Matadero se proyecta a sí mismo a través de las películas que lo tomaron como plató de cine
Almodóvar, Saura o Bardem eligieron el espacio como set de rodaje para algunas de sus cintas. Por aquel entonces, nadie se imaginaba en que el viejo matadero se podría convertir en el gran epicentro de la cultura que es ahora
Matadero no siempre se escribió con mayúscula. El ahora archiconocido centro cultural de la capital estuvo funcionando como tal hasta 1996. Los turnos de 24 horas los siete días de la semana hacían difícil rodar en él, pero no imposible. Hasta en seis ocasiones entre 1954 y 2002 las cámaras, las luces y la acción cinematográfica se adueñaron de este enclave del que salía toda la carne que poco después se consumiría en miles de hogares de Madrid y que este 2024 cumple cien años.
Directores como Almodóvar, Saura o Bardem hicieron posible la hazaña. Ahora, la Cineteca de Matadero proyecta varias películas que recuerdan el lugar cuando pasaba inadvertido, cuando todavía se escribía con minúscula.
Luis E. Parés, el director de Cineteca Madrid, recalca que durante el franquismo y los años 70 apenas se rodaron películas en el matadero, “y las que hay tienen un cierto toque documental”, precisa. Eso ha permitido conservar imágenes que muestran las instalaciones tal y como eran, sin apenas alteraciones.
Es lo que ocurre con Felices Pascuas, la más antigua de las películas que proyectan en el ciclo que han bautizado Matadero, set de rodaje, “en donde el matadero aparece de forma muy realista y hasta casi documental”, describe Parés. Aquí, Juan Antonio Bardem eligió en 1954 este espacio para desarrollar la trama protagonizada por Julia Martínez y Bernard La Jarrige. Descrito como “cine popular y valiente” por Parés, este film cuenta la lucha de una familia humilde por salir adelante. “Está ambientada en los años 50 y por aquella época Arganzuela estaba apresado entre las vías del tren, era un lugar en el que nadie quería vivir. Esta película es una fábula sobre la importancia de permanecer juntos en los momentos más complicados”, describe el experto en cine.
Algo similar ocurrió con la cinta de ficción Los Golfos, dirigida por Carlos Saura en 1960, una oportunidad ideal para descubrir cómo se vivía Matadero en aquellos años. Esta es la película que mejor define el carácter del pretérito matadero, opina Parés. “Es una película sobre cuatro personas jóvenes de bajo estrato social que se intentan ganar la vida mientras viven en los márgenes de la ciudad, justo donde se encontraba el propio matadero”, señala.
Desde su punto de vista, “el matadero funciona aquí, en Los Golfos, como un topos en el sentido griego de ciudad, pues son los habitantes de esos barrios humildes los que alimentan de trabajadores el matadero”.
Pedro Almodóvar con su obra Matador, de 1986, también eligió el espacio como set de rodaje. Protagonizada por Assumpta Serna, Antonio Banderas y Nacho Martínez, la película cuenta la historia de un torero retirado por culpa de una cogida que sigue sintiendo la pulsión de matar, y decide sustituir al toro por las mujeres. El problema se agrava cuando conoce a María, una mujer con tendencias similares a las suyas.
Matar el matadero para crear Matadero
“Una vez que el matadero dejó de funcionar como tal, se convirtió en el mejor plató de cine posible: un sitio increíble, grande, espacioso y vacío en el que los rodajes no interferían con las labores cotidianas de nadie”, explica Parés. Ese paradigma se materializó en Sin noticias de Dios, de Agustín Díaz Yanes, estrenada en 2001. Denominado como un “thriller espiritual” por el director de la Cineteca, aquí el matadero se convierte en un lugar del cielo, una esquina del paraíso.
Lo mismo sucedió con El embrujo de Shanghái. Dirigida por Fernando Trueba en 2002, el matadero se convirtió en apenas unos días en una ciudad china. “Era un espacio tan versátil y polivalente que en él se podía hacer cualquier cosa, como convertirlo en una ciudad oriental”, remarca el director de Cineteca. Basada en la novela homónima de Juan Marsé, Shanghái no existe como tal, sino que se convierte en un lugar de ensueño en el que se desarrollan las aventuras exóticas de los personajes relatadas por Fernando Fernán Gómez.
Un Goya para un carnicero de Arganzuela
La buena estrella también está en cartelera. En esta cinta que vio la luz en 1997 de la mano de Ricardo Franco aparece un joven Antonio Resines, que consiguió un premio Goya por su interpretación en este proyecto. “Su personaje es un carnicero que se acerca al matadero a comprar la carne, y él vive por esa zona, por Arganzuela. Ahí podemos ver un matadero que guarda su esencia, pero empieza a ser otra cosa. Todavía no era un lugar absorbido por la ciudad, sino un espacio en el que reinaba lo vecinal y lo sosegado”, describe Parés.
A ojos de este especialista en cine, La buena estrella presenta un personaje tranquilo, sosegado y hasta triste, encarnado por Resines, que todos los días visita el matadero para comprar su género. “Se acerca a un espacio de violencia y pasiones extremas mediadas por la muerte, ya que en ese lugar se asesinan cientos de seres vivos cada jornada, y el personaje es precisamente precioso porque es capaz de ver esa violencia, pero no ser afectado por ella”, desgrana el director de Cineteca.
Documentar el proceso de transición
A todo ello se suma una película documental, titulada Procesos. En esta cinta se muestra el proceso de rehabilitación del enclave, aquellos momentos en que el matadero pasó a denominarse Matadero. “Es muy bonito porque se trata de la película sobre la memoria de un sitio que está a punto de cambiar, lo que supone un ejercicio de memoria sobre el pasado”, explica Parés. El documental, visto con retrospectiva, es de las pocas obras que quedan de aquella transición en la que uno de los mayores espacios fabriles de la capital pasó a convertirse en un centro cultural.
Parés confirma que en Matadero reciben continuamente peticiones para filmar. “Las cosas han cambiado y ahora no es tan fácil rodar. Ya no es ese lugar muerto de hace unas décadas, sino un lugar vivo por el que transitan cientos de personas cada día”, concluye.
Matadero no siempre se escribió con mayúscula. El ahora archiconocido centro cultural de la capital estuvo funcionando como tal hasta 1996. Los turnos de 24 horas los siete días de la semana hacían difícil rodar en él, pero no imposible. Hasta en seis ocasiones entre 1954 y 2002 las cámaras, las luces y la acción cinematográfica se adueñaron de este enclave del que salía toda la carne que poco después se consumiría en miles de hogares de Madrid y que este 2024 cumple cien años.