacheco. "Cuenta muchas cosas de forma muy diferente: con música, con imagen, con diseño. Tiene un poco de todo, desde política hasta algo de sociedad. Y evidentemente música". El conjunto reúne más de 500 piezas distribuidas en las salas Frida Kahlo, Torres García y Guayasamín, y ofrece al visitante una experiencia inmersiva, donde los vídeos y las músicas permiten contextualizar cada época.
Meini admite que existía el temor de caer en lo repetitivo: "Yo temía al principio que fuera como una sucesión de retratos de señoras. Porque son 400 metros de exposición, es grande. Pero al final no. Hay una historia, hay una evolución, hay un sentido".
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La narrativa pone de relieve también las tensiones políticas, sociales y culturales que atraviesan la historia de la música latina. "Pasamos de París a Estados Unidos, después a México, luego otra vez a Estados Unidos. Y estos desplazamientos provocan las fuentes de trabajo de todas esas mujeres que están en la exposición", explica Meini.
Comisariar entre dos orillas
La relación entre los comisarios ha sido fundamental para lograr el equilibrio entre documentación y discurso. "Yo te puedo contextualizar en la historia, en los grandes movimientos de los ritmos caribeños, situarte en un objeto, contarte la historia. Pero necesitábamos el discurso de una mujer latina como lo tiene Andrea", subraya Meini. "Sobre todo darle el discurso justo. Es un terreno muy deslizante hoy en día hablar de la mujer, del machismo, del feminismo, de la sexualización. Hay que tener los términos justos cuando hablas de racialización, de racismo. Andrea fue la voz perfecta".
Pacheco, por su parte, destaca que trabajar con el archivo ha sido no solo un desafío profesional, sino una experiencia profundamente personal. "Yo soy chilena, llevo aquí 26 años, pero siempre tengo un pie en América Latina. He crecido en el Chile de los 80, donde la música caribeña y centroamericana fue fundamental. Para mí ha sido interesantísimo a nivel de mi propia investigación de la cultura latina y de las culturas diaspóricas".
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Ritmos y resistencia
Entre las figuras destacadas, Pacheco señala a Josephine Baker como una de las revelaciones más importantes: "Para mí ha sido un descubrimiento absoluto. No había llegado a comprender la trascendencia de su aportación a la cultura universal". Meini elige, en cambio, a Ninón Sevilla, la gran rumbera del cine mexicano: "Fue una mujer muy influyente en su época. De las primeras en llevar pantalones en México. Una mujer activista que ayudaba a otros artistas. Una influencer de su tiempo".
En todo caso, la exposición es solo el inicio. Tanto Pacheco como Meini coinciden en que el archivo permite innumerables lecturas y proyectos futuros. "La colección Gladys Palmera tiene cientos de exposiciones posibles", sostiene Pacheco. "Es el punto de partida para muchos proyectos. No solo comisariados por nosotros. Esa colección es el museo del Prado de la música latina".
Para Meini, la clave está en que el archivo es, por definición, expansivo: "El archivo rebosa de temáticas que podemos desarrollar. Podemos hacer miles de exposiciones. Pero primero vamos a pensar en cómo itinerar esta, porque nos gustaría que este discurso viaje a otras latitudes".
Alejandra Fierro, conocida como Gladys Palmera, ha construido a lo largo de décadas un archivo único en el mundo: una colección que reúne más de 60.000 vinilos, 25.000 CDs, 25.000 fotografías, carteles, partituras, objetos y memorias de la música latina.