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Toros de la Feria de San Isidro | Acomodados
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Día 24

Toros de la Feria de San Isidro | Acomodados

La feria taurina culmina con una tarde de contrastes: toros imponentes pero faltos de fuerza y actuaciones destacadas de Castella y Jiménez, mientras el público disfruta de una cálida jornada primaveral

Foto: El diestro Borja Jiménez en las Ventas. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
El diestro Borja Jiménez en las Ventas. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)

Plaza Monumental de Las Ventas, 05 de junio de 2025

24ª de Feria.

Lleno de no hay billetes, encarando el final de una exitosa feria en cuanto a público. En tarde agradable, primaveral, algo de viento y mucho calor al sol.

Seis toros de Jandilla de entre 533 y 608 kilos. Anchos, serios, cuajados, imponente corrida de toros. Algunos síntomas de falta de fuerzas y falta de duración evitaron una gran corrida de toros. Hubo de todo. Primero muy astifino, grande pero armónico. Despistado en los primeros tercios, embistió en la muleta con celo pero rebrincado, síntomas de falta de fuerza impidieron conexión con los tendidos. Fue a menos. Segundo, alto y con morrillo, largo ycon peso. Andarín, punteó en exceso los engaños. Le faltó clase y motor. Tercero también con dudas en los primeros tercios se centró en la muleta repitiendo, humillando, rematando los muletazos por abajo. Gran toro. Llegó al final con clase y bravura. Ovacionado en el arrastre. Cuarto, cinqueño, otro precioso castaño, más estrecho y corto pero serio por delante. Fue a más en la muleta, transmitiendo en las primeras tandas. Boca cerrada y fijo y pronto. Embistió y aguantó la invasión de terrenos de Castella. Quinto, precioso, se estampó contra el burladero del 10 y quedó descoordinado y flojo. Se devolvió sin ser preceptivo, ya que el reglamento contempla que los toros lesionados en el ruedo no es obligatoria su sustitución. Quinto bis, de la misma ganadería, un tío. Más de seiscientos kilos, ancho y amplio por delante, largo, imponente. No remató en la muleta, sin embestir y si llegar al final imposibilitó el buen toreo. Sexto, espectacular jabonero, sucio para ser preciso, engatillado y altivo.

-Sebastián Castella, de azabache y plata, silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras petición.

-Jose María Manzanares, de azul marino oscuro y cobre, precioso y original vestido, silencio y silencio.

-Borja Jiménez, de vainilla y oro, oreja con fuerte petición de la segunda y silencio

Acomodados

Entablé por fin conversación con mi fiel acomodadora. Semanas de verla al pie del vomitorio del diez y apenas sonrisas y salutaciones de educación y cortesía. Pero hoy me acompañé de mi padre por su 77 cumpleaños. Y volví a ratificar que el éxito en esta vida depende mucho más de lo que mires a la gente de lo que te mires a tu ombligo. A los cinco minutos estábamos embebidos en una conversación muy íntima que repasaba lo común de nuestros orígenes. Laura vive en Carabanchel. “Ahí se crio mi padre” le dije más orgulloso que si hubiera mi padre nacido en el centro del mismo Mónaco. “En la calle de la Oca”. “No me jodas”, dijo castiza Laura. Y a partir de ahí su historia la hice mía, y ella, empatía pura, hizo la mía suya. Y mi pasado y su presente confluyeron en esa avenida del respetable, y no denostado por la memoria histórica, de momento, General Ricardos. No fue franquista, que hablamos del mil setecientos. Esa calle de ilustre nombre que une, a pesar de no ser por dos siglos coetáneos, al Marqués de Vadillo y a Eugenia de Montijo. Grandes nombres para tan humilde barrio que explica con la etimología de su nombre su situación promontoria y destacada sobre aquel viejo Madrid y glorioso de los austrias.

Me crie en esa zona, barrio en pleno desarrollo cuando aún era un proyecto, por la visión inmobiliaria de mi padre que con apenas trece años convenció a mi abuelo de adquirir un humilde piso en las afueras más populares del Madrid expansionista de los primeros años sesenta. Vendieron ovejas, cencerros, carros y hasta herramientas y se aventuraron al riesgo de procurarle mejor vida a su enjuto e inquieto hijo pequeño. Mi padre huyó del frío de la estepa y se abrigó de su familia a base de convencimiento y convicción. Soria quedó atrás y Madrid se convirtió en reto. Allí se emancipó mi viejo, allí se instaló la familia de mi abuelo. Peón, sereno, de oficio y de talante, apenas le conocí pero conservo un gran recuerdo. Rememoro los paseos desde la casa de mi abuela, con mis primos más pequeños al canódromo de Madrid, abierto en aquellos decenios. Yo era el mayor de todos y convencía a mis primitos de que los duros, léanse cinco pesetas, de la paga generarían gran renta apostados a aquel galgo que me miró desde su celda. Por supuesto el galgo que me miraba se distraía y llegaba, con suerte, entre los últimos de la fila. Mis primitos con mala cara me acompañaban de vuelta y yo todo ese camino trataba de convencerles de que el que no apuesta no gana. Montaba aquella historieta de que habíamos comprado patatas, palomitas y chufa fresca por el importe percibido como paga extra. Mi gestión nunca fue óptima. Creo que acerté una vez y la segunda apuesta arrambló, como era de suponer, con el principal y las rentas. Mis primos aun me hablan, eran demasiado pequeños.

Un barrio de los de antes. Donde vive mi acomodadora. Cobra sesenta euros por tarde de acomodar. Es funcionaria de correos contratada a tiempo parcial. Sacrifica los domingos por una renta suficiente, me cuenta. El resto de los días teletrabaja, confesando que no siempre está pendiente, que le da para hacer las labores de su casa. Además, vende seguros. Laura la veo proactiva. Sonríe a miles de personas que acceden a su localidad cada día. Y gruñe a los que la abandonan antes del arrastre del toro.

Me dice que le gusta el toreo. Que los quinqueños acumulados son buenos. Que sortean en febrero su ubicación en la plaza. Que tiene amigas que entraron con ella en la primera tanda en la que entraron mujeres a trabajar a la plaza. Hace solo veinte años, tomen nota los que protestan de las quejas feministas. No hace nada las mujeres no eran dignas de acomodar en la plaza.

Podía quedar ahí la cosa. Pero la empatía creada le anima a compartir con su marido sus nuevos amigos y ex vecinos. Y resulta que el maromo, del que he visto una foto y se parece al Schwarzenegger, que es además de cachas de nuestro original barrio, reconoce a mi padre cuando de joven y buscando ingresos extra vendía helados en verano. Madrid es grandioso, pero es pequeño. La coincidencia me enseña que si vas en plan autista puede que seas feliz, pero lo más seguro es de que no te enteras ni de la misa a la media.

Foto:  El diestro Miguel Ángel Perera en Las Ventas. (EFE/Zipi)

Distraído los tres toros de Jandilla del arranque, creo que no me perdí nada. La oreja de Borja al tercero la disfruté como siempre que veo y admiro a este torero. Tiene temple, tiene garra y hoy puso pausa y causa. Y armó una faena admirada y jaleada. A mí no me llegó al fondo y me acuso del error por estar recordando aventuras de mi padre en su onomástica. Pero la segunda petición me puso sobre aviso de que lo que había pasado, sólo yo me lo había perdido. Buen torero el sevillano, sorprendentemente respetado en el foro madrileño. Hubo silencios al principio de sus tandas dignos de la Maestranza, dignos de cualquier torero. Una pena que no ocurra con la frecuencia debida. Pero es una señal de lo que Madrid espera de Borja y de sus faenas.

Castella estuvo en Castella. Lo que es decir que perfecto. Pudo a sus animales, los doblegó y paró a centímetros de su pecho. Tiene talento el francés para hacer a cien toreros. Lástima que las embestidas descompuestas de sus Jandillas no permitieran la altura que Sebastián se merecía.

Manzanares, un pincel, con el vestido más bonito, más innovador y clásico al mismo tiempo que he visto, plantó cara al peor lote y aún bordando algunas series no hubo continuidad, ni reconocimiento, ni leches. Después de algún mal pinchazo fue capaz de demostrar que sigue siendo el amo en las lides de matar.

Foto: Feria de San Isidro
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A medio gas los Jandillas, con poco más hubieran propiciado la tarde de toda la feria. Seguimos sin puertas grandes desde que Talavante la abriera. Tengo la corazonada de un gran remate en Las Ventas. Veo al público acomodado en cualquier caso, mérito de mi vecina carabanchelera.

Plaza Monumental de Las Ventas, 05 de junio de 2025

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