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Toros de la Feria de San Isidro | Días de resaca
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Día 18

Toros de la Feria de San Isidro | Días de resaca

Seis toros de El Torero de entre 534 y 547 kilos. Bien presentados, especialmente llamativos por sus cornamentas, agresivas y astifinas

Foto: Andrés Roca Rey en las Ventas de Madrid. (EFE/Juanjo Martín)
Andrés Roca Rey en las Ventas de Madrid. (EFE/Juanjo Martín)

Plaza Monumental de Las Ventas, 29 de mayo de 2025

18ª de Feria.

Nuevo cartel de no hay billetes al reclamo del peruano. Tarde muy muy calurosa, de julio o del peor agosto, por encima de los 35 grados. Sin viento. De momento las condiciones meteorológicas se quieren sumar al buen toreo.

Seis toros de El Torero de entre 534 y 547 kilos. Bien presentados, especialmente llamativos por sus cornamentas, agresivas y astifinas. Destacó en presentación el primero y el cuarto y quinto. Pareja corrida de toros. En general poco poder y poca clase, no dieron el juego esperado. Primerio muy serio por delante, se vino muy pronto abajo. Segundo más armónico aunque también algo más alto, flojo y sin clase. Se arrancaba pronto y de largo al inicio de faena de muleta, pero andarín y sin rematar la embestida. Gazapón y muy incómodo, no dio opción. Tercero ancho de sienes, algo más corto, más cornidelantero, generó algunas protestas. Buen tranco, pronto, galopó en los capotes. Embistió con alegría a la muleta pero doblando las manos en algunas ocasiones lo que deslució los embroques. Repitió con bravura y largura entre protestas que imposibilitaron que la faena tomara altura. No remató. Cuarto, muy serio y ofensivo, también aparentó mejor condición en los primeros tercios de lo que finalmente acreditó. Empujó en el caballo y se arrancó de largo buscando pelea. Alegre, aunque cortando, en banderillas. Inane en la muleta sin embargo. Tampoco facilitó el triunfo de Urdiales. Quinto muy serio y alto, cuesta arriba. Noble y con algo más de clase, justo de empuje, repitió hasta el final de la faena y aunque le faltó algo de chispa fue de menos a más. Duró y se empleó en la poderosa muleta de Andrés en una faena larguísima. Sexto en la misma línea de seriedad, corto de cuello, empujó al caballo de forma muy desigual. Dejándose pegar pero sin humillar.

-Diego Urdiales, de tabaco y oro, brindó su primer toro a su paisana Cuca Gamarra, secretaria general del Partido Popular, silencio tras aviso y silencio

-Roca Rey, de corinto y oro, palmas tras leve petición y oreja con alguna protesta suelta.

-Rafa Serna, que confirmaba alternativa lidió primero y sexto. De blanco y plata, silencio y oreja

Sufrió un puntazo en el pómulo del que ni se inmutó tras un derrote terrorífico del sexto toro. Ovación a Viruta por sus pares de banderillas en el tercer toro.

Días de resaca

Fue un afamado matador de toros, hace ya demasiados años, el que me dijo muy serio a las doce de la mañana que el mejor estado del hombre era una buena resaca. Tras un festival extemporáneo, de final de temporada, estábamos apoyados en el quicio de la mancebía. Por fuera, eso sí, que juro que nunca entramos. Por razones entonces y hoy desconocidas, ese domingo no abrieron.

Perdón por la estrofa de copla -la de apoyados en el quicio de la mancebía- pero allí, tan agustito, nos sentíamos protagonistas de varias muy afamadas tras demasiadas horas de farra y demasiada poca compañía. Cervezas medio vacías, y muchas más vacías del todo, acompañaban los restos de un desayuno temprano o de una recena terriblemente tardía. Era un pueblo de Portugal y era septiembre. Rui Vento Vasques juntó a su padrino de alternativa y Pepe Luis Vazquez. Ahí estaba la terna con este aprendiz, de testigo, pasando una noche en vela. Que acabó a dos velas, por cierto.

Mantengo el anonimato del otro maestro, también Vazquez, porque no tengo autorización de Curro para desvelar el evento.

Habíamos hablado de todo y todo en torno al toreo. Pepe Luis de madrugada se retiró a sus aposentos no sin antes declamar los versos más conocidos de varios poetas sevillanos. Lentos muy lentos, tan lentos que se atascaba y tenía que empezar de nuevo. Menos mal que la noche fue singularmente muy larga. “Dice Pernía….” se arrancaba recordando los poemas del afamado letrista. La rima embriagada rimaba con nuestro embriague y todo sonaba a soneto y todo tenía mucho arte. Se pasaron varias horas de anecdotario taurino, de charla de dos amigos. Dos horas después de su retirada, Pepe Luis reapareció contándonos algo incomprensible que pasó en su habitación.

No sé con qué me distraje, pero desaparecieron los dos y otra hora después regresó el maestro Vazquez, no Pepe Luis sino el otro, habiendo conseguido ingresar a su compadre en el catre después de poder resolver el problema ese extraño del que nunca me enteré. Por eso no lo comparto. Se volvió a sentar Curro y volvimos a las andadas de no mover ni un pie, de hacernos fuertes en aquella terraza.

Amaneció despacio. Como una hora tarde, me pareció. Y entre un toro famoso, una faena imborrable, un invierno en las américas, unos banderilleros grandes, me llevaron la gracia y la verborrea de Curro y su tauromaquia muy cerca muy cerca de las doce de la mañana.

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A esa hora, sin pretenderlo, un silencio como de ángelus precedió a la frase célebre, esa que hoy les comparto: “La resaca, es el mejor estado del hombre”. Pasaron varios minutos sin comentario posible y el sorbo de la cerveza que tomamos al unísono permanece en mi memoria tan fresca como la birra que rubricó la amistad forjada para siempre en aquella noche tan mágica en la que no nos quisimos acostar.

Con resaca fui a la plaza hoy. Embriagado de Morante, el mejor estado del hombre para retomar el estado que nos dejaron sus lances. Borracho de buen toreo cualquier sorbito pequeño reactivaría ese gusto que te da la buena ingesta.

Pero los toros de hoy no facilitaron ni siquiera unos chupitos. Prometían de capote y luego nada te daban. Los tragos eran por sustos no por beber nuevo y de nuevo. Por los cuatro primeros de hoy hubiera sido mejor habernos quedado en la cama. Menos mal que quinto y sexto vinieron con algo más de ganas.

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Al quinto después de una faena larga decidió Roca Rey instrumentar otra faena desde cero. Llevábamos ocho minutos de porfía y movimiento y de repente empezaron como en serio. Roca Rey a porfiarle tanto como a exigirle y el toro a perseguir la muleta con un galope sincero. Sonando el primer aviso decidió ir a por la espada y una estocada precisa premió el último tercio, del último tercio valga la redundancia, con una merecida oreja.

Y en el sexto Rafa Serna dio un palmetazo en la mesa y nos pidió otra ronda. El estado de ebriedad, ese que a veces se añora después de beber sin parar, me volvió como de golpe. Si ayer tomamos champán, hoy nos tomamos dos tequilas. Uno el de su quietud, el otro el de su poderío. Le buscó la cara el toro con un derrote infernal que pudo acabar fatal y Serna ni se inmutó. Le echó valor, le echó ganas, le echó el cuerpo entero al morrillo del toro para asegurar la estocada. Y recogió su merecido triunfo.

No es beber, es degustar. Pero todo sabe mejor, te hace efecto más rápido estos días de resaca. Y de valor.

Plaza Monumental de Las Ventas, 29 de mayo de 2025

Tauromaquia
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