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Hace unos días, Carlos se tiró desde una azotea de Castellana: culpó a un fármaco para el pelo
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LA FINASTERIDA, EN EL PUNTO DE MIRA

Hace unos días, Carlos se tiró desde una azotea de Castellana: culpó a un fármaco para el pelo

El uso del medicamento se ha extendido entre hombres que quieren frenar la caída del pelo, pero sus efectos secundarios podrían exceder los registrados en el prospecto

Foto: Foto: Getty / Newsmakers.
Foto: Getty / Newsmakers.

Nacho supo de inmediato que algo no iba bien. Era la primera hora del pasado 4 de febrero y Carlos, su amigo y compañero desde hace una década, parecía más disperso que nunca. Al entrar en la oficina, Nacho notó que Carlos tenía una herida abierta en la muñeca: la explicación fue que se había caído en la bici. "Me preocupé y quise seguir preguntándole, porque Carlos no tiene bicicleta, pero justo empezaron a llegar el resto de compañeros y no quise ponerle en una situación incómoda", relata a este periódico.

Carlos, de 46 años, no era el mismo desde el verano. Era una persona deportista, simpática, que no fumaba ni había probado las drogas, con mucho éxito en el trabajo, lo que le había granjeado un generoso colchón económico que empleaba en sus aficiones. Le gustaba irse los fines de semana a bucear y presumir de ropa de marca. Sin embargo, en los últimos meses parecía otra persona. No quería hacer deporte, aparecía por la oficina con la camisa sucia y se mostraba esquivo con sus compañeros. Evitaba iniciar conversaciones y, las pocas veces que lo hacía, resultaba obsesivo: hablaba siempre del mismo tema —el que tocase ese día— sin importarle lo que respondiera su interlocutor.

A mediodía, Nacho fue a buscar a Carlos a su mesa para ir juntos al gimnasio, como hacían a diario. No estaba. "Le llamé y me dijo que no quería ir al gimnasio, que se había subido a la azotea a tomar el fresco. Allí hay unos sillones y unas mesas para fumar y disfrutar de las vistas de la zona. No le di mayor importancia". Nacho fue al gimnasio, se duchó, comió y, al regresar, vio que su amigo no estaba en su puesto, de modo que subió a la azotea. Allí descubrió que Carlos no estaba en la zona de sillones, sino en una altura superior, donde se anclan las unidades exteriores del aire acondicionado. No había escaleras de acceso; Carlos había trepado por el muro.

Eran las 5 de la tarde y la oficina empezaba a vaciarse. En la azotea, en la planta 12 del edificio de Castellana 163, en pleno corazón financiero de Madrid, no quedaba nadie. Solo estaban Nacho y Carlos. "Le pedí que se bajase, porque ese lugar era peligroso, pero su cabeza estaba en otro lugar. Empezó a enseñarme fotografías de los dos, de comidas y eventos del año pasado, y me puse nervioso, no era una reacción normal. Le dije que, si no bajaba ya, llamaría a la policía. En ningún momento pensé que fuese a saltar, solo quería que reaccionase, acabar con la situación cuanto antes. Me respondió que eso era una tontería, que cuando viniesen los agentes, él bajaría y diría que solo estaba tomando el aire, y yo quedaría en evidencia".

Nacho llamó a la policía. En el momento en el que descolgaron el teléfono, Carlos desapareció. A los dos segundos, se escuchó un golpe estremecedor. Nacho bajó corriendo al patio interior del edificio y, al abrir la puerta, encontró el cuerpo de su amigo sin vida.

Cuando se marcharon la policía y los psicólogos, Nacho miró el móvil y se encontró con una carta de despedida de Carlos. Había pasado el día redactándola y la envió justo antes de precipitarse al vacío. Le decía a Nacho que le quería mucho, pero que no podía salir del pozo negro en el que se había metido. Que no dormía ni podía concentrarse en nada, lo que había hecho de su vida "un infierno". Mencionaba, además, un fármaco como el detonante de todo: la finasterida.

"Tomé una medicación para el pelo y me provocó una depresión . He intentado todo para curarme y no lo consigo. Síndrome postfinasterida se llama, nunca lo tomes. Ahora vivo un infierno constante en mi mente", son las palabras exactas que dejó en sus últimas voluntades.

"Tomé un fármaco para el pelo y me provocó depresión. He intentado todo para curarme"

Había empezado a tomarlo en verano, cuando vio que su salud capilar se deterioraba. "Es verdad que estaba perdiendo pelo, pero muy poco, apenas se notaba", dice Nacho. "Fue a un dermatólogo con la idea de hacerse un injerto, pero le recetaron finastéride porque su situación era reversible. Al poco de empezar a tomarlo, Carlos me contó que no le estaba sentando bien, que tenía problemas de erección y no se podía concentrar. El médico le pidió que dejase de tomarlo. Fue en ese momento cuando todo empeoró".

Carlos luchó contra los síntomas durante siete meses. Poco a poco, fue perdiendo la batalla. Dejó de ir a bucear, su pasión vital, y de tomar cervezas con los amigos, ya que el dermatólogo le recomendó no probar el alcohol hasta estar recuperado. Sus compañeros notaron en él cambios profundos, como que se acordase de una novia que había dejado hace años y de la que nunca hablaba, o que se quedase en la cinta de correr mirando al vacío durante mucho tiempo. "A prinicipio de año me dio las claves de su banco, por si le pasaba algo. Me asusté y le pedí que por favor fuera a un psiquiatra, pero Carlos no estaba por la labor. Estaba muy deprimido, en ocasiones se echaba a llorar mientras hablábamos, algo muy raro en él".

¿Hasta qué punto tuvo la finestérida la culpa del suicidio de Carlos? "Para él, toda la culpa es de la pastilla, así lo expresó en varias ocasiones a diferentes personas. Para los que le veíamos a diario, lo único que puedo decir es que su cambio cuando empezó a tomarla fue absoluto. Si no fue la culpable de todo, al menos sí el detonante", lamenta Nacho.

Carlos no está solo

Al no encontrar soluciones en la medicina, Carlos buscó sus síntomas por internet y encontró información en la Plataforma de Afectados por Finestéride. "Lamentablemente, no llegó a contactar con nosotros. Hubiéramos intentado ayudarle, al menos habría sabido que no está solo, que somos muchos en esta situación", dice su coordinador, Carlos Rerucha. Este madrileño, de 31 años y dedicado al marketing, también se considera una víctima del fármaco.

Rerucha comenzó a tomar finasterida en febrero de 2021. El primer mes notó un bajón severo de su líbido, que se recuperó poco después. Los problemas llegaron al año y medio de tomar el medicamento, cuando empezó a sufrir insomnio, sensación de niebla mental y problemas de erección. Una noche, en una discoteca, dijo basta: "Conocí a una chica y nos gustamos. Nos estábamos besando y sentí que mi cuerpo no reaccionaba. No tuve ninguna erección o estímulo placentero de ningún tipo, era como si me hubieran castrado. Al día siguiente fui al dermatólogo para que me quitase las pastillas", explica.

Como a Carlos, a Rerucha se le agravaron los síntomas al dejar la medicación. "De repente dejé de poder dormir. Lo hacía, como mucho, una hora seguida, de la que me despertaba con taquicardias y ansiedad. Era incapaz de concentrarme y de sentir alegría o placer y a menudo me quedaba sin voz, afónico. Cuando hablaba más de 20 minutos seguidos, me pasaba los siguientes cinco días sin poder hablar", afirma el afectado. "Sexualmente no me recuperé. Incluso mi pene cambió de forma, se hizo a una realidad en la que el flujo de sangre que le llega es mucho menor del habitual".

Foto: Rafa Nadal se ajusta una bandana para el sudor. (Lynn Bo/EFE)

"Llegados a un punto comenzó a pasarme por la cabeza la idea del suicidio. Era un pensamiento que llegaba a mi cabeza y no era posible olvidarlo. Estuve dos veces ingresado en un psiquiátrico, en marzo y septiembre de 2023, para conseguir estabilizarme. No podía entender por qué me sentía tan mal físicamente con solo 30 años", zanja Rerucha.

Iñaki, de 26 años, solo tomó el fármaco tres meses, en 2022. Desde entonces no ha vuelto a tener vida sexual con su pareja, pero estaría dispuesto a renunciar a ella por librarse de otros efectos secundarios: "La niebla mental se ha apoderado de mí en los últimos años. También la anhedonia, los problemas cognitivos y la fatiga crónica, que han hecho que no pueda trabajar desde hace más de un año", cuenta a este periódico. "Pero cambiaría todos ellos por volver a tener la cabeza como antes, es agotador vivir con los problemas cognitivos que sufro".

Con todo, el joven no pierde la esperanza de una recuperación completa: "Es una locura que todo esto me esté pasando por tomar ese veneno durante tres meses, pero sé que algún día todo estará bien. Que se hará justicia y que se publicarán estudios que confirmarán que no estamos locos", continúa. "Mama, papá, prometo volver a ser yo algún día".

Una pastilla de moda

A los hombres maduros les fascina hablar de pelo. En internet existen miles de foros donde no solo se publican críticas sobre las mejores clínicas para hacerse un implante, sino que también se cuelgan diagnósticos de especialistas o se sigue la evolución capilar de los foreros a través de incesantes fotos de coronillas bajo el flexo.

Por supuesto, los foreros también comparten sus experiencias con los fármacos. Desde hace más de una década, existe un consenso común: para alopecia ligera, minoxidil, ya sea tópico u oral, y finasterida o duasterida para casos más peliagudos. Son los dos únicos fármacos que funcionan en mitad de un océano de vendedores de tónicos. En realidad la estimulación capilar son sus efectos secundarios, ya que son medicamentos que se popularizaron por otros usos —bajar la tensión en el caso del Minoxidil y tratar el agrandamiento de la próstata en el caso de finasterida— y en los que los médicos descubrieron una mejora colateral del pelo de sus pacientes.

A lo largo de los años 90, pero sobre todo durante la siguiente década, la finasterida ha ido creciendo en popularidad entre los dermatólogos, hasta el punto de que hoy Propecia, la marca comercial de finasterida en España, está entre sus medicamentos más recetados. El tratamiento cuesta en torno a 50 euros mensuales y la Seguridad Social solo lo cubre en caso de venir recetado por el urólogo. Así, solo esta molécula mueve 130 millones de dólares al año y las estimaciones creen que duplicará el tamaño de su mercado para 2032.

La finesterida inhibe la producción de la enzima 5-α reductasa, encargada de la transformación de la testosterona en dihidrotestosterona, responsable a su vez del debilitamiento del pelo en personas con predisposición genética. Como cualquier medicamento, y en especial los que inciden sobre el equilibrio hormonal, finasterida muestra una serie de contraindicaciones, la mayor parte descritos en los casos de los afectados. Los problemas sexuales y la depresión figuran como síntomas poco frecuentes, mientras que se reconoce la incidencia, aunque sin detallar el porcentaje, de otros como la taquicardia, el fallo hepático y la ideación suicida.

Esto no siempre fue así. Merck, la farmacéutica que puso en el mercado Propecia, se resistió a incluir un aviso sobre la depresión en sus envases hasta que la FDA (Food & Drug Administration) le obligó a hacerlo en 2010. Más adelante, en 2022, también tuvieron que forzarles a reconocer que algunos pacientes sienten impulsos suicidas tras tomar finesterida.

Síndrome post tratamiento

La principal demanda de los afectados es que se siga ampliando la lista de riesgos. La plataforma reclama, por un lado, que se avance en la investigación para conocer cuántos pacientes están sufriendo los síntomas más graves y, por otra parte, defienden la existencia del Síndrome Postfinasterida (SPF), que hace alusión a los síntomas persistentes que sufren una vez abandonan el fármaco. Para la Medicina, este síndrome no está avalado por la literatura científica, aunque varios estudios sugieren su existencia.

"Los dermatólogos solo avisan del bajón de líbido en la consulta. A nadie le advirtieron de que, en casos concretos, puedes acabar deprimido teniendo ideas suicidas... o algo peor, como le sucedió a Carlos", dice Rerucha. "Es desasperante. Vamos al médico con los síntomas persistentes y nos dicen que está todo en la cabeza, que nos relajemos, que es solo el efecto nocebo".

"¿Si existe el SPF? Te devuelvo la pregunta: ¿existe el covid persistente? Existe en la medida en la que hay pacientes que dicen sufrirlo, y estoy seguro de que no mienten. Otra cosa es la causa de esos síntomas", afirma el doctor Pedro Rodríguez, jefe adjunto del servicio de dermatología en la Ruber Internacional. "Por supuesto que hay casos concretos, pero los médicos tenemos que fiarnos de la literatura científica, que nos dice que la mayor parte de esos casos responden al efecto nocebo".

La ciencia duda de la existencia de síntomas persistentes al abandonar la finasterida

Rodríguez, que considera seguro el medicamento hasta el punto de que admite tomarlo él mismo, señala que los casos concretos deben ser considerados como excepciones: "Yo siempre pongo el ejemplo del paracetamol. Este medicamento es principal responsable de los trasplantes de hígado por fallo agudo, pero eso no significa que sea un medicamento inseguro. La prueba es que lo toma muchísima gente y no le sucede nada. Los medicamentos le sientan distinto a una persona que a otra y, lamentablemente, todavía no hemos llegado a una medicina personalizada que cuente con los perfiles genéticos de cada uno".

En los foros es habitual encontrarse con personas que compran finasteride de forma irregular, sin pasar por el médico, o que toman dosis más altas de la recetadas con la esperanza de recuperar su pelo. Al respecto, el dermatólogo de Ruber incide sobre la importancia de respetar las dosis: "Para el tratamiento de próstata se utiliza una dosis de finasterida que sí produce algunos de esos efectos indeseados, pero para la alopecia la dosis recomendada es cinco veces menor. Es importante que los pacientes respeten la dosis y, sobre todo, que no empiecen a medicarse sin la prescipción de un facultativo".

La doctora Claudia Larrarte, directora médica de la Clínica Capilar Velázquez, reconoce que los pacientes pueden experimentar "disminución en la libido, dificultades de erección y, en algunos casos, alteraciones en la textura del cabello", además de otros efectos menos habituales como el "aumento del tejido mamario masculino y ciertas reacciones alérgicas, como erupciones cutáneas", si bien incide en que es necesario que el doctor "monitoree y gestione adecuadamente estos efectos secundarios". Este seguimiento es uno de los caballos de batalla del sector, que vive en un boom desde hace cinco años, tiene listas de espera de hasta un año y no siempre dispone de los recursos para seguir la evolución de sus pacientes.

La respuesta sobre si existe o no el SPF solo la tendremos en el futuro. Por el momento sabemos que, desde 2016, más de 1.500 norteamericanos han demandado a Merck por perjuicios prolongados sobre su salud sexual después de tomar finisterada, así como que la farmacéutica ha gastado más de 5 millones de dólares en acuerdos extrajudiciales. Este periódico ha contactado con Normon y Cinfa, los laboratorios que comercializan finasterida capilar en España, para hablar sobre la seguridad del fármaco, sin obtener respuesta.

Organon, horas después de la publicación de este reportaje, ha enviado una nota informativa a este periódico: “La evidencia disponible, a lo largo de años de experiencia con finasterida en práctica clínica, respalda la seguridad de este medicamento. Las agencias reguladoras de todo el mundo revisaron minuciosamente los datos de seguridad de estos medicamentos antes de su aprobación y, junto con la compañía (Organon), han seguido revisando datos adicionales de seguridad continuamente todos estos años, como parte del proceso de vigilancia rutinaria posterior a la comercialización de cualquier producto farmacéutico. En ningún momento se ha establecido una relación causal entre el uso de finasterida y la ideación suicida. Nada es más importante para Organon que la seguridad de nuestros medicamentos y de los pacientes. Desde Organon aconsejamos siempre a los pacientes consultar a sus profesionales sanitarios todas las dudas que puedan tener sobre sus tratamientos. Pero además desde Organon ofrecemos diferentes vías de contacto, que nos permiten estar cerca de los pacientes y velar por su salud”.

Por su parte, la EMA (European Medicines Agency), el regulador de medicamentos comunitario, abrió hace cinco meses una investigación sobre la finasterida. Su objetivo es evaluar hasta qué punto son comunes las ideas suicidas durante los tratamientos contra la alopecia. La investigación parte de la agencia de medicamentos francesa, que ha registrado varios casos de pacientes con síntomas persistentes tras abandonar el tratamiento. En Francia incluso se ha enviado un correo a todos los médicos con capacidad de prescribir y a los farmacéuticos del país avisándolos de que presten máxima atención a los pacientes de finasterida con problemas sexuales y/o psiquiátricos. Si la EMA cumple con el calendario, a finales de mayo emitirá una recomendación a la Comisión Europea sobre la seguridad del fármaco. Hasta que esto suceda, los alopécicos tendrán que seguir preguntándose si recuperar pelo merece el riesgo de una depresión severa.

Nacho supo de inmediato que algo no iba bien. Era la primera hora del pasado 4 de febrero y Carlos, su amigo y compañero desde hace una década, parecía más disperso que nunca. Al entrar en la oficina, Nacho notó que Carlos tenía una herida abierta en la muñeca: la explicación fue que se había caído en la bici. "Me preocupé y quise seguir preguntándole, porque Carlos no tiene bicicleta, pero justo empezaron a llegar el resto de compañeros y no quise ponerle en una situación incómoda", relata a este periódico.

Salud mental