Cubrir o no cubrir: ¿Qué hacemos con el Templo de Debod para garantizar su protección?
El debate sobre si es mejor cubrirlo o no para su conservación sigue abierto, tras no celebrarse el congreso internacional de expertos previsto para 2023. Los especialistas se dividen
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Cubrir o no cubrir el Templo de Debod, esa es la cuestión. El edificio más antiguo que posee la capital está expuesto a inclemencias ambientales para las que no fue pensado originalmente. Procedente de Egipto, se ha integrado en el paisaje e iconografía madrileña de tal forma que puede parecer complicado imaginar una cápsula a su alrededor. En cambio, la lluvia y los ciclos de hielo y deshielo afectan a algunas partes de su exterior, además de que Egipto determinó que tanto este templo como los otros tres donados a otros países en aquel momento deberían conservarse en interior. Otros arquitectos consideran que hacerlo significaría convertirlo en un objeto arquitectónico y perdería su dignidad como edificación.
Alfonso Martín es técnico de Museos en el Ayuntamiento de Madrid y el encargado de conservación del Templo de Debod. Así explica su historia: "Se trata de un templo que pertenece a los últimos periodos de la historia de Egipto que data de principios del siglo II a.C. Las últimas intervenciones que tenemos documentadas son del siglo I d.C.". Además, el templo estuvo abierto al menos hasta el siglo V. Debió pasar más de un milenio para que cambiara su ubicación original.
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La operación se encuadró en el salvamento del patrimonio que quedaba inundado por las aguas del lago Nasser, de más de 500 kilómetros de longitud, creado a raíz de la construcción de la gran presa de Asuán, en los años 60. "España, junto con otros 150 países, contribuyeron con fondos económicos y asistencia técnica para salvaguardar todo ese patrimonio", comenta Martín. De esta forma, Egipto y Sudán también cedieron parte de los hallazgos de esas excavaciones.
No solo eso. Egipto decidió donar cuatro templos de la zona afectada a aquellos países que mayor aporte económico habían realizado para tamaña empresa. Estados Unidos, Países Bajos, Italia y España fueron los elegidos, y el Templo de Debod fue el más grande de las edificaciones donadas. Era 1968 y Madrid se postuló como ciudad de acogida. "En ningún momento se ofrecieron opciones para su instalación en el interior de un museo porque no existen de tales dimensiones", apunta el experto. De esta forma, entre la Casa de Campo y la zona del Cuartel de la Montaña, esta segunda fue la agraciada, espacio en el que a día de hoy todavía se ubica la construcción egipcia, también visitable.
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El exterior, desnudo ante las condiciones climáticas
Martín subraya que se conserva prácticamente la estructura al completo. "Sufrió mucho en el siglo XIX y colapsó, así que se derrumbaron las fachadas exteriores este, sur y parte de la norte. El interior se conserva casi al completo", comenta. El edificio, dedicado al culto de Debod y de la diosa Isis, tiene en su interior escenas en relieve de reyes representando ofrendas a las principales divinidades egipcias. "En la parte superior hay una terraza de culto, actualmente cubierta por razones de conservación, en donde se exponen otras piezas importantes de la estructura que no fueron colocadas en su momento porque se desconocía su lugar original exacto o por motivos de conservación", añade el técnico de Museos.
Desde hace varios años sobrevuela un dilema sobre esta construcción, la más antigua que tiene la capital, en lo que a su conservación se refiere. Situado en un jardín al aire libre, la dificultad es extraordinaria. "Se construyó para un entorno ambiental determinado, el desierto de Nubia, donde la lluvia es prácticamente inexistente. En Madrid la lluvia es relativamente moderada, pero lo suficientemente alta respecto al lugar de origen del templo, lo que supone un grave riesgo para su conservación", defiende Martín.
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Serían las partes exteriores del templo las más afectadas por estos aspectos ambientales, también por el ciclo de hielo y deshilo de los inviernos. En cambio, muchas de estas partes fueron reconstruidas en Madrid, en los años 70, por lo que las afectaciones se producen mayoritariamente en la estructura no original, sino realizada con arenisca española procedente de Salamanca. Según agrega el especialista, "ya se han adoptado medidas para hacer un seguimiento de las constantes ambientales en el interior del templo, así como una reducción de su aforo a la hora de visitarlo por parte del público".
El congreso que nunca se realizó
En 2022, el Consistorio madrileño encargó a la Fundación Santa María la Real un análisis de la situación del enclave. Según determinaron entonces, el Templo "no está afectado con patologías que presenten motivos de preocupación inmediata". En aquel momento, el director general de Patrimonio Cultural de Madrid, Luis Lafuente, afirmó que en 2023 se celebraría un congreso internacional para consensuar los siguientes pasos a dar, lo que supondría "un punto de inflexión en la estrategia de conservación, que deja un poco atrás la restauración para centrarse en la preservación". Nunca se llegó a realizar dicho congreso.
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El debate todavía está más que abierto si se atiende, sobre todo, a la parte exterior del templo. El mismo Martín recuerda que la extinta República Árabe de Egipto condicionó la entrega de los templos a que fueran accesibles, lo que se cumple en el Templo de Debod, y que se conservaran en el interior de centros académicos o museísticos, lo que no se dio en el caso español. "Esta era ciertamente la mejor opción que se podía haber adoptado en su momento. Por problemas de sus dimensiones, hizo difícil poder realizar un edificio para albergarlo en su interior", explica el conservador, quien sostiene que "nunca es tarde para corregir decisiones que ponen en peligro al Templo".
De templo a objeto arquitectónico
Algo diferente es lo que piensa Álvaro Bonet, arquitecto y vicepresidente de Madrid, Ciudadanía y Patrimonio (MCyP). Este experto rememora las jornadas que hace dos décadas impulsó el Colegio Oficial de Arquitectura madrileño: "En aquel momento, el químico que había tratado las piedras del Templo al llegar a Madrid constató que la arenisca egipcia se había deteriorado más en los periodos de inundación del templo que en toda su historia". Estos periodos se alargaron por más de 50 años desde la primera década del siglo XX.
En cuanto al debate suscitado sobre su conservación, este arquitecto considera que "ahora es un edificio independiente, pero si lo cubres se convierte en un objeto arquitectónico, lo que le haría perder cierta dignidad como arquitectura al convertirlo en pieza de museo". Por eso, Bonet se pregunta si lo correcto es "desnaturalizar la imagen del Templo para ver una ruina dentro de una cápsula, dejando de lado la relación paisajística integrada" que ha conseguido tener en Madrid con el paso de los años.
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Otra opción que baraja este integrante de MCyP es realizar con el Templo de Debod lo que habitualmente sucede con otras obras arquitectónicas y escultóricas, como palacios y catedrales. "Si llega el momento de que una pieza en concreto deba ser protegida, se puede optar por su retirada, guardarla en un museo, y poner una réplica en su lugar", determina. De todas formas, Bonet reitera que "si el deterioro del Templo es asumible en el exterior, no debería cambiarse la estructura para convertirla en un objeto arquitectónico".
En este sentido, si finalmente en algún momento los responsables de la conservación del templo egipcio se decantan por su recubrimiento, Bonet enfatiza que lo correcto sería desmontarlo para dejar únicamente sus piezas originales, como lo que sucede en el Metropolitan de Nueva York con el templo que Egipto les donó. "Si lo hacen así, yo creo que tendrán en frente a mucha gente que no apostaría por esa salida", sostiene.
Por otro lado, el también investigador de la Universidad Politécnica de Madrid recalca que "el patrimonio pertenece a todos, de alguna manera, y siempre debe haber un voto de calidad en la conservación patrimonial, pero también se debe escuchar el sentir de las personas y la ciudadanía que lo valora". Martín, el conservador, coincide en que el Templo de Debod se ha convertido en un lugar icónico de la capital. "Es uno de esos elementos cuya conservación, accesibilidad y disfrute debemos asegurar a las siguientes generaciones", determina. El cómo hacerlo todavía está en el aire.
Cubrir o no cubrir el Templo de Debod, esa es la cuestión. El edificio más antiguo que posee la capital está expuesto a inclemencias ambientales para las que no fue pensado originalmente. Procedente de Egipto, se ha integrado en el paisaje e iconografía madrileña de tal forma que puede parecer complicado imaginar una cápsula a su alrededor. En cambio, la lluvia y los ciclos de hielo y deshielo afectan a algunas partes de su exterior, además de que Egipto determinó que tanto este templo como los otros tres donados a otros países en aquel momento deberían conservarse en interior. Otros arquitectos consideran que hacerlo significaría convertirlo en un objeto arquitectónico y perdería su dignidad como edificación.