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Por qué en los barrios de Madrid no se toman cervezas los sábados
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AGOSTO EN MADRID (II)

Por qué en los barrios de Madrid no se toman cervezas los sábados

Un fenómeno se repite fin de semana tras fin de semana. Los viernes, los bares de las zonas más allá de la M-30 están repletos de gente, pero los sábados la situación es muy distinta

Foto: Probablemente, esta misma terraza de Madrid estará más vacía en sábado que en viernes. (EFE/Víctor Lerena)
Probablemente, esta misma terraza de Madrid estará más vacía en sábado que en viernes. (EFE/Víctor Lerena)

Estos días no hay mucha historia en Madrid. Todo el mundo se ha ido y, para alguien de provincias, es raro que los bares estén cerrados en agosto. En las ciudades pequeñas suele pasar al revés. En verano está todo a tope. Llegan los turistas, también los parientes que se marcharon a la metrópoli y hay tanto meneo que incluso es motivo de enfado para los autóctonos no poder encontrar sitio para tomar algo en la parroquia habitual.

A quien haya pasado algún verano en Madrid, no le sorprenderá demasiado que estos días apenas haya gente. Más llamativa es una tendencia que se repite durante el curso y en la que ahora, con la tranquilidad propia del verano, merece la pena detenerse. ¿Por qué en los barrios no se toman cervezas los sábados?

Obviamente es una exageración. Siempre hay alguien tomando una cerveza en Madrid, ya lo dice Ayuso. Quizá sería más preciso definir el fenómeno como “por qué no se alterna en los barrios los sábados”. Pero desarrollándolo, llama la atención cómo los viernes las terrazas, especialmente las que se instalan más allá de la M-30, están repletas, pero ese llenazo no se repite los sábados. ¿Qué pasa ahí? ¿Dónde están esos vecinos? ¿Ya no tienen sed?

Foto: Madrid en agosto. (Ricardo Rubio/Europa Press)

Un veterano hostelero de la capital confirma la tendencia. De hecho, apunta que lleva pasando desde que salimos de la pandemia: "Los días más fuertes aquí son el miércoles, el jueves y el viernes. Muchos sábados, si no tengo reservas, ni abro". El sábado, por lo tanto, podría ser bautizado como el día del "medio gas" para los bares de barrio.

¿Pero por qué pasa esto? Quizá el motivo sea simplemente un ejercicio de pragmatismo. El viernes la gente llega de trabajar, tiene ganas de desconectar y tampoco tiene margen para hacer grandes planes. Por eso, se conforma con la opción más accesible, que coincide con bajar al bar de debajo de casa: "El viernes lo devoran y luego el sábado quizá lo dediquen a otros planes más familiares".

"Mejor me quedo en casa"

"Para estar de brazos cruzados, me quedo en casa y no gasto, porque si abres tienes que tener las cámaras llenas, gastas luz…", subraya este camarero, a quien secunda, mientras recoge su terraza hasta dentro de un mes, otro hostelero del barrio de la Concepción. Admite que el año pasado pagó la novatada de abrir en agosto, pero que no lo vuelve a hacer ni loco. Sin embargo, en estas últimas semanas, también ha sufrido el axioma que llena los viernes las terrazas de los barrios para luego vaciarlas el sábado: "Este año ha sido raro. Hoy [era sábado] no hay nadie, pero ayer, por ejemplo, tuvimos bastante trabajo para las fechas en las que estamos".

El informe Radiografía de consumo y tendencias en restauración en la Comunidad de Madrid, que Hostelería Madrid presentó en octubre, también apoya la tesis: los fines de semana cada vez se sale menos y, cuando se alterna, la noche ha perdido peso con respecto al tardeo. Volviendo al barrio, el hostelero apunta a que quizá la cosa tenga que ver con que el sábado es un día de hacer planes: ya sea ir a la sierra, a un museo, viajar a otra parte o, también, desplazarse al centro, donde están los restaurantes más caros y los bares de moda.

En este punto, Esteban Hernández, mi compañero de fatigas en esta serie de crónicas de agosto, quizá teorizaría sobre conceptos más intelectuales, como por ejemplo que esas incursiones del sábado en el centro de la ciudad, dejando atrás el barrio, entroncan con el deseo de la clase media aspiracional de progresar y disfrutar de los espacios de ocio y esparcimiento de las clases más acomodadas.

Sin embargo, y desde el punto de vista de alguien de provincias, simplemente es una tendencia curiosa. Será porque en la España interior no hace falta cambiar de barrio para ir de cañas.

Estos días no hay mucha historia en Madrid. Todo el mundo se ha ido y, para alguien de provincias, es raro que los bares estén cerrados en agosto. En las ciudades pequeñas suele pasar al revés. En verano está todo a tope. Llegan los turistas, también los parientes que se marcharon a la metrópoli y hay tanto meneo que incluso es motivo de enfado para los autóctonos no poder encontrar sitio para tomar algo en la parroquia habitual.

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