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Movida en La Cebada: "Es un mercado municipal, no una guardería". "¡¡¡Niñofobia!!!"
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UN DRAMA MUY MADRILEÑO

Movida en La Cebada: "Es un mercado municipal, no una guardería". "¡¡¡Niñofobia!!!"

Cada viernes, desde hace varias semanas, la tensión inunda el emblemático mercado de La Latina con los niños como telón de fondo. Los protagonistas buscan un armisticio improbable

Foto: Mercado de la Cebada, uno de los edificios más emblemáticos del barrio madrileño de Latina. (Fernando Alvarado/EFE)
Mercado de la Cebada, uno de los edificios más emblemáticos del barrio madrileño de Latina. (Fernando Alvarado/EFE)

El mercado de La Cebada, uno de los emblemas del barrio de La Latina, es el escenario de un drama que solo genera tensión y sufrimiento durante dos horas a la semana: los viernes de seis a ocho de la tarde, lo cual no deja de tener su gracia. En este intervalo, según los responsables del histórico zoco madrileño, se desata el caos entre los puestos debido a la irrupción de una caótica guerrilla infantil que corretea por los pasillos, se cuelga de las barandillas, se adueña de los ascensores, toquetea el género y sobre todo, espanta a la clientela, todo ello debido a la nula supervisión de sus padres. Para los progenitores allí presentes, todo esto son infundios provocados para expulsar a los niños de un mercado que, recuerdan, es un espacio público.

Puede parecer una historieta intrascendente y de escaso valor para cualquiera que viva más allá de este pintoresco barrio de la capital, pero es función de la prensa acudir prestos allá donde olemos sangre con el manido pretexto de pasar revista a los cimientos de la democracia. Así que allá vamos.

Acto I: el 'apartheid' infantil

Marc, de profesión guionista, vecino y cliente habitual de La Cebada, fue uno de los pioneros en quedar con otros padres los viernes dentro del mercado, hace unos siete años. Al contrario de lo que pasa con otros mercados de Madrid, el de La Cebada es, esencialmente, un mercado de abastos donde solo unos pocos locales ofrecen comida y bebida. Por ello, pese a la magnética presencia del edificio, no es una opción obvia para ir a tomar algo.

"Me encanta este mercado, es una extensión de mi casa", explica a El Confidencial. "Paso mucho tiempo aquí porque suelo venir entre semana a escribir y empezamos a venir los viernes porque tenemos al lado la Plaza de los Carros, que escolarmente es el centro neurálgico del barrio". En esta plaza confluyen cada tarde alumnos de La Paloma, Sagrado Corazón, el colegio de San Ildefonso y el Vázquez de Mella. "Entre semana, de cuatro a siete, es como un pueblo, todo lleno de niños", dice Marc. Así que unos pocos empezaron a trasladarse al mercado durante los meses de frío.

De lunes a viernes, los principales clientes de los bares y cafeterías de dentro son quienes trabajan en los puestos o los reponedores. Las estrictas normas del mercado, que obligan a los puestos a cerrar de 2 a 5 de la tarde entre semana, son una condena para este tipo de negocios, que solo pueden vivir de lo que sacan el sábado. Pero por sorpresa, estos viernes por la tarde el lugar empezó a llenarse de padres, madres y niños. Por su tamaño —el viejo mercado tiene una superficie de unos 6.000 metros cuadrados— era ideal para pasar un par de horas socializando, entre la salida del colegio y la hora de la cena, dado que además el mercado cierra a las ocho.

"Los viernes de seis a ocho, la situación se ha desmadrado"

"El problema es que cada vez está viniendo más gente y los niños son niños, intentamos que no jueguen al balón ahí dentro, cosa que no he visto que suceda, pero tampoco puedes evitar que corran o se vayan a una zona de escaleras", explica. La cooperativa que gestiona el mercado había hecho algún aspaviento al ver a tanto niño corretear, sin embargo, fue hace un par de viernes cuando algo cambió. "La situación se ha desmadrado en los dos sentidos", dice Marc.

Hace dos semanas, las mesas y sillas de los pocos comercios que ofrecen comida y bebida en La Cebada fueron retiradas o confinadas en un pequeño rectángulo de cinta adherida al suelo. "Los de los bares lo llaman el corralito, creo que han dejado 40 centímetros", añade Marc. No fue el único cambio. La plazuela donde muchos de los padres solían reunirse estaba acordonada.

Los vigilantes dispersaron a unas niñas que estaban "jugando a las palmitas"

Aquella tarde había también un refuerzo de vigilantes de seguridad, que patrullaban los pasillos impidiendo el acceso a los niños a determinadas zonas o les llamaban la atención. Azucena, una de las madres presentes aquel día, dice que los vigilantes dispersaron a unas niñas que estaban "jugando a las palmitas" en una esquina. Otros padres hablan de hostigamiento e incluso lo comparan a un "estado policial" en miniatura.

placeholder La plaza donde suelen juntarse los padres en La Cebada, precintada. (EC)
La plaza donde suelen juntarse los padres en La Cebada, precintada. (EC)

Los padres observaron también cómo los nuevos vigilantes trataban de conducirles con poco disimulo a una especie de sala conocida como Los Pulpitos, invitándoles a que permanecieran allí con sus hijos para que estos no importunaran a los posibles clientes del mercado. Este hecho en concreto fue el detonante.

Los grupos de WhatsApp de la zona bullían de indignación con toda la situación, denunciando el adultocentrismo imperante en la sociedad. Mayor sorna provocaba el asunto de Los Pulpitos, espacio que pronto en el imaginario pasaron a comparar con una especie de Distrito 9, gueto sin extraterrestres pero con sus propios hijos. Otros lo equiparaban en clave de humor con un apartheid infantil.

placeholder La plazuela, al día siguiente. (EC)
La plazuela, al día siguiente. (EC)

Para Marc el veredicto estaba claro: "Niñofobia". Como sospechaba, cuando visitó el mercado al día siguiente todas las medidas de seguridad habían desaparecido. Los vigilantes se habían esfumado y, en la plazuela donde se reunían, el precinto ya no estaba y unas macetas ocupaban de nuevo el espacio. Poco a poco, el mercado comenzaba a vaciarse de habituales y a petarse de un turismo barrial que suele frecuentarlo solo los sábados a mediodía, único día en que se gentrifica un poco y La Cebada se llena de gente de fuera, que acude a La Latina a tomar cañas o participar en las degustaciones de productos que La Cebada organiza ese día.

Pronto, algunos de los padres descubrieron que esta no era en realidad una guerra del mercado contra los niños, sino una batalla más en un enfrentamiento histórico entre diferentes facciones de comerciantes por el futuro del Mercado de La Cebada. Una que, desgraciadamente, les ha pillado a ellos y a sus hijos por el medio.

Acto II: un conflicto latente

Hace unas semanas, los comerciantes de La Cebada recibieron en WhatsApp un mensaje de la gerente al que este periódico ha podido acceder.

"Tras lo sucedido el pasado viernes, y realmente, casi todos los viernes por las tardes desde hace años, paso a informaros de las siguientes medidas a tomar para evitar que vuelva a ocurrir", comenzaba la misiva Marta González Parera, gerente del mercado. "Se abrirá el espacio Los Pulpitos para que los padres y sus hijos estén allí cómodamente, sin invadir zonas comunes. No podemos seguir consintiendo que los padres ocupen los pasillos molestando tanto a los clientes habituales como a los comercios que están vendiendo y que han visto mermadas sus ventas por esta causa".

placeholder Los Pulpitos, el espacio cedido por La Cebada para meter a los padres y los niños los viernes. (EC)
Los Pulpitos, el espacio cedido por La Cebada para meter a los padres y los niños los viernes. (EC)

Además, González Parera declaraba "terminantemente prohibido poner mesas y sillas en los pasillos los viernes a partir de las 17 horas. Los clientes que quieran estar sentados y cómodos mientras consumen, deben estar en el espacio Los Pulpitos", con el objetivo de evitar lo acontecido en jornadas anteriores, con "comerciantes, personal, vigilancia... enfrentados con clientes que creen que el mercado es suyo mientras una minoría de comerciantes siguen facilitando alcohol hasta después del cierre a estos mismos clientes". De no cooperar con estas medidas, la cooperativa que gestiona el mercado podría sancionar a los comerciantes o incluso rescindirles el contrato por incumplir el reglamento de régimen interno.

Parte del conflicto surge de la siguiente premisa. La Cebada es un mercado de titularidad pública, y como tal lo sienten los padres, pero está gestionado por una asociación privada: la cooperativa de comerciantes. En 1991, el ayuntamiento les otorgó la concesión administrativa del mercado durante 50 años, es decir, hasta 2041. La cooperativa los agrupa a todos, unos 80 comercios, pero también tiene su estructura. Las decisiones son votadas en asamblea una vez obtienen el visto bueno del Consejo Rector, compuesto por siete cooperativistas históricos. El presidente actual es Fernando Rubiato, quien despacha una carnicería en La Cebada desde hace años.

"Hemos llegado a encontrarnos un bebé con pañales solo en el parking"

En declaraciones a El Confidencial, Marta González Parera explica su visión de un conflicto que, reconoce, se ha agravado con el tiempo. "Cada viernes por la tarde se pueden juntar como cien niños", que según la gerente se mueven por el mercado a sus anchas sin ningún tipo de supervisión. "Es peligroso para los niños, me he encontrado niños agarrados a la barandilla del tercer piso, pintan el suelo con tiza, atascan los váteres, se meten en los comercios, tocan el género: el otro día un frutero tuvo que tirar melones que tenía partidos por la mitad porque había marcas de dedos hundidos, ha habido algún accidente con un adulto que paseaba por el mercado", añade. La gerente repite varias veces que no tiene nada contra los niños, que ella misma es madre y que estas medidas persiguen, sobre todo, la seguridad. "Hemos llegado a encontrarnos un bebé con pañales solo en el parking, con los coches pasando".

"Esto en El Corte Inglés no pasa", remata González Parera, que pide a los padres que "se respete nuestro derecho al trabajo por encima de su derecho al ocio: es un mercado municipal, no una guardería". Al parecer, una situación similar se está dando en el mercado de San Fernando, en Embajadores. En el centro, ya todos los mercados tradicionales han sido convertidos, de facto, en centros de ocio. Pero, claro, en el centro ya casi no quedan vecinos reales que puedan oponerse al cambio, solo turistas deseando bajar del Airbnb a un mercado gastro.

Conforme esa situación va ampliándose a barrios como estos, las tensiones sobre los usos de un sitio así van apareciendo. Aquí nadie tiene en mente los mercados gourmet del centro de la ciudad, pero luego cada uno tiene algo distinto en mente sobre qué debe ser La Cebada.

placeholder Varios productos son expuestos en una tienda del mercado de la Cebada en Madrid. (Luca Piergiovanni/EFE)
Varios productos son expuestos en una tienda del mercado de la Cebada en Madrid. (Luca Piergiovanni/EFE)

Preguntada por si existe una solución a este enconado conflicto, la gerente admite que es complicado porque gran parte de la responsabilidad es de los progenitores. "En su momento asumimos el coste de un entretenimiento con cuentacuentos y ahora se les ha cedido un espacio de 120 metros cuadrados", apunta sobre la ya infausta sala Los Pulpitos.

A bote pronto, puede parecer una respuesta adecuada, hasta que alguien se plantea la idea de meter a cien niños (con sus respectivos padres) en el equivalente a un piso de tres habitaciones. Como enunciaron en uno de los grupos de WhatsApp, es como una rave infantil.

Acto III: la mina de oro

La visión de los comerciantes depende mucho de a quién se le pregunte. Algunos lo ven como una bucólica comedia pastoral, otros como el final de Parque Jurásico, solo que con niños en lugar de velocirraptors. Algunos de los cooperativistas consultados se toman la situación con humor, pero piden igualmente el anonimato por temor a represalias por parte del Consejo. "¿Quiere saber lo que pienso de los niños?", me dice uno de ellos. A continuación, abre una pequeña portezuela bajo un aparador y muestra un enorme saco lleno de chucherías. "Al final son niños". Este hombre dice no haber apreciado una merma en sus ventas.

Otros comerciantes son más críticos con la situación y altamente escépticos de las verdaderas intenciones de los gestores en todo este asunto. "Mire a su alrededor", me dice uno. Es un jueves a las diez de la mañana y el mercado está prácticamente vacío. De hecho, la mitad de los puestos no tienen ocupación y son empleados como almacén por los cooperativistas. "Están haciendo que nos arruinemos".

placeholder El Mercado de la Cebada es uno de los edificios más emblemáticos del barrio madrileño de Latina. (Fernando Alvarado/EFE)
El Mercado de la Cebada es uno de los edificios más emblemáticos del barrio madrileño de Latina. (Fernando Alvarado/EFE)

Es cierto que, en sitios como TripAdvisor, las reseñas de los visitantes suelen destacar el abandono de las instalaciones tanto como la calidad de los productos que se ofrecen. Para el tendero consultado, es difícil que algo cambie. Algunos cooperativistas han intentado, por ejemplo, eliminar ese cierre de dos a cinco de la tarde para permitir que en La Cebada florezcan más sitios dedicados a la hostelería: cafeterías, tascas o incluso locales de comida para llevar. Sin embargo, el Consejo ha vetado que esta moción se vote en asamblea. Incluso en la propia página del mercado, en un apartado dedicado a locales itinerantes, se deja claro: "No se dará el visto bueno a actividades relacionadas con la hostelería ni restauración".

"Los puestos más tradicionales de carne o verduras viven en realidad de Lucio y otros tres o cuatro restaurantes que hay por la zona y siguen comprándolo todo aquí, pero luego les da igual que la gente no venga al mercado", explica este mismo cooperativista. "En realidad viven de la mina de oro que tienen debajo".

"Les da igual que la gente no venga al mercado, viven de la mina de oro que tienen debajo"

La mina de oro es el parking de 392 plazas, cuya gestión corresponde también a la cooperativa. Desde que entró en vigor Madrid Central, ahora Madrid 360, es obligatorio para cualquier visitante de fuera del barrio dejar el coche en uno de los aparcamientos autorizados para poder evitar una multa, y en La Latina este es el principal referente. "Cuesta una pasta y está siempre lleno, si tiene que venir cualquier fontanero a hacer una reparación en la zona, lo deja ahí, quienes vienen al teatro o a la Cava Baja los fines de semana, lo dejan ahí... eso no deja de dar dinero", añade.

Los actuales gestores han logrado salvar varias bolas de partido y mantener el actual modelo de mercado de barrio. La Cebada, hay que recordar, estuvo a punto de ser convertido en un centro comercial merced a un plan urbanístico del PP que Ahora Madrid anuló en 2015. También se estimó la idea de convertirlo en mercado gourmet, como los que ahora proliferan en todo el centro de la capital, pero también fue desestimada.

placeholder Vista del Mercado de la Cebada con el mural de casi 6.000 metros cuadrados realizado en 2013 por el grupo artístico Boamistura. (Fernando Alvarado/EFE)
Vista del Mercado de la Cebada con el mural de casi 6.000 metros cuadrados realizado en 2013 por el grupo artístico Boamistura. (Fernando Alvarado/EFE)

Ahora parece que son los padres y sus docenas de niños los que amenazan las tranquilas aguas de este estanque y han hecho a la cooperativa ponerse a la defensiva. En última instancia, este último viernes un grupo de madres solicitó una audiencia privada con la gerente. Una cumbre al más alto nivel dentro de este minúsculo conflicto para tratar de acercar posturas y desbloquear la situación.

Las madres explicaron que eran clientes, familias del barrio y que querían un mercado con vida, la gerente y una cooperativista, de profesión charcutera, expusieron los desmanes causados por los niños. Las familias propusieron esbozar una especie de Tratado de Versalles por el cual los padres tendrían más cuidado en la supervisión de los niños mientras que, por el otro lado, se establecería que los responsables del mercado no odian a los niños. "Les pedimos a cambio que tuvieran un poco de paciencia, mirada amplia..." dice Azucena, presente en la reunión "...y que por favor pusieran otra vez los taburetes".

Respondieron cordialmente que no. En el futuro, cualquier relajación de las actuales medidas se daría a consecuencia de un mejor comportamiento de los niños. Si esto fuera una guerra, un observador internacional aconsejaría a cooperativistas y padres comenzar a construir puentes sobre aquellas cosas que les unen. Por ejemplo, el desprecio que ambas partes comparten hacia mercados gastropijos como el de San Miguel.

El mercado de La Cebada, uno de los emblemas del barrio de La Latina, es el escenario de un drama que solo genera tensión y sufrimiento durante dos horas a la semana: los viernes de seis a ocho de la tarde, lo cual no deja de tener su gracia. En este intervalo, según los responsables del histórico zoco madrileño, se desata el caos entre los puestos debido a la irrupción de una caótica guerrilla infantil que corretea por los pasillos, se cuelga de las barandillas, se adueña de los ascensores, toquetea el género y sobre todo, espanta a la clientela, todo ello debido a la nula supervisión de sus padres. Para los progenitores allí presentes, todo esto son infundios provocados para expulsar a los niños de un mercado que, recuerdan, es un espacio público.

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