Resines, sanitarios y chulapos: Madrid vive su San Isidro más esperado

Un señor vestido de chulapo baila un chotis con una doctora ataviada con su bata. Así han comenzado este jueves las fiestas de San Isidro 2022, tan esperadas tras la pandemia, y con un aire reivindicativo. Los asistentes de la Plaza de la Villa acogieron con aplausos al actor Antonio Resines, quien les respondió con el mismo cariño. “Lo mejor de Madrid son los madrileños: los gatos, los que viven aquí hace mucho, los que llevan pocos días. Colaboráis a que nadie sea forastero”, reconoció el cántabro sobre su sentimiento de pertenencia a la capital, donde ha desempeñado su carrera.

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“¡Muchas gracias a la Sanidad Pública!”, vitoreó antes de leer su pregón frente a los profesionales que se han puesto de blanco para reivindicar la huelga indefinida de los facultativos que comenzó hace unos días. Resines, que permaneció ingresado más de un mes en la UCI del Hospital Gregorio Marañón a causa del coronavirus, pidió que los madrileños disfruten “con cabeza y precaución”.

Otilia Bisbal escuchaba atenta con su uniforme y su clavel en el pelo: “Tenemos un momento complicado, hemos venido a agradecer el apoyo que nos está brindando como homenaje no solo a él, a todos los pacientes. Y que disfrute las fiestas el que pueda”. En su espalda, la doctora de 40 años llevaba un cartel: “Médico internista temporal durante 10 años”.

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Paula Mata

El resto del discurso del actor estuvo cargado de alegría, con bromas improvisadas sobre el sonido de las campanas que le cortaban sus frases. Se le sumó a la broma inicial el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, e hicieron un homenaje a Luis García Berlanga por su 100 aniversario. “Como pregonero vuestro que soy, os debo un pregón, y ese pregón que os debo, os la voy a pagar”, repitió en honor a la mítica frase de ‘Bienvenido Mister Marshall’. Al final, hizo cantar a toda la plaza y el balcón ‘Americanos’, cambiando la palabra por “madrileños”.

El actor rememoró aquellos lugares especiales: Sainz de Baranda, sus juegos por El Retiro, su colegio, el cine de Chamberí donde veía películas –y en el que acabó ocupando la gran pantalla como actor– o sus conversaciones en Malasaña con Carlos Boyero, Juan Molina y Fernando Trueba. “He vuelto a mi barrio de la infancia, a pasear por el parque... Vivir en Madrid es un placer y un lujo”, resolvió.

Para el antes y el después, dos parejas de gigantes y cabezudos de la asociación Comparsa de Gigantes y Cabezudos amenizaron a los madrileños nerviosos por la vuelta. Con el traje regional fueron unos pocos niños y ancianos. Teresa López se vistió a sus 80 años de chulapa con tonos rosa, lunares, sus mangas abullonadas, su pañuelo, su flor, sus ojos pintados. “Lo hago desde que era niña. Me iba a la verbena con mi clavel”, contó orgullosa junto a su grupo. Lo único que sentía que le fallaban eran los zapatos, que no son los más cómodos para bailar en ese suelo.

No obstante, eso no le impidió danzar ni tampoco menguó sus ganas de tomarse algo después del pistoletazo de salida. Lo que único que le dolió verdaderamente a Teresa y a sus amigas es la ausencia de los jóvenes y que cuando se presenten no lleven vestidos. “¡Pero si es muy fácil! Te compras la ropa, un mantón y el clavel y ya está”, aclaró. Ella tiene cuatro trajes distintos.

“Todos los que ves somos de asociaciones, pero ya nos hacemos mayores. Nosotros somos los Chisperos de Arganzuela”, añadió con los ojos fijos en la multitud. Buscaba a su marido, que apareció tan arreglado como ella. “Estaba enseñando a bailar a una de Tenerife”, le explicó él. Mientras, algunos coreaban a los políticos que salían del edificio: “Basta ya, queremos sanidad”. La madrileña, antes de despedirse, repitió de memoria una rima para animar a las nuevas generaciones a abrazar estas tradiciones: “Si a los compases del chotis no se te van los pinreles, es que tú no eres de Madrid ni conoces la Cibeles”.