No las podemos enseñar, pero sus caras son lo primero que ven las esclavas sexuales rescatadas
Los policías que combaten la trata de seres humanos en Madrid reciben a El Confidencial, mientras se desarrolla una operación, para contar cómo es el primer contacto con las víctimas de las mafias que prostituyen a mujeres
Los despachos de los grupos de investigación contra la trata de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras de la Policía Nacional en Madrid están prácticamente vacíos. Es día de tiradas, como dicen ellos. O lo que es lo mismo: hay una operación en marcha. Rompe la calma un inspector que sube rápidamente las escaleras y entra al despacho del jefe. Le informa de que las chicas van a llegar en breve. Está agitado. Le falta algo de aliento, pero le sobra adrenalina. Es un día clave.
Hay mucho trabajo que no se ve detrás de jornadas como esta, en las que los agentes detienen a los mafiosos que ven a los seres humanos como moneda de cambio para hacerse ricos. Esos días, además, coinciden con la liberación de las mujeres a las que estas organizaciones obligan a hacer atrocidades vejatorias a diario. Es un día grande en esos despachos, se respira que hay mucho en juego.
Pero esta historia no va del desenlace de la operación, que seguramente se conocerá en las próximas semanas y que hablará de detenidos, droga requisada y coches de lujo incautados. Es la historia del principio del camino, de desentrañar cómo trabajan los primeros policías a los que ven las mujeres que cayeron en los tentáculos de las mafias justo en el momento en el que son liberadas.
Las organizaciones aprovechan la precaria vida que estas mujeres llevan en sus países de origen, desde Colombia hasta Kenia, para engañarlas y ofrecerles un futuro mejor en España. Les dejan dinero y les pagan el viaje hasta aquí. A cambio, contraen una deuda que han de saldar entregando sus cuerpos a la mafia. Ahí entran en una espiral de prostitución, maltrato y droga de la que es difícil escapar. Al menos hasta que hacen clic.
Ahí empieza todo. En el instante en que estas mujeres se plantean que están siendo engañadas. "Se dan cuenta de que no saben cuánto dinero han devuelto ya, pero son conscientes de que nunca van a escapar de la organización porque la deuda que tienen, hagan lo que hagan, solo crece". Lo explica Víctor de las Heras, el jefe de la sección de Investigación contra la Trata de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras de la Jefatura Superior de la Policía Nacional en Madrid, quien califica ese momento como "la ventana de oportunidad" que siempre se abre al menos una vez a todas las víctimas.
Este inspector jefe distingue entre dos posibles fuentes de información para detectar que, en algún piso escondido de Madrid, hay mujeres siendo víctimas de la trata. "La primera son las entidades especializadas, ya sean ONG u otras vinculadas a la Administración, como las que dependen del Ayuntamiento o la Comunidad. Son las primeras personas que contactan de forma verbal con una potencial víctima de trata. Y encima no son policías, lo que les genera una mayor confianza", detalla De las Heras, quien indica que trabajan estrechamente con ellas y las califica como fundamentales para el éxito de estas operaciones. "Por otro lado, está la información que puedan recabar equipos como los míos, que también realizan patrullas de paisano, evitando la ostentación de elementos policiales para ser más accesibles a estas mujeres", añade.
Una vez que la Policía tiene localizados aquellos puntos, ya sean pisos o locales, donde puede haber esclavas sexuales, se abren otros dos caminos: o acuden hasta allí los agentes especializados para realizar una inspección e intentar entrevistarse con las víctimas; o se vuelve a jugar la baza de las entidades y las ONG. "En esta segunda opción, el abordaje es quizá menos violento y creemos que funciona. Es más probable que las chicas les den su teléfono y les pidan salir de ahí a las personas que van desde las ONG, porque en muchos casos, además, han sido víctimas de la trata anteriormente", subraya De las Heras.
Como lamenta el inspector jefe, las mafias inoculan en estas mujeres el temor a la Policía, que también alimenta la corrupción de los agentes en sus países de origen. Les engañan y les dicen que, en cuanto den con ellas, los policías las expulsarán por no tener los papeles en regla. Es una forma más de amarrarlas para que no huyan ni les den problemas. Se estima que estas organizaciones pueden obtener incluso 300 euros al día por mujer que esclavizan para prostituirla. Un ejemplo: en el supuesto de que tengan 12 chicas repartidas en varios pisos, la multiplicación arroja ganancias de 3.600 euros al día.
"Nuestros agentes buscan ponerse en el lado de la víctima, tienen una sensibilidad especial para entender a la mujer que está sufriendo"
Por eso la empatía, y ver un poco más allá, como dice el inspector jefe, es fundamental en su trabajo: "La forma de abordar a estas personas tiene que ser muy empática. No podemos, si una de las chicas nos da la espalda en un principio, ordenarle que nos atienda, que enseñe la documentación y decirle que está detenida. Posiblemente, lo haga porque está atemorizada".
Quizá ese es, precisamente, el principal valor de estos agentes. "Por suerte, los superiores nos permiten entrevistar a los policías que quieren entrar aquí. Muchos vienen y dicen, directamente, que quieren trabajar en la lucha contra la trata. Hay muchas mujeres, cada vez más, y todos estos agentes buscan ponerse en el lado de la víctima, tienen una sensibilidad especial para entender a la mujer que está sufriendo", reivindica De las Heras, que pone un ejemplo de esta mirada especial: "Nosotros no vamos buscando la situación irregular de la persona, vamos buscando indicadores de trata. Si una mujer que no nos enseña el pasaporte, quizá lo hace porque se lo han retirado las organizaciones. Aquí debemos ver eso".
Mientras habla, se escucha trasiego en el pasillo de estas dependencias policiales. Siguen llegando agentes y también víctimas. En este punto, explica que pusieron en marcha una medida pionera para evitar que las mujeres volvieran a coincidir con sus captores después de la detención. Se trata de una sala especial en la que las víctimas ofrecen su testimonio a los agentes, acompañadas por sus familiares o contactos de confianza de las entidades con las que hablaron para salir de las redes mafiosas y que se creó totalmente orientada a que se sientan cómodas y seguras.
¿Qué piden las víctimas?
Volviendo al inicio de estos procedimientos, surgen más preguntas. ¿Qué es lo primero que dicen las víctimas cuando hablan con los policías? ¿Qué les piden? ¿Por qué se atreven a dar el paso? Y ahí, igual que brotan los interrogantes, una palabra sobresale al dar con las respuestas.
"Miedo. Cuando recurren a nosotros es por miedo, porque temen por su integridad física", resume De las Heras, quien a continuación rememora alguno de los casos que han pasado por delante de sus ojos y que lo ejemplifican: "Aquí ha habido alguna noche que se ha escapado alguna chica de un piso porque la han apaleado, literalmente, y se ha fugado por la ventana. Se da cuenta de que su vida está por encima del resto".
Una vez que entran en contacto con la Policía, y están dispuestas a colaborar, se activa un protocolo que sirve para desterrar el mito de que serán expulsadas al no tener los papeles en regla y que tiene un doble objetivo: sacar a estas mujeres del infierno en el que están metidas e intentar desarticular las redes mafiosas: "Para ello, si hace falta, incluso se inventará una situación para que abandonen los lugares donde las explotan".
Superada esta etapa, las víctimas son derivadas a un recurso habitacional y consideradas testigos protegidos. En este punto pasan a tener un permiso para permanecer legalmente en España, así como una identidad numérica que sirve para que no puedan ser localizadas por sus captores durante el proceso, donde los agentes se cuidan de preservar cualquier mínimo dato que pueda servir para que los mafiosos sepan quién les ha delatado. Mientras el inspector jefe lo explica, una furgoneta llega a la Brigada.
-¿Todo en orden?
-Todo bien, jefe
Del furgón sale casi una decena de mujeres. Son las víctimas de una mafia que acaba de ser desarticulada. Los agentes que se han jugado el tipo para rescatarlas tienen por delante un largo proceso. Deben articular y reunir las pruebas necesarias para demostrar los delitos y atrocidades que los mafiosos hicieron con estas víctimas.
Será un largo camino y, como expone De las Heras, es posible que alguna de ellas se eche atrás ahogada por las presiones de la organización. Lo más importante, sin embargo, es que las mujeres ya están liberadas. Ahora comienza el trabajo de despacho para estos policías. Pero eso ya es otra historia.
Los despachos de los grupos de investigación contra la trata de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras de la Policía Nacional en Madrid están prácticamente vacíos. Es día de tiradas, como dicen ellos. O lo que es lo mismo: hay una operación en marcha. Rompe la calma un inspector que sube rápidamente las escaleras y entra al despacho del jefe. Le informa de que las chicas van a llegar en breve. Está agitado. Le falta algo de aliento, pero le sobra adrenalina. Es un día clave.