"Pagamos los mismos impuestos que en la calle Serrano, ¿por qué allí limpian y aquí no?"
La basura se acumula en San Cristóbal de los Ángeles. La Asociación Vecinal La Unidad pide a los servicios públicos que quiten la suciedad de las calles. Ante la lenta respuesta, son los habitantes los que recogen los desperdicios
Antes o después de ir a trabajar, Nina Fedorutsa sale a la calle con su escoba, recogedor, fregona y lejía para quitar la basura de su barrio, San Cristóbal de los Ángeles. La vecina, que lleva viviendo en la zona desde hace más de 10 años, termina su jornada como empleada de servicio doméstico y en su tiempo libre se preocupa por quitar el orín de la acera. “En el fin de semana no puedo invitar a mis hijos ni a mis amigos: me da vergüenza”.
A Nina, una ucraniana de 62 años afincada en España desde hace 23, le salen los colores cuando la gente le pregunta que qué hace con una escoba en la calle. Es una de las afectadas por el mal estado de los interbloques de esa zona del sur de Villaverde, y ha probado con todo tipo de soluciones. “Hace unos siete meses que nadie limpia y hemos mandado más de 20 avisos al Ayuntamiento de Madrid”, cuenta sobre una lista de incidencias enviadas que tiene apuntadas en una libreta. “En el verano es incluso peor. Con el calor, el olor se vuelve insoportable y aparecen ratas”, reconoce, desesperada.
La limpieza es una de las mayores luchas de la Asociación Vecinal La Unidad de San Cristóbal. Dos portavoces de la organización, Alberto García y Miguel Martín, pasean por su barrio y muestran la suciedad: son montículos de residuos y están en todas partes, pero sus dimensiones son mayores lejos de las carreteras principales. “La gente de los comercios aparta la porquería”, apunta Alberto sobre las pequeñas montañas.
El pasado mes de marzo se aprobó un contrato para garantizar el cuidado de estas zonas en la reunión de la Comisión de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, concretamente lo anunció el delegado de esta área de gobierno, Borja Carabante. El plan es publicar una licitación por el trámite de urgencia, que incluya la reposición de papeleras (que el Consistorio había quitado previamente) y el cuidado de zonas peatonales y verdes. No obstante, se calcula que hasta septiembre u octubre no estará adjudicado.
Los habitantes de las zonas afectadas tienen que esperar. Mientras, las pocas papeleras de San Cristóbal de los Ángeles están a rebosar, y hay algunas bolsas en el suelo, junto a ellas. En una de las plazas no hay ninguna. Una veintena de personas charla sentada en los bancos y debajo de ellos hay algunos cúmulos de desechos, escondidos debajo de sus asientos. La situación llega hasta a los parques; los niños se tiran por el tobogán junto a algunas latas. “Como se nota que los hijos de ellos no vienen aquí a jugar”, apunta Miguel.
Redes Sociales
Desde la asociación utilizan las redes sociales para contar el estado en el que viven. Publican imágenes en su cuenta de Twitter y envían casi a diario imágenes a la Junta de distrito. Por eso, tachan la situación de “abandono institucional”. En febrero incluso pidieron la intervención del Defensor del Pueblo junto a otras asociaciones afectadas –como la de San Blas-Canillejas–. “Cualquier barrio se ensucia, pero este grado de acumulación viene de la falta de servicios”, critica Alberto.
Lo que piden es regularidad en las zonas ajardinadas, sobre todo en esta época del año. “Aquí no todo el mundo puede pedirse vacaciones. Hay más o menos la misma gente y contamos con menos recursos y servicios”, describe sobre la dejadez que percibe.
De vez en cuando las instituciones se encargan de asear la zona. “Lo hacen después de que lo hayamos denunciado mucho en internet”. De hecho, han obtenido una mayor respuesta desde hace una semana y media, cuando empezaron a compartir más videos en redes. “Suelen arreglar esto antes de que vengan los políticos y la prensa”, admiten.
Alberto tiene 32 años, Miguel 57, y ambos llevan toda la vida viviendo en el barrio. “Lo mejor es precisamente la gente de aquí, nos conocemos todos, los jóvenes, los mayores…”, se enorgullece el segundo. Le enfada percibir un trato diferente al resto de la ciudad. “Estamos a 10 minutos de Atocha”, cuenta, “Pagamos los mismos impuestos que en la calle Serrano, ¿por qué allí limpian y aquí no?”, se pregunta.
“Nuestro barrio está fuera de la comunidad, estamos fuera del mapa”, se lamenta Nina
A los restos de comidas y bebidas se le une lo que cae de los árboles. “Está desde principios de mayo, hubo una granizada y todo el polen cayó al suelo. Pasaron las semanas y la situación seguía igual”, recuerda Miguel, y señala las largas ramas de los árboles que hay que apartar para pasar por alguna calle: “El problema es generalizado, tampoco vienen a podar”.
Alberto incide en que la percepción de suciedad genera una sensación de inseguridad y que a su vez desgasta a los vecinos. “Nuestro barrio está fuera de la comunidad, estamos fuera del mapa”, se lamenta Nina.
Antes o después de ir a trabajar, Nina Fedorutsa sale a la calle con su escoba, recogedor, fregona y lejía para quitar la basura de su barrio, San Cristóbal de los Ángeles. La vecina, que lleva viviendo en la zona desde hace más de 10 años, termina su jornada como empleada de servicio doméstico y en su tiempo libre se preocupa por quitar el orín de la acera. “En el fin de semana no puedo invitar a mis hijos ni a mis amigos: me da vergüenza”.