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El palacio modernista en pleno centro de Madrid: con ornamentación vegetal, escalera imperial y cúpula con vidriera
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El palacio modernista en pleno centro de Madrid: con ornamentación vegetal, escalera imperial y cúpula con vidriera

En pleno centro de Madrid, un edificio modernista llama la atención por su fachada ondulante, detalles vegetales y una imponente cúpula. Pocos conocen su historia… y aún menos, su interior

Foto: Fachada principal de la sede de la SGAE en Madrid (Archivo)
Fachada principal de la sede de la SGAE en Madrid (Archivo)

Aunque Madrid es célebre por sus palacios barrocos, sus edificios neoclásicos y sus propuestas racionalistas, el modernismo no ha dejado una huella tan evidente como en otras ciudades como Barcelona. La capital cuenta con pocos exponentes de este estilo decorativo y rompedor que marcó la arquitectura de finales del siglo XIX y principios del XX, y que en la ciudad condal se expresa con potencia gracias a figuras como Gaudí o Domènech i Montaner. Sin embargo, algunos ejemplos madrileños han sobrevivido al paso del tiempo, desafiando la hegemonía de los estilos más sobrios.

Entre esos escasos representantes del modernismo madrileño, el distrito Centro esconde algunos edificios que merecen ser redescubiertos. En Chamberí aún se alza la Casa de Pérez Villaamil, en el Retiro destaca la Casa Gallardo, y en el barrio de Chueca está el Palacio de Longoria, que llama la atención tanto por su decoración como por su historia. Su fachada parece sacada de un cuento y contrasta con la arquitectura habitual de las calles colindantes, convirtiéndose en un tesoro inesperado a solo unos pasos de la Gran Vía.

El edificio es una fantasía modernista construida a principios del siglo XX que hoy acoge la sede de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Su exuberancia formal y sus formas curvas han valido al edificio el apodo de “casa tarta”, por su aspecto de pastel arquitectónico. A diferencia de otros palacetes de la capital, este no fue obra del capricho de la nobleza, sino de un banquero con alma de mecenas y espíritu moderno.

Un encargo bancario con espíritu artístico

Fue el asturiano Javier González Longoria, banquero de éxito en Cuba y gran aficionado a la cultura, quien impulsó la construcción del palacio entre 1902 y 1904. Quería un edificio que sirviera tanto de vivienda como de sede para su negocio, y encargó el proyecto al arquitecto catalán José Grases Riera, compañero de promoción de Gaudí y autor de obras como el monumento a Alfonso XII en el Retiro o el edificio de La Equitativa en la calle Alcalá.

El palacio se levantó sobre un solar en esquina entre las calles Fernando VI y Pelayo, y desde el principio generó un gran impacto en la sociedad madrileña. Era una propuesta audaz para la época, un diseño que rompía con la estética imperante, y que, sin embargo, se mantenía funcional: en la planta baja se ubicaron las oficinas del banco, y en la superior, la residencia familiar. La familia Longoria vivió allí menos de una década antes de vender la propiedad en 1912, año en que la adquirió el odontólogo de la Casa Real, Florestán Aguilar.

Tras varios cambios de manos, en 1950 la SGAE compró el inmueble y emprendió una profunda reforma dirigida por el arquitecto Carlos Arniches. En los años 90 se acometió una nueva rehabilitación, esta vez para recuperar elementos originales del edificio y consolidar su estado. Desde entonces, el palacio funciona como centro de operaciones culturales y sede del archivo de obras líricas más importante de España.

Una arquitectura llena de curvas, cúpulas y simbolismo vegetal

Lo que más llama la atención al pasar por delante del Palacio de Longoria es su fachada ondulante, donde cada detalle parece fluir de forma orgánica. Toda la ornamentación vegetal, con formas que evocan hojas y tallos, está esculpida en una mezcla de cemento y arena silícea recubierta de estuco, lo que da al conjunto un aspecto de piedra moldeada. La decoración invade la totalidad del exterior, enlazando balcones, cornisas y molduras sin solución de continuidad.

El edificio tiene una planta en forma de L, lo que permitió crear un patio ajardinado en su interior. Desde la calle, destaca el torreón circular en la esquina, donde se aloja la espectacular escalera imperial. Este elemento es quizá el más sorprendente del interior: una estructura helicoidal de doble tramo que culmina en una cúpula de hierro con vidrieras policromadas, atribuida por algunos expertos a la casa Maumejean o a los talleres Masriera de Barcelona. En este espacio central confluyen los estilos, materiales y colores más representativos del modernismo.

El palacio no está abierto al público, pero puede visitarse cuando hay exposiciones o con el programa 'Bienvenidos a Palacio'

Aunque el edificio no está abierto al público de forma permanente, puede visitarse en ocasiones especiales como el programa 'Bienvenidos a Palacio' organizado por la Comunidad de Madrid. Además, su biblioteca está abierta a investigadores y ciudadanos interesados en el archivo musical que custodia la SGAE. Una visita que permite descubrir no solo una arquitectura única, sino también parte del alma artística que ha alimentado a generaciones de creadores en España.

Aunque Madrid es célebre por sus palacios barrocos, sus edificios neoclásicos y sus propuestas racionalistas, el modernismo no ha dejado una huella tan evidente como en otras ciudades como Barcelona. La capital cuenta con pocos exponentes de este estilo decorativo y rompedor que marcó la arquitectura de finales del siglo XIX y principios del XX, y que en la ciudad condal se expresa con potencia gracias a figuras como Gaudí o Domènech i Montaner. Sin embargo, algunos ejemplos madrileños han sobrevivido al paso del tiempo, desafiando la hegemonía de los estilos más sobrios.

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