Viaje al epicentro de la soledad de Madrid: el triángulo donde vivir solo es lo normal
Tres de cada diez hogares son unipersonales en esta zona. El movimiento de lunes a viernes, coincidiendo con el horario de oficinas, contrasta con la calma del fin de semana
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En la misma calle donde convergen los bares de toda la vida y restaurantes de diseño, también conviven cientos de empresarios de traje y corbata con los vecinos de siempre. Los primeros se acercan a diario a las inmediaciones de María de Molina, Diego de León y Castelló para trabajar; los segundos permanecen cuando cierra la oficina. Entre esas dos manzanas confluyen locales modernos, tiendas de alimentación, una cadena de boxeo y un gimnasio boutique. También pisos de lujo con pequeños apartamentos unipersonales. De lunes a viernes, la zona es un foco de ajetreo y movimiento. "Los sábados, vacío", responde una mujer de mediana edad a este diario.
No es la única que confirma esta teoría. También lo hace Elena, una mujer de 72 años con más de cuatro décadas a sus espaldas viviendo en el barrio. "Yo no vivo sola, pero conozco a mucha gente que sí", reseña. La realidad es que, a pesar de las prisas y trasiego de trabajadores anónimos, los fines de semana estas manzanas del Barrio de Salamanca vuelven a ser de los vecinos. En estas calles, el 56% de las viviendas están ocupadas por una única persona. Es el mayor porcentaje de todo Madrid. De los 544 hogares registrados en esta zona, 306 de ellos están ocupados por una sola persona, según datos del Ayuntamiento.
"No te lo iba a decir, pero mira, mi bisabuelo era Arturo Soria", dice Elena para demostrar su arraigo familiar con la capital. La mujer no solo ha visto la transformación del ensanche del XIX en los últimos 40 años; también aprecia el contraste semanal cuando va a hacer la compra. "Muchas son personas mayores", continúa Elena. Sin embargo, echando un vistazo a los datos del Panel de Hogares del Consistorio, el perfil mayoritario de las personas que viven solas en esta zona del barrio de Salamanca es el de menores de 65, tanto mujeres (118) como hombres (114).
En la esquina con General Oráa hay una pequeña modista de arreglos de ropa. Dentro, una mujer fija la vista en la máquina de coser para no perder el hilo. Él, por su parte, atiende a las clientas que entran consultando por el abrigo que dejaron hace unos días. Según el trabajador, el perfil mayoritario de la clientela son, acorde con el vecindario, mujeres mayores. Y con dinero. "Son mujeres elegantes y cuidadas. Con el tiempo, algunas han empezado a venir con mujeres que les ayudan", observa.
¿Qué tiene esta zona para que predominen las viviendas unipersonales? "Considero que tiene que ver con una cuestión de renta porque pertenecen a distritos como Salamanca o [del otro lado de la Castellana, una franja de] Tetuán, con rentas muy superiores a la media del municipio", defiende el doctor en Sociología de la Universidad Complutense, Pedro Uceda.
En total, tres de cada diez hogares de Madrid son unipersonales. Este grupo lo forman 255.908 mujeres y 165.799 hombres que viven solos, según los últimos datos de 2023. Para poder cruzar diferentes variables hay que acudir al Censo de Hogares de 2021 del Instituto Nacional de Estadística (INE). Por franjas de edad, la paridad se mantiene hasta la jubilación: aquí el número de hombres mayores de 65 años que viven solos cae hasta un tercio de la cifra de las mujeres. La esperanza de vida, algunos años superior para ellas, es una de las explicaciones. De hecho, en aquellos barrios en los que hay más jubiladas viviendo solas, otro de los tipos de hogares más frecuentes están compuestos por una pareja senior.
Milagros es vecina de Carabanchel, de las de toda la vida. Vive sola, pero no por decisión propia. Siempre lo ha hecho en la misma casa, la que compró junto a su marido, fallecido hace un par de años, y donde formó su familia. Su hijo reside hoy en la otra punta de la ciudad. En sus visitas aprovecha para hacerle algunos arreglos en casa, aunque el día a día es otra cosa.
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A sus 80 años y con algunos problemas de movilidad, Milagros necesita ayuda para algo tan básico como ponerse unas medias de compresión. Entre semana cuenta con el apoyo puntual de los servicios sociales del Ayuntamiento; por las noches, le ayuda una de sus vecinas, también jubilada. Es una de las afortunadas del distrito que cuentan con un ascensor, nada frecuente en los edificios construidos por esta zona entre los años 60 y 70. Aunque eso sí, las veces que se estropea, que no son pocas, no puede salir de casa.
Los datos no hacen más que confirmar la tendencia de los últimos años. "El número de personas por hogar no ha dejado de disminuir durante las últimas décadas", señala el también doctor en sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Daniel Sorando. El fenómeno, según el experto, responde al incremento incesante del individualismo, caracterizado por erosionar "el poder del grupo en el sostenimiento de la vida cotidiana". Y aunque es transversal socialmente, no cabe duda de que se requieren ciertos soportes materiales para seguir en la rueda: "En las familias donde faltan viviendas es más probable la cohabitación. Al respecto, las tendencias recientes en el mercado de la vivienda en alquiler, con protagonismo creciente también de generaciones más maduras, podría conducir a una reducción relativa de este fenómeno".
Jóvenes dentro de la M-30
La edad marca distintos patrones alineados con el conjunto de la población de la capital. Las viviendas de los mayores son, principalmente, en propiedad, en contraposición con las de los más jóvenes, en régimen de alquiler. Respecto al tamaño de las viviendas de las personas que viven solas en la capital, podría tener la misma lógica; sin embargo, los de 16 a 24 viven emancipados en pisos más grandes que los de 25 a 34.
Estos datos son llamativos si se tiene en cuenta que una persona joven tendría que destinar el 102,3% de su salario para poder alquilar una vivienda en solitario, según el Consejo de la Juventud de España (CJE). La tasa de emancipación está en su punto más bajo desde, al menos, 2006, debido al incremento de precios del alquiler, explica en su último informe.
Esto, unido a que los últimos datos del CJE situaban en los 30,3 años la edad media de emancipación, y que los menores de 25 que viven solos son más frecuentes en los distritos de Centro, Salamanca o Chamberí, de mayor renta, explica que la superficie media de sus casas sea superior a los nacidos una década antes: solo los que cuentan con más recursos pueden vivir solos en la capital.
La explicación, al final, radica también en la clase social. Sorando defiende que "no todos" los jóvenes tienen problemas para emanciparse. Quienes residen solos en el centro son "un tipo de jóvenes muy particular", explica. "Son personas de clases altas, en no pocas ocasiones extranjeras, bien con salarios muy altos en grandes multinacionales o en empresas que les dan servicios especializados, o bien con importantes ayudas familiares. Sobre todo en el primer caso, se trata de profesionales que, pudiendo optar por trabajar en distintas ciudades del mundo, priorizan aquellas donde el paisaje urbano les atrae más por distintas razones (en Madrid, la historia y el ocio) y, por tanto, seleccionan (porque pueden) los espacios más emblemáticos y huyen de aquellos con menos personalidad".
En cuanto a los mayores de 65 que viven solos, la mayoría lo hace en los barrios de ladrillo y toldo verde de la periferia. Las razones son diversas. Por un lado, la revalorización de las viviendas en el interior de la M-30 ha sido tal que "muchos hogares se ven motivados a venderlas o alquilarlas, mientras que permanecer en las viviendas de las periferias todavía puede parecer una decisión económicamente razonable", señala Sorando.
No solo eso, también hace mella el fenómeno del envejecimiento en "los barrios de la periferia de los 70-80" que son propietarios de sus viviendas, acorde con "la escasa movilidad residencial a lo largo de la vida que, como norma general, caracteriza a los hogares españoles", señala Uceda.
Por último, predomina el sentimiento de pertenencia. "Los hogares de clases medias y populares tienen más arraigo en el territorio, dado que dependen más de las relaciones de vecindad para su día a día que las clases altas, que puede contratar lo que necesitan en su vida cotidiana", concluye Sorando.
En la misma calle donde convergen los bares de toda la vida y restaurantes de diseño, también conviven cientos de empresarios de traje y corbata con los vecinos de siempre. Los primeros se acercan a diario a las inmediaciones de María de Molina, Diego de León y Castelló para trabajar; los segundos permanecen cuando cierra la oficina. Entre esas dos manzanas confluyen locales modernos, tiendas de alimentación, una cadena de boxeo y un gimnasio boutique. También pisos de lujo con pequeños apartamentos unipersonales. De lunes a viernes, la zona es un foco de ajetreo y movimiento. "Los sábados, vacío", responde una mujer de mediana edad a este diario.