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Juan Sobrino, el bibliotecario de las mil recetas para que todo el mundo lea
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SU ÚLTIMO PROYECTO ES CON LOS MÉDICOS

Juan Sobrino, el bibliotecario de las mil recetas para que todo el mundo lea

El director de la biblioteca de Soto del Real ha puesto en marcha diversos proyectos para impulsar la lectura. Trabaja con los reclusos de la cárcel, con los ancianos de las residencias y con personas sin hogar

Foto: Juan Sobrino, bibliotecario de Soto del Real. (Cedida)
Juan Sobrino, bibliotecario de Soto del Real. (Cedida)

Los libros siempre han sido el gran amor de su vida. De niño, Juan Sobrino asoció los cuentos que su mamá le leía con el disfrute y el juego. Ese descubrimiento es hoy la bandera de su trabajo en Soto del Real, donde trabaja como director de la biblioteca pública del municipio desde 2016. “La biblioteca es un lugar donde encontrar los abrazos perdidos”, explica, poniéndose literario él también.

Desde su rincón intenta acercar los libros a todo el mundo. Y todo el mundo, para él, significa todo el mundo, también quienes viven privados de libertad en la cárcel, quienes lo hacen en una residencia de mayores y quienes, directamente, carecen de un techo bajo el que cobijarse. Le ha costado, pero su convencimiento de que los libros pueden ayudar a una persona en los momentos más difíciles lo ha llevado a luchar, como un Quijote viendo gigantes, contra su particular molino de viento: la burocracia. “Cuando llegué, me encontré con una biblioteca en donde solo se hacían préstamos y la gente venía a hacer los deberes”, asegura Sobrino, de 53 años. Al lugar le faltaba alma.

Los primeros años los dedicó a catalogar todos los libros. Una vez tuvo en la cabeza todo el material con el que podía trabajar, se puso manos a la obra. “Empezó a dejar de ser un sitio en donde la gente iba solo a por libros para convertirse en el corazón cultural del municipio”, cuenta. Para que esto sucediera, empezó por lo básico: un club de lectura y un espacio para un cuentacuentos. Poco a poco, los vecinos empezaron a involucrarse en las actividades de la biblioteca. Pero faltaban algunos: los mayores que vivían en residencias.

Entre las calles de este municipio, de 8.000 vecinos, hay cuatro residencias y un centro de día. “Toda esa gente no iba a las actividades, así que se me ocurrió hacer un proyecto llamado biblioterapia para mayores”, explica. El concepto era muy sencillo: colecciones de letra grande y lectura fácil. “Después, empezamos a ir con un grupo de voluntarios que van a leerles a los mayores. A cambio, ellos les cuentan a los lectores algo de su vida”, dice. Durante la pandemia, este proyecto se hizo por teléfono y ayudó a muchas personas a paliar la soledad no deseada durante el confinamiento. “Ahí fue más necesario que nunca”, recuerda.

placeholder Reunión del club de lectura con personas mayores que viven en la residencia de Soto del Real (Imagen cedida)
Reunión del club de lectura con personas mayores que viven en la residencia de Soto del Real (Imagen cedida)

En 2018 quiso ir un paso más allá. El centro penitenciario de Soto, que ha albergado a un buen número de prisioneros ilustres, tampoco tenía acceso a la biblioteca. Así que Sobrino consiguió también que le dejaran hacer un club de lectura con los reclusos. “Les mandaba los libros y, cuando los terminaban, nos reuníamos voluntarios, presos y yo a comentar la lectura”, cuenta. Lo que más le sorprendió es que el nivel de disciplina era tan alto que es el único club de lectura en el que la gente espera a que la persona deje de hablar para pedir la palabra. “Estaban encantados”, recuerda.

Con el paso de los años, los proyectos cada vez se han vuelto más ambiciosos. “Hemos hecho improvisación de poesía, dramaturgia y hasta un taller de creación de cometas”, dice, haciendo recuento. Todavía recuerda el día en el que todas las cometas volaron por unos minutos durante el atardecer en el patio de uno de los módulos de la cárcel. Los presos se emocionaron: “Parecía que los muros de la cárcel no existían”, afirma.

Hace dos años, empezó con un nuevo proyecto llamado Cuentos que hilan vidas. La idea surgió de un libro que leyó: La magia de la lectura en voz alta, de Meghan Cox Gurdon, la crítica de literatura infantil de The Wall Street Journal. En él, Cox explica que muchos de quienes forman parte de tropas desplazadas suelen hacer videos leyendo en voz alta para mandárselos a sus hijos y no perder con ellos ese vínculo. “Quisimos hacerlo con los presos que eran padres que apenas tenían contacto con sus hijos”, dice. Muchos de los internos no tienen a su familia cerca porque son extranjeros o no les han contado que están en prisión. “Ellos escogen los libros, practican y recitan una y otra vez el cuento que quieren leer a sus hijos para finalmente grabarse y enviarlos”. Para Sobrino ha sido una experiencia muy enriquecedora: “Hemos creado un vínculo entre ellos asociado a la lectura”.

placeholder Una voluntaria leyendo a una persona mayor (Imagen cedida)
Una voluntaria leyendo a una persona mayor (Imagen cedida)

El bibliotecario asegura que una de las mayores enseñanzas que le ha dejado su trabajo es que, aunque suene muy romántico, la literatura puede salvar a la gente. “Puede que no curen enfermedades, pero sí te ayudan a transitar por los infiernos”.

Lo ha podido comprobar en residencias, en colegios y hasta en el centro penitenciario. “Creo en los derechos culturales. Todo el mundo debería tener derecho a la lectura, aunque no tengan libertad o derecho al voto”, afirma Sobrino, que es historiador de formación. También trabaja con el Albergue Santa María de Paz, donde lleva a cabo un proyecto que se llama La lectura es una casa para siempre. Lee con personas sin hogar y voluntarios. “Queremos que un acto solitario como la lectura se vuelva un momento de disfrute compartido”, afirma Sobrino, que fue seleccionado en 2022 como la persona más creativa del mundo por la revista Forbes.

Sobrino hace alquimia con los libros y le pone banda sonora a las luces y las sombras de las personas que buscan encontrarse en el cuidado y la calma que proporciona la lectura. De ahí su última idea, que en el centro médico de Soto los sanitarios que lo deseen puedan prescribir libros en sus recetas médicas. Porque para curar el dolor físico los analgésicos están muy bien, pero para curar las heridas que no se ven no hay nada mejor que una buena historia.

Los libros siempre han sido el gran amor de su vida. De niño, Juan Sobrino asoció los cuentos que su mamá le leía con el disfrute y el juego. Ese descubrimiento es hoy la bandera de su trabajo en Soto del Real, donde trabaja como director de la biblioteca pública del municipio desde 2016. “La biblioteca es un lugar donde encontrar los abrazos perdidos”, explica, poniéndose literario él también.

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