Exposiciones

‘Loving the Alien’ hará que te hagas preguntas incómodas (y no te va a hacer gracia)

Por Diana Arrastia

‘Sentinels of Change’, Sandra Mujinga
Foto: Maru Serrano, La Casa Encendida

La Casa Encendida reúne las obras de las artistas Mari Katayama, Sandra Mujinga, Ann Duke Hee Jordan y Ovartaci en una exposición sobre las distintas formas de otredad o alteridad.

Hay canciones que, involuntariamente, apadrinan proyectos por su título, su calado o el artista que la interpreta. David Bowie jugó siempre con la complejidad de la palabra “alien”, presentándose como un extraterrestre glamuroso que exploraba mundos de fantasía y reflexionando sobre cuestiones alrededor de la alteridad, la exclusión y la contracultura. “Todos tenemos en la cabeza a Ziggy Stardust, un extraterrestre cósmico, o su interpretación en la obra El hombre elefante, que es un tratado del dolor de ser diferente, o su etapa de outsider en Berlín. Por eso queremos que sea una presencia que esté en la mente del visitante, una figura que también pulule por la exposición, otro de sus fantasmas”, explica Laura López Paniagua, comisaria de Loving the Alien, que acoge La Casa Encendida, en las salas B y C, del 2 de febrero al 28 de abril.

La canción de Bowie da nombre a una muestra que propone un ejercicio, no de tolerancia, sino de amor al extraterrestre, al foráneo, al extraño, al outsider, al desconocido o ajeno. Por toda esa riqueza de acepciones anglosajonas no ha querido la encargada de la muestra traducir al español el título, porque los múltiples significados del término hacen referencia a la condición de ser otro. “La exposición examina distintas formas de otredad o alteridad para cuestionar los marcos que definen el límite entre lo propio y lo ajeno, lo que está dentro de mi zona de confort y lo que sale, lo que soy yo y lo que es el extranjero. Nos cuestionamos hasta qué punto la raza, el género o incluso la ecología son constructos sociales que nos dividen y que generan odio, incluso a nosotros mismos, cuando no nos conformamos con la norma”, detalla.

¿Qué es la identidad? ¿Hay otros dentro de nosotros? ¿No somos–como dice la ciencia– la suma y simbiosis de múltiples organismos? ¿No existimos –también– gracias a la mirada de los demás? A través de las obras de Mari Katayama, Sandra Mujinga, Ann Duke Hee Jordan y Ovartaci, Loving the Alien analiza el concepto de otredad: la construcción del “nosotros” en oposición a los “otros” en la que la percepción de estos últimos como algo ajeno, incluso peligroso, termina por establecer una distancia hostil con lo diferente.

Ovartaci, gouache on paper
© Museum Ovartaci
‘Just One of Those Things’, Mari Katayama. 2021
© Mari Katayama

Desde diferentes discursos, las cuatro artistas convergen en la idea del “alien” a través de sus distintas acepciones, partiendo de relatos de ciencia ficción y temas tan diversos como la amnesia colonial, la relación entre el ser humano y la naturaleza o la mirada del otro. “Estamos en un momento en el que hay un auge de corrientes xenófobas, racistas, una afirmación muy potente de conceptos muy tradicionalistas de la identidad, pero, a la vez que está sucediendo esto, hay unas corrientes, especialmente entre la gente más joven, que rechazan identidades muy fijas, también referido al género. Esto es consecuencia de la lucha de décadas por los derechos civiles y el feminismo. Todo este ambiente es el contexto de la exposición, que no es ajena a ello. Sí, es una referencia desde la ciencia-ficción y quizá, si queremos, de una manera indirecta, pero este es el trasfondo sociopolítico en el que se produce”, matiza López Paniagua.

Las artistas crean, de esta forma, cosmologías alternativas que integran, celebran y aprecian la alteridad. “Sus obras tratan de temas profundos, complejos, en algunos sentidos, muy duros y, en muchos otros, muy políticos, y pueden tocar sensibilidades, pero a mí las obras me transmiten un cierto sentido del humor, un misterio, un joie de vivre. Esa cierta calidez y ese cierto humor a la hora de afrontar temas de tanto calado”, subraya la comisaria.

Mari Katayama

Con sus autorretratos fotográficos, Mary Katayama (Saitama, Japón, 1987) nos invita a preguntarnos hasta qué punto somos nuestro cuerpo, cuánto de nuestro cuerpo o nuestros objetos conforma nuestra identidad, hasta qué punto cuando el “otro” te mira, te define y te posee. Su propio cuerpo, sus piernas prostéticas, sus alter egos maniquíes y sus efectos personales le sirven para hacer una profunda exploración de su propia identidad, donde muestra una extraña vulnerabilidad, fuerza y dignidad con tintes surrealistas.

‘bystander #023’, Mari Katayama. 2016
© Mari Katayama
‘Shell’, Mari Katayama. 2016
© Mari Katayama

“En mis obras enfrento dos espejos para sugerir la eternidad que existe entre esos dos objetos reflejados. El destino de la mirada puede ser la sociedad, algo más grande como el mundo o algo más cercano como la persona que está frente a mí. En ese reflejo puede existir el amor, el sufrimiento… Muchas cosas que son parte de nuestra vida”, explica Katayama. “Los elementos están confeccionados a mano por mí. Coloco los objetos, utilizo mi cuerpo como maniquí y me hago un autorretrato. Tengo que ser yo misma quien saque la fotografía. Antiguamente, había una creencia que decía que, cuando se le hacía una foto a alguien, se le estaba robando el alma. Por eso, como artista, asumo la responsabilidad de dispararme yo misma”, añade. En su obra shell (2016), creemos que la estamos poseyendo con la mirada, pero es ella quien nos controla a través del pequeño espejo sobre su cabeza que refleja su cámara de fotos.

Sandra Mujinga

“Su obra transita en los territorios de la contradicción, en la paradoja de la visibilidad del cuerpo negro que, a la vez, es hipervisible, porque está sometido a una permanente vigilancia; e invisible, porque ha sido eliminado, oprimido, robado de la historia. Para ella también es importante desplazar el antropocentrismo, el ser humano en el centro de todo, y por ello aparecen muchas veces animales en sus obras”, detalla Laura López Paniagua en relación a Sandra Mujinga (Goma, República Democrática del Congo, 1989).

Alumbrados por una luz verde (de cámaras de visión nocturna), se insinúan imponentes tres monstruos gigantes hechos de tela descabezados y un dinosaurio. Y es que, en la obra de la artista, los elementos nocturnos, de camuflaje y las reminiscencias ciborg crean espacios fronterizos donde se aparecen habitualmente figuras humanoides fantasmales que nos interrogan. “Son dos obras, Sentinels of Change y Reworlding Remains, en las que he utilizado tejidos viejos y nuevos, y donde el tiempo se encuentra en bandas paralelas, no hablo del pasado o del futuro, sino que los pongo juntos. Por eso he querido mostrar el dinosaurio, que es la figura del pasado, pero no sabemos si está destruyéndose o naciendo. Está en un proceso, en una transformación. Me fascinan las técnicas de supervivencia y he querido utilizar telas entretejidas que sirvan un poco a la idea de camuflaje, de que el animal pueda utilizar otro “vestido” para sobrevivir”, explica Mujinga.

Ovartaci

“Tenía vocación de viajera y, cuando volvió a Dinamarca después de seis años en Argentina, su mente ya estaba enferma. La internaron en un hospital (el Risskov, en Aarhus, Dinamarca), donde pasó 56 años. Al estar en contacto con muchos pacientes, tuvo que reinventarse a sí misma. Lo hizo a través del arte, pensaba que así podía sanar su mente. Empezó a crear con cualquier material que encontraba”, introduce Mia Lejsted, directora del Museo Ovartaci, en relación a la artista danesa nacida como Louis Marcussen en 1894 y de quien este año se celebra su 130 aniversario.

Ovartaci, Loving the Alien
Foto: Maru Serrano, La Casa Encendida
© Museum Ovartaci

“Toda su obra está ligada a su vida. Ella se identificaba como mujer y quería que le hiciesen una operación de cambio de sexo porque su pulsión sexual era demasiado fuerte y quería estar limpia. No fue posible y se automutiló. Poder vivir protegida en el entorno del hospital le permitió realizar una obra con estas mujeres angélicas que plagaban su mundo. Desde su habitación, algo verdaderamente conmovedor, viajaba a todos sus mundos fantásticos”, detalla la comisaria de la exposición. Esos universos los plasmó en dibujos y cuadros de muñecas, marionetas, figurillas y femeninos “fantasmas de humo”.

Anne Duk Hee Jordan

La transitoriedad y la transformación son los temas que dominan la obra de Anne Duk Hee Jordan (Korea, 1978), en la que habitualmente nos incita a cambiar de perspectiva, desplazando el centro de atención de los seres humanos a la ecología en su conjunto. “Duk Hee defiende que el planeta está en crisis por la acción de los humanos, que pensamos mal el mundo. Hemos heredado unos modelos de pensamiento basados en la codicia, el individualismo, el antropocentrismo y eso nos puede llevar a la extinción. Así que ella propone estrategias de supervivencia como el storytelling: crear nuevas historias que nos cuenten cómo es el mundo para vivir de una manera más sostenible”, detalla la comisaria de la exposición.

‘Loving the Alien’, Anne Duk Hee Jordan
Foto: Maru Serrano, La Casa Encendida
‘Exhibición Making Kin 3.0’, Anne Duk Hee Jordan. 2021
Foto cortesía de la artista y KIOSK, Ghent

Siguiendo la exhortación de la filósofa Donna Haraway en su libro homónimo a convertirnos en otras criaturas para sobrevivir en un planeta amenazado, la artista presenta en el video Staying With the Trouble una historia épica de metamorfosis, apareamiento y canibalismo que protagonizan mariposas, anfibios, bacterias y hongos. También en Brakfesten–La Grande Bouffe nos muestra el camino de la transfiguración mediante un bosque sueco infectado por la enfermedad del olmo holandés. Lo que en principio parece un trágico cementerio de árboles en seguida se revela como escenario mágico del ciclo ecológico donde muerte, plaga y putrefacción son también festín de coleóptero y micelio.

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