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Toros de la Feria de San Isidro | Maestros de aficionados
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9ª de Feria

Toros de la Feria de San Isidro | Maestros de aficionados

La Plaza Monumental de Las Ventas vivió una tarde memorable con Uceda Leal destacando por su maestría y temple, mientras toreros veteranos como Curro Vázquez y César Rincón observaban desde el tendido

Foto: El diestro Uceda Leal. (EFE/Javier Lizón)
El diestro Uceda Leal. (EFE/Javier Lizón)

Plaza Monumental de Las Ventas, 18 de mayo de 2025. 9ª de Feria.

Lleno de no hay billetes. Tarde de treinta grados al inicio del paseíllo, sin viento reseñable. Grandiosa temperatura y ambiente de domingo. Dificil de entender que el resto de domingos de la temporada no pase la taquilla de un tercio de plaza.

Seis toros de La Quinta de entre 536 y 578 kilos. Sexto, devuelto, fue sustituido por otro de la misma ganadería. Muy bien presentados, en el tipo que se espera de su innegable encaste Santa Coloma. Los tres primeros cinqueños, y todos con distintos pelajes en cárdeno, el más llamativo el tercero. Ninguno anduvo sobrado de fuerza ni de bravura. A pesar de las ganas del público ninguno dio juego en los caballos. Con más clase y duración el cuarto. Primero y segundo engañosos de comportamiento, el típico toro que mide, se acuesta, te mira en cada pase sin dejar de pasar. Engañan al espectador, no al toreo que tiene que exponer aun más de lo normal para estar a la altura de la fingida calidad de su oponente. El tercero con buen ritmo en capote y primeras tandas, se fue desentendiendo, saliendo con la cara alta al final de los muletazos lo que, en esta plaza, no permite ni remate ni ole rotundo. Cuarto muy serio, algo más bajo que sus hermanos y bien hecho se entonó en la suave muleta de Jose Ignacio Uceda. Embistió humillando y largo, sobre todo los muletazos hacia adentro, por el pitón izquierdo.

Quinto, destacaba por delante, aunque estos toros no son anchos de frente y a pesar del trapío, al ser también bajos, resultan en conjunto menos agresivos que otros encastes. Embistió con brío y humillando al comienzo de faena, sin renunciar a sus dificultades naturales. Enseguida cantó la gallina, a veces se desplazaba, a veces se quedaba corto. Imposible encontrarle la distancia. Sexto en la misma línea, se hizo daño en el saludo de capote y fue devuelto tras el segundo puyazo. El sobrero el más agresivo por delante de los hermanos y el más largo, aun siendo parejo. Embistió con fuerza y continuidad pero se quedaba corto. El público se puso de su parte en la pelea con el torero, de ahí los pitos finales.

-Uceda Leal, de plomo y oro, silencio y oreja.
-Daniel Luque Ventura, de verde botella y oro, silencio y silencio con leves protestas.
-Emilio de Justo, de grana y oro, silencio y silencio con algunos pitos sueltos
Saludaron montera en mano tras un buen tercio de banderillas Raul Caricol y Jesus Arruga en el segundo toro.

No es de extrañar que anduvieran por tendidos de la plaza toreros de antiguas épocas. No me extrañó distinguir al maestro Curro Vazquez por esos bajos del ocho. Ni tampoco contemplar el áurea de gran torero que llamó mi atención desde la barrera del nueve y que me identificó con su brillo al admirado Cesar Rincón. Toreros caros de ver como público en San Isidro. Sus labores profesionales, apoderados o ganaderos, les llevan más al callejón que a filas altas. También se les puede ver en otras plazas de España aun no teniendo que cumplir compromiso laboral. Pero que, precisamente ellos dos, acudan de espectadores a donde tantos tragos pasaron tiene que tener una buena razón.

Quiero pensar que la misma que me tenía especialmente ilusionado camino de mi quinta fila. Había un torero anunciado en el plantel y de nombre Jose Ignacio. Aquellos que vimos el esplendor de Vazquez o de Rincón, aquellos andares toreros, aquellas muletas planas, aquellos cites de frente, aquellos "piecines" tan juntos, vemos en Uceda Leal un sucesor no solo digno, sino de ejemplar ejecución. El toreo sin alaracas pero sin trampas. Sin pisotones, pero sin pausa. Sin retos al tendido con la mirada, ni adorno superficial, porque sobraba. Esa esencia del torero que es de veras y que, cuando conjunta, supera cualquier escuela. Es de esa pureza sutil, de esa ejecución tranquila pero sublime, que requiere la atención plena de quien la contempla.

En tiempos de distracciones otros tipos de toreo recogen mejores frutos. Requiere también de paciencia y entendimiento el saber que no siempre la conjunción es posible. No vale cualquier torero, es evidente, pero tampoco cualquier toro. Y la inmediatez y el pleno que buscan hoy ciertos aficionados condenan al ostracismo a muchos toreros buenos. Recuerdo mis primeros años de aficionado y quiero recordar -quizá eso, solo quiero- paciencia con los toreros capaces de dar esos pases que, decimos, tienen sello. Si no fuera por eso, por las prisas de hoy en día, sé que Uceda Leal tendría anunciadas al menos cuarenta tardes al año. Sería justo y placentero.

Foto: Pedro Aguado en la Feria de San Isidro, en Las Ventas. (EFE)
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Como eso no sucede, los que nos gusta de verlo peregrinamos las tardes en las que se anuncia el de Usera. Ahí sale el aficionado Vazquez y el aficionado Rincón. Que, echándole valor y clase revisitan una plaza que les dio todo, y no todo bueno, por ver a un torero de su época que aún sigue toreando. Me meto con desahogo en la terna porque yo también tengo muy fresco aquellos sublimes muletazos. Y, es verdad, los echo de menos muchas tardes en Las Ventas.

Y no defraudó Uceda. Pausado y como en trance, ni una carrera en el ruedo, ni una prisa, ni un desencaje. Verticalidad añorada en los ayudados de inicio y toreo a la cadera en los remates. Posición y temple para poner de referencia en la escuela. Destaquillador de frente, plano y horizontal al suelo. La muleta para adelante sin doblarse ni forzar. Los brazos alrededor del cuerpo de manera natural.

Igual con mano derecha que lidiando con la izquierda, el son, el talento, el ritmo suceden en poco sitio, como en círculos concéntricos. Surge la emoción del dominio sin prepotencias, la chispa de la lucha igualitaria, la conjunción del trazo de la embestida del toro y de la anatomía del torero.

Una grandiosa tanda con la izquierda de Uceda Leal atestiguó todo esto. Después, una de sus estocadas que hunden su mano en la sangre del morrillo fue el remate contundente a la altura de sí mismo. Una oreja de ley y de peso. Una faena de las que te gustaría ver de nuevo. Y no en vídeo, en directo.

Foto: El diestro Alejandro Chicharro lidia un toro durante la corrida de toros de la Feria de San Isidro. (EFE/Borja Sanchez-Trillo)
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Es verdad que Madrid reconoce bien los méritos de un torero como Uceda. 82 paseillos con el de hoy acreditan ese gusto. La pena es que no cunde el criterio en otros cosos o empresarios. Ojalá en lo que le quede a Uceda, tiene 48 años, recoja el fruto preciado de tan robusta cepa. Vino caro para el que guste de vino bueno.

Ni Daniel ni Emilio de Justo pudieron rematar sus faenas con toros que se acabaron pronto, o no humillaban, o no pasaban del todo. Comenzaron los trasteos con decisiones extrañas para este tipo de animales, de encaste tan pronunciado. Priorizaron convencer a los de arriba en vez de embaucar a los de abajo. Y es que estos toros necesitan aprender a embestir en los primeros muletazos. Más difícil que suceda empezando su faena en el centro del ruedo y sin ninguna prueba. O de rodillas a ver que pasa. Entendiendo la estrategia, les superó también Uceda con esos ayudados por alto que recordaron a uno, me consta, de sus admirados maestros. Ese que nació en Linares, que estaba en una fila del ocho y que por algunos momentos me pareció verle arrastrando la muleta por el suelo.

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