De Lavapiés a París: la historia de Dragones, un club creado para personas que necesitan un fútbol diferente

Los Dragones de Lavapiés ya son parte de la columna vertebral de este barrio madrileño. Se fundaron en 2014 y ahora tienen más de 600 deportistas y 26 equipos de fútbol, tres de ellos federados. Muchos de los integrantes del club son personas refugiadas y que están en situaciones complicadas. Hay más de 60 nacionalidades diferentes. Con motivo de estos Juegos Olímpicos y en colaboración con una organización francesa, el equipo de Lavapiés ha enviado a una pequeña delegación de adolescentes a París.

El club basó su existencia en la creación de vínculos para luchar contra la discriminación. "Tuvimos muchos insultos racistas y también vimos que, aparte de nuestras hijas, no había niñas. Nos llamaba mucho la atención que era complicadísimo encontrar jóvenes que quisieran jugar", explica a El Confidencial Dolores Galindo, presidenta de Dragones. Cuenta que en 2019 el club cambia de manera radical porque las madres del barrio comenzaron a jugar al fútbol y eso ayudó a que sus hijas también quisieran lanzarse. "Luego creamos los equipos queer y eso fue la máxima diversidad", apunta Galindo.

El objetivo de Dragones no es solo jugar al fútbol, sino atacar los problemas sociales a través de este deporte. Tienen tres equipos senior en los que la mayoría de jugadores son refugiados. Para ellos es una vía de escape: "Son unos minutos muy importantes en sus semanas. Durante los entrenamientos yo tengo la certeza de que son momentos de olvidar por completo todo lo que pasa alrededor" Galindo, además, resalta las instalaciones que pueden usar. Entrenan, entre otros lugares, en el centro deportivo de La Chopera, en El Retiro. "Tenemos al lado el Bosque del Recuerdo, que es como un sitio de paz, un santuario. Es bonito poder llevar allí a personas que vienen de situaciones tremendas".

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La presidenta recalca que ese momento que tienen para jugar es mágico. Pone como ejemplo a los niños que tienen de Mali, que "vienen de que les hayan matado a familiares muy cercanos" o los de Venezuela. "No es una actividad cualquiera, es un lenguaje, es un momento de poderte comunicar con alguien pese a las dificultades. A través del fútbol nos vamos a entender", además, añade que para muchos es un sueño estar jugando en España, un país con tanto prestigio en este deporte.

Las barreras del idioma apenas existen. El equipo lo componen en su mayoría niños, alrededor de 400. Galindo cuenta que todos hablan perfectamente el español y que cuando los Servicios Sociales les llevan a alguien que acaba de llegar a España, aprende con mucha rapidez.

Han sido pioneros en crear un equipo queer. Este año, incluso van a competir en una liga y creen que esto es necesario desde el momento en el que se inició el equipo porque "hay mucha gente que siente que no es bienvenida en el fútbol normativo. Hay muchos insultos homófobos y machistas. Si alguien es gay va a sentirse rechazado", explica la presidenta.

"Dragones es un refugio para la gente que no es bienvenida en el fútbol habitual. Aquí no se tienen que preocupar de miradas o insultos"

Recalca que Dragones se crea para ser un refugio en el que esa gente que no encuentra su hueco en el fútbol sea bienvenida y esté a salvo de miradas e insultos. "Es lo más importante que le veo a Dragones, que es un lugar creado por las personas que piensan que necesitan un club diferente". Y esto es algo que ella misma dudaba al principio. Se preguntaba si era necesario otro equipo en Madrid, pero después dice que entendió "que el fútbol no es tan accesible como puede parecer".

El fútbol para ella no es poner un balón y marcar las porterías. Comenta que es complicado encontrar espacios donde uno se pueda sentir cómodo y no juzgado porque, además, el nivel de España así lo propicia: "Desde pequeños a veces no se deja que los niños disfruten y lo pasen bien. Las propias familias están ahí poniéndoles una presión que es totalmente innecesaria y que no cumple con los objetivos que nosotros tenemos, que son que se lo pasen muy bien y que alcancen un nivel de fútbol bueno".

Desde el club explican que se prometieron que si estaban en el césped, era para denunciar los episodios que se encontraban en las gradas, porque no es de recibo que haya un ámbito donde se pueda proferir insultos racistas, y menos a niños, explican. Además, afirman que los protocolos no funcionan. "Ni siquiera a veces se piden disculpas. Enseguida te hablan de protocolos que nadie sabe muy bien en qué consisten, pero lo más básico es juntar a los niños y pedir disculpas", explican.

Dragones es ejemplo de crear cultura de barrio. Tienen una corrala que se transformó en banco de alimentos durante la pandemia. Ahora tienen libros, juguetes o camisetas. Así crean un lugar de encuentro entre de vecinos. Este mes de agosto están siendo las fiestas allí y detallan que se ven camisetas del club colgadas por las calles engalanadas: "Es bonito estar de alguna manera en los momentos de las fiestas. Se genera ese sentimiento de vecindad".

​De Lavapiés al mundo

El club forma parte de numerosas redes europeas que utilizan el fútbol para cambiar el mundo. Ahora están en contacto con federaciones como la búlgara, la letona o la de Hungría. Iniciativas así son las que les han llevado al "Festival24", un proyecto organizado por la asociación francesa "Sport Dans le Ville" y que tiene el mandato de crear un legado en los Juegos Olímpicos.

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En este festival participan más de 600 niños de todo el planeta donde se comparte la visión sobre la capacidad de cambio que tiene el deporte. Dragones de Lavapiés ha enviado una pequeña delegación de adolescentes junto a uno de sus entrenadores. Han pasado varios días en Lyon y otros tantos en París aprovechando los Juegos Olímpicos.

Jonathan Fernández fue el entrenador que acompaño a los chavales a Francia. Explica que allí la multiculturalidad era la base de todo y que coincidían con niños desde Sierra Leona hasta Australia. Resalta la facilidad que tienen los jóvenes para conectar, sean del país, condición o región que sean. "Es como si a las dos horas de conocerse fuesen hermanos. Recuerdo la noche antes de irnos, no te imaginas los lloros que había. En esos siete días que estuvimos, los chavales estaban como si se conocieran de toda la vida, contándose sus historias y compartiendo sus diferentes realidades", explica el entrenador.

En cuanto a las barreras lingüísticas que Galindo explicaba que no eran un problema, Fernández lo vuelve a mencionar. Intentaban usar el inglés, pero había muchos que no sabían el idioma, pero que "ellos se miraban y el deporte les llevaba a entenderse". Añade que el fútbol servía de conexión entre unos y otros: "Mirándose a los ojos sabían cuándo tenían que subir una banda. El deporte era el vehículo que les hacía vivir la experiencia".

Un sentimiento de pertenencia

Por último, él cree que lo que hace a este club tan especial es la solidaridad que hay. No solo por los jóvenes que lo integran, sino también por sus familias. Dice que hay un sentimiento de pertenencia que no había visto en ningún otro lado. "¿Surge un problema con una familia? Ahí estamos todos. ¿Surge cualquier situación? Ahí estamos todos". Explica que el club lo integran desde aquellas familias que van a ser desahuciadas, hasta las que cuyos padres y madres son políticos o empresarios, y que es eso precisamente lo que los une.

Lavapiés es Dragones y Dragones es Lavapiés. Así surgió en un principio cuando la mayoría de familias del club eran familias del barrio. Cuentan que el proyecto nació para ayudar a los chavales de Lavapiés, sacarlos de las calles y utilizar el fútbol para reorientar esas realidades que viven cada uno en sus hogares. Ahora, personas de otros barrios quieren jugar allí. "Tenemos muchos chavales, chavalas y familias que vienen de otros sitios porque han escuchado a Dragones y quieren que sus hijos y sus hijas absorban toda la razón de ser que tiene el proyecto de este equipo". En definitiva, los Dragones han traspasado las fronteras del barrio y ahora vuelan más allá por Chamberí, Carabanchel, Malasaña o incluso, aunque sea por unos días, por París.