Un divorcio cada 40 minutos: por qué se rompen los matrimonios en Madrid
La Comunidad registró 12.413 demandas de divorcios, separaciones y nulidades en 2023, un 11,2 % más que el año anterior. Los expertos apuntan a la falta de compromiso y a los problemas económicos como dos de las principales causas
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Tatiana, de 32 años, decidió venir a hacer un máster a Madrid. Antes de dejar su amado Ecuador, quien había sido su pareja durante los últimos cinco años, se arrodilló en una playa paradisíaca y le propuso matrimonio. Duraron solo nueve meses casados. Un día, Edgar, de 45 años, se levantó y decidió que ya no quería seguir con la relación. Hace un mes finalizaron su divorcio. Algo parecido le ocurrió a Luisa y Alejandro, que prefieren no dar su apellido. Tras cinco años de matrimonio, el ritmo de sus vidas en la capital desgastó su relación. Tras divorciarse, explican, han vuelto a ser amigos.
En la Comunidad de Madrid se registraron en 2023, último dato disponible, 12.413 demandas de divorcio, separaciones y nulidades, un 11,2% más que el año anterior. Es decir, se produjo en la región un divorcio cada cuarenta minutos. En el conjunto de toda España, en 2024 se registraron 95.650 separaciones, divorcios y nulidades matrimoniales, lo que supone un aumento del 3,6% en comparación con 2023, según el Instituto Nacional de Estadística.
En las carreteras que unen los pequeños pueblos de la Comunidad de Madrid se puede ver pasar de vez en cuando una furgoneta inconfundible: la divorcioneta. En ella, el abogado Alberto García Cebrián, fundador de Cebrián y Asociados, recorre municipios como Getafe, Leganés y barrios como Carabanchel con un objetivo claro: llevar el divorcio al alcance de todos.
Su despacho, pionero en ofrecer un divorcio exprés, se hizo conocido por facilitar procesos de mutuo acuerdo de forma rápida, sencilla y a precios que rondan los 120 o 150 euros por cónyuge, según la modalidad elegida, que se pueden tramitar en la furgoneta. “El sistema tradicional para divorciarse está alejado de la realidad económica y emocional de muchas familias”, asegura Cebrián. En su web se puede leer: “Nadie divorcia como Divorcieitor”, en alusión a sí mismo.
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Para él, el divorcio es más que un proceso jurídico: es la oportunidad de replantearse la vida, de soltar lo que ya no aporta y de abrirse a un futuro más acorde con la propia felicidad. Así lo decidió Lorenzo García el año pasado, después de estar casado con un inglés durante siete años. “Sentía que tenía que haber más y decidí acabar la relación. No fue fácil, pero no me arrepiento”, dice.
Mientras Cebrián surca las carreteras madrileñas en su divorcioneta, entrando y saliendo de pueblos con realidades muy distintas, la Comunidad de Madrid se enfrenta a unos indicadores que reflejan una profunda disparidad en la manera de vivir el matrimonio y el divorcio.
Las principales motivaciones que llevan a las parejas a tomar la decisión de divorciarse en la Comunidad son la falta de compromiso, la infidelidad y los problemas económicos. “La que más está aumentando en Madrid son las dificultades económicas, y esto tiene un doble efecto: por un lado, provoca el deseo y necesidad de divorciarse, pero, por otro lado, dificulta enormemente poder llevar a la práctica el divorcio por el sobrecoste que supone el pago de dos viviendas”, asegura Cebrián.
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Según datos de su despacho, esto provoca que aproximadamente un tercio de los madrileños que quieren divorciarse no puedan materializarlo o tengan que gestionarlo de manera precaria y antinatural. Ya sea volviendo a la casa de sus padres o alquilando una habitación en un piso compartido, lo que en la práctica supone dejar de convivir con la expareja, pero pasar a vivir con desconocidos.
Para el letrado, el problema es claro: en 2025 la tendencia del número de divorcios seguirá subiendo en todo el país, hasta alcanzar cifras de 100.000 al año, como ya ocurría en 2018 y en años anteriores. “Las tasas de divorcio cayeron en 2020 con la pandemia y en 2021 se recuperaron, pero en 2022 y 2023 volvieron a bajar ligeramente. En 2024 es cuando se ha visto un aumento significativo, marcando una tendencia que puede durar varios años”.
En la Comunidad de Madrid, los municipios con mayor porcentaje de divorcios actualmente son Navalcarnero, Valdemoro, San Lorenzo de El Escorial y Arganda del Rey, que coinciden en tener unos costes de vida más bajos. En comparación, en los municipios con menor tasa de divorcio existe un mayor coste de vida, como por ejemplo Madrid capital, Leganés o Getafe. “El número de divorcios seguirá aumentando ligeramente en toda la Comunidad, aunque lo que aumentará exponencialmente serán los matrimonios que quieren divorciarse, pero no pueden hacerlo por no poder costear los gastos que conlleva”, afirma.
Por su parte, la psicóloga sanitaria Luz María Peña explica que muchas de las dificultades que llevan al divorcio no aparecen de un día para otro, sino que se construyen a lo largo del tiempo en función de cómo cada persona aprende a relacionarse, a comunicarse y a manejar el malestar. Es decir, no siempre es un evento puntual lo que termina rompiendo una relación: muchas veces, la causa se encuentra en la acumulación de pequeños conflictos no resueltos.
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Peña considera que la vida en Madrid tiene muchas ventajas, pero también un ritmo muy exigente que puede desgastar profundamente las relaciones de pareja. Las largas jornadas laborales, el tiempo que se pierde en transporte y el alto coste de vida generan mucho estrés cotidiano. Ese estrés no se queda fuera de casa: se cuela en la pareja y muchas veces en la forma en que nos hablamos, nos cuidamos o dejamos de cuidarnos.
Sin embargo, explica, cuando las parejas son conscientes del ritmo que llevan y de cómo les afecta, muchas veces pueden empezar a hacer pequeños cambios que marcan una gran diferencia en la relación. A veces, no se trata de dedicar demasiado tiempo, sino de aprovechar y disfrutar el tiempo que se tiene.
Tatiana, de 32 años, decidió venir a hacer un máster a Madrid. Antes de dejar su amado Ecuador, quien había sido su pareja durante los últimos cinco años, se arrodilló en una playa paradisíaca y le propuso matrimonio. Duraron solo nueve meses casados. Un día, Edgar, de 45 años, se levantó y decidió que ya no quería seguir con la relación. Hace un mes finalizaron su divorcio. Algo parecido le ocurrió a Luisa y Alejandro, que prefieren no dar su apellido. Tras cinco años de matrimonio, el ritmo de sus vidas en la capital desgastó su relación. Tras divorciarse, explican, han vuelto a ser amigos.