Toros de la Feria de San Isidro | Sin prisas

Plaza Monumental de Las Ventas, 13 de mayo de 2025. 4ª de la Feria de San Isidro. Primera novillada del ciclo.

Tres cuartos de entrada largos, excelente dato para una novillada, en tarde agradable, primaveral y sin demasiado viento aparente, aunque molestó en algunos momentos a los toreros. Seis novillos de Alcurrucen de entre 494 y 527 kilos. Con buena presentación, pecaron algunos por exceso, dieron un juego cercano a lo pésimo en el conjunto. El primero, alto y astifino, se movió en la muleta con una embestida tarda, y algo rebrincada, sin humillar. Segundo, un toro, con todas las de la ley, demasiado trapío para una novillada. Perdió las manos al salir del caballo y fue devuelto. Fue sustituido por otro de la misma ganadería de 539 kilos, cuajadísimo y de mal juego. Tercero también devuelto por flojo, salió en su lugar uno de Montalvo de 535 kilos, más armónico, también flojo, con algo de movilidad no terminó de humillar en ningún momento. Cuarto, más en tipo, muy astifino y serio, galopó en los primeros tercios pero enseguida perdió fuelle por falta de fuerzas. Quinto, también grande, embistió con más nobleza y boca cerrada sin ser un toro de triunfo, Aarón lo exprimió todo lo que se pudo. Sexto en la misma línea que sus hermanos, no facilitó el toreo.

-Sergio Sanchez, de lila y oro, silencio y silencio
-Aarón Palacio, de barquillo y oro, palmas tras aviso y oreja
-Javier Zulueta, de verde botella y azabache, silencio y silencio.
Los tres toreros hacían su presentación en Las Ventas.

Sin prisas

A las nueve de la noche no había salido el quinto novillo. En realidad, numéricamente, sí. De hecho, había salido hacía quince minutos el sexto. Los cuatro de la ordinaria lidia y los dos sustitutos pertinentes. Tras dos devoluciones inevitables -aunque demasiado solicitadas por un sector del público según mi criterio- proyectaba en mi mente, en ese justo momento, un festejo de tres horas. Me eché las pipas a la cabeza aun no teniendo absolutamente nada que hacer después de la corrida. Reflexioné un momento sobre mi injustificada impaciencia. No sé por qué me quejo, pensé. "Las prisas… para los delincuentes y para los malos toreros", decía Juncal con gran talento. Y ajusté mis inquietudes al tempo de los toros y de los jóvenes toreros. No queriéndome encuadrar en el grupo de los delincuentes, ni mucho menos en el de los malos toreros.

Y justo en ese momento vi encaminarse a Aaron a la puerta de chiqueros y me reconcilié conmigo mismo y mis deseos de no encasillarme, huyendo de una impaciencia impropia de mi en los tendidos. Soy un prisas, me arrepiento. Y disfruté su parsimonia, su enjundia y su talento. Y el tiempo se paró un poco mientras cruzaba la plaza. Una vida por delante a la cara o cruz del toreo. Una voluntad inquebrantable de rodillas al destino, de bruces con el futuro. Veinte años, todo al rojo. Y no es ningún eufemismo. Y el destino hizo lo suyo. Una larga cambiada inició el acontecimiento. En el sentido más literal del texto lo de la larga cambiada, ya que cambió en el último instante el lado por el que pasaría el toro para evitar algún lamento. Cabeza fría, brazos y muñecas obedientes dieron paso al siguiente tercio. Se me pasó volando y a la vez se me detuvo el tiempo.

Me concentré en la lidia y en ese menudo torero que sin gestos y sin prisas arreglaría la tarde y justificaría el tiempo que hoy dediqué a las Ventas. Las dos primeras horas supusieron la tortura de ver a tres novilleros estrellarse con el muro de la falta de bravura, el exceso de los cuerpos de estos Alcurrucenes y la postura absurda de protestar al que empieza con pañuelos kilométricos. Localicé a tres personajes justo en la grada de mi enfrente con sábanas de color verde que hay que preparar en casa. En días de novilleros, las protestas y los pitos, los reproches y algaradas me parecen de mal gusto y de gente mal follada. Lo siento por ellos por partida doble. Por no saber valorar y por no ser merecedores de cariños y de cópulas más o menos recurrentes, gratuitas, celebradas...

Opinión

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Juan José Cercadillo

El toro no ayudó mucho, pero Aarón desplegó el talento que tiene en ese cuerpo menudo que promete grandes triunfos, grandes tardes, grandes ferias. Con voluntad y tesón encauzó esa embestida de poco querer y repetir, para armar una faena que sin ser la que ha soñado deja en alto sus opciones y en alto nuestras expectativas. Una oreja bien basada en lo firme de su rostro, lo inalterable de su cara, lo preciso de sus muñecas y lo acertado de su espada.
Sergio Sanchez y Javier Zulueta dejaron destellos de clase y pruebas de su valía. No acompañaron los toros, no acompañaba la tarde, no era el día del triunfo pero lo de poder ser figura, la verdad, es que si metes la función del tiempo lo más probable es que quien sabe.

La buena noticia, el público que casi llena la plaza. La mala que el castellano confunde por un solo espacio el concepto de entendido con el que está en el tendido. Muchas quejas con los toros, grandes hasta decir basta. Muchos pitos a destiempo con quien aún no sienta cátedra. Poco apoyo, poca piel, poca consideración con estos chavales tan jóvenes y tan transparentes, que son capaces sin dudarlo de jugarse hasta su vida por una ilusión incipiente, improbable y muy esquiva.

Pasaron las horas despacio, los detalles a toda prisa, las quejas siempre a destiempo pero las esperanzas… eternas, me harán volver también mañana. ¡Quien manejara los tiempos!¡Quien controlara el reloj! Quien viajara hacia atrás sabiendo lo que uno sabe! Quien disfrutara la virtud del sin prisa pero sin pausa.