Feria de San Isidro | Pegasos, bucéfalos y rocinantes
En una tarde calurosa en Las Ventas, los toros de San Pelayo y El Capea ofrecieron un espectáculo de rejoneo memorable, destacando la conexión única entre caballos y jinetes
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Plaza Monumental de Las Ventas, 17 de mayo de 2025
8ª de Feria.
Lleno de no hay billetes, en tarde por fin calurosa, esas de rejones donde el viento es lo de menos y el público viene a la fiesta y a disfrutar de los méritos. Alegría en los tendidos, aficionados felices. Maravilla o lamento para el futuro de la fiesta, depende con quien consultes.
Toros de San Pelayo (1º y 3ª) y El Capea (2º,4º,5º y 6º) De entre 525 y 610 kilos. Válidos para el toreo a caballo. Bien de presentación, sin poder valorar su trapío, que me parece menos valorable en las tardes de caballos. Quizá los toros astifinos y enfrentados sin intermediarios facilitan una descripción basada siempre en el miedo. Dicho eso, me pregunto desde siempre si el caballo discierne un pitón más afilado, unos riñones potentes, una cara tirando a rizada, una badana prominente. ¿Distinguirá el caballo un toro alto o astifino? Este encaste de Murube parece propicio al lance de los quiebros del caballo y de no tener que humillarse. Un figurón del toreo que no quiere grandes líos y que cría sus morlacos para, después de restringirlos vía reglamentario afeitado, facilitar los éxitos de toreros a caballo. Dieron juego los toros de El Capea. Enhorabuena. Colaboraron sin destacar en esos lances de humillar poco. Pero acreditando que la mansedumbre no forma parte de sus características.
-Rui Fernandes, ovación y oreja
-Diego Ventura, ovación y oreja
-Lea Vicens, silencio tras aviso y oreja
[📹 𝗥𝗘𝗦𝗨𝗠𝗘𝗡] ¡Así hemos vivido la octava cita de #SanIsidro2025 en #LasVentas!
— Plaza de Las Ventas (@LasVentas) May 17, 2025
💥 𝗢𝗥𝗘𝗝𝗔 para Rui Fernandes, Ventura y Lea Vicens en la primera de rejones del ciclo. pic.twitter.com/bPiqvw8wah
Pegasos, bucéfalos y rocinantes
El caballo, sin ser nunca del todo Pegaso, le dio alas al hombre hace dos mil años. De vagar, a vaguear en los tránsitos esteparios. Le dio alas y patas fuertes. Habitáculo, montura, descanso. Las tribus más osadas domesticaron la primera arma de destrucción masiva. Verdaderas naves precursoras de tanques y de helicópteros. Nada frenaba a un hombre a lomos de su caballo contra los peatones de aquellas tierras esteparias. Imperios enteros e infranqueables se hicieron con la ventaja del susurro, la empatía y el mix justo entre alimento y castigo para el caballo, en una relación que solo ha sido recreativa con esos bellos y potentes cuadrúpedos desde hace muy pocos años. Han pasado a la historia muchos de estos imponentes animales, algunos incluso más famosos que sus propios propietarios. Bucéfalo, Babieca, Rocinante… una prueba más del general reconocimiento, la admiración y el agradecimiento que los de a dos pies les rendimos a nuestros admirados caballos.
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Puede sonar arcaico tanta devoción y reconocimiento, pero en la primera guerra mundial, tampoco hace tanto, murieron ocho millones y medio de caballos en la contienda. En la segunda, el ejército alemán movilizó para el transporte 2,5 millones de equinos. Hace dos días los talibanes defendían sus posiciones a lomos casi de burros. No han pasado veinte años, los seguían necesitando. Les debemos demasiado como para no valorarlos.
Nacen todos los Equus sin conciencia colaborativa, a pesar de los milenios que venimos integrándolos, rinden ritual y antropológico homenaje a sus ancestros negándose a colaborar a la primera. Todos asalvajados, dejan claros sus orígenes y su doma es pertinente, necesaria, imprescindible. El perro nace domesticado, las ovejas obedientes, las vacas no aspiran a nada, pero a un potro a los dos años tienes que tratar de convencerle de que el pacto de sus cuidados conlleva ciertos servicios al menos de paquetería. Y es que la mayoría de los que montamos somos verdaderos paquetes. Queda claro y evidente cada sábado de rejones. La comparación ofende.
Hay caballos de la guerra como hay caballos de campo. Actualmente, han sido todos sustituidos por maquinaria pesada, los únicos descendientes activos en esas lides, son los caballos de lidia. El resto saltan y corren, incluso pasean y bailan, lejos de una función real y lejos de un riesgo cierto. Los caballos de batalla que hoy nos quedan, guerrean en nuestros ruedos, conservan el gen del ataque antes que el de la defensa, porque, aunque corren huyendo, midiendo no irse muy lejos, el mérito está cuando avanzan. Y se van de frente al pecho del toro que les aguarda. Provocan con sus requiebros, se compactan preparándose para el embroque, guiñan orejas, retuercen su espinazo para sentir lo más cerca el intento del morlaco de derribarlo sin tregua. Facilita con belleza e inexplicable valentía la maniobra del rejón, del clavel y banderillas. Baila generando el arte del riesgo más que evidente y por muy poco evitado a los ojos de la gente.
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Da gusto ver al centauro incrustado en su montura fruto de tanto trabajo. Da gusto ver al caballo entregado a su pasión de sentirse provocado. Esos caballos altivos que viven de sus requiebros, de la adrenalina que elogia el placer de ponerse en riesgo, no de la que te defiende como respuesta a un ataque, mucho más instintiva e inevitable. Caballo y caballero disfrutando de compartido riesgo, el de burlar al morlaco. Tardes de rejoneo.
Dentro de las categorías de fusión del ADN de equino con su jinete reconoceremos aquellos que si hubieran tenido más patas relinchaban, resoplaban y basaban su defensa en coces aleatorias. Es el caso de Ventura. Que de no ser un bípedo con flequillo sería caballo de rejones, tal es su integración en la sensibilidad de sus caballos. Es un caso especial. El resto monta a caballo. Ventura es prolongación anatómica inexplicable. Centauro para más señas. Mitad équido, mitad hombre. Una carrera irrepetible, invalorable, irrepetible. A la altura del otro centauro de nuestro siglo el inolvidable Pablo Hermosa de Mendoza.
El rejoneo es baile con riesgo, es reto, es sincronía. Y los oles que acompañan los lances de estas corridas parecen celebrar más la ausencia de topetazos que el arte ajustado, el susto evitado al límite, la herida casi manifiesta. Celebro la condescendencia de Madrid, la alegría, la admiración hacia algo tan difícil como la tauromaquia cuando dos de cada tres intervinientes no tienen excesivo raciocinio. La doma, la intuición y el espíritu de huída, se juntan para hacer del toreo a caballo algo realmente atractivo.
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Tarde del todo entretenida, entre méritos de toros, de caballos y de jinetes y amazonas que extrapolan con su doma, la esencia de la tauromaquia al ejercicio vistoso, menos dramático y ecuestre que dan las corridas de toros que vuelven a los orígenes de los lances de otras épocas donde rodear a un toro y encelarlo era más que meritorio.
Bienvenido sea el arte de mantener ese vínculo entre el caballo y el hombre para ese fin más que digno de sortear ante todos los peligros y la muerte en una plaza de toros.
Plaza Monumental de Las Ventas, 17 de mayo de 2025
8ª de Feria.