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La cruz de muchos universitarios madrileños: pagar una academia para aprobar
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La cruz de muchos universitarios madrileños: pagar una academia para aprobar

Las empresas que ofrecen formación en materias se adaptan a los métodos en línea, donde un amplio perfil de alumnos se organiza para mejorar sus notas

Foto: Alumnos en la Academia. (C.V.)
Alumnos en la Academia. (C.V.)

César coge el teléfono a mediodía, entre clase y clase de las dos carreras que estudia: Administración y Dirección de Empresas (ADE) y Derecho. Descuelga en la Universidad Carlos III (UC3M) y lo primero que hace es advertir de que el tema de las academias universitarias es tabú, que prefiere no dar su nombre real por posibles represalias y que hay una “guerra abierta que es vox pópuli”. Según asegura, es por parte de docentes de la institución pública: “Hay profesores que ponen exámenes antiacademias. Con las preguntas saben si te han enseñado atajos”.

Este joven de 22 años dice que el apoyo de las academias es fundamental para los alumnos de ADE, desde el primer cuatrimestre hasta el cuarto año. “Hay materias como Econometría o Macroeconomía que son imposibles sacarlas por tu cuenta”, sentencia. Cifra que un 40% de sus compañeros usa este método, y que hasta un 70% se beneficia: “Muchos de los que no van compran los apuntes o los exámenes de hace unos años que nos dan en las academias”. La universidad no ha querido prestar declaraciones sobre el asunto.

900€ al año

César va al Centro de Estudios Pepe. “Está en Leganés y aquí, en Getafe. Es la mejor porque el dueño estudió en mi universidad Economía y lleva muchos años dando estas asignaturas”, describe. El precio, unos 75 euros al mes por asignatura –lo que supondría unos 900 euros al año–, no le parece un gran inconveniente para sus compañeros: “El estudiante de la Carlos III no suele venir de un instituto público, son de nivel adquisitivo superior a la Complutense o la Autónoma. Sacar un 13 en la prueba de acceso en un centro público es complicado, hay un sesgo de entrada”.

placeholder Alberto Espinosa en su academia. (C.V.)
Alberto Espinosa en su academia. (C.V.)

La idea de crear academias era un negocio que ha proliferado para quienes apostaron por él y se hicieron un hueco. Alberto Montero Espinosa utilizó sus apellidos para fundar su empresa; comenzó como profesor particular a los 15 y decidió dar un paso más en 2002. Sus inicios fueron en un pisito pequeño en Moncloa. En el mismo barrio, tienen ahora un local donde responde a las preguntas. Cuenta con una sede en cada universidad y aproximadamente 5.000 matrículas anuales – va por asignaturas, es decir, que la cifra no es de usuarios únicos–.

“Al principio crecimos más, ahora es más estable. Llevamos un tiempo que no hay más alumnos que requieran la academia”, reconoce el madrileño de 47 años, y lo achaca al Plan Bolonia que se implantó en España en el 2007 y reducía la licenciatura de cinco años al grado de cuatro. El otro punto fue la pandemia. “Se nota que les exigen menos”.

Los trabajadores de la empresa se adaptan a los de la institución

Lo que ellos ofrecen son horarios para cada materia; les hacen las explicaciones más sencillas de comprender y son minuciosos. “El alumno quiere aprender y aprobar. Intentamos que cumplan las dos cosas”, apunta. Los profesores de academia crean apuntes a través de los que les dan sus alumnos y de las presentaciones de Power Point de los docentes, además de atesorar una colección de exámenes de años anteriores. “Esta es la clave, que entiendan cómo hacerlos”. Para ello, los trabajadores de la empresa se adaptan a los de la institución. Conocen sus nombres, no les han tratado personalmente, pero se saben cada manía. “Yo sé cuál utiliza la letra “R” o la “Y” en los ejercicios, llegamos a ese nivel de nomenclatura”.

El perfil del alumno

La crisis sanitaria ha impuesto el aprendizaje en línea. Espinosa está en un aula vacía y, aunque sea un día entre semana, aparece por la academia únicamente un grupo de una decena de chicos. En realidad, están muchos más, pero online. “No he vuelto a dar clase en una pizarra desde el 10 de marzo de 2020. La imparto solo, la grabo y la subo a internet. Me consta que en otras academias ha pasado lo mismo”, señala.

placeholder Alumnos en la academia. (C.V.)
Alumnos en la academia. (C.V.)

Lo mejor de esta opción –que vale lo mismo que la presencial, entre 60 y 70 al mes– es que el alumno puede organizarse como quiere. Espinosa siempre recomienda que los alumnos vayan a las clases y a la universidad. “Se la saltan, pero es importante que no lo hagan y que vengan a reforzar. Lo que ocurre es que, si aquí se enteran de todo, consideran que ir hasta allí es tiempo perdido”. Los nuevos formatos les facilitan poder ir a la institución presencialmente y poder ver las clases cuando lo deseen, desde sus casas. “Únicamente el 10% escoge la opción tradicional. No sé qué haremos con este espacio, es grandísimo”, admite.

El perfil del alumno es variado, pero suelen ser de carreras de ciencias. Adrián de la Orden estudia Ingeniería Aeroespacial y escogió asistir a la Espinosa Montero porque se lo recomendó un compañero de atletismo. “Para mí no era necesidad; quería optimizar el tiempo porque entreno todos los días. Me facilita hacer en una hora lo que me supondría tres”, cuenta. De momento, a los 19 años, el madrileño se ha inscrito a Física, Matemáticas, Termodinámica y Mecánica Clásica.

placeholder Ejercicios de la academia de Espinosa Montero. (C.V.)
Ejercicios de la academia de Espinosa Montero. (C.V.)

De la Orden, que prefiere la opción virtual porque puede ir “a la velocidad que quiera”, asiste a la Universidad Politécnica de Madrid. Nota que el porcentaje de aprobados a la primera son muy bajos. “Yo diría que un 6%, más o menos. En la extraordinaria suelen ser más”. No ve una clara relación entre los que tienen refuerzo y los que no. El madrileño es un caso excepcional: “Busco sacar la mejor nota posible. El año pasado tuve 60 créditos y en 24 de ellos saqué matrícula de honor”.

Carlos Arrojo estudia Ingeniería de Sistemas de Telecomunicación en la misma universidad que De la Orden, la Politécnica. Se ha apuntado a la Academia Visán a Electrónica y Cálculo. “Son jodidas si no tienes ayuda”. De la primera, aprobaron unos 20 de los 60 compañeros, según recuerda el madrileño de 21 años. “Es una asignatura de primero y conozco a muchos de tercero que aún la cursan”.

– ¿Tú por qué te apuntaste?

– Mi primer año fue un desastre. Con la pandemia y todo conseguí aprobar unos 12 créditos de 60. Muchos profesores parten de la base de que sabemos más, pero no. Aún no somos ingenieros, acabamos de salir de bachillerato.

César coge el teléfono a mediodía, entre clase y clase de las dos carreras que estudia: Administración y Dirección de Empresas (ADE) y Derecho. Descuelga en la Universidad Carlos III (UC3M) y lo primero que hace es advertir de que el tema de las academias universitarias es tabú, que prefiere no dar su nombre real por posibles represalias y que hay una “guerra abierta que es vox pópuli”. Según asegura, es por parte de docentes de la institución pública: “Hay profesores que ponen exámenes antiacademias. Con las preguntas saben si te han enseñado atajos”.

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