Los madrileños se lanzan a conocer Madrid: ¿por qué causan furor las visitas guiadas?
Pasea Madrid, el programa de guías de la Dirección de Patrimonio del ayuntamiento, aumenta sus plazas un 45% respecto a 2022 y aun así sigue llenando. Divulgadores, guías y vecinos constatan un fenómeno que se retroalimenta
Madrid es la ciudad de los musicales en Gran Vía, las cañas y las bravas en terraza, las fotos junto a la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado y sus 3,2 millones de visitantes en 2019… pero también del frontón Beti Jai, las esculturas de Puente de Vallecas, el casco antiguo del antiguo municipio de Barajas, el búnker republicano del general Miaja en el Parque del Capricho… Un patrimonio histórico no tan conocido y destinado a veces a los pies de página de las guías turísticas pero que los madrileños se han lanzado a redescubrir. ¿Por qué? Por una mezcla de razones, consecuencia del ocio en confinamiento, la puesta en valor institucional de dicho patriomonio o una forma de diferenciarse del turismo que solo busca cañas, tapas y fiesta.
Pasea Madrid, creado por la Dirección General de Patrimonio Cultural en 2017, empezó como un programa exclusivo de los meses de primavera. Entonces solo ofertaba dos rutas con apenas 25 plazas cada una. Para este 2023 está previsto ofertar un total 60.000 plazas, un 45% más que en 2022, en tres tandas de 13 recorridos, una que se desarrolla actualmente, entre abril y mayo, otra de mayo a julio y otra final en otoño, de septiembre a noviembre. Este programa de divulgación del Ayuntamiento de Madrid ofrece visitas guiadas gratuitas a diferentes espacios en principio poco conocidos de la ciudad con guías oficiales en las que se obtiene plaza por orden de llegada.
Luis Lafuente, director general de Patrimonio del Ayuntamiento, explica que las rutas que se repiten casi desde que existe Pasea Madrid y agotan siempre plazas son “el búnker del Parque del Capricho, el frontón de Beti Jai y el Pabellón de los Hexágonos de la Casa de Campo”. No oculta su entusiasmo por un programa “en el que la demanda siempre supera todas las expectativas, hay rutas que en ocho minutos tras abrir las inscripciones se quedan sin plazas, y las que más tardan suelen ser 45 minutos”.
En estos seis años, con parón de la pandemia incluido, han ampliado a los distritos, al patrimonio industrial (con espacios como la Real Fábrica de Tapices o la Serrería belga) y el inmaterial (rutas para la tauromaquia, para escritores como Pérez Galdós o Pardo Bazán o este año al centenario del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, diseñador del Palacio de Cristal del Retiro). El público es en un 90% local, “aunque gente de provincias cercanas, como Toledo, Segovia o Guadalajara” también se apunta.
Lafuente cree que dos fenómenos han ayudado a este crecimiento: la desescalada con restricciones, que “encerró” a los madrileños en su propia provincia, y el boom turístico de la ciudad con hitos como la declaración de Patrimonio de la Humanidad de la zona del Prado: “antes la gente solo iba a los museos, ahora han descubierto que el mismo entorno urbano tiene un significado”. También la ampliación de las guías a los distritos —con rutas por Puente de Vallecas, Barajas o Usera, entre otros—, “ya que los vecinos tienen mucho interés por la historia de su propia barrio y no se la habían contado nunca”.
"Los vecinos tienen mucho interés por la historia de su propia barrio y no se la habían contado nunca”
En esta percepción del incremento del interés por Madrid de los propios madrileños lo apoya Manu García del Moral, de Ediciones La Librería. Los vecinos y muchos visitantes conocen a esta editorial por su local en el número 80 de calle Mayor, aldea gala que resiste al invasor del turismo entre casas de cambio y tiendas de souvenirs. Fundada en 1986, con más de 700 libros en su catálogo sobre historia y costumbres de Madrid y editora de la revista Madrid Histórico, señala que el público local, que puede suponer un 80% de la clientela a pesar la afluencia turística que les regala su privilegiada ubicación, se ha incrementado y rejuvenecido.
“Es un fenómeno de los últimos años y se debe a varias circunstancias que se retroalimentan”, comenta a El Confidencial. “Hasta hace relativamente poco nuestro público era más adulto, gente mayor que buscaban libros sesudos, más de datos. En los últimos tiempos se ha rejuvenecido, con gente de mediana edad pero también muy joven, que buscan textos divulgativos o libros de curiosidades, como uno de nuestros grandes éxitos, Madrid Oculto, de Marco y Peter Besas”. Por un lado está la proliferación de cuentas de divulgación y curiosidades históricas en redes sociales, sobre todo Instagram pero también Twitter: “Mucha gente descubre cuentas de fotos antiguas de la ciudad, sean del centro histórico o de su distrito, y nos busca para encontrar un libro que le amplíe información”.
Por otro, el boom turístico: “Hasta hace no mucho, los visitantes sólo conocían la parte del ocio de Madrid: oferta cultural de teatros, musicales, la parte de la hostelería... Para los madrileños, no sé si como reacción, de repente se está volviendo interesante la historia”. Finalmente, señala programas como Pasea Madrid o Bienvenidos a Palacio, este último dependiente de la Comunidad de Madrid y que permite visitas guiadas a los 28 palacios nobiliarios dependientes de la Consejería de Cultura y existe desde 2016. “Parece una obviedad, pero la gente que hace una visita de ese tipo luego quiere indagar más y viene a nosotros”, remarca. Y añade, como Lafuente, que tienen mucho éxito “los contenidos de los distritos. Carabanchel o Vallecas eran municipios con su propia historia antes de ser parte de Madrid, cada uno tiene su carácter, y esa historia casi desconocida causa mucho interés”.
El punto de inflexión del confinamiento sirvió incluso para que naciesen empresas de tours. Es el caso de 7 estrellas, un proyecto pequeño, de tres guías residentes en Madrid pero de diferente origen —“un mexicano, un colombiano y un francés medio argentino, aunque parezca un chiste”— que se convirtieron en cooperativa “para enseñar el centro de la ciudad a los locales cuando no se podía viajar entre provincias”, explica Iram Martínez, uno de sus fundadores. “Los tres llevamos más de 10 años ejerciendo y nos quedamos sin trabajo por el confinamiento. En la desescalada, más del 90% de nuestros turistas eran de Madrid capital”.
“No hay ciudad más desconocida que en la que uno mismo vive (...) Los madrileños suelen ser turistas de su propia ciudad muy agradecidos”
“No hay ciudad más desconocida que en la que uno mismo vive. Tuve en un grupo una vez a un vecino del barrio de La Latina que no sabía por qué se llamaba así. Es un caso muy extremo, pero a veces pasa, le descubres la ciudad a la gente de aquí. Los madrileños suelen ser turistas de su propia ciudad muy agradecidos”, comenta. Añade que “postconfinamientos, además, sentimos como más interés en visitas históricas y culturales, menos ganas de turismo masivo y más de conocer la ciudad”.
Martínez, que nació en México, se considera “madrileño de adopción”. Es también el caso de Amelia, sevillana afincada en la ciudad desde hace casi una década y usuaria habitual de Pasea Madrid, cuando las plazas se lo permiten. “Empecé antes de la pandemia y lo he retomado tras los confinamientos gordos, que me daban más reparo. Lo hice por conocer más la ciudad, aunque cuando se crearon ya llevaba años viviendo aquí. En general, creo que el madrileño desconoce mucho su ciudad. Yo, que soy madrileña de adopción, creo que he visitado muchos más lugares que algunos autóctonos. Supongo que tiene que ver con aquello de que las cosas están ahí y ya habrá tiempo”.
Madrid es la ciudad de los musicales en Gran Vía, las cañas y las bravas en terraza, las fotos junto a la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado y sus 3,2 millones de visitantes en 2019… pero también del frontón Beti Jai, las esculturas de Puente de Vallecas, el casco antiguo del antiguo municipio de Barajas, el búnker republicano del general Miaja en el Parque del Capricho… Un patrimonio histórico no tan conocido y destinado a veces a los pies de página de las guías turísticas pero que los madrileños se han lanzado a redescubrir. ¿Por qué? Por una mezcla de razones, consecuencia del ocio en confinamiento, la puesta en valor institucional de dicho patriomonio o una forma de diferenciarse del turismo que solo busca cañas, tapas y fiesta.
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