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Embalses como 1.800 bernabéus y organización milimétrica: cómo Madrid evitó el colapso en el récord de lluvias
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Embalses como 1.800 bernabéus y organización milimétrica: cómo Madrid evitó el colapso en el récord de lluvias

El 8 de marzo se registró el máximo de aportación de agua de los ríos. En los embalses del Lozoya llegaron a entrar 715 metros cúbicos por segundo, una cantidad para llenar una piscina olímpica cada cuatro segundos

Foto: Embalse de El Atazar el 19 de marzo de 2024, al 81% de su capacidad (EP)
Embalse de El Atazar el 19 de marzo de 2024, al 81% de su capacidad (EP)

Madrid cerró el mes de marzo con unos datos de precipitación históricos. Los pluviómetros de la región recogieron 298 litros por metro cuadrado, cuando lo habitual en este período es 60 litros. Se quintuplicó la media. Las intensas lluvias mostraron un Manzanares inédito a su paso por la capital, aunque para las autoridades fue un quebradero de cabeza. El problema venía de arriba, del desagüe de presas como Mingorrubio en El Pardo, y el peligro de desbordamiento era real. Todas las administraciones públicas implicadas pidieron que nadie se acercara a zonas no encauzadas e incluso se planteó cortar la A-6. En los entornos del Jarama y el Henares la alerta era la misma. Finalmente, todo quedó en un susto. ¿Qué salió bien para evitar el colapso?

“Es una red muy compleja, pero estamos continuamente coordinados”, explica Marta Soriano, subdirectora de Planificación, Recursos Hídricos y Abastecimiento del Canal Isabel II y su relación con otras administraciones. Las aguas en la Comunidad de Madrid están gestionadas por dos entidades: el Canal Isabel II —la empresa pública regional de aguas— y la Confederación Hidrográfica (CH) del Tajo —dependiente de la Administración central y encargada de las reservas hídricas de otras comunidades autónomas por las que pasa el río—. Canal, en total, trabaja en 13 presas, encargada de reducir el caudal ante las crecidas y recoger y almacenar el agua destinada al abastecimiento de la población. La Confederación del Tajo hace lo propio con las presas destinadas a laminar los aumentos de nivel.

Los trece embalses del Canal tienen una capacidad total de 943 hm cúbicos. O lo que es lo mismo: el equivalente a 1.800 estadios como el Santiago Bernabéu. El agua llega a través del río que lo atraviesa en cada caso. Cuando llueve también se recoge ese volumen y se almacena para momentos de sequía. De forma habitual, los técnicos de la compañía pública llevan a cabo el desembalse manualmente e in situ en la presa por motivos de seguridad.

Abren o cierran las compuertas para que no se alcance el límite de resguardo del embalse. Por este motivo, estos nunca llegan al 100% de su capacidad. Esta semana las infraestructuras de la Confederación Hidrográfica del Tajo se encuentran al 90,3% de su capacidad y los del Canal, al 91%. Los expertos consultados sostienen que la clave para que la capital no se inundara estuvo en los trabajos en el embalse de El Pardo. “Si no se hubiese regulado esta cuenca, Madrid se habría inundado”, zanjan.

placeholder El río Manzanares a su paso por el puente de los Franceses, a 21 de marzo de 2025, (EP/Carlos Luján)
El río Manzanares a su paso por el puente de los Franceses, a 21 de marzo de 2025, (EP/Carlos Luján)

El embalse necesita un margen para que, en caso de que continúe lloviendo con intensidad, haya hueco de almacenaje. “Con la regulación del caudal siempre por debajo del tope máximo, lo que hacemos es minimizar los posibles efectos que pudiera haber aguas abajo y prevenir las inundaciones”, explica Soriano a este periódico. La complejidad de las decisiones a tomar se incrementa porque el nivel varía en función del momento del año. Por ejemplo, aunque este mes de marzo se alcanzase el umbral máximo permitido para esta época, el récord está registrado el día 30 de mayo de 1996. En mayo, igual que ocurre en verano, es posible dejar un menor nivel de resguardo, ya que la probabilidad de que se produzcan grandes avenidas por intensas lluvias es menor.

El agua que sale por la presa continúa el cauce del río y, en muchas ocasiones, acaba en otro embalse. Por eso, los técnicos advierten de que es de vital importancia estar al tanto de lo que ocurre aguas arriba, porque en muchas ocasiones hay otra infraestructura. Por ejemplo, el cauce del río Lozoya pasa primero por La Pinilla, desde donde se desembalsa agua que baja hasta la presa de Riosequillo. De ahí discurre hasta Puentes Viejas y continúa hasta El Villar. Una obra de ingeniería de enorme complejidad.

Desde este punto, se desembalsa agua que circula hasta El Atazar y finalmente la cantidad que sale acaba de nuevo en el cauce del Lozoya, que muere en el río Jarama. Esta última presa, la de El Atazar, es la más grande de toda la Comunidad de Madrid, con una capacidad del 46% del volumen total de embalsado de la región.

El río Lozoya fue uno de los puntos más críticos el pasado 8 de marzo, el día que más agua aportaron los ríos de la región. Según explica Soriano, en los embalses de este fluvial entraron 715 metros cúbicos por segundo, la capacidad para llenar cada cuatro segundos una piscina olímpica, mientras en verano suelen entrar unos 2 metros cúbicos. Ese día, el desembalse en las cinco presas que atraviesa el Lozoya fue de 75 metros cúbicos por segundo, pese a que entraban 715. "Si entra lo mismo que sale, la presa no estaría funcionando, se inundaría todo y el sistema carecería de sentido", apunta Irene Melón, jefa de explotación de la Confederación del Tajo.

Cada presa, un mundo

"Cada presa tiene unas particularidades concretas", sostiene Melón. La elección de un tipo de obra u otra está condicionada esencialmente por el emplazamiento y el tipo de uso que se le vaya a dar. En líneas generales, se pueden diferenciar dos tipos según su construcción: de fábrica (y dentro de estas, el subgrupo más utilizado es el de gravedad, hechas de hormigón y mayoritariamente construidas en los años 50 y 60) y de materiales sueltos (de construcción más tardía, en la década de los 80 y 90 y mucho más sensibles al paso del agua).

En la Comunidad de Madrid esencialmente las presas son de gravedad. Se caracterizan porque el propio peso del hormigón consigue resistir el empuje del agua, que baja desde la zona alta hasta la baja por una estructura similar a un tobogán gigante. Aguas arriba es prácticamente vertical, y aguas abajo está inclinado. En la región, destacan las presas de gravedad de Pinilla, Riosequillo, El Vado, La Jarosa o Navalmedio.

También hay ejemplos de materiales sueltos en Madrid, como la de Valmayor. Son estructuras que se levantan con elementos naturales como arenas o arcillas que en muchos casos se extraen de las cuencas donde se alzan las presas. Todas las construcciones, independientemente de su tipología, tienen unos aliviaderos que pueden ser de compuertas o de régimen libre. En las presas de fábrica el aliviadero está en la parte central, mientras que en las de materiales sueltos se encuentra en un lateral. Además, también cuentan con al menos un desagüe de fondo en la parte más baja del embalse para laminar el caudal y una vez al año para limpiar el poso que se asienta sobre la base. En algunas presas también hay un segundo tubo de desagüe a medio fondo para repartir el drenaje y que la velocidad de desembalse sea mayor.

Coordinación completa

Los técnicos de ambas entidades destacan la importancia de que las compuertas se abran en la propia presa por la peligrosidad de que se hackeen los sistemas informáticos que regulan los aliviaderos. En episodios de intensas lluvias, aunque el embalse lo gestione el Canal Isabel II, esta tiene que avisar de los desembalses a la Confederación Hidrográfica del Tajo como máximo responsable. Para estar al tanto, la Confederación tiene unos 3.000 medidores de caudales -el SAIH Tajo- repartidos en las estaciones. “Cuando el caudal llega a unos límites nos lanza avisos hidrológicos”, explican fuentes de este organismo. Cada 15 minutos obtienen información vía satelital que se traslada a las autoridades competentes: protección civil de cada comunidad autónoma.

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"Es el organismo regulador el que tiene la competencia de control y supervisión de los cauces", añade Marta Soriano sobre el papel de la Confederación del Tajo. La subdirectora subraya que desde Canal también tienen que avisar a la Agencia de Seguridad y Emergencias de Madrid 112 para que conozcan la situación y trasladen a la población las medidas en caso de que se produzca una inundación. Las decisiones para sacar el agua de los embalses se toman con medidores en tiempo real de la situación, series estadísticas, datos de aforo en ríos, modelos de funcionamiento de las presas y con las previsiones de la AEMET.

"En el Canal medimos en tiempo real lo que está entrando a cada embalse y jugamos con las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología, que las transformamos para ver en qué aportación se traduce esa precipitación", señala Soriano y añade: "En función del hueco que tengo en los embalses y el tiempo que puedo tardar en llenarlo, vamos decidiendo qué caudal tenemos que soltar. Lo importante es hacerlo de forma controlada y con anticipación para poder minimizar los efectos".

Madrid cerró el mes de marzo con unos datos de precipitación históricos. Los pluviómetros de la región recogieron 298 litros por metro cuadrado, cuando lo habitual en este período es 60 litros. Se quintuplicó la media. Las intensas lluvias mostraron un Manzanares inédito a su paso por la capital, aunque para las autoridades fue un quebradero de cabeza. El problema venía de arriba, del desagüe de presas como Mingorrubio en El Pardo, y el peligro de desbordamiento era real. Todas las administraciones públicas implicadas pidieron que nadie se acercara a zonas no encauzadas e incluso se planteó cortar la A-6. En los entornos del Jarama y el Henares la alerta era la misma. Finalmente, todo quedó en un susto. ¿Qué salió bien para evitar el colapso?

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